Realidad Esencial




REALIDAD ESENCIAL




Bienvenidos al blog donde investigaremos sobre la Realidad, sobre lo que realmente somos más allá de las apariencias e ilusiones, sobre la no-dualidad.

Lee las entradas con una mente abierta dejando que los contenidos te "resuenen", lo que no puedas aceptar, déjalo para más adelante. No se trata de creer nada, más bien, se trata de investigar por si mismo lo que nos apuntan los grandes maestros. La experiencia nos confirma que somos un potencial inmenso, infinito de amor, inteligencia y energía (en palabras del maestro Antonio Blay) a actualizar, a llevar a la acción…



Espero te sientas a gusto en este espacio creado con amor.

Juani


lunes, 26 de diciembre de 2011

Despierta!



No busques mas afuera lo que ya tienes dentro
Hay el universo dentro de ti
Sólo falta que te des cuenta…
Que retires el velo ilusorio
que hace que te sientas separado….

Plenitud interior,
De donde todo está surgiendo…
Nada que hacer…
Todo sucede por sí mismo….
Se expresa…
Allí no hay separación…
Vacío lleno…
Espaciosidad…
Amor…

Deja de buscar…
Sólo aquiétate en silencio interno
Deja pasar toda esa maraña de pensamientos
que te dicen quién eres, qué eres, como debes ser….
Suelta esa programación…
Despierta!....date cuenta de quien eres….más allá del cuerpo físico…
más allá de la mente pensante….más allá….espacio infinito vivo, vibrante… pura energía, potencialidad……

Despierta hermano!...ahora…no postergues para el “mañana”…
Si te animas, puedes despertar ahora….
Respira…y deja pasar todas las historias de tu mente, observa que queda…….Despierta….
Y aunque el velo te vuelva a nublar, regresa a donde ya eres….
Sólo hace falta un momento, un instante y estás ahí, en tu Centro…
                                                                                  Juani
                                                      

Fuente y Río


He estado junto al río.
He visto correr sus aguas sin cesar. Sus aguas transparentes, rumorosas y frescas son vida.
He querido atrapar, detener esas aguas cristalinas y vivificadoras. Hubiera querido paralizarlas para disfrutar sumergiéndome en ellas sin permitirles fluir ni cambiar.
Pero el río es río. Y el río es fluir.
Su naturaleza es el correr de las aguas siempre idénticas y siempre cambiantes.
Como la vida misma. Me he sentido uno con el río.
Y he sentido que toda mi existencia es un cambio continuo y sin fin.
Y me he remontado al origen del río, a la fuente.
Y he comprendido que soy río que fluye, pero también fuente que brota.
He comprendido que lo que fluye es mi existencia temporal, que no puedo detener.
Pero ascendiendo llego a mi fuente. Y siento ser plenitud en la fuente.
Hay que dejar que el río sea río. Lo que tiene que correr, cambiar y fluir debe seguir su curso.
Pero las formas infinitamente variadas del río a través de su cause tienen un origen quieto, fecundo, copioso e inagotable.
Yo soy el río en el devenir de mi existencia temporal. No puedo detener las leyes de su desarrollo, evolución y cambio.
Mis formas, como las del cauce del río, no puedo detenerlas.
He de sumergirme en las formas cambiantes del río y saber que soy río.
Pero también soy fuente, manantial copioso y vivificante.
No hay río sin fuente. Me siento feliz cuando me doy cuenta de que soy la fuente de mi río.
                                                                                                                                        D. Lostado

viernes, 23 de diciembre de 2011

La aventura de vivir con Lucidez


  
 Estar lúcida es abandonar la distracción de las imágenes, percepciones de los sentidos, pensamientos, palabras, soltar las creencias, los deseos, los miedos, para conectar con el silencio lúcido, con el darme cuenta de los errores y fantasías de la mente.

   Estar lúcida es soltar toda forma particular, es no necesitar que las cosas, personas, sean de una manera o de otra, es no esperar un resultado concreto, es hacerme responsable de mi vida sin culpar a los demás, ni a las circunstancias de lo que me sucede.

   Estar lúcida es estar consciente de la verdad, de que todo es como es, que la felicidad no me la puede dar ni quitar nada del “exterior”, que no puedo cambiar a nadie y que todo lo que me sucede colabora a mi despertar, a mantener la lucidez, y comprender que las cosas no ocurren por azar, que todo esta perfectamente diseñado por una inteligencia superior de la cual formo parte.

  Estar lúcida es liberarme del sufrimiento, aceptar que en el mundo de las formas todo es dual, esa dualidad forma parte de la vida fenoménica (la mente es la que crea esa dualidad y la proyecta en el mundo), y que soy mucho más que ella.; es desapegarme y comprender la verdad más allá que las situaciones sean favorables o desfavorables (es la mente la que las etiqueta, en sí mismas, las situaciones son neutras), comprendiendo que en todo funciona un orden superior, la inteligencia de la vida, que es la que actúa a través de todo lo que existe.

  Mediante la lucidez comprendo que soy libertad, amor, paz, alegría, plenitud que no depende de las condiciones externas, soy conciencia, el Ser.

  La vida es como una película y cada uno de nosotros los actores, cada cual interpreta el papel que le corresponde, la inteligencia superior “asigna” los papeles a cada personaje para que desarrolle su argumento, pero sin confundir que solo estamos interpretando un papel, que no somos el personaje, que somos el actor, el ser, que mi identidad está más allá de los sentidos, de las proyecciones, de lo que sucede en el existir.
  Todo lo que me sucede es para ver, descubrir y comprender, todo es adecuado, más allá del “bien” y del “mal”, y todo me abre cada vez más a la lucidez. Una gran aventura: el despertar de la conciencia.  
                                                                                                 Juani

sábado, 10 de diciembre de 2011

Somos Plenitud, somos Realidad


  Nosotros somos plenitud, somos realidad. Entonces, ¿cómo es que nos planteamos problemas?, ¿cómo es posible que nosotros seamos plenitud, seamos realidad y que no obstante no nos demos cuenta? 
 Es que lo que ahora decimos que es nuestra conciencia no es nada más que un solo rayo de luz, es la noción de realidad y mucha sombra. La sombra es ausencia de luz, no es nada de por sí. 
 Si pudiéramos afirmar «yo soy», si quisiéramos adoptar la actitud mental de plenitud que fuéramos capaces de actualizar ahora, la que está a nuestro alcance en este momento, no haríamos nada más que convertir en acto lo que ya está en nosotros permanentemente.

  Como no se trata de adquirir nada, ni de incorporarnos absolutamente nuevas ideas, ni nuevos sentimientos del exterior sino que está todo dentro, en la medida en que seamos capaces de adoptar interiormente la actitud de ser, de plenitud, de felicidad, de realidad, de poder, en esta misma medida nos iremos recuperando, redescubriendo la verdad. 
 Es sencillo, pero nos cuesta porque estamos hipnotizados por nuestro hábito de pensar que «yo soy esto», «soy poca cosa», «tengo problemas», «no realizo mi ambición». Esta es la ignorancia. La ignorancia no consiste en que nos falte conocer alguna nueva verdad, sino en creer que yo soy una cosa que no soy, en olvidar lo que realmente soy y en el fondo estar buscándolo constantemente durante toda la vida. 
  Cuando por la mañana nos despertamos, recuperamos nuestra conciencia de personalidad, pero en realidad con conciencia de personalidad o sin ella, hemos sido siempre el mismo. Se trata pues de volver a recuperar nuestra noción de realidad, y esto no por ninguna maniobra externa, no porque nadie nos dé ninguna clave, ningún secreto, sino simplemente por el hecho de vivir de un modo directo, inmediato nuestra aspiración, por vivirla en presente.

  Hay que utilizar el poder de afirmar, el poder de actualizar, hay que tener el coraje de realizar todo lo que estamos aspirando, todo lo que estamos intuyendo, de disponernos interiormente como si ya lo viviéramos, como si ya lo fuéramos. Es esto que cuando no se ve parece un absurdo y cuando se ve resulta transparente. Ya somos todas estas cosas; lo único que nos impide vivirlo son nuestras ideas negativas, nuestras actitudes de limitación. En la medida en que vayamos reafirmando en nosotros las actitudes positivas y las ideas amplias de afirmación total, lo único que haremos será recuperar la verdad, lo que realmente somos. Pero tenemos miedo. Y el miedo impide pensar bien, sentir bien, actuar bien.

  ¿De qué tenemos miedo? Tenemos miedo de que nos venga algún daño, algún perjuicio de un modo u otro. De nuevo estamos proyectados hacia fuera, pendientes de la realidad exterior que ha de venir a confirmar o negar nuestra realidad personal.
  Démonos cuenta de este engaño, no hemos de depender en nuestro ser de nada del exterior en absoluto. Porque lo que somos lo somos con exterior y sin exterior. Y hemos de ser capaces de volver a descubrir nuestra realidad, volver a, vivirla, a vivirla en presente, tener el valor de poder afirmar «yo soy». Y que la mente se dirija sin vacilación a tomar plena conciencia de este acto de ser, investigando sin cesar. Que investigue a pesar de los miedos, que adopte la actitud de apertura interior, de abrirse ante todo lo que sea verdad, pase lo que pase. No hemos de tener nunca miedo a la verdad.

  Descubrir lo que somos, lo que es nuestro ser, lo que hay en el eje de nosotros mismos. Esto no nos ha de producir nunca miedo, ni nos ha de desviar si evitamos cuidadosamente formarnos falsas ideas o ideologías, si buscamos directamente la experiencia. Todo lo que nos da valor es nuestra experiencia. 
 Nuestro desarrollo es producto de la experiencia. No de teorías ni de ideas, sino de la experiencia, de lo que vivimos de un modo directo e inmediato. Hemos de llegar al fondo de esta experiencia hasta vivir realmente quien soy yo, qué experimento, quién es ese que está detrás de cada experiencia. Sin confundir el yo con ninguna experiencia particular. Buscar este centro que une todos los radios, este «yo» que está detrás de cada instante.


                                                                           Antonio Blay


viernes, 2 de diciembre de 2011

La Alquimia del Amor



Vienes a nosotros
desde otro mundo.

Desde más allá de las estrellas.
Vacío, trascendente, puro,
de belleza inimaginable,
trayendo contigo
la esencia del amor.

Transformas a todo aquel tocado por ti.
Preocupaciones mundanas,
problemas y lamentos
desaparecen ante ti,
trayendo regocijo
al gobernante y al gobernado
al campesino y al rey.

Nos desconciertas
con tu gracia.
Todas las maldades
se transforman en bondades.
Eres el Alquimista Maestro.

Enciendes la llama del amor
en la tierra y el cielo,
en el alma y corazón de cada ser.

A través de tu amor
se funde la no-existencia y la existencia.
Los opuestos se unen.
Todo lo profano vuelve a ser sagrado.


Rumi


lunes, 28 de noviembre de 2011

Tú eres el Conocimiento


  La mente existe en un estado de «nunca tener suficiente», por lo que siempre ambiciona más. 
 Cuando te identificas con la mente, te aburres y te inquietas fácilmente. El aburrimiento significa que la mente tiene hambre de nuevos estímulos, de más alimento para el pensamiento, y que su hambre no está siendo satisfecha.
  Cuando estás aburrido, puedes satisfacer el «hambre mental» leyendo una revista, haciendo una llamada telefónica, poniendo la tele, navegando en Internet, yéndote de compras o —y esto es bastante común— transfiriendo al cuerpo la sensación mental de carencia y la necesidad de querer siempre algo más, y satisfaciéndolas brevemente ingiriendo más comida.

 O puedes sentirte aburrido e inquieto y observar la sensación de estar aburrido e inquieto. A medida que vayas dándote cuenta de estas sensaciones, empezará a surgir algún espacio y quietud en torno a ellas Al principio sólo habrá un poco, pero, conforme crezca la sensación de espacio interno, el aburrimiento empezará a disminuir en intensidad y significado. De modo que incluso el aburrimiento te puede enseñar quién eres y quién no eres.

  Descubres que ser «una persona aburrida» no es tu identidad esencial. El aburrimiento, simplemente, es un movimiento interno de la energía condicionada.
  Tampoco eres una persona enfadada, triste o temerosa. El aburrimiento, el enfado, la tristeza o el miedo no son «tuyos», no son personales. Son estados de la mente humana. Vienen y van.
Nada de lo que viene y va eres tú.
«Estoy aburrido»; ¿quién sabe esto?
«Estoy enfadado, triste, atemorizado»; ¿quién lo sabe?

Tú eres el conocimiento, no el estado conocido.
                                                                                                                         E. Tolle

sábado, 26 de noviembre de 2011

Soy Tú

                         
  Era un discípulo honesto. Moraba en su corazón el afán de perfeccionamiento. Un anochecer, cuando las chicharras quebraban el silencio de la tarde, acudió a la modesta casita de un yogui y llamó a la puerta.

--¿Quién es? -preguntó el yogui.

--Soy yo, respetado maestro. He venido para que me proporciones instrucción espiritual.

--No estás lo suficientemente maduro -replicó el yogui sin abrir la puerta-. Retírate un año a una cueva y medita. Medita sin descanso.

  Luego, regresa y te daré instrucción. Al principio, el discípulo se desanimó, pero era un verdadero buscador, de esos que no ceden en su empeño y rastrean la verdad aun a riesgo de su vida. Así que obedeció al yogui.

  Buscó una cueva en la falda de la montaña y durante un año se sumió en meditación profunda. Aprendió a estar consigo mismo; se ejercitó en el Ser.

  Sobrevinieron las lluvias del monzón. Por ellas supo el discípulo que había transcurrido un año desde que llegara a la cueva. Abandonó la misma y se puso en marcha hacia la casita del maestro. Llamó a la puerta.

--¿Quién es? -preguntó el yogui.

--Soy tú -repuso el discípulo.

--Si es así -dijo el yogui-, entra. No había lugar en esta casa para dos yoes.

                      Más allá de la mente y el pensamiento está el Ser. 
                                             Y en el Ser todos los seres.


jueves, 24 de noviembre de 2011

La Meditación como forma de vida

 
 Equivocadamente se asume que la práctica meditativa excluye al ser humano de la cotidianidad de la experiencia, impidiendo una vida "común y corriente" a causa de la "leve vaguedad" en que la mente supuestamente se encuentra. Nada más erróneo. La meditación correctamente practicada se asocia a una corriente de atención continua, en la que únicamente se experimenta la intensidad del "aquí y el ahora".

  No existe otra forma de vida más viva y con mayor sentido de realidad respecto al mundo y la acción. Ha de entenderse que, mientras cualquier individuo se encuentre absorto en la atención plena a un objeto cualquiera del Presente, jamás podrá reconocerse como diferenciado de lo conocido; al contrario, el sentido de diferenciación que el individuo vislumbra se asocia a una actividad que implica un proceso discursivo racional respecto a lo que conoce. De tal manera, la dualidad emerge a la conciencia humana tan sólo a causa de que el perceptor introduce su propia historia en la cognición. El vislumbre de memoria, asociado y sobreimpuesto al Presente, provoca sentido de diferenciación entre observador y observado.

  La práctica de la meditación ofrece una forma de vida más atenta y más plena, y sin la inoficiosa actividad histórica que siempre distrae al individuo posándolo constantemente en los mundos de la fantasía y la imaginación. La práctica de estar atento constantemente al Presente permite al experimentador estar mucho "más aterrizado" en el mundo, pues no existe nada diferente en su cognición a aquello que "está aconteciendo".


Modalidades de practicas meditativas No-duales

  Existen dos mundos de los que es posible ser consciente: Interno y Externo. El mundo Interno incluye toda aquella información que es interpretada por la mente sin la intervención de los cinco órganos de los sentidos; esencialmente nos referimos a los pensamientos, sentimientos, emociones y pasiones.
  El mundo Externo incluye toda información que la mente es capaz de interpretar mediante la intervención de los cinco órganos de los sentidos, es decir, todo el universo material: estrellas, sonidos, viento, etcétera.

  La práctica meditativa interna es la más conocida en Occidente. Requiere inicialmente de la desconexión sensorial y, por lo tanto, de una postura quieta y relajada. Se busca situar la atención en el observador mismo y no en lo observado (pensamientos).

  La práctica interna se sostiene en el hecho de que ser consciente de estar pensando corta el pensamiento, introduciendo un estado de atención expectante. Dicha actividad consciente expectante interior permite estar atento al mundo interior que acontece entre "pensamiento y pensamiento", es decir, el observador interno atiende la "muerte" del pensamiento y permanece expectante antes del "nacimiento" del siguiente pensamiento.

  El espacio entre pensamientos se convierte en el trampolín que permitirá, más adelante, tener una experiencia no-dual gracias a que el observador se atestigua a sí mismo y, simultáneamente, es consciente de atestiguar lo observado, es decir, el observador es simultáneamente observador-observado .

  A su vez, la práctica meditativa externa tiene como sustento el hecho de que, al observar el mundo con atención, el perceptor desaparece como agente independiente de la cognición. Para entender dicha afirmación, basta experimentar el mundo con "sorpresa", "novedad" o "asombro", tal como los niños continuamente lo experimentan.

  La disolución del sujeto, en el universo externo, mientras se realiza la práctica externa, provoca una respuesta automática del sistema que actúa, sin que exista interferencia por parte del "yo". Ello implica una acción más eficiente y una capacidad de respuesta más "natural" e inteligente, siempre acompañada de un flujo ininterrumpido de atención.

                                                                                                          Sesha


viernes, 11 de noviembre de 2011

El ego y el Yo



"Como dos aves doradas posadas en el mismo árbol, el ego y el Yo, íntimos amigos, viven en el mismo cuerpo. El primero come los frutos dulces y amargos del árbol de la vida., mientras que el segundo observa con indiferencia." 
                                                                        Upanishad Mundaka



lunes, 7 de noviembre de 2011

Vivir el Presente



  Al vivir con plenitud el presente, no proyecto hacia el futuro porque no me falta nada en el presente, en el ahora soy completa.

  Al aceptar sin juicios “lo que es” me siento satisfecha y no necesito proyectar un “futuro mejor”, por lo que se desvanece el temor y el deseo.

  Al estar plenamente en el presente, no busco un resultado en la meditación, no busco una realización en un futuro, me abro a lo que sucede ahora sin expectativas, sin apegarme a un resultado determinado.

  En el estado de Presencia puedo ver los contenidos mentales sin identificarme con ellos, sin juzgar, sin analizar, sintiéndome calma, en paz y plena.

                                                                                                                      Juani



jueves, 3 de noviembre de 2011

Nada es lo que aparenta ser



Sabed que todas las cosas son como esto:

un espejismo, un castillo de nubes,

un sueño, una aparición,

sin esencia, pero con cualidades que pueden verse.



Sabed que todas las cosas son como esto:

como la luna en un cielo brillante

en algún lago transparente reflejada,

aunque a ese lago la luna nunca se ha desplazado.



Sabed que todas las cosas son como esto:

como un eco que deriva

de música, sonidos y llanto,

y sin embargo en ese eco no hay melodía.

Sabed que todas las cosas son como esto:

como un mago que crea ilusiones

de caballos, bueyes, carros y otras cosas,

nada es lo que aparenta ser.

                                                             Buda

lunes, 31 de octubre de 2011

Conciencia


  Así como el agua puede ser sólida, líquida o gaseosa, la conciencia puede estar «congelada» y tomar la forma de la materia física; puede ser «líquida», tomando la forma de la mente y del pensamiento, o puede ser informe, como la conciencia pura.

  La conciencia pura es la Vida antes de manifestarse, y esa Vida mira al mundo de la forma a través de «tus» ojos, porque esa conciencia es quien tú eres. Cuando te conoces como Eso, te reconoces en todas las cosas. 

  Es un estado de completa claridad de percepción. Ya no eres más una entidad con un gravoso pasado, convertida en una pantalla de conceptos que interpreta cada experiencia.

  Cuando percibes sin interpretación, puedes sentir qué es lo que se percibe.
   Lo máximo que podemos expresar con el lenguaje es que existe un campo de quietud consciente en el que ocurre la percepción.

A través de «ti», la conciencia informe se hace consciente de sí misma.

                                                                                                                   E. Tolle

sábado, 29 de octubre de 2011

La Verdad

 
Era un joven que había decidido seguir la vía de la evolución interior. Acudió a un maestro y le preguntó:

--Guruji, ¿qué instrucción debo seguir para hallar la verdad, para alcanzar la más alta sabiduría?

El maestro le dijo:

--He aquí, jovencito, todo lo que yo puedo decirte: todo es el Ser, la Conciencia Pura. De la misma manera que el agua se convierte en hielo, el Ser adopta todas las formas del universo. No hay nada excepto el Ser. ú eres el Ser. Reconoce que eres el Ser y habrás alcanzado la verdad, la más alta sabiduría.

El aspirante no se sintió satisfecho. Dijo:

--¿Eso es todo? ¿No puedes decirme algo más?

--Tal es toda mi enseñanza -aseveró el maestro-. No puedo brindarte otra instrucción.

El joven se sentía muy decepcionado, pues esperaba que el maestro le hubiese facilitado una instrucción secreta y algunas técnicas muy especiales, incluso un misterioso mantra.

Pero como realmente era un buscador genuino, aunque todavía muy ignorante, se dirigió a otro maestro y le pidió instrucción mística. Este segundo maestro dijo:

--No dudaré en proporcionártela, pero antes debes servirme durante doce años. Tendrás que trabajar muy duramente en mi ashram (comunidad espiritual|. Por cierto, hay un trabajo ahora disponible. Se trata de recoger estiércol de búfalo.

Durante doce años, el joven trabajó en tan ingrata tarea. Por fin llegó el día en que se había cumplido el tiempo establecido por el maestro.

Habían pasado doce años; doce años recogiendo estiércol de búfalo. Se dirigió al maestro y le dijo:

--Maestro, ya no soy tan joven como era. El tiempo ha transcurrido. Han pasado una docena de años. Por favor, entrégame ahora la instrucción.

El maestro sonrió. Parsimoniosa y amorosamente, colocó una de sus manos sobre el hombro del paciente discípulo, que despedía un rancio olor a estiércol. Declaró:

--Toma buena nota. Mi enseñanza es que todo es el Ser. Es el Ser el que se manifiesta en todas las formas del universo. Tú eres el Ser.

Espiritualmente maduro, al punto el discípulo comprendió la enseñanza y obtuvo iluminación. Pero cuando pasaron unos momentos y reaccionó, dijo:

--Me desconcierta, maestro, que tú me hayas dado la misma enseñanza que otro maestro que conocí hace doce años. ¿Por qué habrá sido?

--Simplemente, porque la verdad no cambia en doce años, tu actitud ante ella, sí.


Cuando estás espiritualmente preparado, hasta contemplar una hoja que se desprende del árbol puede abrirte a la verdad.

                                                                                                                 Namasté

martes, 25 de octubre de 2011

ESTOY AQUÍ


¿Me necesitas? Estoy aquí.

No puedes verme, y sin embargo
soy la luz por la cual ves.

No puedes sentirme, y sin embargo
soy el poder que trabaja en tus manos.

Estoy trabajando, aunque tu no 
reconozcas mis obras. 

No soy extrañas visiones.
No soy misterios.
Sólo en la quietud absoluta
mas allá del ser puedes conocerme como soy.

Y sin embargo, estoy aquí
y sin embargo escucho
y sin embargo respondo.

Cuando me necesitas estoy aquí.
Aun si me niegas, estoy aquí.
Aun cuanto te sientas completamente solo, estoy aquí.
Aun en tus miedos y en tu dolor, estoy aquí.

Estoy aquí cuando rezas y cuando no rezas.
Estoy en ti y tu estás en mí.

Solo en tu mente puedes sentirte separado de mí.
Porque solo en tu mente están las tinieblas de lo tuyo y lo mío.
Y aun así, solo con tu mente puedes conocerme y experimentarme.

Vacía tu corazón de temores vacíos.

Sólo en Mí el mundo tiene sentido.
Sólo en Mí, el mundo toma su forma.

Soy la ley sobre la cual el movimiento de las estrellas
y el crecimiento de las células están fundados.

Soy el amor por el cual la ley se cumple.
Soy la seguridad.
Soy la paz.
Soy la Unidad.
Soy el amor al cual te puedes aferrar.
YO SOY

Aunque tu falles al encontrarme
Yo a ti no te fallaré.

Aunque tu fe en mi sea inestable
La mía en ti es inconmovible.

Porque te conozco.
Porque te amo.
Amado mío, estoy aquí.

Dillet Freeman.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Dice el poeta Kabir


¿De qué le sirve al sabio abstraerse en el estudio detallado de palabras sobre esto y lo de más allá, si su pecho no está empapado de amor?

¿De qué le sirve al asceta vestirse con vistosos ropajes, si en su interior no hay colorido?

¿De qué te sirve limpiar tu comportamiento ético hasta sacarle brillo, si no hay música dentro de ti?

El discípulo: «¿Cuál es la díferencia entre el conocimiento y la iluminación?»

El maestro: «Cuando posees el conocimiento, empleas una antorcha para mostrar el camino. Cuando posees la iluminación, te conviertes tú mismo en antorcha».




domingo, 2 de octubre de 2011

La Verdad Espiritual

  
  La verdad espiritual no es algo complejo ni esotérico, sino que, de hecho, es simple sentido común. Cuando se comprende la naturaleza de la mente, se desprenden las capas de confusión. 
  En realidad, no se «convierte» uno en un buda, sino que, sencillamente, va cesando poco a poco de estar engañado. Y ser un buda no es ser una especie de superhombre espiritual omnipotente, sino llegar a ser por fin un verdadero ser humano. 
 Una de las mayores tradiciones budistas denomina a la naturaleza de la mente «la sabiduría de lo ordinario».
 Es imposible insistir lo suficiente: nuestra verdadera naturaleza y la naturaleza de todos los seres no es algo extraordinario. La ironía está en que lo extraordinario es nuestro mundo supuestamente ordinario, esa fantástica y compleja alucinación de la visión engañosa del samsara. Es esta visión «extraordinaria» la que nos ciega a la naturaleza inherente y «ordinaria» de la mente. 
 Imaginemos que los budas estuvieran contemplándonos en este mismo instante: ¡cómo se asombrarían tristemente ante la complejidad y el ingenio letal de nuestra confusión! 
A veces, y puesto que somos tan innecesariamente complicados, cuando un maestro nos introduce en la naturaleza de la mente, lo encontramos demasiado sencillo para creerlo. 

 Nuestra mente ordinaria nos dice que no puede ser así, que tiene que haber algo más. Por fuerza tiene que ser más «glorioso», con grandes luminarias en el espacio que nos rodea, ángeles de cabellera dorada volando a nuestro encuentro y una resonante voz que proclama: «Acaba de ser usted introducido a la naturaleza de su mente». 
 No hay tal espectáculo. Puesto que en nuestra cultura se valora exageradamente el intelecto, podemos suponer que para alcanzar la Iluminación hace falta una inteligencia extraordinaria. En realidad, muchas clases de inteligencia sólo implican mayor obscurecimiento. 

 Un proverbio tibetano dice: «Si eres demasiado listo puedes marrar por completo». 
Patrul Rimpoché señaló: «La mente lógica parece interesante, pero es la simiente de la confusión». La gente puede obsesionarse con sus propias teorías y perder el sentido de todo.
 En Tíbet decimos: «Las teorías son como remiendos en un abrigo, cualquier día acaban desgastándose».

 Permítame que le cuente una historia alentadora: 
Un gran maestro del siglo pasado tenía un discípulo muy duro de mollera. El maestro le enseñaba y le enseñaba, tratando de introducirlo a la naturaleza de su mente, pero no lo conseguía.
 Finalmente, un día se enfureció y le dijo: —Mira, quiero que lleves este saco de cebada hasta la cumbre de aquella montaña de allí. Pero no has de pararte a descansar. Sigue adelante sin detenerte hasta que llegues a la cumbre. 
 El discípulo era torpe, pero le tenía a su maestro una devoción y una confianza inconmovibles, de modo que hizo exactamente lo que le había mandado. El saco pesaba mucho. Lo recogió y echó a andar cuesta arriba, sin atreverse a parar. Así anduvo y anduvo. Y el saco se volvía cada vez más pesado. 
 Tardó mucho tiempo en llegar a la cima. Cuando por fin llegó, soltó el saco y se echó en el suelo, vencido por el cansancio pero profundamente relajado. Sintió en la cara el aire fresco de la montaña. Toda su resistencia se había disuelto, y con ella su mente ordinaria. Le pareció que todo se detenía. Y justo en ese instante comprendió la naturaleza de su mente. «¡Ah! Con que esto era lo que mi maestro intentaba enseñarme todo el rato», se dijo.

 Se echó a correr montaña abajo y, contra todas las normas habituales, irrumpió en la habitación del maestro. —Creo que ya lo tengo... ¡Ya lo tengo, de veras! 
—Así que has tenido una excursión interesante, ¿eh? —le dijo el maestro sonriendo con aire comprensivo.

 Sea usted quien sea, también puede tener la experiencia que tuvo el discípulo en la montaña, y es esta experiencia lo que le dará la intrepidez necesaria para superar la vida y la muerte. 

Pero, ¿cuál es el mejor modo, el más rápido y eficiente, para disponerse a ello? 
 El primer paso es la práctica de la meditación. Es la meditación lo que purifica lentamente la mente ordinaria, desenmascarando y agotando sus hábitos e ilusiones, y nos permite reconocer, en el momento adecuado, quiénes somos en realidad.    
                                                                                                                                    S. Rimpoche

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Silencio y Quietud


  Cuando pierdes contacto con la quietud interior, pierdes contacto contigo mismo. Cuando pierdes contacto contigo mismo, te pierdes en el mundo.
Tu sentido más interno de ti mismo, tu sentido de quién eres, es inseparable de la quietud. Ése es el Yo Soy que es más profundo que el nombre y la forma.

  La quietud es tu naturaleza esencial. ¿Qué es la quietud? El espacio interno o conciencia en el que las palabras de esta página son percibidas y se convierten en pensamientos. Sin esa conciencia, no habría percepción, ni pensamientos, ni mundo.
Tú eres esa conciencia, disfrazada de persona.

   El equivalente del ruido externo es el ruido interno del pensamiento. El equivalente del silencio externo es la quietud interna.
Cuando quiera que haya silencio a tu alrededor, escúchalo. Esto significa que, simplemente, has de darte cuenta de él. Préstale atención. Escuchar el silencio despierta la dimensión de quietud dentro de ti, porque sólo la quietud te permite ser consciente del silencio.
Observa que en el momento de darte cuenta del silencio que te rodea, no estás pensando. Eres consciente, pero no piensas.

   Cuando te das cuenta del silencio, se produce inmediatamente ese estado de serena alerta interna. Estás presente. Has salido de miles de años de condicionamiento colectivo humano.

   Mira un árbol, una flor, una planta. Deja que tu conciencia descanse en ellos.
¡Qué quietud manifiestan, qué profundamente enraizados están en el Ser!  Permite que la naturaleza te enseñe la quietud.

   Cuando miras un árbol y percibes su quietud, tú mismo te aquietas. Conectas con él a un nivel muy profundo. Te sientes unido a cualquier cosa que percibes en y a través de la quietud. Sentir tu unidad de ti mismo con todas las cosas es verdadero amor.

   El silencio ayuda, pero no es necesario para hallar la quietud. Aunque haya ruido, puedes sintonizar con la quietud subyacente, el espacio en el que surge el ruido. Ese es el espacio interno de pura conciencia, la conciencia misma.
Puedes darte cuenta de que la conciencia es el trasfondo de todas tus percepciones sensoriales, de toda tu actividad mental. Siendo consciente de la conciencia surge la quietud interna.

   Cualquier ruido molesto puede ser tan útil como el silencio. ¿Cómo?
Abandonando tu resistencia interna al ruido y permitiendo que sea como es; esa aceptación también te lleva al reino de paz interna que es quietud.

  Cuando aceptas profundamente este momento tal como es —tome la forma que tome—, estás sereno, estás en paz.

                                                                                                                              Echkar Tolle

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Mas allá del placer y del dolor



 Mientras vivamos en la mente, buscando el placer y huyendo del dolor, pasamos de una ilusión a otra, nos movemos en el juego de los opuestos con las leyes de causa y efecto, después del placer, vendrá el dolor, con una cuota de sufrimiento. Pero si me detengo a observar todos estos juegos mentales, lograré desapegarme y darme cuenta que existen zonas más profundas, podré soltar el pasado con sus condicionamientos.
  La libertad, lo sagrado, lo espontáneo está más allá de lo relativo, condicionado y causal..

  Suponiendo que el ser humano llegara a conseguir cumplir todos sus deseos, necesidades, expectativas, etc., seguiría sintiendo en su interior una carencia que lo impulsa al anhelo de infinitud.

  El presentimiento, la intuición de que hay algo más allá del placer y del dolor, nos induce a abrir la puerta de lo desconocido. Nos impulsa la necesidad de vivir en libertad, atravesando el miedo inicial que surge durante algún tiempo.

  Ese trascender el dolor y el placer, significa que lo concreto se vive en una proporción justa y saludable, pues no se trata de negar el placer o el dolor, ni sustituirlos, se vivirá lo que sea más adecuado en cada momento, ya sea a nivel psicológico como fisiológico; y se vive una plenitud independientemente de que la situación sea agradable o desagradable.

  Sólo la comprensión del placer/dolor nos conduce a la sabiduría, y al comprender los opuestos, surge la belleza, se vive sereno, sin apegos, más bien en la aceptación por comprensión. Y si es necesario protestar ante una injusticia o promover lo justo dentro de lo relativo, esto no producirá angustias, ni desbordamientos emocionales.

sábado, 27 de agosto de 2011

El desarrollo como respuesta interna


  Toda nuestra vida, toda, es constantemente un proceso de actualización de un potencial. Toda nuestra vida, sea desde el punto de vista físico, afectivo, mental, desde el punto de vista que sea, es una constante respuesta a estímulos internos o externos; y es mediante estas respuestas -sean de tipo energético, de tipo mental o de tipo afectivo-, que se va estructurando nuestra personalidad.
  No hay nada absolutamente que nosotros podamos vivir, que no sea una actualización de un potencial interior.
  Yo no adquiero nada en sí del exterior sino que respondo al exterior y esta capacidad de respuesta es exactamente lo que constituye mi desarrollo. Por lo tanto, si esto ocurre así en todos los aspectos de mi existencia, si toda mi vida es un constante proceso de actualización, eso quiere decir que yo ahora, de algún modo, ya soy todo lo que puedo llegar a actualizar.
  O sea, que si yo me imagino todo lo que yo podría llegar a actualizar, suponiendo unas condiciones determinadas, ideales, óptimas, favorables -lo que yo podría llegar a desarrollar como inteligencia, como felicidad, como conciencia de realidad, de plenitud-, todo esto me está dando indicios de eso que soy en ese centro de mi propia potencialidad.

Mi verdadera identidad
  Esa potencialidad, de donde surgen todas mis respuestas, no es algo alejado de la realidad. A esa potencialidad, la llamo precisamente potencialidad sólo porque lo miro desde mi percepción física, o mi experiencia sensorial, ya que esta potencialidad, en su propio nivel, es mi realidad; y es en este plano de la experiencia concreta que se va manifestando como mi realidad personal en el tiempo y en el espacio. Pero todo lo que yo voy siendo y lo que pueda llegar a ser en este proceso de devenir, todo eso es la actualización en el tiempo, en lo fenoménico, de algo que yo ya soy en un nivel o en un punto más central. Y ese nivel o punto central es lo que realmente soy. Y además, lo soy constantemente, es mi identidad, es lo que soy en mí mismo; y lo que yo voy actualizando son modos de ser de ese Ser total.
  Querría que esto quedara claro. El hecho es que, lo mismo si lo miramos desde el punto de vista de una realidad suprema -que podemos llamar Dios o el nombre que queramos-, como del punto de vista de una simple experiencia de nuestra propia vida concreta, vamos a parar a lo mismo: yo, mi verdadera identidad no es eso que aparece en mi conciencia actual, sino que mi verdadera identidad es lo que hace que yo sea yo.
  Es esa continuidad de identidad que yo tengo, es ahí donde soy toda mi capacidad de ser.  


  Ese nivel central es mi verdadera identidad, de él surge mi noción de yo.  Como yo hasta ahora sólo he desarrollado una conciencia muy periférica, muy externa, y como además, toda la educación y la sociedad me están obligando a vivir en este nivel externo, yo he aprendido a aceptar que yo sólo soy ese modo de ser.
  Lo que yo soy en esa realidad central, es algo que lo soy ahora, es algo que lo soy en todo momento y que lo soy del todo. Mi único problema es que yo vivo creyendo que soy otra cosa, porque durante toda mi vida he sido educado, mentalizado, he recibido una suma de sugestiones, constantemente, para que yo acepte mi realidad sólo como un modo particular de ser; porque los demás viven así, porque me enseñan a vivir así y porque se molestan conmigo y me rechazan si yo no vivo con esta misma escala de valores.
  Todo lo que yo puedo llegar a vivir en el tiempo a través de un desarrollo, es lo que ya soy en un centro. El tiempo no añade nada a lo que soy. El tiempo es sólo un despliegue progresivo de esta identidad que soy. Por lo tanto, todo lo que yo pueda llegar a vivir con el tiempo, a través del tiempo, lo puedo vivir ahora en la medida en que yo me sitúe en este mismo nivel de profundidad donde está. O sea que el desarrollo en el tiempo es equivalente a mi profundidad actual ya que yo soy en todo momento esta realidad donde existe toda la plenitud.

Plenitud, lucidez
  Si yo ya soy eso ¿por qué no lo vivo?
  Porque estoy sugestionado para vivir creyendo ser otra cosa.
  Pero es que además hay otro hecho muy curioso: y es que esa realidad central que soy, lo que es mi verdadera realidad es, además, plenamente consciente, ya que esa realidad es básicamente conciencia, lucidez. Es inconcebible una realidad de la inteligencia que sea inconsciente. Si eso es algo, es pura conciencia, es lucidez.
  Eso es lo que somos: plenitud, conciencia y pura lucidez. Y ahí está la maravilla, que nosotros estamos viviendo como si esto no existiera. Podríamos decir que nosotros somos esa plenitud consciente, de la cual somos inconscientes.
  Esta plenitud y esta conciencia ya están dentro; ya la soy, no es que sea algo distinto a mí; es lo que siempre he sido.
  El problema es: ¿en qué medida yo soy capaz de reconocer-me? ¿En qué medida vivo instalado en mi centro de ideas, de esquemas mentales, con sus separaciones, con sus dualidades, con sus contradicciones y sus tensiones? ¿En qué medida yo soy capaz de poder situarme en ese centro donde yo ya soy esa totalidad?
  Lo que nosotros entendemos como conciencia, apenas es conciencia. Lo que nosotros llamamos conciencia es como una minúscula porción superficial y parcial de esta conciencia total que somos. Este fenómeno es muy curioso y lo podemos ver en nuestra vida diaria; nosotros somos siempre mucho más conscientes de lo que nos damos conscientemente cuenta.
  Por ejemplo, sólo cuando yo estoy enfermo me doy cuenta que antes me encontraba muy bien. O sea, que sólo me doy cuenta de mi conciencia de salud cuando ésta se altera. Y por eso después de haber estado enfermo, de haber estado mal, el día en que nos sentimos bien gozamos ese sentirnos bien como siempre. Observad esas palabras: bien como siempre. Pero sólo lo gozamos los primeros momentos. A los tres días, o dos días, o a la media hora de sentirme bien, ya dejo de ser consciente de ese bien que me siento.
  Y entonces es como si mi mente se volviera a cerrar y volviera a vivir ausente de una cosa real (como el estar bien), para estar preocupada de las cositas que se van moviendo en la periferia.
  Si se entiende bien este ejemplo que todos conocemos por experiencia, observaremos que es un verdadero misterio el hecho de que siendo conscientes, vivimos como si no lo fuéramos.
  Nuestra realidad total es exactamente del mismo orden; somos ya esta plenitud total, sólo que hemos de recuperar esta conciencia, porque estamos viviendo con la mente crispada, cerrada, agarrándose a unas cuantas cosas en particular que hacen que yo en mi nivel externo no esté viviendo plenamente lo que ya estoy siendo y viviendo en el nivel más profundo.
                                               La Realidad, Antonio Blay