Realidad Esencial




REALIDAD ESENCIAL




Bienvenidos al blog donde investigaremos sobre la Realidad, sobre lo que realmente somos más allá de las apariencias e ilusiones, sobre la no-dualidad.

Lee las entradas con una mente abierta dejando que los contenidos te "resuenen", lo que no puedas aceptar, déjalo para más adelante. No se trata de creer nada, más bien, se trata de investigar por si mismo lo que nos apuntan los grandes maestros. La experiencia nos confirma que somos un potencial inmenso, infinito de amor, inteligencia y energía (en palabras del maestro Antonio Blay) a actualizar, a llevar a la acción…



Espero te sientas a gusto en este espacio creado con amor.

Juani


jueves, 27 de septiembre de 2012

Amor


  
  En la medida en que amamos nos convertimos en aquello que amamos. El amor tiende a unificar a amalgamar, a hacer una unidad de lo que aparecía como diverso, porque nos conduce al fondo y el fondo es realmente común.  Por eso el amor, no se debe confundir con la intensidad de un sentimiento, pues es mas bien la profundidad del sentir. Es la profundidad la que nos transforma, y no la intensidad por sí sola. La intensidad viene determinada por un canal muy energético, y entonces puede darse un amor muy intenso aunque poco profundo. Se vivirán grandes cosas, pero del mismo modo que se viven, desaparecen. Lo que da estabilidad al amor no es la intensidad, sino la profundidad.
  El acto de amor auténtico consiste en aprender a vivir, a amar, cada vez mas profundamente, mas genuinamente, mas desde el fondo, y esto es lo que nos va conduciendo hacia el centro. La intensidad y la profundidad pueden ir unidas, pero también pueden no ir unidas. En la profundidad siempre hay intensidad, pero en la intensidad no siempre hay profundidad.

- En eso que estás diciendo ¿resultará que hemos de amar también a las personas que nos son hostiles, aunque en ellas no veamos amor?

- Es que el amor depende de ti, no del otro. Si el amor depende del otro, entonces ¿qué amas?, no amas al otro, amas que él hace, lo que te da.
  El amor eres tú. Sé tu mismo amando, y cuanto mas profundamente ames, más tú mismo serás. Pero ahora el amor es una transacción mental: me conviene, no me conviene, me cae bien, etc., y eso no es amor.

- He entendido que hemos de amar a todas las persona de la misma forma, y a mí me parece que no es posible.

- He dicho que el amor es uno, y en la medida en que ese amor está actualizado en nosotros, está ahí siempre, indistintamente. El problema es que como yo no estoy viviendo allí donde el amor es, sino que estoy metido en la mente por mi funcionamiento defectuoso, entonces confundo el amor con mis ideas de valor de las personas. Y a unos les digo que sí, y a otros que no, en función de cómo concuerdan con mi escala de valores, con mi comparación, con mis exigencias, con mis modelos. Pero si yo viviera el amor en su sitio, me daría cuenta de que hay un amor total, indistinto, indiscriminado, para todo el mundo y para todas las cosas.

- ¿Entonces deberíamos amar a todos los seres de la misma manera?

- En efecto. No podemos amar a dos seres de una manera distinta puesto que el amor es Uno, y eso es lo que somos. Si yo soy auténticamente yo, amaré indistintamente, con un amor total, aunque luego exprese ese amor de un modo diferente de acuerdo a mi inteligencia y mi visión de cada una de las situaciones. Pero una cosa es la expresión, como yo expreso el amor, y otra cosa es el amor que yo vivo.
  El amor es uno, no es múltiple. El amor no es que sea grande para algunas personas y pequeño para otras. El amor es una realidad, es una luz encendida, es un sol, es un volcán que está dentro, y el volcán sigue siendo el mismo en todo momento. El problema es que no vivimos el amor donde está, sino a trvés de la mente, y es la mente la que está diciendo a este sí y a este no, este es bueno y este es malo, este me ayuda y el otro es enemigo.
  De este modo se da la paradoja de que viviendo el amor con unos seres, se vive odio o indiferencia respecto a otros.

- Yo siento el amor por unas determinadas forma, esto no encaja…..

- El amor en sí no tiene forma. El Amor en sí es Plenitud, la forma se la da la mente. El amor es un sentir, no es un pensar. Vive el amor en el sentir, mantente atento a ese sentir y descubrirás que ese amor es una totalidad en sí que no tiene formas.

- Entiendo que el amor es darse, pero nosotros sólo amamos en la medida en que somos correspondidos.

- El amor para nosotros, es como si fuera algo que damos al otro, se vive así, en un sentido siempre transitivo, relacional. La visión debiera ser otra. Cuando uno trabaja interiormente, descubre que es de otro modo. El amor no es que yo lo tenga, que sea una cosa que pueda dar o no dar. El amor soy yo mismo. El amor es mi fondo. Y amar a una persona significa que sea yo mismo desde el fondo en relación con la otra persona. El amor no es una sustancia que yo de, que a uno doy y a otro no doy, a uno doy mas y a otro menos. El amor es mi naturaleza profunda, y amar a una persona es ser uno mismo profundamente abierto en relación con ella. Si intuyes esa visión, verás como cambia tu sentido del amor. Por eso digo que cuanto más amas, más tú mismo eres. Y que al amar, nunca le estás haciendo un favor al otro, es el otro el que te está haciendo un favor a ti, por permitirte ser mas tu mismo. Pero como esto se vive a través del yo-idea que está juzgando, valorando, calculando lo que puede conseguir, dice: “yo te amo si….” Y entonces es cuando viene el drama, porque el otro dice que sí… y luego pasa a decir que no.
                                                    Antonio Blay
                                       Despertar y Sendero de Realización


domingo, 23 de septiembre de 2012

Quien realmente eres



Aún cuando "tu vida" se desmorone
quien realmente eres
jamás podrá desmoronarse.

Aún cuando tus relaciones fracasen
quien realmente eres
jamás podrá fracasar en una relación.

Aún cuando el final parezca inequívoco
quien realmente eres
permanece eternamente abierto.

Aún cuando el cuerpo desaparezca
quien realmente eres
nunca muere.

La vida en sí misma
nunca es una conclusión

es sólo un comienzo.

Jeff Foster

Traducido por Tarsila Murguia

domingo, 16 de septiembre de 2012

Vuelve a las raíces



   La naturaleza de la consciencia consiste en ser solamente un espejo. El espejo no tiene elecciones propias. Refleja lo que aparece delante de él, sea bueno o malo, hermoso o feo; sea lo que sea. El espejo no tiene preferencias, no juzga y no condena. La naturaleza de la consciencia, en su origen, es exactamente igual que un espejo.
  Cuando un niño acaba de nacer refleja lo que aparece ante él. No dice nada, no interpreta. En el momento en que entra la interpretación, el espejo pierde la propiedad de reflejar. Entonces ya no es puro. Entonces está lleno de opiniones, trastornado, dividido, fragmentado. Se ha vuelto esquizofrénico.
  Cuando la consciencia se divide y deja de reflejar, se convierte en la mente. La mente es un espejo roto.
  La mente, en su raíz, es consciencia. Si dejas de discriminar, si dejas de hacer divisiones dualistas (eligiendo esto en oposición a aquello, gustándote esto y disgustándote aquello), si te sales de esas divisiones, la mente se convierte de nuevo en un espejo, en pura consciencia.

  Así que todo el afán de un buscador consiste en cómo abandonar todas las opiniones, las filosofías, las preferencias, los juicios, las elecciones. Y esto no debería convertirse de nuevo en otra elección; ese es el problema.
  Intenta entender el problema básico, de otra forma puedes hacer de esto una elección. «No voy a elegir, a partir de ahora ya no voy a elegir más. Ya no estoy interesado en elegir, a partir de ahora permaneceré en un estado de consciencia sin elección.» Y de nuevo vuelves a estar en la misma situación; has vuelto a elegir. Ahora estás en contra de elegir y a favor de no elegir.
  No lo has comprendido. No se puede estar a favor de no elegir, porque al estar a favor, de nuevo se ha convertido en una elección.

    Entonces ¿qué hacer? Sólo se necesita entender, no hay que hacer nada. Lo más elevado se alcanza a través del entendimiento, no a través del esfuerzo.
  Ningún esfuerzo te conducirá hasta ello, porque el esfuerzo siempre es parte de la mente dualista. Entonces rechazarás el mundo y elegirás a Dios; entonces rechazarás las ataduras y elegirás la libertad; entonces perseguirás el moksha, la liberación suprema. Pero de nuevo habrá entrado la mente, y la mente siempre está entrando.

  No puedes hacer nada; simplemente estar atento a toda la situación. Si estás atento, la mente se evapora en una repentina iluminación. De repente eres uno con esa consciencia que es como un espejo; has descendido a tu base, a tus raíces. Y cuando has descendido profundamente a las raíces, toda la existencia desciende a las raíces.
  La existencia se muestra ante ti de la forma que tú seas. Esta es una de las leyes fundamentales. Todo lo que ves depende de cómo lo veas.
 Si eres una mente, si estás dividido, entonces toda la vida estará dividida. La existencia le hace eco a tu ser. Si tienes una mente dividida, entonces todo el mundo aparecerá dividido, entonces el día estará en contra de la noche. Y no es así, porque el día se convierte en la noche, y la noche en día; ambos forman un círculo completo. No están en contra, son complementarios. El día no puede existir sin la noche, y la noche no puede existir sin el día. Así que no pueden ser opuestos; en el fondo son uno.

  La vida y la muerte aparecen como opuestos porque tú estás dividido. De otra forma la vida se vuelve muerte y la muerte se vuelve vida. El mismo día que naces has empezado a morir. Y en el momento en que mueres aparece una nueva vida. Es un círculo; el círculo chino del yin y el yang, que   incluye todos los opuestos de la existencia: la oscura noche y el luminoso día, la vida y la muerte, el amor y el odio.
  Todos los opuestos están unidos en la existencia. Tú estas dividido en el interior, ellos están divididos en el exterior.

  Cuando vuelves a tu origen y te haces uno, de repente toda la existencia se alinea y se hace una. Cuando eres uno, aparece Brahma, aparece lo supremo, porque al uno sólo se le puede aparecer el uno; al dos el dos, a lo múltiple lo múltiple. Y tú eres muchos, eres una multitud; ni tan siquiera eres dos. Llevas muchos seres en tu interior.

  Gurdjief solía decir que tú eres una casa en la que nadie conoce al dueño. En la casa vive mucha gente, hay muchos invitados; pero como nadie sabe quién es el dueño, todo el mundo piensa que es el dueño. Y quien sea que en cada momento tome el poder hace el papel de dueño.
  Cuando la ira asume el poder, la ira se convierte en el anfitrión. Cuando el amor se vuelve poderoso, el amor es el anfitrión. Cuando los celos toman el poder, los celos se adueñan de la casa. Pero hay una lucha constante, porque hay muchos invitados y todos quieren ser el anfitrión, el dueño de la casa. Y el dueño, o se ha ido de viaje y no ha regresado, o está durmiendo.
  Tu ser está profundamente dormido. De ahí la insistencia de todos los Cristos, los Krishnas y los Budas: «¡Despierta». Jesús usa constantemente la palabra «despierta»: «Despierta, observa, estate atento». Buda repite constantemente: «Hazte más consciente».
 Ambas cosas significan lo mismo: que si te vuelves consciente, el dueño aparece. Y en el momento (y esto es lo bonito) en que el dueño aparece, los invitados desaparecen. En el momento en que llega el amo, los sirvientes se ponen en fila y reconocen su servidumbre. No pretenden ser lo que no son.   Así que la verdadera cuestión no es luchar contra la ira, los celos o el odio.   La verdadera cuestión es traer al dueño, despertarle. Una vez que está consciente, cada cosa se pone en su lugar. Pero esta consciencia sólo es posible si regresas al origen.
  La mente está destinada a permanecer dividida, no puede volverse una; la propia naturaleza de la mente es así. Intenta entender la naturaleza de la mente.
Osho


martes, 4 de septiembre de 2012

Sufrimiento y el final del sufrimiento



Los budistas han conocido desde siempre la interconexión de todas las cosas, y ahora los físicos la confirman. Nada de lo que ocurre es un suceso aislado; sólo aparenta serlo. Cuanto más lo juzgamos y lo etiquetamos, más lo aislamos. Nuestro pensamiento fragmenta la totalidad de la vida. Sin embargo, es la totalidad de la vida la que ha producido ese suceso, que es una parte de la red de interconexiones que constituyen el cosmos.
Esto significa que cualquier cosa que es, no podría haber sido de otra manera.
En la mayoría de los casos, ni siquiera podemos empezar a comprender la función que un suceso aparentemente sin sentido puede desempeñar en la totalidad del cosmos; pero reconocer su inevitabilidad dentro de la inmensidad de la totalidad puede ser el principio de una aceptación interna de lo que es y nos permite realinearnos con la totalidad de la vida.
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La verdadera libertad y el final del sufrimiento estriban en vivir como si hubieras elegido deliberadamente cualquier cosa que sientas o experimentes en este momento.
Este alineamiento interno con el Ahora es el final del sufrimiento.
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¿Es imprescindible sufrir? Sí y no.
Si no hubieras sufrido como has sufrido, no tendrías profundidad como ser humano, ni humildad, ni compasión. No estarías leyendo esto. El sufrimiento abre el  caparazón del ego, pero llega un momento en que ya ha cumplido su propósito. El sufrimiento es necesario hasta que te das cuenta de que es innecesario.
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La infelicidad necesita un «yo» fabricado por la mente, con una historia, una identidad conceptual. Necesita tiempo, pasado y futuro. Cuando retiras el tiempo de tu infelicidad, ¿qué queda? Únicamente este momento tal como es.
Puede ser una sensación de pesadez, agitación, tirantez, enfado e incluso náusea. Eso no es infelicidad, y no es un problema personal. No hay nada personal en el dolor físico humano. Simplemente es una intensa presión o una intensa energía que sientes en alguna parte del cuerpo. Al prestarle atención, la sensación no se convierte en pensamiento, y de ese modo no reactiva el «yo» infeliz.
Observa qué ocurre cuando dejas que la sensación sea.
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Surge mucho sufrimiento, mucha infelicidad, cuando crees que es verdad cada pensamiento que se te pasa por la cabeza. Las situaciones no te hacen infeliz. Pueden causarte dolor físico, pero no te hacen infeliz. Tus pensamientos te hacen infeliz. Tus interpretaciones, las historias que te cuentas, te hacen infeliz.
«Los pensamientos que estoy pensando ahora mismo me hacen infeliz.»
Cuando te das cuenta de este hecho, rompes tu identificación inconsciente con dichos pensamientos.
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¡Qué día más horrible!
Él no ha tenido el detalle de devolverme la llamada.
Ella me ha decepcionado.
Pequeñas historias que nos contamos y contamos a otros, a menudo en forma de quejas. Están diseñadas inconscientemente para ensalzar nuestro siempre deficiente sentido de identidad haciendo que nosotros «tengamos razón» y la otra persona que esté «equivocada». «Tener razón» nos sitúa en una posición de superioridad imaginaria, fortaleciendo el falso sentido del yo, el ego. Este mecanismo nos crea algún tipo de enemigo: sí, el ego necesita enemigos para definir sus límites, y hasta el tiempo meteorológico puede cumplir esa función.
Los juicios mentales habituales y la contracción emocional hacen que mantengas una relación personalizada y reactiva con las personas y sucesos de tu vida. Todo esto son formas de sufrimiento autocreado, pero no las reconoces como tales porque son satisfactorias para el ego. El ego se crece en la reactividad y el conflicto.
Qué simple sería la vida sin estas historias.
Está lloviendo.
El no ha llamado.
Yo estuve allí. Ella, no.
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Cuando estés sufriendo, cuando te sientas infeliz estáte totalmente con lo que es Ahora. La infelicidad y los problemas no pueden sobrevivir en el Ahora.
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El sufrimiento comienza cuando nombras o etiquetas mentalmente una situación como mala o indeseable. Te sientes agraviado por una situación y ese resentimiento la personaliza, haciendo que surja el «yo» reactivo.
Nombrar y etiquetar son procesos habituales, pero esos hábitos pueden romperse. Empieza a practicar en pequeños hechos el hábito de «no nombrar». Si pierdes el avión, si dejas caer y rompes una taza, o si te resbalas y caes en un charco, ¿puedes contenerte y no llamar mala o dolorosa a esa experiencia? ¿Puedes aceptar inmediatamente que ese momento es como es?
Considerar que algo es malo produce una contracción emocional en ti. Cuando dejas que la situación sea, sin nombrarla, de repente dispones de una enorme energía.
La contracción corta tu conexión con ese poder, el poder de la vida misma.
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Comieron el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal.
Ve más allá del bien y del mal absteniéndote de etiquetar mentalmente las cosas, de considerarlas buenas o malas. Cuando vas más allá del hábito de nombrar, el poder del universo se mueve a través de ti. Cuando mantienes una relación no reactiva con las experiencias, muchas veces lo que antes hubieras llamado «malo» dará un giro rápido, cuando no inmediato, mediante el poder de la vida misma.
Observa qué ocurre cuando, en lugar de considerar «mala» una experiencia, la aceptas internamente, le das un «sí» interno, dejándola ser como es.
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Sea cual sea tu situación existencial, ¿cómo te sentirías sí la aceptases completamente como es, ahora mismo?
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Hay muchas formas de sufrimiento sutiles y no tan sutiles que consideramos «normales», y que generalmente no reconocemos que nos hacen sufrir, e incluso pueden ser satisfactorias para el ego: irritación, impaciencia, ira, tener un problema con algo o alguien, resentimiento, queja.
Puedes aprender a reconocer todas esas formas de sufrimiento cuando se presentan, y reconocer: «En este momento estoy creando sufrimiento para mí mismo.»
Si tienes el hábito de crearte sufrimiento, probablemente también harás sufrir a otros. Estos patrones mentales inconscientes tienden a llegar a su fin por el simple hecho de hacerlos conscientes, dándote cuenta de ellos a medida que ocurren.
No puedes ser consciente y crearte sufrimiento a ti mismo.
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Éste es el milagro: detrás de cada estado, persona o situación que parece «malo» o «malvado» se esconde un bien mayor. Ese bien mayor se te revela –tanto dentro como fuera- mediante la aceptación interna de lo que es.
«No te resistas al mal» es una de las más altas verdades de la humanidad.
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Un diálogo:
Acepta lo que es.
Realmente no puedo aceptarlo. Hace que me sienta molesto y enfadado.
Entonces acepta lo que es.
¿Aceptar que estoy molesto y enfadado? ¿Aceptar, que no puedo aceptarlo?
Sí. Lleva aceptación a tu no-aceptación. Lleva rendición a tu no-rendición. A
continuación observa qué ocurre.
                                                                                                                E. Tolle