Realidad Esencial




REALIDAD ESENCIAL




Bienvenidos al blog donde investigaremos sobre la Realidad, sobre lo que realmente somos más allá de las apariencias e ilusiones, sobre la no-dualidad.

Lee las entradas con una mente abierta dejando que los contenidos te "resuenen", lo que no puedas aceptar, déjalo para más adelante. No se trata de creer nada, más bien, se trata de investigar por si mismo lo que nos apuntan los grandes maestros. La experiencia nos confirma que somos un potencial inmenso, infinito de amor, inteligencia y energía (en palabras del maestro Antonio Blay) a actualizar, a llevar a la acción…



Espero te sientas a gusto en este espacio creado con amor.

Juani


domingo, 11 de agosto de 2019

Estar Presente en las Relaciones

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Tal vez hayas experimentado un profundo sentido de presencia mientras caminas a solas por la naturaleza o en meditación silenciosa, pero ¿es posible traer esta cualidad de aceptación relajada y abierta en nuestras relaciones? 
En este extracto Eckhart Tolle analiza el reto de tener un encuentro verdadero con otro ser humano y cómo hacer esa conexión a través del arte de la presencia.
Cuando te encuentras con otros seres humanos, mantén el trasfondo de quietud consciente en tu percepción del otro. Es fácil de hacer en la naturaleza con un árbol o una flor. Es más difícil con otros seres humanos a causa de nuestras mentes ruidosas.
En la mayoría de los casos, cuando te encuentras con otro, te encuentras con una entidad egoica que no sabe quién es. Piensa que él es su historia personal y que necesita algo para realizarse a sí mismo. Tiene todo tipo de miedos, y te interpreta a través de los ojos de su condicionamiento.
Así que en tu interacción con los demás, es esencial estar ahí como presencia y no como una mente etiquetadora. 
Una forma de hacerlo es sentir tu campo energético interno, o sentir lo que yo llamo el "cuerpo interior" como un punto de entrada en la presencia. 
Siguiendo la respiración con tu atención te permite sentir la presencia como un fenómeno en todo el cuerpo y, por último, sentir cómo la presencia trasciende incluso el cuerpo y el mundo de los fenómenos. La mente se resistirá, pero hazlo de todos modos.
Sentirás una vitalidad en este campo de energía: esa es tu ancla. Si puedes sentir el cuerpo interior cuando estás frente a otro ser humano (alguien que nunca has visto antes o alguien que conoces) hay un momento de quizás tres segundos en los que sólo le miras. En ese mirar hay quietud. No hay juicio. Sólo hay un campo de presencia. Es entonces cuando realmente te encuentras con otro ser humano. Te conectas a un nivel más profundo.
Y eso sólo es posible cuando no estás perdido en el mundo de la forma o reaccionando a él —la forma de esa persona, que puede ser su apariencia externa o su forma psicológica. Cuando te encuentras con alguien y traes a la interacción un espacio de no-pensamiento, un espacio de consciencia —sólo mirar o escuchar—, la conciencia va más allá de la apariencia y la escucha; hay en realidad un flujo de energía entre vosotros —una energía totalmente diferente de una interacción normal entre mentes pensantes.
Aquí tienes una frecuencia muy diferente entre dos seres humanos. Es un campo de energía pacífica y viva que os conecta, en la que los dos momentáneamente os volvéis uno. E incluso si el otro ser humano no tiene ni idea de lo que está pasando, él o ella puede simplemente sentirse repentinamente libre, no juzgado/a.
Un desafío mayor que encontrarse con un extraño es encontrarse con alguien con quien compartes una pequeña historia. Cuanta más historia compartes, más difícil se hace porque el pensamiento antiguo y los patrones de comportamiento van a querer volver. 
Es enormemente liberador cuando puedes encontrarte con alguien que conoces sin traer el pasado como un principio operativo activo. En lugar de encontrarte con la otra persona como una historia personal andante, hazlo sólo en este momento, a través del poder de este momento —que es el poder de la presencia, y lo que realmente eres.
Por ejemplo, muchos de nosotros no crecimos en una familia consciente, y en muchos casos el resentimiento entre los miembros de la familia se intensifica con los años. Las mismas reacciones pueden ocurrir durante cada visita —tienes una pelea y te vas. Y entonces un día os encontráis —y sientes el cuerpo interior al mismo tiempo. Permaneces anclado en el Ahora.
Si haces esto, descubrirás que es difícil para alguien seguir representando el viejo guión si ya no lo representas más. En la presencia, te liberas de eso que pensabas que necesitabas cuando estabas identificado con el pensamiento; no necesitas nada, psicológicamente hablando. 
Con la presencia viene la aceptación —una aceptación compasiva de lo que es— porque con la presencia has encontrado espacio interior... consciencia sin forma... paz.
E. Tolle



lunes, 5 de agosto de 2019

El Orden del Universo


Comprender que no existe el mal, que lo único que hay en el Universo es un proceso dirigido desde el Amor para la evolución y el desarrollo espiritual. Sobre esta base, todo lo que ocurre a nuestro alrededor o lo que personalmente experimentamos es perfecto y necesario, porque tiene un valor importante para cada uno de nosotros, para nuestro aprendizaje. 

En toda situación existe una oportunidad de aprendizaje para cada persona. Todo lo que ocurre en el mundo físico de las tres dimensiones —es decir, lo que sucede a nuestro alrededor, las experiencias que vivimos— se origina desde un mundo no físico situado en nuestro interior, que es el mundo espiritual. Si creemos lo contrario, cometemos el error de intentar modificar lo que pasa fuera para encontrar una satisfacción que no hallaremos. Eso es lo que hemos estado haciendo durante miles de años sin obtener resultado. 

La propuesta es totalmente diferente: se trata de olvidar lo que pasa afuera y comenzar a trabajar con lo que pasa dentro de nosotros. Eso es algo que debería estar bajo nuestro total control personal, es lo que podemos dirigir, manejar, si aprendemos a hacerlo. 
En cambio, lo que pasa afuera está totalmente al margen de nuestro control, no lo podemos dirigir, mandar ni organizar, porque no depende de nosotros mismos, sino de otras personas. 

Algunos ejemplos de las condiciones y limitaciones que habitualmente ponemos a la vida:

«Con esta inseguridad, ¿cómo voy a estar en paz?». Esto es una restricción, es poner una condición a la paz interior. 

«Pero ¿yo cómo puedo confiar en los demás? Si existe un alto nivel de corrupción, nunca sabes en qué momento alguien te puede asaltar». Ésta es una condición a la confianza. 

«No puedo servir con mayor eficiencia porque me pagan muy poquito; con estos sueldos tan malos, ¿uno con qué entusiasmo trabaja?». Se trata de una condición a los propios valores. 

«Las otras personas no merecen lo que hago o lo que doy». Esto implica poner una condición a nuestro servicio. 

Y así sucesivamente. De forma inconsciente vamos colocando una serie de restricciones y bloqueos al uso de los propios valores. Esto tiene que ver con la propia limitación mental. Por supuesto, la consecuencia es muy fácil de deducir: ¿qué puede regresar hacia una persona que ofrece tan poquito a la vida? Casi nada. Y por supuesto, empieza a funcionar la Ley de Causa y Efecto: si uno está lleno de limitaciones, que además expresa, regresan a él esas mismas limitaciones. 

La propuesta es desprendernos de todas las limitaciones y restricciones. No nos interesa lo que sucede afuera, ni lo que los demás hacen, ni su condición evolutiva, ni los procesos que estén viviendo ni su destino, porque nada de eso depende de nosotros. 

En cambio, nos interesa una sola cosa que sí depende de nosotros: ofrecer a cada ser, persona o circunstancia con la cual nos relacionemos, el 100% de lo mejor que hay en nuestro interior. 

No hay que poner condiciones al Universo porque uno se equivocó. Simplemente hay que abrirse a recibir lo que venga, lo que la vida le tenga preparado; pero sin condiciones, ni respecto a quién va dirigido nuestro servicio, ni a cuanto recibiremos a cambio.
Solamente hay que dar lo mejor, y jamás cerrarse a recibir. Es decir, no hay que pensar: «La vida me está dando mucho». Tampoco se ha de pensar que la vida otorga muy poco; a cada cual le da lo correspondiente a su capacidad de servicio. Si ésta se amplía, llegarán muchos más recursos. Ése es el secreto, y se llama incondicionalidad. Y es válido para todo: relaciones, negocios, salud, cualquier cosa. 

El éxito no es acumular muchas cosas, sino ser felices con las que tenemos. 


G. Schmedling



viernes, 26 de abril de 2019

Contemplar la impermanencia



Buda enseñó que todos nosotros podemos vivir felizmente aquí y ahora. Cuando en el instante presente nos inunda la felicidad, podemos detenernos; no debemos correr en pos de otros objetos de deseo. Nuestra mente está tranquila.

Cuando nuestra mente aún no está en calma, cuando aún estamos agitados, no podemos ser realmente felices. Nuestra felicidad o falta de ella depende en gran medida del estado de nuestra mente, y no de nada externo. Es nuestra propia actitud, la forma en que observamos las cosas, nuestro modo de plantearnos la vida, lo que determina si somos felices o no. Ya disponemos de muchas condiciones para ser felices, ¿por qué deberíamos buscar más?

Tenemos que parar y dejar de perseguir otros señuelos: es el rumbo más sabio. De otro modo, no dejamos de perseguir uno u otro objetivo, pero cada vez que lo alcanzamos descubrimos que todavía no somos felices.


Contemplar la impermanencia

Tal vez ya hayas comprendido el concepto de impermanencia y lo hayas aceptado como realidad, pero ¿acaso ocurre solo en el nivel intelectual? Comprender la noción de impermanencia no basta para cambiar el modo en que experimentas y vives tu vida.

Solo la percepción puede liberarte verdaderamente, y esa percepción no puede brotar a menos que practiques la observación profunda de la impermanencia.

Eso significa mantener tu conciencia de la impermanencia todo el tiempo y no perderla nunca de vista, en nada de lo que hagas. Significa concentrarse en la impermanencia y mantener viva esa concentración a lo largo del día. A medida que la conciencia de la impermanencia se extienda por tu ser, iluminará cada uno de tus actos de un modo extraordinariamente nuevo y te aportará verdadera libertad y felicidad.

Por ejemplo, sabes que la persona que amas es impermanente, pero sigues actuando como si esa persona fuera permanente y esperas que él o ella estén ahí para siempre con la misma forma, la misma actitud y las mismas percepciones. Sin embargo, la realidad es justo la contraria: esa persona está cambiando, tanto en apariencia como interiormente.

Alguien que está aquí hoy podría no estar mañana; alguien que hoy es fuerte y saludable podría caer enfermo mañana; alguien antipático hoy podría convertirse en una persona más agradable mañana; y así sucesivamente.

Solo cuando hemos asumido plenamente esta realidad somos capaces de vivir nuestras vidas con destreza y propiedad.

Al tomar conciencia de que las personas que conocemos son impermanentes, hoy haremos cuanto esté en nuestra mano para hacerlas felices, porque no podemos saber si mañana estarán ahí. Aún están ahí, pero si no somos amables con ellas, tal vez un día se marchen.

Si estás irritado con alguien que te ha hecho sufrir y estás a punto de hacer o decir algo hiriente en represalia, por favor cierra los ojos, inspira larga y profundamente, y contempla la impermanencia:

Al sentir el calor de la ira en este momento, cierro los ojos y miro al futuro. Dentro de trescientos años, ¿dónde estarás, dónde estaré?

Ésta es una práctica de visualización. Observas lo que tanto tú como la persona a la que quieres castigar seréis dentro de trescientos años: polvo. Cuando sientes profundamente tu propia impermanencia y la del otro, cuando observas con claridad que dentro de trescientos años ambos seréis polvo, adviertes que enfadarse y hacer sufrir es un derroche trágico y estúpido.

Ves que la presencia de esa persona en tu vida en ese mismo instante es un tesoro. Tu ira se disuelve y, cuando abres los ojos, ya no quieres castigar. Lo único que deseas es abrazar con fuerza a esa persona. Contemplar la impermanencia te ayuda a liberarte de las cadenas de la ira. Al concentrar tu mente, puedes liberarla.

Thich Nhat Hanh


domingo, 17 de marzo de 2019

Donde esté, esté plenamente allí

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Vea si puede sorprenderse a sí mismo lamentándose, de palabra o de pensamiento, de una situación en la que se encuentra, de lo que los demás hacen o dicen, de lo que lo rodea, de su situación vital, o incluso del tiempo.
Quejarse es siempre falta de aceptación de lo que es. Invariablemente lleva una carga negativa inconsciente. Cuando se queja, se convierte en una víctima. Cuando se explica, está en posesión de su poder.

Así que cambie la situación actuando o hablando claro si es necesario o posible; salga de la situación o acéptela. Lo demás es locura.

La inconsciencia ordinaria siempre está ligada en alguna forma con la negación del Ahora. El Ahora, por supuesto, también implica el aquí.


¿Se está resistiendo a su aquí y ahora?

Algunas personas preferirían estar siempre en otro lugar. Su "aquí" nunca es satisfactorio. Por medio de la observación de sí mismo, descubra si es el caso en su vida.

Dondequiera que esté, esté plenamente allí. Si encuentra su aquí y ahora intolerable y lo hace infeliz, tiene tres opciones: apártese de la situación, cámbiela o acéptela totalmente.

Si quiere tomar la responsabilidad de su vida, debe escoger una de esas tres opciones y debe escoger ahora. Después acepte las consecuencias, sin excusas, sin negatividad, sin contaminación psíquica. Mantenga su espacio interior despejado.

Si usted emprende algún tipo de acción -cambiar su situación o salir de ella- suelte la negatividad primero, si es posible. La acción que surge de la comprensión de lo que se requiere es más efectiva que la que surge de la negatividad.

Cualquier acción es a menudo mejor que la no acción, especialmente si ha estado detenido en una situación de infelicidad durante mucho tiempo. Si comete un error, al menos aprende algo, en cuyo caso ya no es un error. Si permanece atascado no aprende nada.


¿Le impide el miedo emprender una acción?

Reconozca el miedo, obsérvelo, ponga su atención en él, esté completamente presente con él. Hacer esto corta el vínculo entre el miedo y su pensamiento. No permita que el miedo surja en su mente. Use El poder del Ahora. El miedo no puede prevalecer contra él.

Si realmente no hay nada que pueda hacer para cambiar su aquí y ahora, y no puede alejarse de la situación, entonces acéptelo totalmente soltando cualquier resistencia interior.

El yo falso e infeliz que adora sentirse desgraciado, resentido o compadecerse de sí mismo no puede sobrevivir entonces. A eso se le llama rendición. La rendición no es debilidad. Hay gran fortaleza en ella. Sólo una persona rendida tiene poder espiritual.

Por medio de la rendición, usted será libre interiormente de la situación. Puede que descubra entonces que la situación cambia sin ningún esfuerzo de su parte. En cualquier caso, usted es libre.


¿O hay algo que usted "debería" estar haciendo pero que no hace?

Levántese y hágalo ahora. O como alternativa, acepte completamente su inactividad, su pereza o su pasividad en este momento, si esa es su elección. Entre en ella completamente, goce de ella. Sea todo lo perezoso e inactivo que pueda. Si se aplica a ello completa y conscientemente, pronto saldrá de ello. O quizá no. En cualquier caso, no hay conflicto interior, ni resistencia, ni negatividad.


¿Está estresado? ¿Está tan ocupado tratando de llegar al futuro que el presente se reduce a un medio de llegar allá?

El estrés es causado por estar "aquí", pero querer estar "allá"; o estar en el presente pero querer estar en el futuro. Es una ruptura que lo desgarra interiormente. Crear y vivir con un desgarro interior así es malsano. Si usted tiene que hacerlo, puede moverse de prisa, trabajar de prisa o incluso correr, sin proyectarse en el futuro y sin resistirse al presente.

Según se mueve, trabaja, corre, hágalo totalmente. Goce el flujo de energía, la alta energía de ese momento. Ahora no estará ya estresado ni partido en dos, sólo moviéndose, corriendo, trabajando y gozándolo. O puede dejarlo todo y sentarse en una banca del parque. Pero cuando lo haga, observe su mente. Puede que diga: "Deberías estar trabajando. Estás perdiendo tiempo". Observe la mente, sonríale.


¿El pasado toma gran parte de su atención?
¿Habla de él, piensa frecuentemente en él, ya sea positiva o negativamente? 
¿Las grandes cosas que ha logrado, sus aventuras o experiencias, o su historia de víctima y las cosas horribles que le han hecho, o quizá lo que usted le hizo a otra persona?
¿Sus procesos de pensamiento están creando culpa, orgullo, resentimiento, ira, remordimiento o autocompasión?

Entonces usted no sólo está reforzando un sentido falso de identidad sino también ayudando a acelerar el proceso de envejecimiento de su cuerpo al producir una acumulación de pasado en su psique.

Verifique esto por sí mismo observando a los que lo rodean que tienen una fuerte tendencia a aferrarse al pasado.
Muera al pasado en cada momento. Usted no lo necesita. Refiérase a él sólo cuando sea absolutamente relevante para el presente. Sienta el poder de este momento y la plenitud de Ser. Sienta su presencia.


¿Está preocupado? ¿Piensa a menudo qué pasaría si...?

Usted está identificado con su mente, que está proyectándose a sí misma en una situación futura imaginaria y creando miedo. No hay forma de que usted pueda hacer frente a esa situación porque no existe.

Es un fantasma mental. Usted puede detener esta locura que corroe la salud y la vida simplemente reconociendo el momento presente. Hágase consciente de su respiración.

Sienta el aire que fluye de y hacia su cuerpo. Sienta su campo interior de energía. Todo lo que usted tiene que manejar, enfrentar, en la vida real -por oposición a las proyecciones imaginarias de la mente- es este momento. Pregúntese a sí mismo qué "problema" tiene ahora mismo, no el año que viene, mañana o dentro de cinco minutos. ¿Qué está mal en este momento?

Usted puede siempre enfrentar el Ahora, pero nunca puede enfrentar el futuro, ni tiene que hacerlo. La respuesta, la fuerza, la acción o el recurso correctos estarán allá cuando los necesite, no antes ni después.



"Un día lo lograré". 
¿Su meta le toma tanta atención que reduce el momento presente a un medio para lograr un fin?
¿Eso le está arrebatando la alegría de lo que hace?
¿Está esperando para empezar a vivir?

Si usted desarrolla un patrón mental así, no importa lo que alcance o logre, el presente nunca será suficientemente bueno; el futuro siempre parecerá mejor. Una receta perfecta para la insatisfacción y falta de realización permanentes ¿no está de acuerdo?


¿Habitualmente usted está esperando algo?
¿Cuánto tiempo de su vida gasta esperando?

Lo que yo llamo "espera a pequeña escala" es esperar en la cola del correo, en un embotellamiento de tráfico, en el aeropuerto, por la llegada de alguien o el final del trabajo.

La "espera a gran escala" es esperar las próximas vacaciones, un empleo mejor, que los hijos crezcan, una relación realmente significativa, el éxito, hacerse rico, ser importante, alcanzar la iluminación. No es raro que la gente pase toda la vida esperando empezar a vivir.

Esperar es un estado mental. Básicamente significa que usted quiere el futuro, que no quiere el presente. No quiere lo que tiene. Con cualquier tipo de espera usted crea inconscientemente un conflicto entre su aquí y ahora, en el que no quiere estar, y el futuro proyectado, en el que desea estar. Esto reduce enormemente la calidad de su vida pues lo hace perder el presente.

No hay nada malo en esforzarse por mejorar la situación vital. Usted puede mejorar su situación vital, pero no puede mejorar su vida.
La vida es primaria. La vida es su más profundo Ser interior. Ya es completa, perfecta.

Su situación vital consta de sus circunstancias y sus experiencias. No hay nada malo en establecer metas y esforzarse por lograr cosas. El error está en usar eso como sustituto del sentimiento de la vida, del Ser.

El único punto de acceso a esto es el ahora. Usted es entonces como un arquitecto que no presta atención a los cimientos del edificio, pero pasa mucho tiempo trabajando en la superestructura.

Por ejemplo, muchas personas están esperando la prosperidad. No puede llegar en el futuro. Cuando usted honra, reconoce y acepta plenamente su realidad presente –dónde está, quién es, qué está haciendo ahora mismo-, cuando acepta plenamente lo que tiene, usted está agradecido de lo que tiene, de lo que es, de Ser.

La gratitud por el momento presente y por la plenitud de la vida ahora es la verdadera prosperidad. No puede llegar en el futuro. Entonces, con el tiempo, esta prosperidad se le manifiesta de muchas formas.

Si usted está insatisfecho con lo que tiene, o incluso frustrado o enfadado con sus carencias presentes, eso puede motivarlo a volverse rico, pero aunque gane millones, continuará experimentando la condición interior de carencia y en el fondo seguirá sintiéndose no realizado.

Usted puede tener muchas experiencias emocionantes que el dinero puede comprar, pero llegarán y se irán y lo dejarán siempre con una sensación de vacío y con la necesidad de más gratificación física o psicológica. Usted no habitará en el Ser para sentir la plenitud de la vida ahora, que es la única prosperidad verdadera.

Abandone la espera como un estado mental. Cuando se sorprenda a sí mismo cayendo en ella... salga inmediatamente. Vuelva al momento presente. Simplemente sea y goce el ser.

Si usted está presente, no hay nunca necesidad de esperar por nada. Así que la próxima vez que alguien diga: "Siento haberte hecho esperar", puede contestar: "Está bien, no estaba esperando. Estaba parado aquí divirtiéndome, en el gozo de mí mismo".


Estas son sólo algunas de las estrategias habituales de la mente para negar el momento presente, que son parte de la inconsciencia ordinaria.

Es fácil pasarlas por alto porque forman parte de la manera normal de vivir: la estática de fondo del descontento perpetuo. Pero cuanto más practique el monitoreo de su estado interior mental y emocional, más fácil le será saber cuándo ha sido atrapado en el pasado o en el futuro, es decir en la inconsciencia, y despertar del sueño del tiempo al presente.

Pero esté alerta:

el ser falso, el ser infeliz basado en la identificación con la mente, vive del tiempo. Sabe que el momento presente es su muerte y por eso se siente muy amenazado por él. Hará todo lo que pueda por apartarlo a usted de él. Tratará de mantenerlo atrapado en el tiempo.

E.Tolle





sábado, 16 de marzo de 2019

El Ahora


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Siente la vida dentro de tu cuerpo. Eso te ancla en el Ahora.

No te responsabilizas definitivamente de la vida hasta que te responsabilizas de este momento, del Ahora. Esto se debe a que en el Ahora es en el único lugar donde se halla la vida.

Responsabilizarse de este momento significa no oponerse internamente a la «cualidad» del Ahora, no discutir con lo que es. Significa estar alineado con la vida.

El Ahora es como es porque no puede ser de otra manera. 
Ahora los físicos confirman lo que los budistas han sabido siempre: no hay cosas ni sucesos aislados.

Por debajo de las apariencias superficiales, todas las cosas están interconectadas, son parte de la totalidad del cosmos que ha producido la forma que toma este momento.
Cuando dices «sí» a lo que es, te alineas con el poder y la inteligencia de la Vida misma. Sólo entonces puedes convertirte en un agente del cambio positivo en el mundo.

Una práctica espiritual simple pero radical es aceptar lo que surja en el Ahora, dentro y fuera.

Cuando tu atención te traslada al Ahora, estás alerta. Es como si despertases de un sueño: el sueño del pensamiento, el sueño del pasado y del futuro. Hay claridad, simplicidad. No queda sitio para fabricarse problemas. Simplemente este momento es como es.

En cuanto entras con tu atención en el Ahora, te das cuenta de que la vida es sagrada. Cuando estás presente, hay una sacralidad en todo lo que percibes.
Cuanto más vivas en el Ahora, más sentirás la simple pero profunda alegría de Ser, y la santidad de toda vida.

La mayoría de la gente confunde el Ahora con lo que ocurre en el Ahora, pero son dos cosas distintas.

El Ahora es más profundo que lo que ocurre en él. Es el espacio en el que ocurren las cosas.

Por tanto, no confundas el contenido de este momento con el Ahora. El Ahora es más profundo que cualquier contenido que surja en él.

Cuando entras en el Ahora, sales del contenido de tu mente. La corriente incesante de pensamientos se apacigua. Los pensamientos dejan de absorber toda tu atención, ya no te ocupan completamente. Surgen pausas entre pensamientos, espacio, quietud. Empiezas a darte cuenta de que eres mucho más profundo y vasto que tus pensamientos.

Pensamientos, emociones, percepciones sensoriales y experiencias constituyen el contenido de tu vida. «Mi vida» es de lo que derivas tu sentido del yo; «mi vida» son los contenidos, o al menos eso crees.

Pasas por alto continuamente el hecho más evidente: tu sentido más interno Yo Soy no tiene nada que ver con lo que ocurre en tu vida, nada que ver con los contenidos. Este sentido del Yo Soy es uno con el Ahora. Siempre permanece igual.

En la infancia y en la vejez, en la salud o en la enfermedad, en el éxito y el fracaso, el Yo Soy —el espacio del Ahora— permanece inmutable al nivel más profundo.

Habitualmente se confunde con el contenido, y por eso sólo experimentas el Yo Soy o el Ahora levemente, indirectamente, a través de los contenidos de tu vida.

En otras palabras: tu sentido de Ser queda oscurecido por las circunstancias, por la corriente de pensamientos y por todas las cosas de este mundo. El Ahora queda oscurecido por el tiempo.
Y así olvidas que estás enraizado en el Ser, en tu realidad divina, y te pierdes en el mundo.

Confusión, ira, depresión, violencia y conflicto afloran cuando los seres humanos olvidan quiénes son.

Sin embargo, qué fácil es recordar la verdad y volver a casa:

Yo no soy mis pensamientos, emociones, percepciones sensoriales y experiencias.
Yo no soy el contenido de mi vida.

Yo soy Vida.
Yo soy el espacio en el que ocurren todas las cosas.
Yo soy conciencia.
Yo soy el Ahora.
Yo Soy.


E. Tolle


lunes, 28 de enero de 2019

Ser



Más allá de la miríada de formas de vida que están sujetas al nacimiento y a la muerte existe la Vida Una, eterna y omnipresente. Muchas personas utilizan la palabra Dios para describirla, pero yo suelo llamarla Ser. La palabra Ser no explica nada, pero la palabra Dios tampoco. Ser, no obstante, tiene la ventaja de ser un concepto abierto. No reduce el infinito invisible a una entidad finita. Es imposible formarse una imagen mental del Ser, y nadie puede pretender su posesión exclusiva. Es tu esencia misma; puedes acceder a ella inmediatamente como el sentimiento de tu propia presencia.

Por eso sólo hay un pequeño paso entre la palabra Ser y la experiencia del Ser.

EL SER NO SÓLO ES TRASCENDENTE; TAMBIÉN IMPREGNA PROFUNDAMENTE cada forma, y su esencia es invisible e indestructible.

Esto significa que ahora mismo puedes acceder al Ser porque es tu identidad más profunda, tu verdadera naturaleza. Pero no trates de aferrarlo con la mente. No trates de entenderlo.

Sólo puedes conocerlo dejando la mente en silencio. Cuando estás presente, cuando tu atención está plena e intensamente en el ahora, puedes sentir el Ser, pero nunca podrás entenderlo mentalmente.

La iluminación es recuperar la conciencia del Ser y residir en ese estado de «sensación-realización».

La palabra iluminación suscita la idea de un logro sobrehumano, y al ego le gusta que sea así; pero no es más que tu estado natural en el que sientes la unidad con el Ser. Es un estado de conexión con algo inconmensurable e indestructible, con algo que es esencialmente tú, y sin embargo es mucho mayor que tú. Es encontrar tu verdadera naturaleza más allá del nombre y de la forma.

La incapacidad de sentir esta conexión crea la ilusión de que estás separado de ti mismo y del mundo que te rodea. Entonces te percibes, consciente o inconscientemente, como un fragmento aislado. Surge el miedo, y los conflictos internos y externos pasan a ser la norma.

El mayor obstáculo para experimentar la realidad de tu conexión es la identificación con la mente, que hace que el pensamiento se vuelva compulsivo.

Ser incapaz de dejar de pensar es una enfermedad terrible, pero no nos damos cuenta de ella porque casi todo el mundo la sufre y se considera algo normal.

Este ruido mental incesante te impide encontrar el reino de quietud interior que es inseparable del Ser. También crea un falso yo fabricado por la mente, que lanza una sombra de miedo y sufrimiento.

La identificación con la mente produce una pantalla opaca de conceptos, etiquetas, imágenes, palabras, juicios y definiciones que bloquean toda verdadera relación.

Esa pantalla se interpone entre tú y tú mismo, entre tú y tu prójimo, entre tú y la naturaleza, entre tú y Dios; crea la ilusión de separación, la ilusión de que tú y el «otro» estáis totalmente separados.

Entonces te olvidas del hecho esencial de que, debajo del nivel de las apariencias físicas y de las formas separadas, eres uno con todo lo que es.

La mente es un instrumento soberbio si se usa correctamente. Sin embargo, si se usa de forma in-apropiada, se vuelve muy destructiva.

Para decirlo con más precisión, no se trata tanto de que usas la mente equivocadamente: por lo general no la usas en absoluto, sino que ella te usa a ti. Ésa es la enfermedad. Crees que tú eres tu mente. Ese es el engaño. El instrumento se ha apoderado de ti.

Es como si estuvieras poseído sin saberlo, y crees que la entidad posesora eres tú.

LA LIBERTAD COMIENZA cuando te das cuenta de que no eres la entidad posesora, el pensador. Saberlo te permite examinar la entidad.

En el momento en que empiezas a observar al pensador, se activa un nivel de conciencia superior.

Entonces empiezas a darte cuenta de que hay un vasto reino de inteligencia más allá del pensamiento, y de que el pensamiento sólo es una pequeña parte de esa inteligencia.

También te das cuenta de que todas las cosas verdaderamente importantes —la belleza, el amor, la creatividad, la alegría, la paz interna— surgen de más allá de la mente.

Empiezas a despertar.

E. Tolle