Realidad Esencial




REALIDAD ESENCIAL




Bienvenidos al blog donde investigaremos sobre la Realidad, sobre lo que realmente somos más allá de las apariencias e ilusiones, sobre la no-dualidad.

Lee las entradas con una mente abierta dejando que los contenidos te "resuenen", lo que no puedas aceptar, déjalo para más adelante. No se trata de creer nada, más bien, se trata de investigar por si mismo lo que nos apuntan los grandes maestros. La experiencia nos confirma que somos un potencial inmenso, infinito de amor, inteligencia y energía (en palabras del maestro Antonio Blay) a actualizar, a llevar a la acción…



Espero te sientas a gusto en este espacio creado con amor.

Juani


lunes, 21 de enero de 2013

La crisis en el trabajo interior



  A medida que profundizamos un poco más en nosotros, nos encontramos con que muchas cosas que antes nos ilusionaban ahora de repente nos damos cuenta de que son niñerías y esto nos obliga a cambiar nuestra escala de valores. Cuando esto lo descubrimos de un modo claro, definido, apenas presenta problema si realmente estamos decididos a proseguir nuestro camino cueste lo que cueste.
 El verdadero problema surge cuando apunta la nueva etapa, pero aún no estamos establecidos en ella. Cuando estamos a punto de llegar a un nuevo estado pero todavía no hemos llegado a él, porque entonces nos damos cuenta de que tal circunstancia o situación, la que sea, nuestro círculo social de amigos, nuestras costumbres y aficiones a las que hasta ahora hemos estado muy adheridos, están amenazando ya en desligarse y perder todo interés. Y esto sí que a veces produce miedo, perplejidad y vacilación por nuestra fuerte identificación con todo ello.
  Debemos darnos cuenta de que cada vez que sintamos estos miedos y estas dudas es que progresamos. No hemos de ver estas crisis como algo negativo, sino como puntos de referencia positivos de nuestro avance. Si no progresáramos no aparecerían miedos nuevos ni nuevas inquietudes. Desde este punto de vista cada vez que nos encontramos mal es que vamos bien, porque al fin y al cabo para seguir encontrándonos como ahora no valía la pena movernos de sitio.

  Siempre que hay un trabajo de profundización, un ensanchamiento de conciencia hay también algo que cae, algo que se suelta. Puede ser que a veces se perciba antes lo que se suelta que el nuevo estado interior que se encuentra detrás.
  Si primero se percibe lo positivo, estupendo, ya que lo antiguo cae como una fruta madura, sin ningún esfuerzo, como el adolescente se desprende con naturalidad de los juguetes que le apasionaban unos años atrás.
 Pero cuando primero uno siente que aquello va a caer y todavía no vive lo que hay detrás, el nuevo estado subjetivo, el grado de iluminación correspondiente, entonces es inevitable que sufra la crisis como algo intenso y doloroso. En esos momentos es cuando uno ha de aprender a tener discernimiento y serenidad, y darse cuenta de que siguiendo el trabajo, a pesar de todo, descubrirá al fin el poco valor y consistencia que tiene la costumbre antigua a la que aún tan fuertemente se agarra.

  Hemos de ver claro que en el trabajo interior vamos a ganar. Y a ganar no ya los objetos o las situaciones a que estamos adheridos, sino precisamente lo que vamos buscando, lo que estamos poniendo de valor en aquello. Porque siempre, de un modo o de otro, buscamos en cualquier cosa mayor plenitud, mayor satisfacción, mayor realidad. Y esto es precisamente lo que encontramos de un modo real y permanente. Por eso es importante que aprendamos a ver las crisis como amigas, como indicadoras de nuestro adelanto; nunca como barreras ante las que uno retrocede. Es evidente que todos las encontraremos en nuestro trabajo. Pero es que si no las encontramos porque trabajamos, las encontraremos igualmente porque la vida nos las impondrá. Y más vale que aprendamos a ir por nuestro pie y por la vía positiva de ir descubriendo lo bueno que se oculta detrás de todas las formas y de todas las apariencias, que no que la vida nos arranque las cosas de un modo violento en su sereno pero inflexible devenir.
                                                                                                A. Blay

viernes, 18 de enero de 2013

El Amor Lúcido



 En el estado de lucidez no hay miedo, ni necesidad de asegurar algo, no hay deseos de continuidad, ni temor a perder, no hay exigencia de reciprocidad, porque no hay nada que perder, ni nada que ganar.
  Es una expresión espontánea de lo que siempre ha estado y está ahí, un potencial inmenso, infinito y que se expresa por sí mismo. Nadie puede herir a nadie si está instalado en la verdad.
  El amor lúcido es un estado inocente, una gracia divina, que no se busca mediante esfuerzos o méritos. La lucidez llega como gracia al investigar lo que la lucidez es.

  El amor no es controlar, manipular, vivir con astucia, no es acumular información para dominar a otros, no es envidia, ofensa, comparación no es ignorar nuestra esencia.

  El amor es inocencia, madurez, no envidia, no ofensa, no comparación, no posesión. El amor es completo en sí mismo, no necesita compañía.

  Quien no ha descubierto el amor como estado del ser, lo vive como una exigencia a los demás, como un querer repetir las satisfacciones placenteras, como una demanda de emociones y sentimientos que luego cambian a lo opuesto, quedando un vacío.
  Pero si comienzo a observar para descubrir con lucidez lo que sucede, me doy cuenta de lo que va apareciendo, y veré que se va integrando gracias al amor. Para descubrir este amor, sabremos que no está en el tiempo, para investigarlo hemos de dejar que surja como inspiración, y si estamos lúcidos, si comprendemos el amor como un estado nuevo, sobrevendrá de un modo natural, porque es lo real.
  Ser bueno o malo desde la personalidad es como una comedia vista desde la verdad.
  El amor surge de la comprensión, al no comprender surge la separación.

   El amor no es lo que se suele conocer por amor, no es sentimientos, ni emociones, ni sensaciones que nacen de la separatividad porque uno necesita al otro. En el amor no hay otro. Si me quedo en las sensaciones, emociones agradables, al no tenerlas sobreviene la angustia; pero si me quedo en silencio y miro con sinceridad, estas sensaciones/emociones no tienen el resplandor del amor que intuyo. El amor surge cuando hay libertad.
  El otro no es separado de mi por lo que no tiene sentido tratar de poseerlo.
 
  Como el amor no es nada de lo conocido, lo descubriré sin buscarlo, con una mente inocente, que carece de información. La inocencia es un estado original que no tiene que ver con los años, ni experiencias, ni conocimientos adquiridos, es un estado claro y simple, sincero y en soledad, anterior al pensar.
  Al estar libre para comprender como funciona la interacción humana ya no me hieren, el amor es inocente, no hiere. El amor está ahí con objetos o sin ellos, no necesita del otro. El amor ilumina un objeto, otro o ninguno, sin perder su plenitud.

  En la inocencia se borra el pasado, nada se guarda, nada se repite.
 
    Así como la luz no puede dejar de iluminar, el amor no puede dejar de amar. Si soy amor, no necesitaré buscarlo afuera, lo que sea preciso en la interrelación, la vida se encargará de presentarlo.
  No he de controlar los deseos que surgen cuando vivo limitaciones, pues al controlar, lo que hago es deformar el vivir, más bien comprenderé desde un lugar donde no esté identificado, puedo experimentar con mi cuerpo una sensación agradable sin estar yo atado a ella, sin identificación.

  El milagro es vivir desde el verdadero amor.

  El amor es siempre nuevo, siempre está naciendo. El enamoramiento de dos personas es real y nunca deja de ser un enamoramiento del amor.
  El amor renueva, vitaliza, rejuvenece, y si ese amor produce esto, lo que producirá el enamoramiento total del amor en sí; al comprender todo, abrazamos todo, la pasión nos lleva sin medida fuera de lo racional. Este amor verdadero es el creador de lo nuevo, ajeno a la memoria, deshace las barreras de separación que se levantaron por la incomprensión.

  Comprenderé la vida aprendiendo a ser consciente, expandiéndome gozosa en libertad. 
                           

miércoles, 9 de enero de 2013

Despertar del Sueño



Mientras vivimos en el sueño de la identificación, nos valemos de los sentidos físicos para percibir de manera limitada lo Real.
  Nuestra existencia se arma con recuerdos del pasado, experiencias que hemos tenido, deseos , temores… vivimos atrapados en el tiempo, sin permitirnos funcionar naturalmente, perdiéndonos valiosos mensajes de nuestro cuerpo por no estar atentos, en el presente, en el ahora.
Vivimos de una manera mecánica, condicionada, y todo lo complicamos actuando compulsivamente, de manera reactiva, y creemos que eso es la realidad.
  Mientras estoy identificado con lo que creo ser, no puedo elegir las respuestas más adecuadas, saludables a la situación porque sale lo automático, lo impulsivo, lo mecánico, por la fuerza del condicionamiento; y es que el pasado está tiñendo el presente, proyectándose en un futuro ilusorio, supuestamente mejor…

   Todo cambia cuando suelto el tiempo psicológico y me instalo en el presente, viviendo momento a momento, vigilando, observando lo que pasa en mi mente y soltándolo. Observando los mecanismos reactivos que se ponen en marcha ante los estímulos externos, dándome cuenta que sólo son programas con los que venimos funcionado durante muchos años …
Al despertar, expresamos en muestra vida los valores del ser surgiendo la acción de manera espontánea, inspirada ( no teñida por las emociones y pensamientos que se mueven en la superficie) independientemente de lo que acontezca, en una actitud contemplativa.
  El despertar nos lleva a mirar la verdad directamente, descubriendo la inteligencia, la belleza, la energía y el amor que soy, la Realidad, ese potencial en vías de actualización, atestiguando todo lo que acontece desde la conciencia.

  Una vez descubierta la Verdad, debo mantenerme allí donde la he visto, si quiero que ilumine mi vida, como un faro que alumbra el camino del navegante en la oscuridad del océano.
Cuando me despisto, me distraigo, se trata de observar esa distracción y volver a la contemplación con una actitud amorosa, para ello debo de tener una vocación por vivir desde la verdad y estar “vigilante” para darme cuenta. Mantenerme atenta a la luz que soy en lo profundo.

  Luego que se va haciendo el camino, ese estado de lucidez se mantiene sin esfuerzo, lo mantiene la luz, y, al estar despierta, más lucidez, paz, alegría, espontaneidad y amor sin causa sentiré.
Para despertar a la Verdad es imprescindible hacer silencio de lo pensado, sentido, soñado, imaginado; un camino de soledad y silencio hacia el sí mismo, adentrándose en la aventura del descubrir.
  Lo que nos separa de la Realidad es la mente entretenida con sus imaginaciones y sueños, se trata entonces de “girar” la mente y mirar hacia adentro, hacia la luz, y a partir de esa mirada despierta, el amor surge espontáneo inevitablemente.