Realidad Esencial




REALIDAD ESENCIAL




Bienvenidos al blog donde investigaremos sobre la Realidad, sobre lo que realmente somos más allá de las apariencias e ilusiones, sobre la no-dualidad.

Lee las entradas con una mente abierta dejando que los contenidos te "resuenen", lo que no puedas aceptar, déjalo para más adelante. No se trata de creer nada, más bien, se trata de investigar por si mismo lo que nos apuntan los grandes maestros. La experiencia nos confirma que somos un potencial inmenso, infinito de amor, inteligencia y energía (en palabras del maestro Antonio Blay) a actualizar, a llevar a la acción…



Espero te sientas a gusto en este espacio creado con amor.

Juani


domingo, 17 de noviembre de 2013

Evolución-Crecimiento


Diferentes unidades de conciencia

  Nuestra evolución se produce como si ésta consistiera en ir creciendo, adquiriendo conciencia y dominio de una unidad pequeña para pasar a otra unidad mayor y luego a otra mayor y así progresivamente. Esto ya lo vemos en lo que es el desarrollo psicológico habitual, conocido por todos nosotros, en el que van apareciendo horizontes cada vez más amplios y más ricos a medida que la persona va creciendo.
  Pero desde el punto de vista de la realización, el crecimiento no sólo estriba en este horizonte mayor que se va asumiendo -con una mayor riqueza de experiencias y de visión- sino que consiste concretamente en pasar a través de una jerarquía de unidades.
  Primero, la persona va adquiriendo conciencia de su personalidad, de su cuerpo, de su afectividad, de su mente, y gran parte de la vida consiste en un aprendizaje para poder ir manejando todo esto. Pero luego, la persona ha de llegar a descubrir, en un momento u otro de su evolución, que eso que está viviendo como su unidad realmente sólo es parte de otra nueva unidad, la cual es también él mismo. Esa nueva unidad es lo que he descrito otras veces con el nombre de nuestro universo individual.
   Toda nuestra vida, desde el punto de vista subjetivo, es nuestra conciencia; y esta conciencia es una constante actualización de un potencial interior. Esto quiere decir que todo aquello de lo que yo soy o he sido o puedo llegar a ser consciente, es una actualización de esa identidad básica que yo soy, y que ese potencial es el que luego se va manifestando en mi campo de conciencia.


Los tres sectores de mi realidad

  En ese campo de conciencia, por un lado está mi personalidad, está mi cuerpo, están mis ideas, mis hábitos, mi conducta, mis recuerdos, está todo lo que yo vivo en primera persona. Pero también en este mismo campo de conciencia está lo que yo vivo como lo otro: mi imagen del mundo, mi conocimiento de las personas, mi valoración de las personas, todo lo que yo siento en relación con personas, seres y circunstancias; y todo esto es también un aspecto de mi propia conciencia. Y aunque esto se corresponde que está realidad más allá de mí, yo solamente vivo ese mundo según está registrado en mi propia conciencia.

  Además, esta conciencia tiene otro sector superior que es donde yo voy registrando todo lo que, a mi entender, está por encima de mí y por encima del mundo. Y ahí es donde nosotros vamos registrando todo lo que son aspectos de una belleza ideal, de una bondad, de una felicidad, de un poder, de un Ser, de una eternidad; en definitiva, todo lo que llamamos valores trascendentes. También todo esto es parte integrante de nuestro mundo o universo individual.

  Éstos son los tres grandes sectores de nuestra conciencia. Lo que yo vivo en primera persona: yo. Lo que vivo como perteneciente a lo que está fuera de mí: el mundo, la existencia. Y luego lo que son los valores o realidades superiores: lo trascendente, lo espiritual, lo divino.

  Durante la primera etapa de evolución, la cual puede durar muchos siglos, el hombre va tomando conciencia de su propia personalidad como su única unidad; el hombre vive su personalidad, su cuerpo, su mente, su afectividad, a la vez que está constantemente enfrentado y en relación con el mundo y también con unas realidades superiores. O sea, que el se vive como una unidad enteramente distinta del mundo, del resto del mundo y de lo superior. Pero llega el momento en que va descubriendo -o ha de llegar a descubrir- que de algún modo eso que conoce del mundo es él mismo; no que el mundo en sí sea él mismo, sino que su conocimiento, su conciencia del mundo, es su conciencia, es una parte de sí mismo. Y que lo que uno intuye, conoce o formula respecto a lo superior es otra parte de esta conciencia total de sí mismo; es un aspecto de sí mismo.

  Fijémonos bien, porque esto no quiere decir que yo no me relacione con los demás; simplemente quiere decir que yo solamente me relaciono con los demás a través de mi noción, de mi imagen -de la conciencia en mí- de los demás. Y que yo me relaciono con lo trascendente sólo a través de mi conciencia de lotrascendente. Por esto os decía que no hay auténtica comunicación superior si no hay esa presencia, esa realidad superior actualizada en mi conciencia.

  Así, todo lo que yo conozco, valoro, en todos los aspectos, en todas las áreas de la existencia, visibles o invisibles, presentes, pasadas o futuras, son aspectos de mi propia conciencia total. Y todos esos aspectos, todos esos contenidos de mi conciencia total, son expresión de lo que esta misma conciencia es en su centro, de lo que yo soy en mi identidad central, en mi ser, en mi autenticidad.



Yo como creador

  La persona ha de ir aprendiendo a reconocerse a sí misma en esa unidad total; en lugar de vivirse sólo como una parte -a la que pone su nombre personal- ha de llegar a reconocerse en lo que no es él. Los demás son otros aspectos de sí mismo, son otro modo de vivirse a sí mismo en tanto que otro. Y mi relación con Dios es otro modo de vivirme a mí mismo en tanto que lo Superior. Pero eso se suele hacer sin reconocerse, y por lo tanto sin asumir esa identidad total que somos. La evolución, en este aspecto, consiste en que yo vaya tomando conciencia, que vaya reconociéndome en todas estas áreas de conciencia.

  Como puede verse, esto presenta un horizonte fabuloso. Porque yo he de darme cuenta de que todo lo que conozco, todo lo que siento, todo lo que existe para mí, es mi propia existencia; la cual a la vez es reflejo de la existencia en sí. Que todo cuanto conozco, que todo cuanto deseo, que todo cuanto percibo, que todo cuanto hay en mi interior, desde mi noción del firmamento, del universo, hasta las cualidades más íntimas de alguna persona a quien yo conozco y admiro, todo son aspectos de mi propia realidad total. Yo he de hacer un cambio; es necesario que traslade mi centro de identidad desde mi explosiva personalidad al centro de todo ese campo de conciencia. Esto se parece mucho a descubrir que en esta escala concreta, en esta etapa particular de mi evolución, yo soy como un dios.

  Y soy como un dios en el sentido de que:
a) yo mantengo mi identidad aparte de todo el campo de conciencia;
b) este campo de conciencia y todas las cosas que existen en él, todas las formas y contenidos, salen de mi propia naturaleza, de mi propia creación;
c) yo puedo mantener una dirección activa respecto a todo lo que es esta expresión de mi propio potencial en mi universo.

  Pero yo no soy como un dios en el sentido de que:
a) yo me encuentro que toda esa actualización de conciencia ya tiene lugar dentro de una realidad manifestada, que ya existe, que ya me pre-existe;
b) que yo, aunque tengo realmente un dominio sobre todo lo que es mi respuesta, en cambio no tengo dominio sobre los estímulos que yo estoy recibiendo.

  O sea, que hay un background, hay una base que está más allá de mi propia creación y luego hay una naturaleza de estímulos, de circunstancias particulares, que también van más allá de mi capacidad de creación. Es necesario que por un lado yo llegue a descubrir esa naturaleza diríamos, de dios, en pequeño, y por otro lado que yo aprenda a vivir conectado con esa otra parte en que yo no soy dios. Gracias a eso se produce una articulación mía con la existencia en sí.

  Lo que yo digo de ser dios dentro de nuestro universo es una noción más rica de lo que parece, porque yo no puedo pasar a una unidad superior hasta que yo no haya asumido la unidad actual. Si yo realmente soy dios en mi universo -en ese sentido que he explicado-, hasta que yo no haya asumido realmente esta función, yo no podré pasar a una mayor expansión de conciencia, a un mayor crecimiento. Ciertamente, yo soy el creador de mi universo, pero yo me vivo como esclavo, como sirviente, como un producto dentro de este mismo universo. De hecho, yo estoy creando mi universo pero luego yo me vivo como víctima de él; y éste es el contrasentido.
  Yo he de descubrir que ser dios -aunque esta palabra suene muy presuntuosa- es una realidad; pero yo soy un dios imperfecto, incompleto, soy un dios en proceso de crecimiento, ya que desde el punto de vista de la totalidad de la existencia sólo soy una célula viviente del Dios absoluto. Y yo debo poder vivir estos dos aspectos: en función clara, asumida, de dios en relación con mi universo, y en una actitud de receptividad, de armonía total respecto a la unidad que me trasciende. Y sólo manteniendo el equilibrio entre estas dos direcciones, yo entonces estoy en el lugar y en la actitud justa.

                                        del libro "La Realidad", Antonio Blay

domingo, 3 de noviembre de 2013

El origen del miedo (E. Tolle)


   El estado de miedo psicológico está divorciado de cualquier peligro real e inmediato. Puede adoptar diversas formas: desazón, preocupación, ansiedad, nervios, tensión, temor, fobia, etc.   El miedo psicológico del que hablamos siempre se refiere a algo que podría ocurrir, no a algo que ya está ocurriendo. Tú estás en el aquí y ahora, mientras que tu mente está en el futuro.    Esto crea una brecha de ansiedad. Y si te has identificado con tu mente y has perdido el poder y la simplicidad del ahora, esa brecha de ansiedad será tu constante compañera. 

   Siempre puedes afrontar el momento presente, pero no puedes afrontar algo que sólo es una proyección mental; no puedes afrontar el futuro.
   Además, mientras sigas identificándote con tu mente, el ego dirigirá tu vida. Debido a su naturaleza fantasmal, y a pesar de sus elaborados mecanismos de defensa, el ego es muy vulnerable e inseguro, y se siente amenazado constantemente. Por cierto, esto sigue siendo verdadero aunque externamente esté muy seguro. Ahora bien, recuerda que una emoción es la reacción del cuerpo a la mente. ¿Qué mensaje recibe continuamente el cuerpo desde el ego, desde ese falso yo fabricado por la mente?: peligro, estoy amenazado. ¿Y qué emoción genera este mensaje continuo?: miedo, por supuesto.

   El miedo parece tener muchas causas: miedo a la pérdida, miedo al fracaso, miedo a que nos hieran, y así sucesivamente; pero, en definitiva, todos los miedos pueden resumirse en el miedo del ego a la muerte, a la aniquilación. Para el ego, la muerte siempre está a la vuelta de la esquina. En este estado de identificación con la mente, el miedo a la muerte afecta a todos los aspectos de tu vida.
   Por ejemplo, algo tan aparentemente trivial y «normal» como la necesidad compulsiva de tener razón en una discusión y demostrar que el otro está equivocado —defender la posición mental con la que te has identificado— se debe al miedo a la muerte. Si te identificas con una posición mental y resulta que estás equivocado, tu sentido de identidad, basado en la mente, se sentirá bajo una seria amenaza de aniquilación. Por tanto, tú, como ego, no puedes permitirte estar equivocado. Equivocarse es morir. Esto ha motivado muchas guerras y ha causado la ruptura de innumerables relaciones.

   Cuando dejas de identificarte con la mente, el hecho de tener razón o estar equivocado es indiferente para tu sentido de identidad; de modo que esa necesidad compulsiva, apremiante y profundamente inconsciente de tener razón, que es una forma de violencia, deja de estar presente. Puedes expresar cómo te sientes y lo que piensas con claridad y firmeza, pero tal expresión no estará teñida de agresividad ni actitud defensiva. Tu sentido de identidad deriva entonces de un lugar más profundo y verdadero dentro de ti, no de la mente.

   OBSERVA CUALQUIER ACTITUD DEFENSIVA que surja en ti. ¿Qué estás defendiendo?: una identidad ilusoria, una imagen mental, una entidad ficticia. Haciendo consciente este patrón y observándolo, puedes romper la identificación con él. El patrón inconsciente comenzará a disolverse rápidamente a la luz de tu conciencia.
   Este es el final de todas las discusiones y juegos de poder, que son tan corrosivos para las relaciones. El poder sobre los demás es debilidad disfrazada de fuerza. El verdadero poder está dentro, y está a tu disposición ahora.
   La mente siempre trata de negar el ahora y de escapar de él. En otras palabras: cuanto más te identificas con tu mente, más sufres. O puedes decirlo de este otro modo: cuanto más capaz seas de valorar y aceptar el ahora, más libre estarás del dolor y del sufrimiento, más libre de la mente egotista.
   Si no deseas crear más dolor para ti mismo ni para los demás, si no quieres añadir más dolor al residuo del pasado que aún vive en ti, no crees más tiempo, o crea el imprescindible para gestionar los aspectos prácticos de la vida.

 ¿Cómo dejar de crear tiempo?

   DATE CUENTA INEQUÍVOCAMENTE DE QUE EL MOMENTO PRESENTE es lo único que tienes. Haz del ahora el  centro fundamental de tu vida. Si antes vivías en el tiempo y hacías breves visitas al ahora, establece tu residencia habitual en el ahora y haz breves visitas al pasado y al futuro cuando tengas que resolver los asuntos prácticos de tu vida.
Di siempre «sí» al momento presente.

ACABA CON LA ILUSIÓN DEL TIEMPO

    La clave es ésta: acaba con la ilusión del tiempo. Tiempo y mente son inseparables. Retira el tiempo de la mente y ésta se para, a menos que elijas usarla.
   Estar identificado con la mente es estar atrapado en el tiempo: vives de forma compulsiva y, casi exclusivamente, mediante el recuerdo y la anticipación. Esto produce una preocupación interminable por el pasado y el futuro, y una falta de disposición a honrar y reconocer el momento presente y permitir que sea. La compulsión surge porque el pasado te da una identidad y el futuro contiene una promesa de salvación, de una realización de algún tipo. Ambas son ilusiones.
   Cuanto más te enfocas en el tiempo —pasado y futuro— más pierdes el ahora, lo más precioso que hay.

¿Por qué es lo más precioso? En primer lugar, porque es lo único que hay. Es todo lo que hay. El eterno presente es el espacio dentro del que se despliega tu vida, el único factor que permanece constante.
   La vida es ahora. No ha habido nunca un momento en que tu vida no fuera ahora, ni lo habrá jamás. En segundo lugar, el ahora es el único punto que puede llevarte más allá de los limitados confines de la mente. Es tu único punto de acceso al reino informe e intemporal del Ser.
¿Has experimentado, hecho, pensado o sentido algo fuera del momento presente? ¿Piensas que lo harás alguna vez? ¿Es posible que algo ocurra o sea fuera del ahora? La respuesta es evidente, ¿no es cierto?
  Nada ocurrió nunca en el pasado; ocurrió en el ahora. Nada ocurrirá nunca en el futuro; ocurrirá en el ahora.
   La esencia de lo que estoy diciendo aquí no puede entenderse mentalmente. En el momento que lo entiendes, se produce un cambio de conciencia de la mente al Ser, del tiempo a la presencia. De  repente, todo se vivifica, irradia energía, emana Ser.


                                                                                       E. Tolle