Realidad Esencial




REALIDAD ESENCIAL




Bienvenidos al blog donde investigaremos sobre la Realidad, sobre lo que realmente somos más allá de las apariencias e ilusiones, sobre la no-dualidad.

Lee las entradas con una mente abierta dejando que los contenidos te "resuenen", lo que no puedas aceptar, déjalo para más adelante. No se trata de creer nada, más bien, se trata de investigar por si mismo lo que nos apuntan los grandes maestros. La experiencia nos confirma que somos un potencial inmenso, infinito de amor, inteligencia y energía (en palabras del maestro Antonio Blay) a actualizar, a llevar a la acción…



Espero te sientas a gusto en este espacio creado con amor.

Juani


miércoles, 10 de noviembre de 2021

La mente en el Trabajo Interior (Antonio Blay)

 


Para el trabajo interior, nos valemos de la mente, la cual a veces es un obstáculo y otras una herramienta:

Un obstáculo porque nuestra mente se ha acostumbrado a funcionar de un modo muy tenso, muy acelerado, crispado y superficial, porque -como hemos dicho- necesita estar constantemente atendiendo necesidades y exigencias del exterior, y como en estas necesidades y exigencias van involucradas cosas de valor para la persona -incluso de mucho valor-, la persona no sólo pone interés e inteligencia en la solución de sus problemas, sino que también pone miedo, ansia, y, a veces, desesperación. Esto hace que la mente ya no funcione en su capacidad puramente intelectual sino que quede envuelta por estos mecanismos afectivos que la traban.

Del mismo modo que si pusiéramos unos objetos dentro de los engranajes de una maquinaria la trabarían, también todos los miedos, las impaciencias, las angustias, son verdaderos obstáculos que impiden el normal funcionamiento de nuestra maquinaria mental.

Esto sucede porque nuestra mente se ha acostumbrado a funcionar así, se ha acostumbrado a buscar continuamente, a pasar de un objeto a otro con rapidez, sin ahondar, sin sopesar las cosas con profundidad, con serenidad, y está corriendo siempre al galope, de tal manera que cuando queremos imponerle el silencio no lo conseguimos; la mente va por su propio camino y adquiere autonomía, y muchas veces nos cuesta trabajo seguirla.

Por eso, la mente, que es el medio de conocimiento, el medio de toma de conciencia, como habitualmente funciona con un ritmo acelerado, superficial y distorsionado, se convierte en un obstáculo cuando queremos manejarla para ahondar en nosotros, para contactar con lo que pueda existir de positivo en nuestro interior. Y cuando la persona quiere ahondar se encuentra con que no puede; cuando quiere concentrarse se encuentra con que la mente «se le va», se le escapa.

La persona no es capaz de contactar con su propio interior porque nunca se ha interesado por ello, no se ha educado en esta dirección.

Otra causa que convierte la mente en obstáculo lo constituye el que nos hemos acostumbrado a buscar soluciones a todos los problemas a través del pensamiento. Como los problemas del mundo exterior los manejamos por medio de esa capacidad de simbolización que es nuestro pensamiento y nuestro lenguaje, cuando sentimos un problema interior y queremos ahondar en él no sabeos adoptar más que esta misma herramienta y el mismo procedimiento que utilizamos para lo exterior: el simbolismo del pensamiento y el lenguaje.

Pero nuestra realidad interior no podemos descubrirla mediante el pensamiento. Nuestra realidad interior necesita de otras capacidades mentales que no son el pensamiento. Necesita de nuestra lucidez, de nuestro intelecto, pero no de nuestra capacidad de razonar, la cual es una de las capacidades elementales de nuestra mente. Y como en la vida diaria no utilizamos más que esta capacidad, queremos utilizar esta misma capacidad para resolver problemas interiores y para ahondar en nosotros mismos. De esta manera la mente se convierte en problema, en un nuevo obstáculo, cuando tratamos de descubrir de un modo más directo qué es nuestra esencia, nuestra realidad, nuestras fuerzas vivas.

A pesar de esto, la mente es el medio, la mente es camino, cuando descubrimos que hay una capacidad -de las muchas que tiene nuestra mente-, que es la que permite adentrarnos, ahondar, descubrir cosas nuevas, y esa capacidad nueva -y a la vez antigua-, esa capacidad especial que es la que se necesita para este trabajo de descubrimiento interior, es la atención sostenida.



La Atención. El “mirar”

Hay una gran diferencia entre estar simplemente atentos a algo y el razonar sobre algo.
Al razonar nos estamos pronunciando sobre ese algo, estamos formando símbolos, estamos juzgando, valorando, seleccionando.

Cuando yo miro algo, cuando aprendo a dirigir mi atención de una manera fija, sostenida, sobre algo, estoy simplemente mirando y es manteniendo esta actitud de mirar cuando se puede llegar a ver, del mismo modo que sólo manteniendo la actitud de escuchar se puede llegar a oír.

Y al decir escuchar quiero decir escuchar de veras y en consecuencia, oír de veras; porque lo que ahora hacemos no es escuchar de veras, pues mientras estamos escuchando también estamos pensando, estamos comparando, razonando o criticando lo que escuchamos, y esto nos impide desarrollar nuestra capacidad de oír del todo.

Como estamos tan acostumbrados a escuchar de este modo ni siquiera nos ha pasado por la mente la idea de que realmente existe la capacidad de escuchar del todo. Uno cree que ya está atento, que ya se está enterando de todo, pero luego, cuando la persona tiene que repetir o dar cuenta de lo que ha escuchado, se evidencia que la persona sólo ha cogido unos pequeños fragmentos de lo que se ha dicho -y aun esos fragmentos los interpreta mediante una óptica totalmente subjetiva-, que no ha tenido la capacidad de escuchar realmente lo que el otro decía, cómo lo decía y desde la perspectiva en que lo decía.

En el sentido de la atención sostenida ocurre lo mismo que en el escuchar. Hemos de aprender a mirar sin razonar, a fijar nuestra atención, muy clara, muy despierta, muy lúcida, en un acto simple de mirar aunque a primera vista esto nos parezca muy tonto, es preciso practicar para llegar a descubrir que ahí está la clave más importante para entrar en el reino interior, en este mundo oculto, en este mundo de posibilidades inmensas que hay en nuestra mente y en nuestro corazón.

Después ya razonaremos si conviene, ya que no se trata de abdicar de nuestro juicio crítico, sino simplemente que cuando se trata de mirar, en la medida en que tratamos de razonar estamos disminuyendo nuestra capacidad de mirar.

Cuando «miramos» manteniendo esta actitud de atención sostenida, se produce un fenómeno extraordinario: entonces la mente adquiere la capacidad de entrar dentro de la cosa que mira, adquiere la capacidad de penetrar; y ahí está una de las principales diferencias entre mirar y pensar.

Con el pensar nosotros solamente representamos las cosas por medio de ideas, no entramos dentro de nada, nos limitamos a tomar fotografías y hacer combinaciones con esas fotografías, con los datos, con las ideas.

En cambio, a través del mirar aprendemos a hacer el contacto del «foco» de nuestra mente con otros focos que existen en nosotros, sea al nivel del sentimiento, sea al nivel de la intuición, de la sensación, de lo que sea; y cuando mantenemos esa atención sostenida, entonces se produce una penetración de nuestro foco mental dentro de este otro sector, del sentimiento o de la sensación, entramos en él, y al penetrar se produce el descubrimiento de unas fuerzas que transforman; transforman la mente, transforman la capacidad de vivir.

Ésta es la clave fundamental de todas las prácticas de vida interior. Y en ella tenemos la explicación del porqué hay tantas personas que con toda la buena voluntad del mundo, después de trabajar muchos años con diferentes prácticas -unas de tipo mental y otras de tipo devocional-, no consiguen un cambio fundamental en su interior, no se produce una transformación en ellas, no hay un descubrimiento de algo revolucionario, sino que simplemente la persona va envejeciendo en esa misma actitud de ir practicando algo, con muy buena fe pero sin esa eficacia transformante, porque no ha descubierto la práctica de la atención sostenida.

Si queremos que nuestra vida interior sea realmente vida, tenemos que aprender a ahondar en lo que está vivo: en nuestra mente es la atención, en nuestro campo emocional es el sentimiento y en nuestro cuerpo es la sensación y todas las funciones fisiológicas.

Y sólo viviendo este foco vivo de la mente que es la atención, junto con el foco viviente del sentimiento se produce el descubrimiento de lo que es realmente el sentimiento. Y se trata no sólo de un nuevo conocimiento sino de una transformación, una fusión, porque de la misma manera que la mente entra dentro del sentimiento, el sentimiento entonces entra también dentro de la mente. Y se descubre lo que hay detrás del sentimiento, lo que es en sí el sentimiento, en lugar de entenderlo (como hacemos ahora) según sus efectos o manifestaciones externas.

Actualmente conocemos nuestra vida por sus resultados, por sus productos, no la conocemos intrínsecamente, no la conocemos por lo que es en sí misma. Por eso podemos decir que no estamos viviendo nuestra vida sino que la estamos sufriendo, la estamos padeciendo; somos pacientes de la vida porque no estamos metidos conscientemente dentro de nuestro propio vivir.

Descubrimos que sentimos tal cosa, descubrimos que nos encontramos de un modo determinado, que nos suceden unas cosas, pero en este transcurrir de nuestra vida no nos vivimos como sujetos, no nos vivimos «dentro» de eso que vivimos.

Y si yo no estoy realmente dentro de lo que vivo, estoy fuera, y por eso me «encuentro» con eso que vivo, me «tropiezo» con ello.

Si yo estuviera dentro sería el sujeto de ese vivir; entonces habría una posibilidad real de manejar este vivir de un modo mucho más eficaz.

A. Blay

sábado, 11 de septiembre de 2021

El objetivo de la vida y dónde hay que buscarlo (A. Blay)

El sentido de la vida en su aspecto interno es llegar a una plenitud de conciencia, sea de un modo u otro, y en su aspecto externo, es expresar esa plenitud de conciencia a través de una plenitud de forma; aunque la expresión de la vida a través de las formas tiene siempre un carácter accidental y efímero, pues las formas son simplemente eso, una expresión, una manifestación. Solamente cuando se vive la vida en su misma fuente, allí de donde brotan todas las formas, es cuando se percibe que es más completa, más llena en sí misma.

La vida no tiene sentido por el hecho de dirigirse hacia un lugar determinado. Muchas veces nos preguntamos: ¿cuál es nuestro fin?, ¿hacia dónde nos dirigimos?, ¿a dónde iremos a parar?, como si el lugar hacia el que nos dirigimos nos pudiese dar por sí solo el verdadero sentido de nuestra vida actual. 
El verdadero sentido de la vida no está en el término de ella, sino en el instante presente, detrás de todas las necesidades, de todas las leyes y de todas las manifestaciones de la vida misma.

No hemos de apoyarnos en el futuro ni en el pasado para descubrir el sentido que pueda tener nuestra vida, puesto que el pasado y el futuro sólo son imágenes en nuestra mente y sólo el presente tiene plena realidad. La verdad de nuestra vida la hemos de descubrir ahondando en el presente.

Este ahondar en el presente es realmente lo único que nos permitirá llegar al fondo, a la fuente misma de la vida, más allá del tiempo y del espacio, más allá del pasado y del futuro, más allá de toda manifestación concreta. Allí es donde encontraremos lo único que da un significado pleno y total a cada uno de los instantes y a cada una de las formas a través de las cuales se va manifestando la vida.

Las formas, lo exterior, nos puede dar una cierta satisfacción y plenitud, pero será siempre de un modo muy relativo. Puedo comer mucho de lo que más me agrade, y sentirme muy satisfecho. Pero llega un momento en que ya no puedo comer más, mi apetito tiene un límite y comer más me causa repugnancia. Para mí es ya un mal.

Lo mismo que ocurre con ese ejemplo, sucede absolutamente con todas las cosas externas que dan plenitud, porque la procuran no a nuestra conciencia profunda, sino a nuestros mecanismos, a nuestras formas. Puedo llegar a acumular muchos datos, tener muchos conocimientos científicos y cada vez que voy adquiriendo más me siento más satisfecho, si mi tónica personal me induce al desarrollo mental, pero llegará un momento en que me daré cuenta que esto no puede darme la plenitud, porque ésta no se obtiene con la cantidad sino que es una cuestión de profundidad, consiste en llegar al centro, y la acumulación nunca conduce al centro.

En el afecto ocurre exactamente igual. Hay muchas personas, la gran mayoría, que toda la vida se la pasan amando mucho y sufriendo mucho por ello sin llegar nunca a la plenitud. ¿Por qué?, porque algo hay en esas personas que les impide que su afecto les sirva de camino que las conduzca al centro. Tienen momentos plenos, apasionados, exaltados, magníficos, pero les sucede lo que expusimos en el ejemplo de comer, aunque en otro plano superior.

Se consigue así la satisfacción de algunos niveles de nuestra estructura humana: la del nivel biológico, por ejemplo, a través de los alimentos y de las sensaciones agradables, la del nivel afectivo a través de sentimientos y emociones de cariño. Y aunque el hombre precisa de estas cosas y su uso es normal y legítimo, no obstante, no llegan a producir en él una plenitud auténtica, estable, profunda, porque suelen utilizarse solamente para satisfacer unos mecanismos, para llenarlos y saturarlos como si fuera a presión. Y así no se puede alcanzar la plenitud verdadera. Porque la plenitud verdadera no es la que sacia los mecanismos, sino la que a través de ellos nos conduce hasta el centro mismo que los anima y sustenta.

Nuestra vida es un proceso centrífugo, va constantemente del centro a la periferia, y toda explicación de lo que ocurre en la periferia la hemos de buscar en el centro. El no darnos cuenta de esta verdad es la causa de que no encontremos la verdadera plenitud y felicidad. Es un problema que radica en nuestra pequeñez mental que nos impide tener una visión del conjunto. 
En la medida que nuestra mente, a causa de su cortedad de visión, se fija límites y objetivos estrechos no puede lograr más que satisfacciones momentáneas que, además, prontamente le producen una saciedad y le obligan a buscar nuevos estímulos y objetivos. Porque al fin y al cabo ninguno de estos pequeños objetivos es el auténtico, sino sólo aspectos parciales de la plenitud central que buscamos y que en el fondo es la que nos motiva y nos empuja.

A. Blay


miércoles, 8 de septiembre de 2021

Nuestro trabajo: atención y apertura


 Si todo el mal reside en el empequeñecimiento, en la rigidez mental, en el alejamiento del centro y en la superficialidad en que nos hemos encerrado, es evidente que lo único que nos puede redimir, el único medio para redescubrirnos, para volver a ser nosotros mismos, es una doble actitud: de apertura y de atención, porque esto sigue la dirección inversa de lo que nos está ocurriendo. Si estamos cerrados y oscuros, para corregirnos tendremos que abrirnos y estar más despiertos. 

Esta es la clave de la combinación de la puerta de nuestra mente. Si aprendiéramos a estar más abiertos ensancharíamos nuestro horizonte y si aprendiéramos a estar más despiertos descubriríamos mejor la naturaleza de todo cuanto existe dentro y alrededor nuestro. Pues no se trata de adquirir nada más, sino simplemente de descubrir lo que existe. Para eso se requieren sólo dos cosas: abrir y mirar. Y para poder mirar claro hay que estar mentalmente despiertos. O sea, que realmente lo que nos falta es cultivar más y mejor lo que ya tenemos: saber mirar y saber abrir. Puntualicemos estas dos cosas por partes.


A) Atención

En primer lugar hablemos sobre el mirar. Todo cuanto nosotros conocemos es en virtud de nuestra capacidad de toma de conciencia. Nuestro foco mental se dirige hacia fuera, hacia dentro, hacia arriba o hacia abajo y toma conciencia de algo que vive como realidad, sea una idea, una percepción exterior, un sentimiento muy elevado, lo que sea. Nuestra mente normalmente está adormilada, funcionando a media luz. 
Lo primero que hemos de aprender a hacer es que nuestro foco de atención, que es el instrumento que nos sirve para tomar conciencia de todo, para darnos cuenta de todas las cosas, luzca más, pues ahora está funcionando a un potencial bajísimo. En otras palabras, tenemos que despertarnos más, hemos de estar más lúcidos.

Observemos los hechos. 
Todos podemos constatar que ahora mismo, si queremos podemos estar un poco más abiertos, más despiertos, más lúcidos, más atentos, sólo un poco más. Este poco podemos vivenciarlo cada uno de nosotros. Mas, ¿por qué estoy unos ratos más lúcido, más despierto, y otros más dormido, más distraído y oscuro? 
Sencillamente porque estoy dejándome llevar de la inercia, de los hábitos que he adquirido, porque en la vida corriente he comprobado que viviendo así voy tirando y saliendo de apuros y que, además los demás viven también así. Si los demás fueran más rápidos que yo, me acostumbraría a estar atento y procuraría ser tan rápido como los otros. Si los demás fueran más listos que yo, me esforzaría en ponerme a su altura. Habría un estímulo externo que me obligaría a dar de mí mismo el máximo rendimiento en este sentido de estar más despierto. Pero como he encontrado ya mi «modus vivendi» mi fórmula de equilibrio social aunque no me guste, aunque me queje de ella, voy tirando, y me quedo amodorrado, adormilado en mi postura cómoda pero incompleta. Claro, la gran ventaja nuestra es que hemos adquirido hábitos y cuantos más hábitos y mejor adquiridos están, más tranquilos vivimos y menos hemos de pensar, porque todo se hace automáticamente.

Pero es que los hábitos aunque son necesarios para que podamos hacer una cosa y atender a otra, no han de servir para ponernos a dormir encima de ellos. Hemos conseguido la gran ventaja de adquirir unos hábitos para tratar a la gente, para contestar al teléfono, para ir por la calle, para conducir, y gracias a ellos, en lugar de despertarnos más o atender a otras cosas, lo aprovechamos para vivir dormidos.

El que tenga sincero anhelo de encontrar algo más real, más sustantivo en sí mismo y en la vida, ha de saber bien que lo primero que ha de hacer es despertarse, aprender a vivir al máximo su potencial de atención consciente. Y esto no en un momento de peligro o en una situación apurada, sino en cada instante de su vida.
No hay absolutamente ningún motivo para que la conciencia en unos momentos esté muy clara y en otros muy oscuros. Si tengo interiormente el mismo potencial, éste lo he de actualizar y ha de ser para mí una constante. 
He de aprender a estar todo yo presente a mí mismo, todo yo despierto y lúcido en cada instante, aunque lo que esté haciendo sea liar un cigarrillo o tumbarme para descansar. 
¿Por qué cuando estoy tumbado he de dejar de ser plenamente consciente?, ¿por qué he de estar interiormente durmiendo?, ¿por qué no puedo estar todo yo plenamente consciente y presente al hecho de que me estoy durmiendo? 
Esto se puede hacer; ¿por qué no he de aprender a tomar conciencia clara, lúcida, todo yo, de cualquier cosa que esté haciendo, sea soñar, reír, gozar, llorar, tener miedo o lo que sea?

Si nos miramos un poco, veremos que nuestra mente sufre un apagón casi constante. Por eso, repito, la primera providencia de quien quiera trabajar es despertarse y aprender a hacer que su mente esté funcionando con la máxima amplitud que sea capaz de dar de sí, con el máximo potencial. Que no parezca una bombilla de diez o quince bujías si tiene un potencial de doscientos.

Esto no quiere decir que uno esté siempre con los ojos muy abiertos para que no se le escape nada. La atención es un estado interior, no es en absoluto un gesto exterior. La atención es el resultado de actualizar todo yo mi capacidad de conciencia interna, no de poner toda mi capacidad hacia fuera. Es tenerla actualizada, vivirla, ser consciente de ella. En un momento dado necesitaré proyectarla hacia fuera y en otro momento tendré que dirigirla hacia adentro. Esto es secundario.
Lo importante es que en todo momento la luz esté funcionando con los doscientos watios, no que lo haga unos ratos a doscientos, otros a quince y otros a veinticinco.

Ahora bien, esto sólo se puede conseguir mediante una práctica sistemática, y una repetición incesante del gesto de despertarse, de estar más presente a sí mismo en todo momento.


B) Apertura

El segundo remedio básico contra nuestra identificación y nuestro egocentrismo es aprender a estar más abiertos. ¿Qué quiere decir esto? 
Justamente lo contrario de estar crispado, cerrado. Estar abierto es vivir en una actitud suelta, con un gesto interior de máxima apertura mental y afectiva. Es un estado de relajación psíquica, aunque la palabra relajación tiene sus connotaciones a veces negativas de pasividad o inercia, que se oponen a la verdadera apertura.

Nos crispamos siempre que tenemos miedo. Y lo malo es que después nos crispamos ya sencillamente porque estamos acostumbrados a hacerlo y aunque haya desaparecido el miedo nos mantenemos en la actitud interior de quien ve constantemente peligro en algún sitio. La crispación no lleva nunca consigo una mayor capacidad defensiva ante el peligro. Al contrario, en los momentos de peligro la crispación produce un estado de ceguera mental. 
Sólo una mente abierta permite ver e intuir soluciones, recoge más datos y por lo tanto puede extraer del interior mayor número de posibles soluciones. Así que, incluso ante situaciones de peligro, en lugar de querer huir -reflejo que todavía nos queda de nuestra infancia y que nos empuja a huir de las situaciones y a replegarnos y cerrarnos- hemos de aprender a tomar conciencia clara de las cosas, pues ésta es la única forma de poder manejarlas bien.

Evitemos este gesto automático de regresión a nuestros mecanismos infantiles, no nos cerremos ni nos crispemos. Abrámonos y mantengámonos abiertos. Tenemos miedo de hacerlo porque confundimos el abrirnos con el estar pasivos frente al ambiente, el ser generosos con el no controlar nuestras reacciones sentimentales. Aquí se trata de estar abierto al mismo tiempo que estar perfectamente lúcido. Y si estamos plenamente lúcidos nunca saldrá ni la más pequeña reacción que no sea conveniente o que no esté adecuada a la situación.

Es preciso reeducarnos en abrir la mente y el corazón a la vez que mantenemos la atención más despierta, siempre actualizada, renovando una y otra vez esta actitud de estar despierto. Entonces, cuando se aprende a vivir manteniendo esta apertura y este estar continuamente despierto, se produce un fenómeno extraordinario: el de la penetración interior. 
No hay que hacer nada más que estar despierto, muy despierto y abrir y aprender a mantenerse abierto. Y entonces empiezan a aparecer de un modo directo, constante, sin necesidad de ideas ni de opiniones, de un modo evidente, transparente, todos los contenidos que hay en nuestro interior; y detrás de estos contenidos -muchos de los cuales son resultado de embrollos anteriores, de cosas a medio liquidar- viene la luz, la fuerza, la fuente misma de nuestra realidad.

Así que la única forma de penetrar es aprendiendo a mantener este sencillo gesto de abrirnos y de permanecer con la máxima lucidez de nuestra mente, que no piensa sino que mira, que está consciente, que observa.

Antonio Blay
www.centroelim.org




viernes, 20 de agosto de 2021

La atención. Observación consciente.


 Lo primero para liberarnos de la identificación inconsciente, consiste en hacerla consciente, dar un paso atrás, que nos permita tomar distancia de la experiencia y así poder observar los pensamientos, creencias, formas de concebir la realidad. La solución para salirnos del sufrimiento y del dolor, está en el despertar del sueño, recuperar nuestra identidad esencial. La clave está en la atención sostenida.

La atención, es la facultad de dirigir la mente a algo, de ser conscientes intencionalmente; así como la consciencia es el hecho de simplemente darse cuenta de algo, la atención es el hecho de percatarnos de ello de un modo intencional. 
Esta dirección del foco de nuestra mente hacia algo, la atención, la venimos ejerciendo hace años, pero no la perfeccionamos, cambiamos constantemente el objeto de atención (necesidades, obligaciones diarias, etc.) y esto nos parece lo normal, a veces estamos atentos, y otras distraídos. La podemos dirigir hacia fuera, hacia adentro, hacia arriba, hacia la atención misma.
 He de descubrir que, la atención, soy yo mismo y que si en lugar de estar atento sólo a las cosas, estuviera a la vez atento a la atención, me acercaría más a la consciencia de sujeto, a la lucidez que hay en nuestro ser profundo. 

No se trata de introspección, ni tampoco de concentración, sino simplemente de tomar consciencia del gesto de estar atento, mirando hacia su raíz y no solamente hacia su proyección exterior. 
Si queremos mirar la atención, hemos de mirar dentro de la mente, y desde ahí podemos ser conscientes de lo que vemos fuera y del sujeto que está mirando, ampliamos nuestra consciencia, nuestro campo mental, y así lo que percibimos y el sujeto que percibe, forman una unidad.

 En la práctica de la atención, es importante no volverse de espaldas al exterior, el gesto es de apertura, para abarcar más, conviene llevar la práctica a cada momento de la vida, incluso si estamos aburridos, o descansando, porque yo como realidad estoy constantemente allí. 
Esta técnica básica y simple, produce la conexión de nuestra mente consciente con el centro, y una integración con toda la personalidad.
Si sólo trabajo una disciplina aislada, ejemplo sólo la meditación, o sólo el estudio filosófico, etc., ahondo sólo en un nivel de la mente; en cambio, la atención constante, integra paulatinamente todos los contenidos y esto, es muy importante para la salud mental y la realización espiritual. 

Es importante el equilibrio de la personalidad, porque de lo contrario, cuando venga un nuevo torrente de energía, una nueva expansión de consciencia profunda o superior, puede producirse un trastorno en algún sector de la personalidad que esté menos sólido y menos equilibrado.

El desidentificarse de una situación, supone despegarse, desprenderse de ella, porque nos impide vivir en equilibrio y no supone actuar hacia fuera, modificando el exterior, sino un trabajar hacia dentro, desviando la atención del objeto que nos altera y dejando pasar tiempo para enfriar las emociones y, al recuperar el silencio interno, la calma, poder actuar correctamente, es aflojar la relación interna de dependencia con lo que sucede. 

El desapego con mayúsculas se da cuando reconocemos nuestra identidad esencial, al ser que está más allá del tiempo, trascendiendo al ego. Para descubrir mediante la atención, esta realidad que somos, nos hemos de valer de la mente. La mente por un lado es un obstáculo, y por el otro, es ayuda, instrumento primordial. Es un obstáculo, por la manera rígida, tensa, acelerada y superficial a que está acostumbrada a funcionar, porque necesita constantemente atender necesidades y exigencias del exterior, que son de gran valor para la persona, que no sólo pone interés e inteligencia en solucionar sus problemas, sino que también pone miedo, ansia y hasta desesperación, quedando envuelta en mecanismos afectivos que son una traba. Al estar acostumbrada a pasar de un objeto a otro con rapidez, sin ahondar, sin ver con profundidad, con serenidad, cuando queremos comenzar a silenciarla, cuesta mucho trabajo. Otra causa que la convierte en un obstáculo, es que buscamos solucionar todos los problemas a través del pensamiento y el lenguaje, como lo hacemos con los problemas del mundo exterior; pero nuestra realidad interior, no podemos descubrirla mediante el pensamiento, sino por medio de otra de las muchas capacidades que tiene la mente que es la lucidez de nuestro intelecto, la atención sostenida, que nos permite ahondar, descubrir cosas nuevas y es la que se necesita para un trabajo interior.


Diferencia entre mirar y pensar.

Hay una gran diferencia entre estar atentos y razonar sobre algo. Al razonar, estamos juzgando, valorando, seleccionando; pero cuando simplemente miro algo, cuando aprendo a dirigir mi atención de una manera sostenida sobre algo, manteniendo esta actitud, es cuando puedo llegar a ver. 
Hay que educar la mente para que aprenda a mirar sin razonar, a fijar nuestra atención muy clara, muy despierta, muy lúcida, en un acto simple de mirar, porque ahí está la clave más importante para entrar en el mundo interior, en este mundo oculto, de posibilidades inmensas que hay en nuestra mente y en nuestro corazón. 
Luego, si conviene, podremos razonar, ya que no se trata de renunciar a nuestro juicio crítico, sino simplemente que cuando se trate de mirar, miremos. Manteniendo esa actitud de atención sostenida, se produce un fenómeno extraordinario: la mente adquiere la capacidad de entrar dentro de la cosa que mira, la capacidad de penetrar, esta es una de las principales diferencias entre el mirar y el pensar.

Con el pensar, sólo representamos las cosas por medio de ideas, interrelacionamos información, llegamos a ciertas conclusiones, imaginamos, formulamos hipótesis, fantaseamos, etc. 
El pensamiento se alimenta de la experiencia de vida acumulada en la mente a través de los sentidos y parte de la idea errónea de la identificación con la mente y el cuerpo. El pensamiento es útil utilizado para cosas puntuales, y es negativo cuando se hace dueño de nuestras vidas… 
Hay pensamientos negativos, impregnados de culpabilidad, crítica, miedos, moralidad, de estrategias del ego para imponerse a otros, cargados de conceptos religiosos que no se han visto a fondo, aparenciendo la idea del bien y del mal, etc. 
También hay pensamientos nobles de amistad, amor, plenitud, justicia social, esperanza, ayuda desinteresada, de belleza, de perdón, etc., que no nos alejan de la realidad, de la esencia, sino que nos acercan. 
Se trata de utilizar el pensamiento en su medida apropiada, trascender los pensamientos negativos, que vienen del ego y la idea que hay alguien que piensa; porque lo que soy, no es pensamiento, ni memoria, ni nada de lo que vivo con la mente. 

Soy el testigo inalterable, la presencia constante, más allá de lo que pienso.

El mirar es un acto simple, directo, eficaz, porque lo que veo, es lo que hay; puede que vea poco, porque la mente esté muy llena de cosas o porque no tiene la costumbre de mirar directamente, pero lo que veo, es lo auténtico, lo que tiene valor para mi. 
 Es fácil confundir el mirar y el ver lo que hay, con el juicio de valor y la conclusión que hacemos de lo visto. En el mirar, nos reconocemos como fondo aparte y anterior de las cosas. Generalmente, en la vida diaria, miramos y simultáneamente interpretamos lo que vemos, le ponemos etiquetas, sin diferenciar la parte intelectiva de lo que son las interpretaciones, conclusiones, hipótesis, etc. que formula la mente. 
El mirar, tiene la capacidad de ver la verdad de las cosas directamente, porque ese mirar surge desde el fondo de vida que somos. 
Mediante el mirar, podemos investigar y distinguir entre lo real y lo ilusorio, lo que vivo y lo que siento, cómo es mi personalidad, cómo se ha formado mi estructura psicológica, qué miedos, deseos, culpas, rencores, envidias, celos, agresividad, etc., hay acumulados en mi mente personal. 
Hay que mirar sin engaños y sin juicios, y luego de descongestionar esto, viene otra fase del mirar y es el qué soy como existencia, y en esta fase, también es indispensable que el mirar sea transparente, porque allí dentro, no hay posibilidad de interpretación, de lo contrario ya no es verdad, y por último, llega el descubrimiento de quién soy yo, y en esta fase, hasta el ver se reabsorbe en sí mismo, en su fuente; pero antes se descubre que ver, mirar y ser, es lo mismo, que no hay separación, ni diferencia. 
Ese ver es pura luz de inteligencia o consciencia cubierta por muchos errores de identificación con el cuerpo, mente y las consecuentes interpretaciones.

El mirar con perspectiva ayuda a la desidentificación como objeto y a reconocerse como sujeto observador de todo acontecimiento. El mirar sin interpretaciones mentales, va disolviendo los errores causantes del sufrimiento, porque uno se da cuenta que no es lo que ve, sino el ver mismo.


lunes, 2 de agosto de 2021

Todos los problemas son ilusiones de la mente. (E. Tolle)

 

_ No veo cómo puedo ser libre ahora. Tal como están las cosas, estoy muy descontento con mi vida actual. Ese es un hecho y estaría engañándome a mí mismo si tratara de convencerme de que todo está bien cuando definitivamente no lo está. Para mí, el momento presente es muy infeliz; no es liberador en absoluto. Lo que me mantiene en la marcha es la esperanza o la posibilidad de algún progreso en el futuro.

_ Usted cree que su atención está en el momento presente cuando en realidad está completamente ocupada por el tiempo. Usted no puede ser al mismo tiempo infeliz y completamente presente en el Ahora.

A lo que usted se refiere como “su vida” debería llamarse con más exactitud su “situación vital”. Es tiempo psicológico: pasado y futuro.

Algunas cosas en el pasado no salieron como usted quería. Usted aún se resiste contra lo que ocurrió en el pasado y ahora se está resistiendo a lo que es.

La esperanza es lo que lo mantiene en marcha, pero la esperanza lo mantiene concentrado en el futuro y este enfoque continuo perpetúa su negación del ahora y por tanto su infelicidad.

– Es verdad que mi situación vital presente es el resultado de cosas que ocurrieron en el pasado, pero de todas formas es mi situación presente y lo que me hace infeliz es estar atascado en ella.

Olvide su situación vital por un rato y preste atención a su vida.

– ¿Cuál es la diferencia?

_ Su situación vital existe en el tiempo. Su vida es ahora.

Su situación vital es material de la mente. Su vida es real.

Encuentre la “puerta estrecha que conduce a la vida”. Se llama el Ahora. Reduzca su vida a este momento.

Su situación vital puede estar llena de problemas -la mayoría de ellas lo están- pero descubra si tiene algún problema en este momento. No mañana o dentro de diez minutos, sino ahora.

¿Tiene algún problema ahora?.

Cuando usted está lleno de problemas, no hay espacio para que entre algo nuevo, no hay espacio para las soluciones. Así que siempre que pueda, abra algo de espacio, para que pueda descubrir la vida que hay oculta en su situación vital.

Use sus sentidos plenamente. Esté donde está. Mire a su alrededor. Mire solamente, no interprete. Vea la luz, las formas, los colores, las texturas. Sea consciente del espacio que permite que todo sea.

Escuche los sonidos; no los juzgue. Escuche el silencio que hay bajo los sonidos.

Toque algo -cualquier cosa- y sienta y reconozca su Ser.

Observe el ritmo de su respiración, sienta el aire que fluye hacia adentro y hacia fuera, sienta la energía de la vida dentro de su cuerpo.

Deje que todo sea dentro y fuera. Permita la condición de ser de todas las cosas. Avance profundamente hacia el Ahora.

Usted está dejando atrás el mundo mortal de la abstracción mental, del tiempo. Usted está librándose de la mente loca que le drena la energía vital, y que está envenenando y destruyendo lentamente a la Tierra. Usted está despertando del sueño del tiempo al presente.

– Siento como si me hubiera quitado un peso de encima. Una sensación de levedad. Me siento claro… pero mis problemas están todavía aquí esperándome, ¿no es cierto? No se han resuelto. ¿No estoy evadiéndolos sólo temporalmente?.

_ Si usted se encontrara en el paraíso no pasaría mucho tiempo sin que su mente dijera “sí, pero…”.

En últimas, no se trata de resolver sus problemas. Se trata de darse cuenta de que no hay problemas. Sólo situaciones que manejar o que dejar así y aceptar como parte de la condición de ser del momento presente hasta que cambien o se puedan manejar.

Los problemas son creados por la mente y necesitan el tiempo para sobrevivir. No pueden sobrevivir en la actualidad del Ahora.

Concentre su atención en el Ahora y dígame qué problema tiene en este momento.

No recibo ninguna respuesta porque es imposible tener un problema cuando su atención está completamente en el Ahora. Una situación que debe manejarse o aceptarse, sí.

¿Por qué convertirla en un problema? ¿Por qué convertir cualquier cosa en un problema? ¿No es la vida un reto suficiente como es? ¿Para qué necesita los problemas?.

A la mente le encantan inconscientemente los problemas porque le dan a uno una suerte de identidad. Eso es normal y demente.

“Problema” significa que usted se detiene en una situación mentalmente sin que haya una verdadera intención o posibilidad de actuar ahora y que usted inconscientemente lo está convirtiendo en parte de su sentido de identidad. Usted se siente tan abrumado por su situación vital que pierde su sentido de la vida, del Ser. O carga en su mente el peso absurdo de mil cosas que tiene o tendría que hacer en el futuro en lugar de enfocar su atención en la única que puede hacer ahora.

Cuando usted crea un problema, crea dolor. Todo lo que se necesita es una simple elección, una simple decisión: no importa lo que pase, no crearé más dolor para mí mismo. No crearé más problemas. Aunque es una decisión sencilla, también es muy radical. Usted no tomará esa decisión a menos que esté verdaderamente cansado. Y no será capaz de llevarla a cabo a menos que acceda al poder del Ahora.

Si usted no crea más dolor para sí mismo, no lo crea para los demás. Tampoco contamina esta hermosa Tierra, ni su propio espacio interior, ni a la psique humana colectiva con la negatividad de la fabricación de problemas.

Si usted ha estado alguna vez en una situación de vida o muerte, sabrá que no era un problema. La mente no tuvo tiempo de tontear y convertirla en un problema. En una verdadera emergencia, la mente se detiene; usted se hace completamente presente en el Ahora y algo infinitamente más poderoso toma el control. Por eso hay muchos informes de personas comunes y corrientes que repentinamente son capaces de actos increíblemente valerosos. En cualquier emergencia, o usted sobrevive o no. En cualquier caso, no es un problema.

Algunas personas se enfadan cuando me oyen decir que los problemas son una ilusión. Estoy amenazando con arrebatarles su sentido de quiénes son. Han invertido mucho tiempo en un falso sentido de identidad. Durante muchos años, han definido inconscientemente toda su identidad en términos de sus problemas o de su sufrimiento. ¿Qué serían sin ellos?

Mucho de lo que la gente dice, piensa o hace está motivado en realidad por el miedo, que por supuesto siempre está ligado con enfocarse en el futuro y no estar en contacto con el Ahora. Puesto que en el Ahora no hay problemas, tampoco hay miedo.

Si surgiera una situación que usted debe solucionar ahora, su acción será clara e incisiva si surge de la conciencia del momento presente. También es más probable que sea efectiva. No será una reacción que surge del condicionamiento pasado de su mente sino una respuesta intuitiva a la situación.

En otros casos, si la mente ligada al tiempo hubiera reaccionado, usted encontraría más efectivo no hacer nada, simplemente permanecer concentrado en el Ahora.

El Poder del Ahora- E. Tolle

domingo, 25 de julio de 2021

La verdadera Fuerza


Es esta fuerza profunda que hay, esta inteligencia y esta realidad, es eso lo que realmente me hace funcionar, es eso el verdadero sujeto mío, el que yo intrínsecamente soy; es eso la verdad, el poder, la inteligencia..., de mí. Así, pues, es necesario que yo me dé cuenta que lo real no es lo que yo «tengo», sino que es lo que se expresa en mí y como mí, en la medida en que yo me abro. Y descubrir de una vez por todas que el yo-idea es un engendro hecho por la propia mente y que no tiene ninguna identidad propia. Por lo tanto, que toda pretensión, de hacer, de conseguir, de tener, es eso, una pura pretensión, una fantasía. Nosotros no hemos de crear la realidad, ya está creada; no podemos ser autores de nada que tenga un valor auténtico, eterno; somos sólo la expresión de Eso.


Y eso que es eterno es nuestra base, nuestro fundamento, nuestra identidad. Le llamamos identidad cuando se vive como conciencia profunda individual. Y le llamamos «Dios» cuando eso lo vemos como una totalidad, como una cosa infinita más allá de la individualidad.

Así, la realización consiste en permitir que lo que es real funcione en mí, que lo que es inteligencia funcione en mí, que lo que es felicidad funcione en mí; (y no que lo que yo llegue a tener, a poseer o conseguir, realice aquello a lo que aspiro).

Más adelante descubriré que aquello es realmente el verdadero yo. Pero como estoy acostumbrado a llamar «yo» a este nombre y a esta forma de mi personalidad, entonces lo que en mí es auténtico, real, aparece como si no fuese yo.

Mas cuando vivimos la conciencia profunda vemos claramente que no tiene nada que ver con el yo de cada día; sin embargo, yo soy más yo que nunca.

Muchas veces cuando queremos trabajar (de un modo o de otro) y queremos conseguir algo determinado, la acción se produce desde nuestra parte frontal, limitada. Pero la realización consiste en descubrir que hay una inmensidad que ya existe, en la cual y de la cual nosotros existimos. Es permitir que este torrente de inteligencia, de poder y de amor, se exprese en nosotros y, por decirlo así, nos absorba; absorba la pretensión de ser «yo, fulanito de tal».

Es permitir que lo que es grande, que lo que es total, lo invada todo; que me absorba, que me funda, que me disuelva...; de hecho no me disuelve nada, es puramente la pretensión, la ilusión, la fantasía que tengo en mi mundo de ideas lo que se disuelve.

Es permitir que lo que es la verdadera identidad la sea del todo, y en todo. Eso es dejarse invadir; es dejar que el fondo se exprese en la superficie; que lo que es inmenso se exprese en lo que es pequeño. Y este es el juego.

Antonio Blay


jueves, 22 de julio de 2021

El amor


Amor es un nombre demasiado genérico al que pueden darse (y se dan) muchas interpretaciones. Generalmente cubre todo lo que son manifestaciones de un sentimiento benévolo, de un sentimiento de afecto, de un sentimiento y de una voluntad al bien en relación con otra persona o en relación con todo lo que existe. 

O sea, normalmente, el amor se refiere a un modo de relación. Pero yo diría que el amor en su sentido más genuino no es esto. Yo diría que este modo de relación es la consecuencia del amor. Yo diría que el amor de algún modo es algo inherente, intrínseco, a nuestra realidad más profunda, más íntima, y sólo cuando esta realidad íntima, profunda, de uno mismo se abre paso, entonces es cuando se manifiesta en esta relación que llamamos amor. 

Pero si no existe esta movilización o actualización de este núcleo central, entonces nada podrá hacer que mi modo de actuar sea realmente amor, aunque lo imite.


El amor es la conciencia de unidad, conciencia de unidad en mi interior conmigo mismo, cuando yo en mi interior tengo una conciencia simple y única que lo incluye todo. Pero a la vez es conciencia de unidad en relación con todo, porque de Unidad sólo hay una. 
Esta conciencia del Ser que en sí lo contiene todo, que en sí se expresa a través de todo, que en sí lo reúne todo, es esa plenitud de Ser, es esa conciencia subjetiva del Ser, que luego se manifestará exteriormente con esa constante tendencia a relacionar, a unificar, a hacer semejante todo lo que es diferente, a aproximar todo lo que es distante. Pero esa relación es sólo una consecuencia.

El amor es la conciencia subjetiva de Ser. No esta noción subjetiva de ser muy inteligente, muy intelectual, sino cuando la conciencia puede estar centrada en ese núcleo central de Ser. Cuando la conciencia deja de estar ausente de su centro; cuando deja de intentar vivir lo exterior en sustitución de ese centro.

El amor es lo que intuimos nosotros como el estado perfecto, como la realización subjetiva perfecta, óptima. En este sentido, Amor es igual a gozo, alegría, belleza, armonía, felicidad, plenitud. Y esta es nuestra naturaleza intrínseca profunda; así ¿qué es lo que nos impide vivir, ser eso que realmente somos, realizar eso que somos? 

Yo diría que hay tres factores que son los que aparentemente tienen la responsabilidad de que no vivamos esa plenitud que es nuestra propia naturaleza.


Factores contrarios a la vivencia del amor

1. Falta de crecimiento.

Esta carencia ocupa el primer lugar. Lo que significa que como nuestra conciencia se va desarrollando a medida que nosotros vamos ejercitándola a través de nuestra facultades y de nuestras funciones en las experiencias del vivir, en la medida que esta vida que vivimos es pobre, es limitada y está por debajo de nuestras posibilidades (muy por debajo de nuestras demandas), entonces no se puede llegar a vivir una plenitud -la plenitud posible en el momento-, porque no hemos potenciado, no hemos actualizado, nuestra capacidad de vivir, de ser conscientes (la que realmente tenemos en este momento); es decir, es una vida pobre, falta de desarrollo.

Los otros factores también son muy importantes porque de un modo u otro nos afectan a todos. Son el temor y el odio, porque son las dos formas que se contraponen al amor.


2. El temor

Este es siempre la consecuencia de un insuficiente desarrollo del amor; allí donde hay amor no hay temor. En la medida en que hay temor no hay sitio para el amor, en esa misma medida. La persona que se lamenta de tener miedos, que se da cuenta de los miedos que tiene (aunque nos cuesta mucho darnos cuenta de todos los miedos que tenemos), ha de saber que esos miedos son una expresión directa de una falta de amor, en aquellas formas o desde aquellas formas que señalan los miedos. 
La persona puede amar mucho en otros momentos, a través de otros sectores de la personalidad; pero allí en aquellas zonas interiores o en relación a los aspectos de la vida donde uno siente temor, que sepa que es porque allí no hay suficiente amor, no se ha ejercitado activamente el amor en aquella dirección. 
El amor, ejercitado, desarrollado, elimina totalmente el temor. Ya se ve que en este sentido el amor ha de tener una característica de fuerza, de potencia. No hemos de confundir el amor sólo en el aspecto sentimental, la cual es una faceta expresiva del amor. El amor tiene un sentido de plenitud, de afirmación total; y esto implica una gran concentración subjetiva de energía.


3. El odio.

Este es el otro aspecto que se opone al amor. Quizá sorprenda la palabra odio, que es fuerte, porque muchas personas dirán que no sienten odio, que no tienen odio contra nadie, al contrario; pero es que el odio es algo muy particular que sabe esconderse y adoptar muchas formas que lo hacen irreconocible muchas veces.

¿Qué es el odio? El odio es un amor que se cierra en una fórmula mental muy pequeña, egocentrada, y que tiende a convertir algo del individuo en absoluto; y por lo tanto, que tiende a excluir a todo el resto. O sea, no existe una polaridad amor-odio en un sentido profundo, en un sentido último; en un sentido último sólo existe el amor. Pero en un sentido operativo en nuestra conciencia, en un sentido de manifestación en nuestro campo completo de experiencia, el amor puede adoptar la forma de odio cuando se centra en una unidad muy pequeña y excluye, rechaza activamente, todo lo demás.

Quizá alguien seguirá pensando «yo no tengo este rechazo activo para todo lo demás». Pero es necesario saber que una de las formas más frecuentes del odio se manifiesta como un sentimiento de culpabilidad. 
Cuando nosotros hacemos algo que nuestra conciencia nos dice que está mal hecho, se produce automáticamente un rechazo de uno mismo, una oposición contra uno mismo, un menosprecio..., además del dolor que pueda producir una transición hacia un propósito de cambio, etc. etc. Aquí lo interesante es ver esta reacción. 
Siempre que hemos hecho algo que está mal, eso produce en nosotros una autocrítica negativa, un rechazo de nosotros mismos. ¿Por qué me rechazo a mí mismo? No es que rechace aquello «malo», pues si yo rechazara aquello «malo» se acabaría el problema y no se produciría ninguna consecuencia negativa. El problema es que me rechazo yo.



El rechazo a uno mismo

¿Por qué me rechazo yo?

 Porque tiendo a vivir constantemente una idea de mi propio valor. Yo me estoy juzgando y valorando constantemente. Y este juicio y valoración que hago de mí, es en la mente que la hago; es la idea de mí. Esta idea de mí tiene una configuración determinada y tiende hacia un modo ideal que yo quiero llegar a ser, lo cual es otra idea. 
Entonces, cada vez que en mi experiencia se produce algo que se opone a ese yo ideal al que tiendo, al que deseo llegar, se produce entonces un rechazo, una protesta contra mí mismo por ir en contra de esta imagen. Es como si yo me valorara y me afirmara en la medida en que me veo acercarme a este yo ideal. Pero yo me critico y me menosprecio en la medida en que yo me alejo de él. Esto produce entonces un grado de odio, un grado posiblemente leve, pero que es odio; o sea, que lleva un signo totalmente negativo.

Hay algo de mí que yo quiero excluir, que quiero negar, y ese algo que quiero negar no es el defecto, sino la idea global de mí con el defecto. Y por esto, me rechazo a mí, por esto me deprimo, por esto tengo una baja en todo lo que es ánimo, en todo lo que es actitud abierta, activa, sintónica. Todo yo desciendo en mi capacidad de vivir, de comprender, de amar; se produce un descenso, un replegamiento.
 Es como si realmente yo fuera menos, porque yo me vivo como menos a causa de que me juzgo como menos. Por lo tanto, es el yo que está implicado, no un defecto, no un rasgo, no un error, es todo el yo que queda juzgado, del mismo modo que es todo el yo que queda aplaudido cuando surge algo en mí que va a favor de esta afirmación que busco. O sea que estamos viviendo las situaciones no tal como son sino que las estamos viviendo estando en juego el personaje, en función del personaje que queremos llegar a ser.

Así, es el rechazo de este personaje el que genera este grado de odio, y cuando se retiene dentro se convierte en un sentimiento de culpabilidad: «yo valgo menos, luego yo no merezco lo más»; de este modo, yo no puedo tener acceso a lo bueno en la medida en que yo me valoro y me siento como malo. Y es totalmente imposible que yo pueda llegar a vivir algo plenamente positivo mientras mantenga dentro de mí el menor grado de sentimiento de culpabilidad, porque yo mismo me estoy castigando, es mi propia mente que me impide aceptar nada que tenga un carácter totalmente positivo.

Si nosotros conseguimos eliminar el miedo y el odio, entonces el vivir el amor es algo completamente natural, inevitable.


¿Cómo se elimina este sentimiento de culpabilidad? 

Del mismo modo que se elimina el sentimiento de inferioridad. Hemos dicho que el temor (y el sentimiento de inferioridad es un modo de temor) se elimina cuando podemos amar en aquellas situaciones exteriores (o zonas interiores) en donde nosotros sentimos el temor.


Respecto a la culpabilidad es exactamente igual: que yo sea capaz de perdonarme a mí mismo.

Eso significa que el amor ha de superar al juicio de negación, que yo no he de mantener en alto este criterio de justicia inflexible que me he impuesto sino que permita que el amor sea más fuerte, más importante, que este rigor en este juicio personal.

Cuando yo consigo amar más que juzgar, entonces desaparece totalmente el sentido de culpabilidad.

Hay que amarse a sí mismo, no sólo amar a los demás, porque esta es una de las características del sentimiento de culpabilidad: pretender amar mucho a los demás, (porque uno se ama poco a sí mismo, o eso es lo que cree); se intenta compensar este sentimiento negativo de sí tratando de ser mejor para con los demás. Este es un juego que no se acaba nunca, porque la fórmula es incorrecta. Si el juicio lo hago sobre mí es este juicio que yo he de poder invalidar con una ley superior a la de la justicia rigurosa, y esta ley superior es la ley del amor, del amor, generosamente, para sí mismo.

No hay nada que justifique que nosotros vivamos negativamente, que nos sintamos negativamente. 

El amor es la plena presencia de mí, afectiva, ante toda situación. Y esto podemos tratar de hacerlo.

Antonio Blay


miércoles, 2 de junio de 2021

Aquí y Ahora- La única Realidad

   

       


Aquí y Ahora: La única Realidad, es un libro creado con Amor, las ilustraciones han sido meditadas para complementar los escritos de enfoques meditativos, autoconocimiento y conexión con lo que somos como Realidad.


Este libro es una invitación a salirse del automatismo en el que se suele vivir por haber sido educados así… como si la Realidad fuera lo que nos dice la mente programada, basada en los condicionamientos adquiridos, cuando la verdadera Realidad es la Conciencia, el momento Presente, que es el único instante en donde podemos actuar…

En el Ahora puedo conocer lo que funciona en mi personalidad, mis creencias adquiridas, mis patrones tóxicos, mis heridas, y en el Ahora puedo elegir sanar y funcionar de una manera más saludable acorde a mi naturaleza profunda Esencial, desde donde surge el amor, la paz, la plenitud, la inteligencia…

Aprender a vivir el Ahora, reduce los estados de angustia, tensión, ansiedad, inseguridad, estrés, tan común en nuestros días.

El contenido de este libro, es material reunido de apuntes de experiencias personales a lo largo de los años, sin intención, en principio, de hacer un libro con ellos. Estas vivencias son patrimonio de todos, pues cualquier persona lo puede experimentar, si siente la apertura y la necesidad de profundizar en lo que realmente Somos.

El despertar de la conciencia, ese “Darse cuenta de la Realidad”, no resuelve los problemas psicológicos inconscientes, con lo cual se requiere un proceso de trabajo interno de integración de la sombra (traumas, creencias limitantes, heridas de la niñez…) y una reeducación de la mente para poder expresar sin tantos filtros la Realidad descubierta que somos en Esencia.

Al hacerlo, vamos viviendo la Plenitud que somos independientemente que se presenten situaciones adversas en la vida, que son verdaderas oportunidades de aprender a integrar lo que aún nos queda por asimilar en esta experiencia de vida, dándonos cuenta que todo es transitorio… Poco a poco vamos aprendiendo a desidentificarnos de la personalidad, con sus automatismos y a vivir desde nuestra verdadera naturaleza Esencial.



¿Cómo puedes utilizar este libro?

El libro está pensado para que te regales un espacio de intimidad contigo mismo… abriéndolo en alguna página guiado por tu sabiduría profunda. Se trata de abandonar por un momento lo conocido, lo que sabes y abrirte a la lectura dejando entrar el mensaje en lo más profundo de ti…encontrarás un regalo de comprensión que inspirará este momento de tu vida.

Por motivos misteriosos y profundos has abierto el libro en esa página y no en otra… déjate inspirar por las palabras y las imágenes…luego aplica en tu vida lo comprendido como puedas ir haciéndolo, a tu ritmo único… La vida es un continuo aprendizaje.

Luz para tu mente, paz para tu alma.


Textos: Juana María Martínez Camacho

Ilustraciones: María Florencia Yossen Martínez

www.centroelim.org

Encargos e info.:  elim_libro@outlook.es

Telf.      65-39-36-074




miércoles, 27 de enero de 2021

Vivir la Realidad: vivir el presente


Vivir la realidad es eminentemente vivir el presente; es descubrir que sólo existe el presente y que el presente es una totalidad, y que ahora yo no estoy viviendo esa totalidad porque hay una parte de mi que está pendiente del pasado que llevo dentro no liquidado, y esa parte del pasado no liquidado que llevo dentro es la que se proyecta mecánica e inevitablemente en un deseo de futuro determinado, entonces, este juego de que mi pasado dentro se está proyectando hacia mi futuro, mi idea de futuro, está impidiendo que yo viva toda la realidad que soy, y que encuentre la plenitud en el presente.

Realizarse es eliminar toda esa carga, todo ese lastre que llevamos del pasado; y cuando eliminamos todo esto, la necesidad compulsiva de proyectar hacia el futuro desaparece, y entonces, la persona descubre la dimensión ilimitada del presente, del instante. Sólo existe el instante, pero estamos resbalando por encima de ese instante porque no tenemos disponibilidad interior para vivir la situación hasta el fondo y desde el fondo, entonces, esta inercia mecánica que está funcionando en mí, constantemente me hace interpretar el presente en función del pasado y proyectarlo en función del futuro y eso es una distorsión que me está impidiendo vivir mi propia realidad a fondo, ahora, mucho más la realidad de los demás y de las cosas, porque siempre el cristal estará empañado por un pasado que me está echando sus motas negras.

Lo que afecta a la mente no es el que existan percepciones y fenómenos de conciencia, lo que afecta a la mente son todas las cosas vividas que yo no he liquidado, son todos los asuntos pendientes, deseos y temores que subsisten dentro, todo lo que son experiencias no finiquitadas, o sea no vividas del todo, no digeridas del todo.

Cuando era pequeño y luego de grande porque ya lo he aprendido, cuando tengo una experiencia desagradable, procuro olvidarme de ella, cuanto más pronto mejor, entonces, busco un estímulo que me sustituya esa cosa desagradable y esto impide que yo viva aquella experiencia desagradable del todo, que haga la digestión mental de ello, entonces esto yo lo corto, quiero que no exista porque es desagradable, lo estoy inhibiendo y así corto su digestión consciente; esto quedará allí, cortado, inhibido, no seré consciente de ello, pero estará empujando desde dentro constantemente y se traducirá en una tendencia a desear o temer, según sea la experiencia.

Si es una experiencia de dolor proyectará en mí el miedo a todas las situaciones similares a esa, inevitablemente, sin saber por qué; si la experiencia es agradable proyectará mi deseo hacia esa experiencia agradable para que esta se repita una y otra vez. Como nuestra vida está llena de cosas agradables y desagradables que no hemos vivido a fondo, nuestra mente es un tejido, una red que está llena de cosas pendientes y es por eso que nuestra cabeza no para nunca, y esto viene de toda la agitación interior que hay constantemente y afecta hasta el dormir en profundidad, porque hay tal cantidad de material dentro que está tratando de liquidarse, incluso a nivel inconciente que no se puede llegar a descansar en profundidad.

Porque todo asunto interior que no se ha vivido totalmente, tiende a quererse vivir totalmente, entonces es esa dinámica interior que me está proyectando compulsivamente hacia algo, lo que interfiere; no es el recuerdo del pasado, es la agitación mental, emocional, vital que está implicando este pasado no completado, no vivido totalmente. Ej. Si yo he tenido problemas de sentirme disminuido, menospreciado, habrá en mí una absoluta necesidad de resolver esa situación, y resolverla definitivamente, porque sino, estaré repitiendo el mismo problema una y otra vez, y mientras yo no elimine la situación a fondo, eso actuará compulsivamente a pesar mío.

Extraído de una conferencia de A. Blay

jueves, 21 de enero de 2021

Eres...simplemente Eres...


 Vives identificado con un yo que piensa, que siente, identificado con tu nombre, tu ocupación, con tus ideas y actividades, con tus alegrías y tus tristezas, huyendo del dolor, buscando la satisfacción, proyectando afuera lo que no puedes aceptar en ti mismo…. 


  DETENTE UN INSTANTE….

puedes “girarte hacia adentro” y observar desde un lugar mas profundo de tu ser, puedes ir directamente a la fuente de donde esta surgiendo todo esto, la vida…puedes ser consciente de todos estos mecanismos de tu personalidad que te atan y arrastran en un sinsentido, puedes “salirte” de la mente que critica, que juzga, que analiza, que tiene las supuestas respuestas, unas respuestas que son mecánicas, condicionadas por tu historia personal…..puedes y tomarte este instante, estas a una respiración de tu Esencia, de la paz interna, del Testigo ecuánime, inafectado, desde donde puedes observar y comprender….
  
  Solo mantente en silencio interno, y a partir de ese silencio atestigua, observa tus pensamientos, tus sentimientos, tus acciones, tus intenciones, desde esa profundidad observa y experimenta que todo esta surgiendo desde allí con una calidad nueva, amorosa, aprende a expresarte desde allí, atravesando los condicionamientos de tu personalidad por medio de la comprensión profunda que no los eres….

  La calidad de tu vida, de tus acciones ser á muy diferente y comprenderás experimentalmente que simplemente Eres, y que todo está fluyendo, por lo que no tienes nada que hacer, todo surge espontáneamente desde allí, desde tu esencia…..

Juani