Realidad Esencial




REALIDAD ESENCIAL




Bienvenidos al blog donde investigaremos sobre la Realidad, sobre lo que realmente somos más allá de las apariencias e ilusiones, sobre la no-dualidad.

Lee las entradas con una mente abierta dejando que los contenidos te "resuenen", lo que no puedas aceptar, déjalo para más adelante. No se trata de creer nada, más bien, se trata de investigar por si mismo lo que nos apuntan los grandes maestros. La experiencia nos confirma que somos un potencial inmenso, infinito de amor, inteligencia y energía (en palabras del maestro Antonio Blay) a actualizar, a llevar a la acción…



Espero te sientas a gusto en este espacio creado con amor.

Juani


jueves, 19 de abril de 2012

La expresión en la vida



   La vida está pidiendo que todo yo sea expresión, que todo lo que soy y tengo lo entregue de un modo inteligente, que lo utilice en mi vivir, que lo invierta en mi existencia cotidiana, mi energía física, mi salud.
 ¿Para qué lo quiero, sino es para vivir, andar, hacer? 
¿Para qué quiero mis sentimientos, mi capacidad- de amar, de reír, sino es para poderlo comunicar, para poderlo compartir, para poder iluminar con mi pequeña luz la luz de los demás? 
  Mi inteligencia, mi capacidad de comprender, también la tengo sólo para dar; en la medida en que guardo algo, estoy haciendo una estafa a la vida, me estoy engañando a mí mismo. Es esto lo que hay que ver; el sentido total de la vida. 
  La vida la tenemos para vivirla hasta el fondo y desde el fondo, y cada instante de ella debe ser un acto total en el que todo yo me brindo a vivir aquella situación, desde lo más profundo hasta lo más externo, como si todas las puertas interiores estuvieran siempre abiertas, libres.
 Cierto que mi expresión siempre está configurada por la inteligencia; pero que la inteligencia no impida la expresión, que la inteligencia dé la forma adecuada, pero no reste expresión.

Si esto que estamos tratando de sugerir, se entiende, se intuye, entonces el trabajo será más fácil. Porque la mayor parte de los problemas, por no decir todos los problemas que tenemos, proceden de nuestro miedo a vivir. Todos los problemas son el resultado de que algo en mí quiere vivir y al mismo tiempo algo en mí quiere retener, quiere estar, quiere guardar, de un modo estático.
Yo tengo miedo de entregarme, porque tengo miedo a perderme, a que yo deje de ser yo, porque creo ser unas cosas y quiero ser esas cosas que creo ser. Esto es falso, erróneo y, como todo lo erróneo, produce dolor.
 Yo únicamente he de pretender ser yo mismo del todo, pero no de una manera determinada. Yo mismo he de estar creando, improvisando, mi manera en cada momento, no he de partir de unas ideas previas, para luego obligarme a conformarme todo yo a esas ideas previas.
 He de descubrir que la vida es un proceso creador constante y que es en cada momento que he de tratar de ver, de descubrir, de crear lo más adecuado, lo más correcto. Entonces afrontaré la vida con esa actitud dinámica, con esa actitud centrífuga creadora. Entonces la vida no me creará problemas.
 Los problemas se originan cuando estoy intentando poner condiciones a la vida, cuando estoy intentando que las personas y las cosas sean de un modo y no de otro, cuando quiero que lo demás se conforme a mí, que actúe o esté de acuerdo con mi idea, con mi gusto, con mi interés. Al no responder lo exterior tal como yo deseo, tal como yo exijo, o al responderme de un modo precisamente opuesto, esto lo vivo como una lesión a mi dignidad, a mis derechos, a mi justicia. Los problemas siempre son de este tipo.
Por tanto, la persona que desarrolla el coraje de vivir en un cien por cien, esa persona se hace invulnerable. Nada puede herirla porque no tiene nada que proteger. La vida le viene dada, le viene renovada, le viene acrecentada en cada instante, no solamente la vida física sino, además y sobre todo, su conciencia de ser, de poder, de inteligencia, de amor, todo esto le está siendo renovado y nadie puede quitárselo.

 En la media en que la persona aprende a centrarse más y más en esta fuente de vida, en esta capacidad de ser, de crear y de expresarse, se desprende de todo lo que son formas. No es que no las tenga. Lo que ocurre es que deja de depender de ellas, y, por lo tanto, no hay nada que la pueda herir, ni problemas financieros, ni situaciones sociales, ni problemas o desengaños personales, ni la muerte de un familiar; no hay nada que sea una lesión real.
En cambio, esta persona será la más capaz de ayudar, la más capaz de ser útil porque no se trata de que la persona se aísle de los demás, se gire de espaldas a los demás para protegerse y se desinterese de los demás, llevada de un fiero egoísmo, sino todo lo contrario.
Bien, entonces, manteniendo en este espíritu, o tratando de crecer en este espíritu, entonces sí que las actividades de la vida diaria ofrecen en cada momento una posibilidad espléndida, porque la ventaja que ofrece la vida diaria es que los estímulos van cambiando en cada momento. En un momento, será un estímulo que necesita responderse físicamente, en otro será a través del sentimiento, y en otro será a través de la mente. Hay una pulsación que varia constantemente en nuestras situaciones cotidianas. Por esto es un ejercitamiento global, total, de nosotros mismos.
  
 Se trata de que aprenda a responder a esto de un modo total, de que trate en cada momento de vivir todo yo cada situación, que todo yo viva cada situación como algo único, pleno, centrándome en el instante, centrándome en lo inmediato, en lo presente. Que yo viva este presente todo yo, con toda mi mente, mi afectividad y mi cuerpo, todo yo presente expresándome, proyectándome en este instante, siempre de una manera perfectamente adecuada. Manteniendo esto, se cambia y se cambia rápido.
La persona que trabaja efectivamente en esta línea, en muy pocos meses verá desaparecer sus estados de inseguridad, de angustia, sus sentimientos de inferioridad, su insomnio, su problema de estómago, o cualquier otro.
Por medio de la autoexpresión, se puede descargar todo lo que estaba retenido.
                                                                                                                                          A. Blay




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