Realidad Esencial




REALIDAD ESENCIAL




Bienvenidos al blog donde investigaremos sobre la Realidad, sobre lo que realmente somos más allá de las apariencias e ilusiones, sobre la no-dualidad.

Lee las entradas con una mente abierta dejando que los contenidos te "resuenen", lo que no puedas aceptar, déjalo para más adelante. No se trata de creer nada, más bien, se trata de investigar por si mismo lo que nos apuntan los grandes maestros. La experiencia nos confirma que somos un potencial inmenso, infinito de amor, inteligencia y energía (en palabras del maestro Antonio Blay) a actualizar, a llevar a la acción…



Espero te sientas a gusto en este espacio creado con amor.

Juani


domingo, 27 de marzo de 2022

El Despertar

 

En el Despertar verdadero, no hay liberación ni prisión. Estás despierto cuando tomas consciencia del aire, de los ruidos, de los olores, de la luminosidad de la habitación, de los movimientos de la mente, del silencio interior, de las sensaciones corporales. Percibes todo este conjunto de fenómenos que recorres delante del eterno vacío y el silencio de tu esencia inmaterial.

No hay prisión, no hay liberación. Eres lo que has sido siempre, la Conciencia eterna, sin forma, vacía de contenido, sin límite, presente por doquier, eternamente inactiva, sin comienzo ni fin, más allá del tiempo y del espacio, espectadora, y no te has convertido en eso en un momento u otro, eso lo has sido siempre.

Para hablar de liberación, es preciso haber perdido el Despertar, es preciso haber entrado en arabescos y las concepciones de la mente. Es en la mente, solamente en ella, donde se encuentran las nociones de realización, liberación, prisión, ignorancia y conocimiento.

Cuando despiertas, ves “eso” que llena el instante, “eso” es extraordinario e indescriptible. Percibes la inmutable interioridad trascendente que engloba la exterioridad y contiene el movimiento fenoménico.

De ello resulta una plenitud que no excluye nada y dentro de la cual ninguna formulación mental relativa a la liberación o a la prisión tiene cabida.

Despertarse para obtener beatitud es totalmente erróneo. El hombre sufre, se le dice que en el Despertar hay beatitud y he aquí que se interesa por el Despertar…

Todas las falsas espiritualidades están basadas sobre la promesa de algo que obtener aquí abajo o en el más allá.

En verdad, por el Despertar descubres la presencia inmutable, esta presencia que es la Consciencia percibiendo el instante mismo, se encuentra más allá de los sufrimientos y de los gozos, que se manifiestan como fenómenos percibidos.


La serenidad inmutable de esta presencia intemporal, contiene una plenitud totalmente diferente de los gozos y de las penas experimentadas por los hombres. Esta plenitud, esta serenidad, es una beatitud eterna.

Sin embargo, el Despertar no excluye el sufrimiento. El sufrimiento forma parte del mundo del mismo modo que el gozo, y el Despertar no es un retiro fuera de lo que existe. Es, al contrario, la total aprehensión de lo que es.

En la percepción del Despertar, el sufrimiento humano está incluido. De este modo, el Despertar no es una huida del dolor. ¡Descubrir la beatitud del Despertar, no significa que el sufrimiento desaparezca cuando una astilla se mete en tu ojo! Aquellos que quieren escapar del sufrimiento pueden llegar a abstraerse de él más o menos perfectamente, cultivando la insensibilidad, la abstracción sensorial o concentrándose fuertemente en otra cosa. Pero ello no tiene nada que ver con el Despertar.

Estar despierto es estar plenamente atento tanto al gozo como al sufrimiento. Y en esta atención total, dejar de estar prisionero en ellos.

Cuando amanece, es el momento de estar atento a la belleza de la mañana. Durante la actividad de la jornada, es el momento de estar atento a todos nuestros trabajos.

Cuando llega la paz de la noche es el momento de estar atento al dulzor de la disolución nocturna.

Cuando llega el sueño es el momento de estar atento para entrar en él con toda consciencia, dejando pasar las fantasmagorías oníricas y sumergiéndose en la gloriosa vacuidad del sueño profundo.

En el reencuentro con el ser amado, en su agonía en la cual tenemos su mano en la nuestra, en la belleza del reencuentro y en la belleza de su partida hacia la muerte. Es el momento de estar atento.

En los esplendores de la naturaleza y en la grisura de las ciudades es el momento de estar atento, sin preferencias y sin rechazo.

Toda preferencia y todo rechazo es una pérdida de la atención total. Es la entrada en el edificio de las consideraciones mentales, en los inútiles laberintos del pensamiento.

Sin embargo, no caigamos en la trampa contraria, no rechacemos el pensamiento. Rechazar el pensamiento es cometer el error de un esfuerzo mental negativo.

Cuando aparece una consideración, un juicio de valor, en nuestro Despertar, lo consideramos con una lucidez objetiva. Los tomamos por lo que son realmente. Son unos simples fenómenos mentales que vemos aparecer y desaparecer después. Pretender ignorar un fenómeno es tan estúpido como querer cultivarlo. Dejemos pasar los fenómenos psicológicos.

El Despertar exige que permanezcamos atentos; atentos a todo lo que pasa y a lo inmutable que permanece detrás de lo que pasa.

El Despertar no persigue alcanzar nada y porque no busca nada que obtener, no excluye nada. El Despertar auténtico da la espalda a los que buscan el sufrimiento en el ascetismo y a los que buscan el gozo; consiste en permanecer atento y lúcido en el gozo y en el sufrimiento; en permanecer atento a cada instante en tanto que Consciencia inmaterial.

El Despertar consiste en vivir, a partir del punto de vista de la Consciencia; en permanecer en tanto que Consciencia y en percibir al hombre, sus pensamientos, sus sentimientos y sus sensaciones en tanto que Consciencia inmaterial no limitada al cuerpo. Consciencia indiferente.

Que el hombre evite espontáneamente el sufrimiento, que se cure cuando está enfermo y que retire su mano de un objeto caliente, forma parte del orden de las cosas. Ello implica el funcionamiento normal del cuerpo humano, pero no tiene nada que ver con el Despertar. El hombre debe continuar actuando según sus objetivos y sus motivaciones, utilizando para ello su sensibilidad y su reflexión; pero, durante este tiempo, lo que importa en la enfermedad, los cuidados o la curación, es que estemos atentos, que permanezcamos en tanto que Consciencia inmaterial.

El hombre prefiere la curación a la enfermedad: nada más normal. Actúa para preservar la salud: es natural. Pero nosotros somos el testigo de la enfermedad y de la salud.

¿Cómo podría el vacío infinito de nuestra Consciencia ser afectado por los fenómenos fisiológicos o psicológicos?

Esta comprensión se sitúa en la percepción, no tiene nada que ver con las acciones físicas o mentales.

El hombre tiende a reflexionar sobre las causas de la enfermedad, actuar para curarse, pero mientras esto se produce, se trata de permanecer instalado en la transcendencia inmutable e indiferente.

Algunos, confundiendo el nivel humano con el de su Naturaleza, y el de su verdadera identidad inmaterial, han impuesto al hombre una conducta indiferente. Esto es el resultado de una confusión de la mente, en la que la mente se refugia en la idea de indiferencia. Mientras que, en realidad, la indiferencia del Despertar se sitúa más allá de la mente.

Es la indiferencia de la Consciencia que percibe y que no está implicada en eso que percibe. Es la indiferencia de la Consciencia para la cual la vida humana no es otra cosa que un sueño efímero atravesando su eternidad.

Cuando la mente escucha hablar de esta indiferencia, quiere captarla e instaura, a su nivel, el error de la indiferencia ascética. Todas las perversiones y las deformaciones de lo espiritual son porque la mente quiere captar lo que permanece inaprensible por siempre para ella. En su esfuerzo de aprehensión, crea múltiples confusiones que dificultan la comprensión correcta del Despertar transcendente.

La verdadera indiferencia del Despertar no está en la acción. No está ni en la acción que rechaza curar al cuerpo o permitirle el placer, ni en la acción que cura o procura la satisfacción.

La verdadera indiferencia del Despertar percibe cualquier cosa de la misma manera. Ve el bienestar, la aparición del sufrimiento, su mantenimiento o su desaparición con idéntica mirada.

Ve al hombre luchar contra la enfermedad, debido a una reacción y a un instinto de vida que le es natural. Lo ve triunfar o fracasar en su lucha, con una inalterable ecuanimidad.

Algunos caen en la trampa de la mente que dice “es necesario rechazar todo goce”. Otros caen en la trampa de la mente declarando “es necesario rechazar todo esfuerzo, toda disciplina y toda privación”. Todo eso es infantil.

Por lo tanto, el hombre ha de actuar libremente a la luz del Despertar.

Es normal que el individuo evite el sufrimiento innecesario, pero es igualmente normal que se imponga determinados sufrimientos y algunos esfuerzos voluntarios en función de los propósitos que quiera alcanzar. Es el hombre quien practica la disciplina espiritual y ésta es excelente para él.

El abandono o el mantenimiento de la disciplina espiritual no te aporta nada a ti que eres Consciencia.

El sufrimiento del alpinista que conquista una cima, el autocontrol que se requiere para realizar un ayuno, el esfuerzo de quien resiste a una tentación de adulterio, no tiene nada de incompatible con el Despertar.

Todo esto se sitúa al nivel humano y no al nivel del Despertar. Lo que importa es no confundirse con los dos niveles. ¡Que el hombre continúe haciendo esfuerzos de purificación, pero dejad definitivamente de confundiros con él!



Cuando estás despierto, puede que entre los fenómenos percibidos, una pulsión carnal aparezca. ¿Qué debes hacer? Permanece despierto, es decir, atento a tu realidad de pura Consciencia. Ese fenómeno que es un deseo carnal y que sientes, provoca en reacción otro fenómeno, igualmente observado por ti mismo, el del recuerdo mental de la decisión de la fidelidad conyugal.

Entonces, ¿qué deberías hacer? Solo mantente en Despertar. Esta es la única respuesta válida. Así, eres el espectador de la lucha entre la tentación carnal y la ética de la fidelidad conyugal. Este combate que se sitúa en el mundo de los fenómenos, no te concierne en absoluto, porque eres la eterna Conciencia espectadora, vacía de contenido y sin límite.

Sin embargo, debido a tu Despertar y a la lucidez que procura a nivel humano, se produce el fenómeno siguiente: el hombre no se deja llevar por la tentación.

Es así porque la claridad del Despertar, si bien no actuante, influencia al hombre igual que el sol que, sin actuar al nivel formal, provoca el crecimiento de las plantas.

Cuando estás despierto, es decir, cuando la presencia en ti mismo en tanto que Consciencia infinita es intensa, el hombre está bañado por una lucidez perfecta.

Entonces, al percibir el impulso carnal con una perfecta lucidez, lo que equivale a verla tal cual es realmente, se vuelve capaz de resistirla automáticamente. En la lucidez del Despertar, el encanto y el poder de seducción de las tentaciones se disipan, pues cuando la naturaleza real de las tentaciones es claramente percibida, vemos que se trata de simples fenómenos desprovistos de todo atractivo. Entonces, la voluntad del hombre no tiene ninguna dificultad en resistir a este impulso.

Constatamos, por lo tanto, que el hombre actúa negativamente únicamente porque no está iluminado por la luz del Despertar. Las pulsiones negativas arrastran al hombre porque nos identificamos con ellas y porque no tenemos una clara visión de su verdadera naturaleza.

Si una pulsión de sexualidad, de violencia, de avaricia o de orgullo es considerada, debido a mi identificación errónea, como siendo “mi” deseo sexual, “mi” ansia de pegar, “mi” pasión por el dinero, “mi” orgullo, es muy tentador ceder a este impulso. Resistir se revela, a veces, frustrante. Pero cuando, gracias a mi atención al momento presente, en la cual yo me siento ser pura Consciencia inmaterial, esa clase de manifestaciones es percibida como simples fenómenos, los cuales nos parecen poco agradables e inoportunos, vencer el deseo que conllevan es fácil.

Toda tentación se reviste con una máscara seductora para aparecer deseable al hombre. Es como un monstruo odioso que se escondiese bajo una bella apariencia.

Por la lucidez del Despertar, arrancamos la máscara engañosa y el hombre ve entonces el deseo sensual como una simple pulsión animal buscando arrastrarle y dominarle. Entonces, en esta clara percepción, experimenta un placer en dominar sus instintos y, al hacer esto, permanece auténticamente humano, en lugar de encontrarse en el nivel de una bestia en celo. El único paso que tenemos que dar tanto en la tentación como en cualquier otra situación, es reforzar nuestra presencia, nuestra sensación de ser Consciencia pura.

Todo se deriva del establecimiento del Despertar. Si buscamos el Despertar y debemos buscarlo continuamente, la transformación del comportamiento al nivel humano resultará inevitable, la modificación purificadora del comportamiento humano nos será dada por añadidura; ésta vendrá sin esfuerzo, no porque el hombre no deba vencer la tentación mediante la lucha espiritual, sino porque el Despertar le dará al hombre la fuerza necesaria.

Si mi atención se concentra en la búsqueda de un comportamiento virtuoso, yo seré virtuoso y a la vez limitado. Por el contrario, si mi atención se concentra constantemente en la lucidez atenta del Despertar a mi realidad de pura Consciencia, proporcionalmente a mi capacidad de Despertar, seré más capaz de practicar la virtud sin esfuerzo.

Querer ser virtuoso es encerrarse en el hombre. Buscar el Despertar es, al nivel humano, constatar que la ausencia de virtud es desagradable y, por eso, se practica espontáneamente, a ese nivel, lo que se llama virtud, pero que, de hecho, no es más que la conducta normal y sana del hombre no deformado, ni pervertido.

Estar despierto es estar plenamente atento.

Si das un fin a tu atención, si te dices: “Debo estar atento a esto o a lo otro”, caes en la trampa de las consideraciones mentales y te pierdes sin llegar al Despertar. Cuando estas despertando, descubres poco a poco el silencio, el vacío, la inmensidad del que percibe.

Si la mente se apodera de esta experiencia y dice: “Este vacío, esta plenitud dichosa, esta inmensidad transcendente es Dios, es Brahman, es el Nirvana, es preciso que me concentre sobre ello y que permanezca constantemente en la contemplación de eso, con el fin de realizarme espiritualmente”. Esta clase de reflexión mental es fundamentalmente errónea. Es una trampa sutil de la que es preciso escapar.

No existe la transcendencia del vacío y la plenitud silenciosa por un lado y tú por otro lado. La práctica del Despertar te hace comprender que eres ese vacío y ese silencio, por lo tanto, no hay nada que obtener, nada que realizar, ningún camino que recorrer.

En este mismo instante, aquel que percibe este cuerpo, este lugar, este espacio, estos sonidos que llenan el instante, aquel que percibe todo eso eres Tú mismo y eres silencio-vacío-inmensidad.

En una experiencia inmediatamente accesible a todos, es evidente que nosotros somos el Espectador silencioso, impalpable e inmaterial del instante presente. Por lo tanto, es preciso que sientas tu “Yo” eterno, tu Ser puro, con el fin de saber: “Yo soy Eso”. Yo soy esta inmensidad indescriptible. De esta manera, se sabe que no hay nada por alcanzar. Cuando sientes tu inmensidad, te presentas a ti mismo en tu Naturaleza esencial y transcendente.

E. Tolone


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