Realidad Esencial




REALIDAD ESENCIAL




Bienvenidos al blog donde investigaremos sobre la Realidad, sobre lo que realmente somos más allá de las apariencias e ilusiones, sobre la no-dualidad.

Lee las entradas con una mente abierta dejando que los contenidos te "resuenen", lo que no puedas aceptar, déjalo para más adelante. No se trata de creer nada, más bien, se trata de investigar por si mismo lo que nos apuntan los grandes maestros. La experiencia nos confirma que somos un potencial inmenso, infinito de amor, inteligencia y energía (en palabras del maestro Antonio Blay) a actualizar, a llevar a la acción…



Espero te sientas a gusto en este espacio creado con amor.

Juani


lunes, 5 de diciembre de 2022

Aprender a Contemplar


No es necesario marearse con técnicas, el sólo estar Presentes aquí y ahora, hace que la contemplación venga por sí sola, a pesar de uno.

Al contemplar nos damos cuenta que no somos nada de lo que creemos ser y que no somos nada. Aprendemos a ver lo que somos, a Ser. Nos damos cuenta de lo que está sucediendo momento a momento. La verdad brota en el silencio y es siempre nueva.

Si observo los pensamientos, me doy cuenta que primero los veo y después me viene la emoción; no es que esté triste, temerosa…., sino que me ha pasado por la cabeza un pensamiento triste, de temor….: “ha pasado un pensamiento por mi mente, pero yo no soy el pensamiento”.

Recordar que los pensamientos vienen y se van, impermanencia.

Los pensamientos, las emociones, son aspectos de lo físico, de lo mecánico, entonces, porqué voy a identificarme con ellos y vivir todas esas emociones desagradables?. Si quiero Liberarme de las emociones, debo abandonar tanto las positivas como las negativas, si me identifico con las positivas, también lo haré con las negativas.

Para liberarme debo tomar distancia y observar los pensamientos, cualquiera sea su tónica. El verdadero Ser está más allá de los opuestos.


La Ilusión

Todo lo que existe es energía que funciona en el nivel de las formas exteriores: fenómeno, apariencia, sueño, imagen, maya, Ilusión.

Esa ilusión la crea la mente que construye imágenes a través de lo que perciben los sentidos. Si le doy realidad a los sueños, a la ilusión, entonces no Soy, soy como un fantasma que aparece en el tiempo, y si me identifico con ese fantasma, soy todo lo que sueño: feliz, infeliz, inteligente o torpe, más querido o menos, etc. Al estar identificado, aparece el conflicto, el malestar, la angustia, la preocupación, y aunque lo tape, está ahí y en algún momento saldrá y lo veré.


Discernimiento

Lo único Real es la Conciencia descubriendo la Verdad, el Darse Cuenta, y viene como consecuencia de la mente contemplativa, así aparece el discernimiento, vemos lo verdadero.

Contemplar es mirar con una mirada inocente, de una manera nueva, libre de emociones y de pensamientos, es mirar sin dar nada por sentado, por sabido, soltando todo lo aprendido, como si mirara por primera vez, olvidando los conocimientos psicológicos y el consenso de opiniones.

A partir de descubrir la Verdad, se irá construyendo mi vida espontáneamente, sin ninguna preocupación, sabiendo cuando algo me permite estar más despierta o cuando algo me atrofia.


www.centroelim.org


domingo, 23 de octubre de 2022

Libérate de tu mente - E. Tolle


EMPIEZA POR ESCUCHAR LA VOZ QUE HABLA DENTRO DE TU CABEZA, y hazlo tan frecuentemente como puedas. Presta una atención especial a cualquier patrón de pensamiento repetitivo, a esos viejos discos de gramófono que pueden haber estado dando vueltas en tu cabeza durante años.

Esto es lo que llamo «observar al pensador», que es otra manera de decir: escucha la voz dentro de tu cabeza, mantente allí como presencia que atestigua.

Cuando escuches la voz, hazlo imparcialmente. Es decir, no juzgues. No juzgues ni condenes lo que oyes, porque eso significaría que la misma voz ha vuelto a entrar por la puerta de atrás.

Pronto te darás cuenta de esto: la voz está allí y yo estoy aquí, observándola. Esta comprensión Yo soy, esta sensación de tu propia presencia, no es un pensamiento. Surge de más allá de la mente.


Así, cuando escuchas un pensamiento, no sólo eres consciente del pensamiento, sino también de ti mismo como testigo del pensamiento. Ha hecho su aparición una nueva dimensión de conciencia.


CUANDO ESCUCHAS EL PENSAMIENTO, sientes como si hubiera una presencia consciente —tu yo profundo— por debajo o detrás de él. De este modo el pensamiento pierde su poder sobre ti y se disuelve rápidamente, porque ya no energetizas tu mente mediante la identificación con ella. Es el principio del fin del pensamiento compulsivo e involuntario.

Cuando el pensamiento se aquieta, experimentas una discontinuidad en la corriente mental, una brecha de «no-mente».

Al principio las brechas serán cortas, tal vez duren unos segundos, pero gradualmente se irán prolongando. Cuando ocurren estas discontinuidades, sientes cierta quietud y paz dentro de ti. Es el principio del estado natural de sentirte unido al Ser, generalmente nublado por la mente.

Con la práctica, la sensación de quietud y de paz se va ahondando. De hecho, esa profundidad no tiene fin. También sentirás una sutil emanación de alegría elevándose desde lo más hondo de ti: la alegría de Ser.

En este estado de conexión interna estás mucho más alerta, más despierto que en el estado de identificación mental. Estás plenamente presente. Y también se eleva la frecuencia vibratoria del campo energético que da vida al cuerpo físico.

A medida que profundizas en este reino de la no-mente, como a veces se le denomina en Oriente, vas alcanzando el estado de conciencia pura. En ese estado sientes tu propia presencia con tal intensidad y alegría que, en comparación, todo pensamiento, toda emoción, tu cuerpo físico y todo el mundo externo se vuelven relativamente insignificantes. Sin embargo, no es un estado de egoísmo, sino de desprendimiento y generosidad. Te lleva más allá de lo que pensabas que era «tu identidad». Esa presencia es esencialmente tú, y al mismo tiempo es inconcebiblemente mayor que tú.

EN LUGAR DE «OBSERVAR AL PENSADOR», también puedes crear una apertura en la corriente mental por el simple hecho de dirigir el foco de tu atención al ahora. Basta con que te hagas intensamente consciente del momento presente.

Esto es algo por demás satisfactorio. De este modo retiras la conciencia de tu actividad mental y creas una brecha sin mente en la que estás muy alerta y consciente, pero no piensas. Ésta es la esencia de la meditación.

En TU VIDA COTIDIANA puedes practicar esto tomando cualquier actividad rutinaria, que habitualmente sólo es un medio para un fin, y darle toda tu atención para que se convierta en un fin en sí misma.

Por ejemplo, cada vez que subas o bajes las escaleras en tu casa o en tu puesto de trabajo, presta mucha atención a cada escalón, a cada movimiento, incluso a tu respiración. Mantente totalmente presente.

O cuando te laves las manos, presta atención a todas las percepciones sensoriales asociadas con esa actividad: el sonido y la sensación del agua, el movimiento de tus manos, el aroma del jabón, etc.

O cuando entres en tu coche, después de cerrar la puerta, detente durante unos segundos y observa el flujo de tu respiración. Toma conciencia de una silenciosa pero intensa sensación de presencia.

Hay un criterio que te permite medir el éxito logrado en esta práctica: el grado de paz que sientas en tu interior.

El paso más vital en tu camino hacia la iluminación es éste: aprende a no identificarte con tu mente. Cada vez que creas una apertura en el flujo mental, la luz de tu conciencia se fortalece.

Puede que un día te sorprendas sonriendo a la voz que suena en tu cabeza como sonreirías a las travesuras de un niño. Esto significa que has dejado de tomarte el contenido de tu mente tan en serio, y que tu sentido de identidad ya no depende de él.


domingo, 18 de septiembre de 2022

Aceptación


Cuando el corazón llora por lo que ha perdido, el Profundo sonríe por lo que ha encontrado. Dicho Sufí.



¿Nos ha dado pena esa pérdida?, ¿ha finalizado la relación con una persona amada?, ¿ha desparecido alguna cosa muy simbólica?, ¿últimamente la vida pasa monótona, sin todavía vivenciar eso que uno anhela?, ¿acaso la salud nos ha dado un “aviso”? ¿tal vez la economía flaquea?, ¿acaso han herido nuestro ego?, ¿o bien es la rabia y la impotencia acompañadas de oscuros deseos de venganza?

Si miramos hacia atrás en nuestra vida y observamos la de aquellos que nos rodean, sabremos muy bien que ésta es un rosario en el que las risas se alternan con las lágrimas. Uno también intuye que toda experiencia por dolorosa que sea, trae envuelta enseñanzas insospechadas. La evolución como rueda de molino, refina y sutiliza a las personas y a las cosas. ¿Por qué nos duele tanto la pérdida? La respuesta señala a nuestro yo que se confunde e identifica con eso que se va, generando una sensación que nos fragmenta. En realidad, somos mucho más que nuestras partes. Nuestra existencia tiene otro alcance y la capacidad de crecer internamente es ilimitada.

Todos sabemos que cuando uno sufre, de poco sirve decirle que hasta la pérdida más dolorosa es una vivencia que madura el alma. Sin embargo, cuando uno recuerda que puede observar su dolor y comprender que éste es pasajero porque se trata tan sólo de la otra cara de la moneda, la tensión afloja y asoma un rayo de esperanza. Uno sabe que si acepta lo que duele, si acepta que el dolor forme parte del gran juego, sucederá que la tormenta se apacigua y uno se libera. Cuando sufrimos un desgarro por la pérdida nos tornamos más sensibles al tiempo que disolvemos formas ilusorias. Más tarde, sentimos el corazón expandido y miramos la vida con otras gafas.


¿Acaso alguien todavía duda que tras la noche oscura no tarda en llegar el alba?

¿Sabemos ya que tras el llanto de la pérdida, se oye la suave alegría de las nuevas llegadas?


El dolor es transitorio, siempre pasó de largo dejándonos el pecho sin corazas. En realidad, el dolor es un “cohete” hacia el Espíritu que abre nuestra sensibilidad y revela el sentido último de la existencia. El dolor prepara silencioso el estallido del amor escondido que uno guarda.


Si hay dolor, aceptémoslo y recordemos que no hay errores, ni castigos, ni siquiera culpas, tan sólo aprendizajes y crecimientos del alma. En el fondo, y mientras su influencia pasa, uno resiste afirmado en sus valores, y desde ahí, siempre gana. No hay culpables, tan sólo conductas y programas. No pensemos que el Universo es un lugar diseñado para sufrir en nombre de las pérdidas. Tenemos derecho a ser felices y, si el dolor llama a la puerta y ocupa temporalmente la morada, tengamos en cuenta que la Vida florecerá exquisita en lo más hondo de nuestra esencia.

Tal vez en plena confusión, uno no se da cuenta de lo que realmente pasa. Sin embargo, sabemos muy dentro, que tras la película dolorosa viene algo maravilloso que sentimos merecer por el simple hecho de darnos cuenta. Se trata de un milagro que se acerca veloz a nuestras vidas pero, ahora, de forma diferente y renovada. No se trata de “más de lo mismo” y, sin embargo, es justo aquello que nuestro Ser Interno, aunque no lo creamos, anhela y demanda. Confiemos. Dejémonos fluir y resbalar por las cascadas de la vida cotidiana. En realidad, mientras aceptamos, sabemos que ya llegan goces más profundos que abrazan nuestro pecho y hacen vibrar a nuestra alma.

J.M.Doria

sábado, 10 de septiembre de 2022

Nuestra experiencia está en perfecto equilibrio


Nuestra experiencia está en perfecto equilibrio: si hay guapo, tiene que haber feo. Si hay éxito, tiene que haber fracaso. Si hay iluminado, tiene que haber no iluminado. Si hay amado, tiene que haber no amado. Así son las cosas, y no es un problema hasta que entramos en guerra con el modo en que son, hasta que nos oponemos al equilibrio de la vida.


La belleza de la vida es que está en constante movimiento, siempre cambiando. No podemos sentir lo mismo todo el tiempo. En la experiencia presente, no hay «todo el tiempo», y tampoco hay «nunca»; solo la danza de las olas ahora.

Cuando decimos: «Quiero ser atractivo, quiero ser guapo», lo que queremos decir es que deseamos sentimos atractivos todo el tiempo, nunca sentirnos feos. Recuerda, lo que eres no puede ser nada en particular, pero, a la vez, lo que eres es la facultad de sentir cualquier cosa ahora.

Queremos ser algo inmutable y sólido en el tiempo y el espacio, y sin embargo, cuando observamos, vemos que nuestros sentimientos están constantemente fluctuando, cambiando, en el momento intemporal.

La realidad es que, en cualquier momento, podemos sentirnos bellos o feos. A veces sentimos que somos un éxito, y a veces que somos un fracaso.

A veces nos sentimos débiles, y a veces fuertes. A veces nos sentimos seguros, y a veces inseguros.

A veces nos sentimos alegres, y a veces tristes.

A veces sentimos que estamos a favor de algo, y a veces en contra de eso mismo.

Así es como son las cosas, y es totalmente natural tener estos sentimientos aparentemente contradictorios uno detrás del otro, o incluso sentirlos al mismo tiempo. No nos gustan las paradojas, pero, cuando comprendes que somos en esencia criaturas paradójicas y que eso está profundamente bien, ves lo natural que es no sentir lo mismo todo el tiempo.

En el océano que eres, el cambio, la fluctuación y la impermanencia son la manera de ser de las cosas. Al océano inmutable le encanta expresarse en forma de olas que cambian constantemente; lo que sucede es que, en nuestro empeño por ser un yo coherente, por tener un relato de quiénes somos sólido, congruente e inmutable, consideramos negativa la incoherencia y la volubilidad, e intentamos evitarlas a toda costa.

Queremos sentirnos igual mañana que hoy. Queremos tener los mismos pensamientos y opiniones, querer las mismas cosas, albergar las mismas creencias día tras día y año tras año.

No queremos cambiar de idea. No queremos que se nos considere personas volubles, cambiantes, con las que no se sabe a qué atenerse, incapaces de decidirse por una cosa o por otra.

El cambio, el movimiento, el flujo son la manera de ser de todo cuanto existe, y sin embargo, nosotros deseamos ser inamovibles, llevar por bandera una imagen definida e inmutable de quiénes somos, contar un cuento coherente sobre nosotros mismos día tras día.

Queremos ser algo, no obstante, nuestra naturaleza nos impide ser jamás «algo» fijo. Y a causa de nuestro malentendido sobre quiénes somos realmente, entramos en guerra con la integridad de la experiencia, intentando inmovilizar el flujo natural de la vida..., lo cual tiene como resultado una gran frustración y sufrimiento.

Estamos en guerra con los opuestos; rechazamos cualquier opuesto que no se ajuste a nuestra imagen de nosotros mismos, y no nos damos cuenta de algo muy importante: de que en realidad, no hay opuestos. Los opuestos son creación de la mente. Solo la mente separa la realidad, divide en dos las experiencias y luego se lanza en pos de uno de los opuestos e intenta escapar del otro.

He aquí algo que resulta crucial entender: en realidad, los sentimientos no tienen opuesto. La energía del cuerpo no tiene opuesto. La vida no tiene opuesto.

¿Puede tener un opuesto el canto de un ave? En este momento, escuchando a un pájaro cantar, ¿hay algo semejante a un opuesto? Es posible que el pensamiento diga que «lo opuesto de un pájaro que canta es un pájaro que no canta», pero eso no es más que otro pensamiento, otra imagen que aparece justo ahora. ¿Tiene el auténtico pío, pío de un pájaro —escúchalo— un opuesto, en la realidad?

¿Tiene este momento un opuesto? ¿Tiene un opuesto la presencia de la vida aquí y ahora? ¿Hay realmente algo que se oponga a ella?

¿Tiene un opuesto la sensación? Pellízcate. Pon tu atención en las intensas sensaciones que siguen. ¿Puedes encontrar algún opuesto a esas sensaciones? Sí, claro, el pensamiento diría que «lo opuesto de este dolor es la ausencia de ese dolor», pero, de nuevo, eso no es más que otro pensamiento que aparece ahora.

En realidad, ¿tiene la sensación presente un opuesto que puedas encontrar de verdad en la experiencia presente?

¿Es un sentimiento abominable lo opuesto de un sentimiento hermoso, o son simplemente dos experiencias muy distintas, acompañadas de sensaciones diferentes, de sabores diferentes?

¿Es un sentimiento alegre lo opuesto de un sentimiento triste? El pensamiento diría que lo son, pero, fuera del pensamiento, ¿encuentras algún opuesto?

En la realidad, no existe lo opuesto de un sentimiento o una emoción. Todo sentimiento y toda emoción son una experiencia completa en sí mismos.

La experiencia en sí no tiene opuesto. Sentirse feo no es lo opuesto de nada..., es simplemente sentirse feo. Sin calificar de «negativo» sentirse feo y de «positivo» sentirse guapo, sin convertirlos en opuestos, vemos que sentirse feo es sencillamente una experiencia que está sucediendo ahora..., nada más que una ola de experiencia, nada más que algo que pasa por nosotros. Ninguna ola es intrínsecamente mejor ni peor que cualquier otra. Es solo energía de vida con un movimiento en particular.

Profundicemos un poco más. No solo es que la belleza no sea lo opuesto de la fealdad, sino que la fealdad es además simplemente un concepto, y, como tal, no puede capturar la auténtica experiencia del momento presente. En otras palabras, sin el relato que cuenta que lo que estoy experimentando es fealdad, ¿qué está ocurriendo aquí de hecho?

Sin el relato de que lo que experimento en este momento es el fracaso, ¿qué hay aquí de hecho?

Sin el relato de que lo que experimento en este instante es dolor, pesar, aburrimiento, ira, malestar, depresión, confusión, o incluso búsqueda, ¿qué hay de hecho aquí?

Sin cualquier relato sobre lo que está sucediendo ahora, sin catalogar esta experiencia como «fracaso» y compararla con el éxito, sin calificarla de «fealdad» y compararla con la belleza, sin llamarla «ira» o «dolor» y compararla con sus opuestos conceptuales, ¿cómo sé lo que de hecho estoy sintiendo?

Como decía antes, sin relato, no tienes forma de saber lo que estás experimentando. Sin ningún relato, sin nombrar las olas, la vida es simplemente energía en bruto, energía pura, en movimiento. Es el océano —sin nombre, y misterioso—.

Intentamos calificar esa energía; la juzgamos, tratamos de escapar de ella, la convertimos en el negativo de un opuesto positivo, y luego buscamos lo positivo. Y sin embargo, por debajo de todo esto, ni siquiera sabemos en realidad de qué huimos.

Llamamos a una ola «miedo», «ira», «tristeza», «aburrimiento», «pesar», «alegría» o «dolor» porque estos son los nombres y conceptos que hemos aprendido —solo por eso—, y luego o intentamos escapar de estas olas o nos aferramos a ellas. Pero quítales todos esos rótulos que les has puesto y, en realidad, ¿de qué intentas escapar, o a qué te aferras? ¿Lo sabes?

¿Qué sucede cuando nos desprendemos de todos los rótulos, de todas las descripciones que hemos aprendido, y afrontamos la energía en bruto de la vida tal como es en este momento, sin intentar cambiarla, eludirla ni aferramos a ella?

¿Qué ocurre cuando nos desprendemos de todas las descripciones de lo que es o no es este momento y sentimos profundamente las sensaciones presentes?

Aquí es donde empieza la verdadera aventura de la vida.

Cuando trasciendes el relato de lo que sientes en cualquier momento, acabas viendo que en realidad nunca has sabido realmente de qué escapabas. Y te encuentras con la energía en bruto de la vida. Estás desnudo ante la vida..., y esta es la verdadera sanación. Es el derrumbe de todas las ideas sobre cómo debería ser este momento.

J. Foster

domingo, 15 de mayo de 2022

Para vivir la Realidad

 

Despertar quiere decir dejar de vivir en el mundo mental y vivir en la Realidad, en el momento Presente, en lo que está sucediendo aquí y ahora. Despierto quedan todos los juicios en suspenso, el entorno no nos presiona, ni nos invade y nos damos cuenta de que somos la vida en expresión.


Cuando empezamos a despertar, esa experiencia es breve y no se puede mantener, pero nos habrá marcado por su autenticidad y por ser una experiencia real y vívida del lugar hacia el que nos dirigimos. Hay que hacer todo un proceso para estabilizar dicha experiencia.

1- Darse cuenta que uno está dormido y despertar aunque sea por unos momentos, para luego trabajar en esa dirección.

2- Descubrir el error, el personaje, el ego, los mecanismos aprendidos mediante los que funcionamos, para trascenderlos.

3- Reequilibrar y expresar el yo-experiencia, para dejar de vivir en el yo mental o personaje y vivir la Realidad.

4- Paralelamente al trabajo anterior, realizar la limpieza del inconsciente.




¿Para qué hacer limpieza en el inconsciente?


Para ser capaces de vivir el momento presente, sin arrastrar temas del pasado, estar lo suficientemente libres para vivir el aquí y el ahora, sin lastres que influyan en nuestra conducta.

Lo mismo nos esclaviza un pasado doloroso que uno glorioso, por lo que es fundamental limpiar el inconsciente paralelamente a fortalecer el yo experiencia (dejar de vivir en el yo mental o personaje para vivir la realidad, el yo experiencia.

Lo que hemos desarrollado menos es lo que nos hace sufrir, así que es eso lo que hay que trabajar más, pero siempre en los tres ejes (energético, afectivo e inteligencia). Cuando los tres centros estén desarrollados adecuadamente, no necesitaremos manipular el afuera para cubrir nuestras carencias, sino que, veremos la oportunidad en cada momento de expresar lo que somos, las capacidades que tenemos.

Equilibrar el yo experiencia (ego sano) es madurar como personas adultas. El objetivo del yo experiencia es conseguir que en cada situación, los pensamientos, emociones y acciones sean lo más adecuado en aquel momento.

Cada momento es único, por lo que debemos estar bien despiertos para actuar dando la respuesta más adecuada a ese momento, actuar y expresarnos libremente en cada situación, más allá de lo mecánico.

“Yo solamente puedo hacer aquello a lo que me siento llamado a hacer, cualquier otra cosa, sería una traición contra mi propia persona.” Solo cuando nos experimentamos tal y como somos, obtenemos la propia felicidad y plenitud, por lo que el autoconocimiento nos hace “libre” internamente.

El inconsciente es nuestro aliado, ya que es parte de nosotros mismos y busca nuestro bien, pero ese bien no es el mismo a los 4 o 5 años que a los 40 y, aunque los años han pasado, el inconsciente es atemporal y sigue con las mismas normas, que ya no nos son útiles, por lo que habrá que cambiarle las normas y explicarle claramente y él nos prestará su apoyo.

Por otro lado, el inconsciente es como una caja o un baúl donde guardamos todo lo que no queríamos ver, nos asustaba o queríamos ignorar, por lo cual, dentro de él, hay cosas que considerábamos “terribles” de nuestra infancia y de nuestra adolescencia, que cuando las miramos ahora, parecen tonterías.

Además nuestro inconsciente no nos mostrará nada que no podamos sortear sin problemas, por lo que no debemos temer, el inconsciente está deseoso de liberarse de todo ese peso inútil.


La limpieza ha de ser en los tres niveles:

- Limpieza del inconsciente energético para recuperar nuestra fuerza, energía, espontaneidad, sexualidad.

- Limpieza del inconsciente emocional para estar más cerca interiormente de las personas y amarlas.

- Limpieza del inconsciente intelectual, para soltar las creencias impuestas, la rigidez mental.



Todo lo que hemos acumulado, nos pesa y nos impide despegar. Al limpiar esa carga retenida, la energía del inconsciente se une a la de la parte consciente y nos vivimos con más energía, logrando una adultez equilibrada, una normalización del ser humano, para poder trascenderla hacia los niveles superiores, y dejar que se trasluzca la Realidad que somos.

Apuntes tomados de A. Blay

martes, 10 de mayo de 2022

La noche oscura del alma


Muchos místicos, en su camino para encontrarse con Dios, se han referido a un periodo de confusión, tristeza, miedo y soledad al que han denominado «la noche oscura del alma». Muchos de nosotros, aunque no seamos místicos, sí que tenemos la experiencia de que, cuando queremos abandonar ese espacio al que hemos llamado «identidad», entramos en otro que está lleno de dudas y confusión. En este nuevo espacio, que también se llama de «hundimiento», el ser humano se siente perdido y le cuesta pensar con claridad. Todo a su alrededor se ve cubierto por la niebla y ya no sabe hacia dónde va. Emociones como la ansiedad, el miedo o la desesperanza hacen su aparición.

La mente enjuiciadora, que lo único que pretende es que, como una oveja, volvamos al redil, empieza a acribillarnos con interpretaciones y valoraciones que a lo único que nos invitan es a dejar de seguir explorando y a volver a nuestro punto de partida, de donde tal vez pensemos que nunca teníamos que haber salido. Es una llamada a la resignación, al conformismo, a creer que la transformación personal sólo es una bella utopía.

Hay que estar muy alerta cuando uno empieza a experimentar esa noche oscura, porque en realidad lo que está ocurriendo es justo lo contrario de lo que parece. Si abandonamos en este momento, si nos dejamos conducir una vez más por nuestras emociones, entonces sí que perderemos gran parte de lo que habíamos ganado atreviéndonos a salir de nuestra zona de confort.

Cuando nos sentimos confusos y perdidos es porque estamos a punto de hacer un descubrimiento, de tener una revelación, ya que tras esa área de oscuridad y hundimiento se encuentra el área de descubrimiento, el espacio donde uno empieza a comprender en hondura ciertas cosas. Es el lugar desde donde se despliega nuestra creatividad y encontramos nuevos caminos para acceder a aquello que previamente, cuando estábamos en nuestra zona de confort, se nos resistía.

No sólo hay que tener un verdadero corazón de guerrero para adentrarse fuera del área de confort, sino que hay que tener ese mismo corazón para seguir avanzando en medio de la confusión y la oscuridad. Mantener el coraje, la confianza y la certeza absoluta de que algo valioso, aunque no lo veamos, está aflorando dentro de nosotros, es esencial.

Nuestra consciencia está despertando, pero nuestra mente intelectual y racional, que depende de nuestro ego, no sabe qué es lo que está ocurriendo, pero sea lo que sea, de alguna manera amenaza su existencia. Es normal esta reacción de nuestra identidad, de nuestro ego, ya que cuando se produzca el verdadero despertar de la consciencia, el ego no morirá, sino que sencillamente empezará a desvanecerse. Será algo así como la oscuridad desvaneciéndose en presencia de la luz.

Si nos sentimos mal cuando estamos en medio de nuestra noche oscura, no es porque estemos mal, sino porque, como estamos acostumbrados a creer que somos nuestra identidad, nuestro ego, las emociones de la identidad que está siendo transformada las experimentamos en nosotros mismos.

De la misma manera en la que el gusano en la fase de crisálida tenía que ser digerido por sus propias enzimas proteolíticas para poder ser transformado en mariposa, también nuestra identidad ha de ser digerida para que surja una nueva presencia mucho más en línea de quienes somos en realidad-

Resistirnos a estas emociones que estamos experimentando es justo lo contrario de lo que hemos de hacer, ya que resistirse es rechazar, oponerse a aquello que en realidad más necesitamos.

Abrazar estas emociones incómodas no es razonable y, sin embargo, desde la perspectiva de una consciencia más elevada, es justo lo que necesitamos hacer si queremos crecer y evolucionar como personas. Es en estos momentos en los que tenemos que tener la firmeza de seguir adelante, de aceptar nuestro sentir y de abrirnos a experimentarlo completamente, rindiéndonos por completo al proceso sanador que tanto necesitamos.

En estos momentos de dolor e, incluso, de amargura pueden existir unas gotas de alegría y entusiasmo al comprender que tras la confusión viene la claridad y que después de la noche más oscura aparece el más bello amanecer. Si conseguimos salir de ese espejismo creado por unas emociones que lamentablemente están la mayor parte de las veces al servicio de nuestra estrecha identidad y de nuestra más que limitada consciencia, nos daremos cuenta de que, cuando nuestra consciencia deja de identificarse con nuestra identidad, con esa definición que hemos hecho de nosotros mismos, accedemos de manera inmediata a nuevas posibilidades para nosotros y nuestras vidas.

Unas posibilidades que antes permanecían ocultas. Es algo así como contemplar las cosas desde un lugar más elevado, con lo cual vemos lo que no se puede ver a ras del suelo.

La búsqueda de uno mismo, de quién se es en realidad, es siempre un acto de heroicidad que implica aprender a superarse a sí mismo una y otra vez, para poco a poco ir expandiendo los límites de la propia identidad. Sólo de esta manera podemos llegar a descubrir lo extraordinario en lo ordinario.

El propio Einstein decía que «en la vida o nada es un milagro o todo es un milagro». Hay dimensiones ocultas de la realidad que sólo se manifestarán una vez que hayamos superado nuestra oscura noche del alma. Nuestros sentidos podrán captar elementos de esa realidad que previamente quedaban tapados por nuestra mente enjuiciadora.

«En el momento en el que nos sentimos perdidos, confusos y frustrados, es esencial que colaboremos conscientemente con el proceso de transformación.»

Es el momento de recordar aquellas palabras que pronunció Nelson Mandela y que escribió Marianne Williamson, en las que decía que el hombre no tiene miedo a su oscuridad, sino a su luz. En el momento en el que nos sentimos perdidos, confusos y frustrados, es esencial que colaboremos conscientemente con el proceso de transformación, y para ello hay varias cosas que podemos hacer, porque todas ellas tienen un impacto en nuestras emociones.

· Mantengamos una postura y unos gestos que transmitan que estamos experimentando un proceso victorioso y no una derrota. Los hombros caídos, la espalda encogida y el pecho retraído son leídos por el cerebro como si algo fuera mal y refuerzan las emociones disfuncionales. Lo mismo ocurre con las caras tristes y el tono de voz apagado. Movámonos con vitalidad, hablemos con entusiasmo y transmitamos pasión en nuestra mirada.

· Durmamos al menos siete horas diarias porque, durante el sueño, el inconsciente sigue trabajando para sacar a la luz lo que ha de salir.

· Procuremos comer con moderación y hagamos cenas ligeras.

· Rompamos el hábito sedentario y hagamos ejercicio físico al menos cinco días a la semana, durante media hora cada día. El ejercicio físico tiene, como ya hemos visto, la capacidad de reducir muchas de nuestras emociones disfuncionales.

· Practiquemos la meditación mindfulness durante diez minutos dos veces al día, hasta llegar poco a poco a veinte minutos dos veces al día.

· Valoremos lo que nos está sucediendo como una gran oportunidad para nuestro crecimiento y evolución.

· No perdamos el tiempo haciéndonos preguntas como: «¿Por qué me siento tan mal?», «¿Qué puedo hacer para sentirme mejor?», «¿Cuál es el origen de lo que siento?». Estas preguntas son una trampa para que lleve mi atención a las emociones y siga atrapado por ellas. 

Preguntas distintas, como: «¿Qué hay de estupendo en lo que me está pasando?», «¿Cómo puedo colaborar aún más en mi proceso de transformación?» o «¿Qué es lo extraordinario que voy a descubrir?» hacen que nuestra atención se posicione en la búsqueda del camino de salida y no se quede envuelta en una serie de disquisiciones que no llevan a ningún sitio y que lo único que hacen es mantenernos atrapados.

Cualquier proceso de transformación lleva un tiempo diferente en cada ser humano y sucede cuando menos lo esperamos. Lo único que podemos hacer es allanar el camino y esperar victoria. Es así como obtendremos victoria.

Si queremos experimentar mayor energía y vitalidad, hemos de tener presentes todas nuestras dimensiones, la cognitiva, la emocional, la corporal y la espiritual, porque todas ellas están interconectadas.

Cuando nos damos cuenta de que en realidad somos el espectador que contempla la película, entonces nos estamos identificando con nuestra verdadera esencia, con lo que somos en realidad.

Éste es el plano del ser: hemos trascendido el personaje y nos hemos encontrado con nuestra verdadera naturaleza que es espiritual. Es esta distancia del drama lo que le permite mantener una serenidad y una ecuanimidad sea lo que sea lo que ve en la pantalla. Por eso, hay personas que ante las circunstancias más duras no pierden ni su equilibrio ni su paz interior.


Cuando uno despierta a lo que es su verdadera identidad, su verdadera naturaleza, se abren múltiples posibilidades:

- Desde esta dimensión, se experimenta el dolor, pero no el sufrimiento. Hay dolor cuando hay una pérdida, pero no se piensa reiteradamente en una cosa hasta que le arruina a uno la vida.

- Hay un desapego emocional que significa lo siguiente: uno puede experimentar la emoción, pero sin quedar atrapado en ella.

- Hay una percepción diferente de la realidad y se ven muchas cosas que antes no se veían y se oyen cosas que antes no se podían oír.

- Se ve la profunda interconexión de todo con todo y desaparece la ilusión de separación. De alguna manera descubro que el daño que hago a otros se vuelve contra mí, y que el daño que hago a la Tierra, me lo estoy haciendo a mí mismo.

- Se da un paso más allá de lo que Einstein mostró. En la nueva Tierra desaparece la ilusión del tiempo y sólo existe un presente continuo, sólo está el aquí y ahora.

- Existe una sensación de paz y de serenidad imperturbable, incluso cuando en el plano de la identidad se estén experimentando unas circunstancias muy duras.

- Existe libertad de elegir, porque uno ha trascendido sus hábitos, sus reacciones automáticas, sus automatismos, sus patrones habituales de respuesta.

- Se tiene la claridad para comprender el sufrimiento que acarrea vivir atrapado en el plano de la identidad y, por eso, existe no sólo una profunda compasión, es decir, una comprensión del sufrimiento de los demás y del origen de su conducta, sino que se alcanza una capacidad de perdón que no se puede lograr desde el plano de la identidad.

- No existe lenguaje. Es por eso que los que han experimentado destellos de esta nueva Tierra o viven de forma habitual en ella, pueden orientar, explicar y describir, pero no pueden transmitir por medio del lenguaje la experiencia de estar allí.

- Se experimenta el amor incondicional, porque desde este ángulo sólo se percibe la belleza en los otros, aunque se comprenda que en el plano de la identidad esta belleza se encuentra muchas veces tapada por capas de fealdad.

- No existen las formas y, sin embargo, se tiene acceso a la capacidad de crear y manifestar todo tipo de formas en ese plano de la realidad en el que se mueve nuestra identidad.

- Hay un nivel extraordinario de inteligencia y de sabiduría y, por eso, existe un nivel de claridad incomprensible e inaccesible desde el plano de la identidad.

Cuando una persona deja de identificarse plenamente con su mente, con sus pensamientos, juicios, valoraciones y emociones, comprende que es algo más, mucho más que sus ideas y sus opiniones. Entonces empieza a comprender qué es lo que hay detrás de la expresión «yo soy».

Dr. Mario Puig

domingo, 27 de marzo de 2022

El Despertar

 

En el Despertar verdadero, no hay liberación ni prisión. Estás despierto cuando tomas consciencia del aire, de los ruidos, de los olores, de la luminosidad de la habitación, de los movimientos de la mente, del silencio interior, de las sensaciones corporales. Percibes todo este conjunto de fenómenos que recorres delante del eterno vacío y el silencio de tu esencia inmaterial.

No hay prisión, no hay liberación. Eres lo que has sido siempre, la Conciencia eterna, sin forma, vacía de contenido, sin límite, presente por doquier, eternamente inactiva, sin comienzo ni fin, más allá del tiempo y del espacio, espectadora, y no te has convertido en eso en un momento u otro, eso lo has sido siempre.

Para hablar de liberación, es preciso haber perdido el Despertar, es preciso haber entrado en arabescos y las concepciones de la mente. Es en la mente, solamente en ella, donde se encuentran las nociones de realización, liberación, prisión, ignorancia y conocimiento.

Cuando despiertas, ves “eso” que llena el instante, “eso” es extraordinario e indescriptible. Percibes la inmutable interioridad trascendente que engloba la exterioridad y contiene el movimiento fenoménico.

De ello resulta una plenitud que no excluye nada y dentro de la cual ninguna formulación mental relativa a la liberación o a la prisión tiene cabida.

Despertarse para obtener beatitud es totalmente erróneo. El hombre sufre, se le dice que en el Despertar hay beatitud y he aquí que se interesa por el Despertar…

Todas las falsas espiritualidades están basadas sobre la promesa de algo que obtener aquí abajo o en el más allá.

En verdad, por el Despertar descubres la presencia inmutable, esta presencia que es la Consciencia percibiendo el instante mismo, se encuentra más allá de los sufrimientos y de los gozos, que se manifiestan como fenómenos percibidos.


La serenidad inmutable de esta presencia intemporal, contiene una plenitud totalmente diferente de los gozos y de las penas experimentadas por los hombres. Esta plenitud, esta serenidad, es una beatitud eterna.

Sin embargo, el Despertar no excluye el sufrimiento. El sufrimiento forma parte del mundo del mismo modo que el gozo, y el Despertar no es un retiro fuera de lo que existe. Es, al contrario, la total aprehensión de lo que es.

En la percepción del Despertar, el sufrimiento humano está incluido. De este modo, el Despertar no es una huida del dolor. ¡Descubrir la beatitud del Despertar, no significa que el sufrimiento desaparezca cuando una astilla se mete en tu ojo! Aquellos que quieren escapar del sufrimiento pueden llegar a abstraerse de él más o menos perfectamente, cultivando la insensibilidad, la abstracción sensorial o concentrándose fuertemente en otra cosa. Pero ello no tiene nada que ver con el Despertar.

Estar despierto es estar plenamente atento tanto al gozo como al sufrimiento. Y en esta atención total, dejar de estar prisionero en ellos.

Cuando amanece, es el momento de estar atento a la belleza de la mañana. Durante la actividad de la jornada, es el momento de estar atento a todos nuestros trabajos.

Cuando llega la paz de la noche es el momento de estar atento al dulzor de la disolución nocturna.

Cuando llega el sueño es el momento de estar atento para entrar en él con toda consciencia, dejando pasar las fantasmagorías oníricas y sumergiéndose en la gloriosa vacuidad del sueño profundo.

En el reencuentro con el ser amado, en su agonía en la cual tenemos su mano en la nuestra, en la belleza del reencuentro y en la belleza de su partida hacia la muerte. Es el momento de estar atento.

En los esplendores de la naturaleza y en la grisura de las ciudades es el momento de estar atento, sin preferencias y sin rechazo.

Toda preferencia y todo rechazo es una pérdida de la atención total. Es la entrada en el edificio de las consideraciones mentales, en los inútiles laberintos del pensamiento.

Sin embargo, no caigamos en la trampa contraria, no rechacemos el pensamiento. Rechazar el pensamiento es cometer el error de un esfuerzo mental negativo.

Cuando aparece una consideración, un juicio de valor, en nuestro Despertar, lo consideramos con una lucidez objetiva. Los tomamos por lo que son realmente. Son unos simples fenómenos mentales que vemos aparecer y desaparecer después. Pretender ignorar un fenómeno es tan estúpido como querer cultivarlo. Dejemos pasar los fenómenos psicológicos.

El Despertar exige que permanezcamos atentos; atentos a todo lo que pasa y a lo inmutable que permanece detrás de lo que pasa.

El Despertar no persigue alcanzar nada y porque no busca nada que obtener, no excluye nada. El Despertar auténtico da la espalda a los que buscan el sufrimiento en el ascetismo y a los que buscan el gozo; consiste en permanecer atento y lúcido en el gozo y en el sufrimiento; en permanecer atento a cada instante en tanto que Consciencia inmaterial.

El Despertar consiste en vivir, a partir del punto de vista de la Consciencia; en permanecer en tanto que Consciencia y en percibir al hombre, sus pensamientos, sus sentimientos y sus sensaciones en tanto que Consciencia inmaterial no limitada al cuerpo. Consciencia indiferente.

Que el hombre evite espontáneamente el sufrimiento, que se cure cuando está enfermo y que retire su mano de un objeto caliente, forma parte del orden de las cosas. Ello implica el funcionamiento normal del cuerpo humano, pero no tiene nada que ver con el Despertar. El hombre debe continuar actuando según sus objetivos y sus motivaciones, utilizando para ello su sensibilidad y su reflexión; pero, durante este tiempo, lo que importa en la enfermedad, los cuidados o la curación, es que estemos atentos, que permanezcamos en tanto que Consciencia inmaterial.

El hombre prefiere la curación a la enfermedad: nada más normal. Actúa para preservar la salud: es natural. Pero nosotros somos el testigo de la enfermedad y de la salud.

¿Cómo podría el vacío infinito de nuestra Consciencia ser afectado por los fenómenos fisiológicos o psicológicos?

Esta comprensión se sitúa en la percepción, no tiene nada que ver con las acciones físicas o mentales.

El hombre tiende a reflexionar sobre las causas de la enfermedad, actuar para curarse, pero mientras esto se produce, se trata de permanecer instalado en la transcendencia inmutable e indiferente.

Algunos, confundiendo el nivel humano con el de su Naturaleza, y el de su verdadera identidad inmaterial, han impuesto al hombre una conducta indiferente. Esto es el resultado de una confusión de la mente, en la que la mente se refugia en la idea de indiferencia. Mientras que, en realidad, la indiferencia del Despertar se sitúa más allá de la mente.

Es la indiferencia de la Consciencia que percibe y que no está implicada en eso que percibe. Es la indiferencia de la Consciencia para la cual la vida humana no es otra cosa que un sueño efímero atravesando su eternidad.

Cuando la mente escucha hablar de esta indiferencia, quiere captarla e instaura, a su nivel, el error de la indiferencia ascética. Todas las perversiones y las deformaciones de lo espiritual son porque la mente quiere captar lo que permanece inaprensible por siempre para ella. En su esfuerzo de aprehensión, crea múltiples confusiones que dificultan la comprensión correcta del Despertar transcendente.

La verdadera indiferencia del Despertar no está en la acción. No está ni en la acción que rechaza curar al cuerpo o permitirle el placer, ni en la acción que cura o procura la satisfacción.

La verdadera indiferencia del Despertar percibe cualquier cosa de la misma manera. Ve el bienestar, la aparición del sufrimiento, su mantenimiento o su desaparición con idéntica mirada.

Ve al hombre luchar contra la enfermedad, debido a una reacción y a un instinto de vida que le es natural. Lo ve triunfar o fracasar en su lucha, con una inalterable ecuanimidad.

Algunos caen en la trampa de la mente que dice “es necesario rechazar todo goce”. Otros caen en la trampa de la mente declarando “es necesario rechazar todo esfuerzo, toda disciplina y toda privación”. Todo eso es infantil.

Por lo tanto, el hombre ha de actuar libremente a la luz del Despertar.

Es normal que el individuo evite el sufrimiento innecesario, pero es igualmente normal que se imponga determinados sufrimientos y algunos esfuerzos voluntarios en función de los propósitos que quiera alcanzar. Es el hombre quien practica la disciplina espiritual y ésta es excelente para él.

El abandono o el mantenimiento de la disciplina espiritual no te aporta nada a ti que eres Consciencia.

El sufrimiento del alpinista que conquista una cima, el autocontrol que se requiere para realizar un ayuno, el esfuerzo de quien resiste a una tentación de adulterio, no tiene nada de incompatible con el Despertar.

Todo esto se sitúa al nivel humano y no al nivel del Despertar. Lo que importa es no confundirse con los dos niveles. ¡Que el hombre continúe haciendo esfuerzos de purificación, pero dejad definitivamente de confundiros con él!



Cuando estás despierto, puede que entre los fenómenos percibidos, una pulsión carnal aparezca. ¿Qué debes hacer? Permanece despierto, es decir, atento a tu realidad de pura Consciencia. Ese fenómeno que es un deseo carnal y que sientes, provoca en reacción otro fenómeno, igualmente observado por ti mismo, el del recuerdo mental de la decisión de la fidelidad conyugal.

Entonces, ¿qué deberías hacer? Solo mantente en Despertar. Esta es la única respuesta válida. Así, eres el espectador de la lucha entre la tentación carnal y la ética de la fidelidad conyugal. Este combate que se sitúa en el mundo de los fenómenos, no te concierne en absoluto, porque eres la eterna Conciencia espectadora, vacía de contenido y sin límite.

Sin embargo, debido a tu Despertar y a la lucidez que procura a nivel humano, se produce el fenómeno siguiente: el hombre no se deja llevar por la tentación.

Es así porque la claridad del Despertar, si bien no actuante, influencia al hombre igual que el sol que, sin actuar al nivel formal, provoca el crecimiento de las plantas.

Cuando estás despierto, es decir, cuando la presencia en ti mismo en tanto que Consciencia infinita es intensa, el hombre está bañado por una lucidez perfecta.

Entonces, al percibir el impulso carnal con una perfecta lucidez, lo que equivale a verla tal cual es realmente, se vuelve capaz de resistirla automáticamente. En la lucidez del Despertar, el encanto y el poder de seducción de las tentaciones se disipan, pues cuando la naturaleza real de las tentaciones es claramente percibida, vemos que se trata de simples fenómenos desprovistos de todo atractivo. Entonces, la voluntad del hombre no tiene ninguna dificultad en resistir a este impulso.

Constatamos, por lo tanto, que el hombre actúa negativamente únicamente porque no está iluminado por la luz del Despertar. Las pulsiones negativas arrastran al hombre porque nos identificamos con ellas y porque no tenemos una clara visión de su verdadera naturaleza.

Si una pulsión de sexualidad, de violencia, de avaricia o de orgullo es considerada, debido a mi identificación errónea, como siendo “mi” deseo sexual, “mi” ansia de pegar, “mi” pasión por el dinero, “mi” orgullo, es muy tentador ceder a este impulso. Resistir se revela, a veces, frustrante. Pero cuando, gracias a mi atención al momento presente, en la cual yo me siento ser pura Consciencia inmaterial, esa clase de manifestaciones es percibida como simples fenómenos, los cuales nos parecen poco agradables e inoportunos, vencer el deseo que conllevan es fácil.

Toda tentación se reviste con una máscara seductora para aparecer deseable al hombre. Es como un monstruo odioso que se escondiese bajo una bella apariencia.

Por la lucidez del Despertar, arrancamos la máscara engañosa y el hombre ve entonces el deseo sensual como una simple pulsión animal buscando arrastrarle y dominarle. Entonces, en esta clara percepción, experimenta un placer en dominar sus instintos y, al hacer esto, permanece auténticamente humano, en lugar de encontrarse en el nivel de una bestia en celo. El único paso que tenemos que dar tanto en la tentación como en cualquier otra situación, es reforzar nuestra presencia, nuestra sensación de ser Consciencia pura.

Todo se deriva del establecimiento del Despertar. Si buscamos el Despertar y debemos buscarlo continuamente, la transformación del comportamiento al nivel humano resultará inevitable, la modificación purificadora del comportamiento humano nos será dada por añadidura; ésta vendrá sin esfuerzo, no porque el hombre no deba vencer la tentación mediante la lucha espiritual, sino porque el Despertar le dará al hombre la fuerza necesaria.

Si mi atención se concentra en la búsqueda de un comportamiento virtuoso, yo seré virtuoso y a la vez limitado. Por el contrario, si mi atención se concentra constantemente en la lucidez atenta del Despertar a mi realidad de pura Consciencia, proporcionalmente a mi capacidad de Despertar, seré más capaz de practicar la virtud sin esfuerzo.

Querer ser virtuoso es encerrarse en el hombre. Buscar el Despertar es, al nivel humano, constatar que la ausencia de virtud es desagradable y, por eso, se practica espontáneamente, a ese nivel, lo que se llama virtud, pero que, de hecho, no es más que la conducta normal y sana del hombre no deformado, ni pervertido.

Estar despierto es estar plenamente atento.

Si das un fin a tu atención, si te dices: “Debo estar atento a esto o a lo otro”, caes en la trampa de las consideraciones mentales y te pierdes sin llegar al Despertar. Cuando estas despertando, descubres poco a poco el silencio, el vacío, la inmensidad del que percibe.

Si la mente se apodera de esta experiencia y dice: “Este vacío, esta plenitud dichosa, esta inmensidad transcendente es Dios, es Brahman, es el Nirvana, es preciso que me concentre sobre ello y que permanezca constantemente en la contemplación de eso, con el fin de realizarme espiritualmente”. Esta clase de reflexión mental es fundamentalmente errónea. Es una trampa sutil de la que es preciso escapar.

No existe la transcendencia del vacío y la plenitud silenciosa por un lado y tú por otro lado. La práctica del Despertar te hace comprender que eres ese vacío y ese silencio, por lo tanto, no hay nada que obtener, nada que realizar, ningún camino que recorrer.

En este mismo instante, aquel que percibe este cuerpo, este lugar, este espacio, estos sonidos que llenan el instante, aquel que percibe todo eso eres Tú mismo y eres silencio-vacío-inmensidad.

En una experiencia inmediatamente accesible a todos, es evidente que nosotros somos el Espectador silencioso, impalpable e inmaterial del instante presente. Por lo tanto, es preciso que sientas tu “Yo” eterno, tu Ser puro, con el fin de saber: “Yo soy Eso”. Yo soy esta inmensidad indescriptible. De esta manera, se sabe que no hay nada por alcanzar. Cuando sientes tu inmensidad, te presentas a ti mismo en tu Naturaleza esencial y transcendente.

E. Tolone


domingo, 23 de enero de 2022

El Silencio

 

Encontrar el silencio es fácil. No hace falta aislarse en una montaña, en un desierto o un bosque. No hay necesidad de huir del ruido, ni ponerse de mal humor cuando una puerta golpea. Basta hacer el silencio en uno mismo, para inmediatamente encontrar el silencio.

El silencio es un compañero eterno. Acabamos de decir que es preciso aprender a ser silenciosos y ya aparece la posibilidad de una falsa interpretación. Ser silenciosos no quiere decir forzar el silencio, imponernos el silencio. Si lo tomásemos al pie de la letra, imponiéndonos una severa disciplina, nuestro silencio no sería más que una forma de crispación y de censura totalmente superficial. No se trata de jugar al silencio, ni de fingir.

Tampoco se trata de encubrir nuestro parloteo y nuestro tumulto interior bajo el caparazón de una actitud artificial, fruto de un esfuerzo.

Debemos encontrar el silencio. Es algo mucho más simple y mucho más profundo. Imponerse una continencia o una restricción no tiene el mínimo interés. Lo que sí que lo tiene es el despertar a la presencia del silencio.

El silencio está siempre en nosotros, eternamente. Debemos tomar conciencia del silencio que perdura detrás del insignificante y decepcionante torbellino de nuestros pensamientos que se entrecruzan y chocan como insectos ciegos.

Detrás, justo detrás de las formulaciones mentales, inmediatamente perceptible, el asombroso silencio extiende su orilla. Para percibirlo basta con estar atento, realizar una forma de atención particular. Debemos escuchar, prestarle oído al silencio.

Puede ser que al principio nuestra pretenciosa cacofonía interior nos lo impida. Pero aquel que busca superarla y escuchar lo que hay detrás, termina por encontrar el silencio. Se produce una especie de clic interior y podemos percibir el silencio. Los ruidos del mundo continúan golpeando nuestros oídos, pero ya no nos importunan, pues, venido desde mucho más lejos, sentimos cómo el silencio se abate sobre nosotros.

Un silencio imperceptible para el oído humano y que sólo el espíritu puede percibir. Entonces, mecidos en el seno de este inmenso silencio, adquirimos una nueva mirada que es un Despertar.

La vida, en su inexpresable simplicidad original, se nos revela. La existencia reviste un sabor especial acompañado de extrañas resonancias. Nos damos cuenta de que la existencia humana es solo una ola coloreada que atraviesa la superficie de un silencio sin fondo.

A partir de este momento, cuando hayamos descuidado la profundidad de las realidades interiores, estaremos perdidos y olvidados en el torbellino de apariencias superficiales del mundo exterior, sabremos que, para poner de nuevo las cosas en su sitio, nos bastar á con escuchar el silencio, con evocar a este eterno compañero.

Cuando el silencio interior está presente, el mundo exterior deja de ser un infierno de despreocupación acaparadora, para convertirse en un apacible edén. Paraíso e infierno se encuentran en nuestra mirada.

Para quien conoce el silencio y permanece en su presencia, los desenfrenos del mundo no tienen poder. Resbalan como el agua sobre las plumas del pájaro.

En vuestra vida cotidiana, hacedle un lugar al silencio, este gran instructor. En el seno de vuestras actividades, sin interrumpir nada, abrid el oído de vuestro espíritu y, detrás de los ruidos, en ausencia de toda reflexión, escuchad el silencio...

Pensar en la presencia del silencio es comenzar a percibirlo, pues el pensamiento es una evocación. Una evocación que, en el sentido mágico del término, llama y provoca la manifestación de lo que se invoca.

En el silencio, el pensamiento se diluye, y el verdadero Ser aparece.


sábado, 15 de enero de 2022

¿Quién soy yo ?


Cuando nos sentimos existir detrás de las sensaciones, los sentimientos y los pensamientos, no nos hundimos en la inconsciencia. Al contrario, estamos en un estado de extrema vigilancia y, en esta vigilancia somos conscientes de existir.

Esta consciencia de Ser, es la raíz del “Yo”. Esta Consciencia de existir está vacía de todo contenido, ya que todo contenido es una sensación, un sentimiento o un pensamiento. Esta consciencia vacía de todo, esta pura consciencia es nuestra verdadera naturaleza, nuestro ser real, por oposición a nuestra personalidad humana que constituye nuestro ser aparente.

¿Quién soy yo?

“Soy consciencia pura”.

Por un lado, está el yo superficial que está compuesto por el conjunto de sensaciones, sentimientos y pensamientos y, por otro lado, el yo profundo, que es pura Consciencia. El yo superficial oculta al Yo profundo. Es por eso por lo que la gente se identifica con la personalidad humana. Para ellos el “yo” es el yo superficial.

Pensamientos, sentimientos y sensaciones, son percepciones que atraviesan el campo de la Consciencia. Lo que permanece en movimiento perpetuo son las percepciones. Lo que es inmutable es la Consciencia.

En la medida en la que identifiquemos nuestra consciencia de existir, con las percepciones, nos encontraremos encadenados al devenir perpetuo, y por ello mismo, al sufrimiento.

La impermanencia de las percepciones es constante, y las categorías de percepciones que son consideradas como agradables, están ineluctablemente llamadas a ser reemplazadas, un día, por otras percepciones, consideradas desagradables por la personalidad humana. Pero si dejamos de identificar nuestra consciencia de existir con las percepciones, para identificarla con la pura Consciencia vacía de contenido, entonces ninguna pérdida, ninguna ganancia, ningún sufrimiento puede alcanzarnos. Nuestro yo superficial continuará ganando, perdiendo, sufriendo y gozando, pero nuestro Yo profundo permanecer á sereno e inmutable.

Así, al descubrir el Yo profundo, nos emanciparemos de las contingencias temporales. No se trata en absoluto de buscar, de una forma u otra, la negación, la aniquilación, la mortificación o el olvido de la personalidad humana. Es preciso tomar consciencia de lo que se encuentra detrás. Esta toma de consciencia no presupone ninguna llamada a la voluntad. Basta simplemente con comprender por medio de una percepción interior directa, que todos los componentes de la personalidad constituyen nuestro yo superficial, impermanente y relativo, mientras que nuestro Ser verdadero se encuentra en otra parte.

Cuando accedemos al Despertar interior, percibimos que nosotros no somos la personalidad humana, sino la pura Consciencia que la habita. Pero esto no debe ser una razón para destruir la armonía que debe existir entre la pura Consciencia y la personalidad humana. Al contrario, esta armonía deberá reforzarse y la personalidad humana se convertirá en un instrumento perfecto de acción, en el mundo material, para la Consciencia inmaterial.