Realidad Esencial




REALIDAD ESENCIAL




Bienvenidos al blog donde investigaremos sobre la Realidad, sobre lo que realmente somos más allá de las apariencias e ilusiones, sobre la no-dualidad.

Lee las entradas con una mente abierta dejando que los contenidos te "resuenen", lo que no puedas aceptar, déjalo para más adelante. No se trata de creer nada, más bien, se trata de investigar por si mismo lo que nos apuntan los grandes maestros. La experiencia nos confirma que somos un potencial inmenso, infinito de amor, inteligencia y energía (en palabras del maestro Antonio Blay) a actualizar, a llevar a la acción…



Espero te sientas a gusto en este espacio creado con amor.

Juani


jueves, 28 de diciembre de 2023

La conciencia del instante presente

A cada instante se derrama sobre nosotros una vida gozosa, abundante y saludable. 
Cuando «vivimos en el tiempo», la vasija de nuestro ser se vuelve boca abajo.
 Y así, desperdiciamos nuestra experiencia vital intentando conseguir»; 
en lugar de recibir.

La conciencia del instante presente no es una idea o un concepto; es una experiencia. Es una manera de ser que no supone esfuerzo alguno, que es un derecho de nacimiento de cada ser humano de este planeta. Y el entrar en ella ahora es una consecuencia inevitable de nuestra acelerada evolución. Nos invita aquí y ahora a todos los que estemos dispuestos a recibir sus bendiciones. Nos llama a cada uno de nosotros con una voz queda que dice: «¡Detente! No hay lugar adonde ir ni nada que hacer, pero sí que hay todo que ser».

La conciencia del instante presente es un estado del ser en el cual integramos sin ningún esfuerzo la presencia divina con la que estamos, en cada instante en el que estamos para que podamos responder conscientemente a cada experiencia que tenemos. Y, cuando se consigue esto, nuestra respuesta es siempre la misma: gratitud; una corriente de gratitud que nos libera de todas nuestras ilusiones.

Entrar en tal estado puede parecer difícil y complicado cuando estamos viviendo en el tiempo y, sin embargo, no requiere ningún esfuerzo, y es completamente natural, porque la conciencia del instante presente es un derecho de nacimiento del ser humano.

Buscamos encontrar algo que sabíamos que habíamos perdido, para darnos cuenta de que hemos estado buscando algo que, en realidad, ya nos había encontrado a nosotros.

Es en nuestra interacción con lo que nos sucede justo ahora, donde sembramos las semillas de lo que va a suceder más allá de las fronteras de esta experiencia vital.

Al estar Presentes podemos ver que la calidad de las semillas que sembramos en un momento dado, está en función de si optamos por reaccionar o por responder a nuestras experiencias.

Reaccionar ante una experiencia significa que estamos tomando nuestras decisiones basándonos en lo que pensamos que nos sucedió ayer y en lo que pensamos que puede sucedemos mañana.

Sólo respondemos a nuestras experiencias cuando tomamos decisiones basándonos en lo que nos sucede aquí y en este momento. Sólo es posible responder a las experiencias cuando desaprendemos los comportamientos y los sistemas de creencias que nos llevan a reaccionar.

Los dos instrumentos más importantes que tenemos a nuestra disposición como seres conscientes que somos: la atención y la intención.

La atención es el instrumento de nuestro cuerpo mental. La intención es el instrumento de nuestro cuerpo emocional.

Todos hacemos uso de la atención y de la intención para dirigirnos, atravesar y salir automáticamente de todas nuestras experiencias vitales. Por lo general, esto lo hacemos inconscientemente, conviene aprender a hacerlo conscientemente.

Al estar en Presencia, nos distanciarnos de nuestras experiencias y las observamos desde la distancia, y esto nos proporciona la ocasión de darnos cuenta de que no hay nada en nosotros que esté mal, que no estamos fragmentados. Al contrario, nos permite integrar la idea de que es la calidad de las experiencias que estamos teniendo en el “tiempo” lo que necesita recuperar el equilibrio.

De este modo, comenzamos a ver con claridad que existe una diferencia entre quién somos y qué somos, por una parte, y las experiencias que estamos teniendo, por la otra.

Llevar la conciencia a la respiración es el instrumento más accesible y eficaz que tenemos para fijar nuestra atención en el momento presente.

La mayoría de las personas se pasa las horas de vigilia pensando en circunstancias del pasado o bien en acontecimientos que están por venir. Inconscientemente, nuestra mente se entrega casi exclusivamente a esta actividad. Se trata de una adicción y aflicción mental que tiene prisionera a la humanidad en un mundo interior ilusorio, que se refleja externamente en el actual desequilibrio planetario.

Este estado ilusorio e inarmónico por vivir en el tiempo, se produce por no vivir la conciencia del instante presente y, no se es consciente de las consecuencias. Nos resulta imposible controlar consciente y responsablemente la calidad de nuestras experiencias vitales, estar verdaderamente disponible para prestar ayuda a los que nos rodean, o vivenciar nuestra íntima conexión con toda la vida, a menos que hayamos alcanzado cierto nivel de conciencia del instante presente.

Sin la conciencia del instante presente, es imposible ver la conexión que existe entre causa y efecto. Un ser que esté presente no puede causar daño intencionadamente a otras formas de vida, dado que la naturaleza de íntima conexión de la conciencia del instante presente le permite a uno sentir las consecuencias de su propio comportamiento.

Sin embargo, no estamos del todo perdidos dentro de ese ilusorio paradigma basado en el tiempo porque, dentro de cada uno de nosotros, existe un cordón umbilical que nos conecta con el paradigma del instante presente: nuestra respiración.

La respiración es un cordón umbilical porque no existe respiración en el pasado, y no existe respiración en el futuro. Tomando conciencia de la respiración, activamos un instrumento potente y fiable que nos permite retirar conscientemente nuestra atención del pasado y del futuro, y, colocarla automáticamente en el instante presente.

Concentrando nuestra atención y nuestra intención en la respiración, invitamos a un aspecto de nuestra conciencia a permanecer conscientemente anclado en el instante presente. Y este sencillo procedimiento tiene unas profundas consecuencias.

Una de ellas es que, automática y efectivamente, activa un proceso que nos revela a qué nos aferramos consciente e inconscientemente del pasado o adonde nos proyectamos en el futuro. Y esto lo consigue al hacernos conscientes de nuestros recuerdos reprimidos y no integrados, para poder integrarlos, sanarlos.

M. Brown

Lo que valoro y lo que Soy


Cuando nos encontramos en un estado de desorden, lo primero que deberíamos hacer es adentrarnos en nosotros mismos, hacer unos momentos de silencio y empezar a descubrir lo que realmente hay en nuestro interior. Descubrir los valores. Entonces la meditación se hará muy sencilla, movida por esos valores.

Alguien podría decir que no tiene esa demanda, esa necesidad de investigar, pero ¿no la tiene realmente?. Se puede mirar despacio, para descubrir si se tiene o no esa demanda de valores. Empecemos por ver que es lo que me mueve en la vida cotidiana. Si lo que quiero es estar tranquilo, que me quieran, tener dinero, una casa nueva, viajar, que me valoren, que me respeten, da lo mismo... Todos los deseos, los que me parecen buenos o los que me parecen menos buenos o malos provienen del mismo origen; de esa necesidad de los valores, de esa necesidad de la manifestación de lo Real en nosotros. Vienen del anhelo de fuerza, de potencia de ser, de amor y de claridad de la Inteligencia.


Pero es necesario descubrir en nosotros la potencia de ser para que desaparezca la sed del deseo. Es entonces cuando surge la demanda de la meditación, porque ese deseo de triunfo, de ser poderoso, de tener cosas, no es más que la expresión externa del anhelo de ser, de ser de Verdad.

Si cuando me encuentro ante el escaparate de una tienda, investigo el origen de mi deseo por lo que he visto a la venta, comprobaré que detrás de ese deseo hay un anhelo de algo mayor, que en este caso podría ser de belleza. Si me quedo contemplando la Belleza, comprobaré que está en mí y que por ignorancia, el anhelo de ella ha creado mi deseo. Todos los valores están ahí, en lo profundo de la conciencia. Contemplo la Belleza y soy Belleza. Contemplo el Amor y soy Amor, contemplo el Poder, la Fuerza, y soy Poder y Fuerza.

Y contemplando voy penetrando en lo profundo, porque es el hilo conductor que me lleva por la Belleza, la Fuerza, el Poder, hacia la conciencia profunda que soy.

Todo esto se encuentra después de uno o mil intentos, no se sabe cuando, pero hay un momento en el que algo, como una gracia, hace su aparición y sucede lo que tantas veces hemos estado intentando y no hemos alcanzado. Y este descubrimiento compensa con creces el tiempo invertido en intentarlo.

Queríamos tener una vida maravillosa y no nos damos cuenta de que lo que anhelamos está ya en la conciencia. Queremos cambiar la vida por fuera sin darnos cuenta de que eso no es posible.

Esto es tan abstracto que nuestra mente no se lo puede creer. Solamente vivenciando el silencio llegamos a descubrir lo divino, lo sagrado, la realidad absoluta que somos. Estoy aquí y ahora, pero ¿qué es lo que realmente soy? No soy estos pensamientos cambiantes que pasan por mi mente y que no se de donde vienen. No soy estas sensaciones de mi cuerpo que aparecen y desaparecen. No soy esos sentimientos, estas emociones, sentirme bien o sentirme mal, que son pasajeros. ¿Donde está lo permanente en mí?.

Si me quedo en el "darme cuenta", el silencio cobrará vida para mí, será algo creativo, que me llevará a lo que realmente soy, aquello desconocido que está por descubrir.

Consuelo Martin

domingo, 2 de julio de 2023

La Realidad


Los místicos son los que se han abierto confiadamente a la realidad, sin preocuparse por el resultado, pues saben que sólo en la realidad habita la verdad. 
Meterse en la batalla de la vida, pero con el corazón en paz, es la única manera de vivir la realidad de la vida. Es cumplir la voluntad de Dios. 

Para ello, el primer paso es reconocer la añadidura, darte cuenta con sinceridad de tus bloqueos y obstáculos. 

El segundo paso es mirar la causa, sabiendo que está fuera de la realidad. Sin culparte ni justificarte. Tú no tienes la culpa de esa programación que traes, y cuando caes en los hábitos, no lo haces adrede. Tú eres víctima de tu propia programación. No estés descontento, irritado y molesto contigo mismo, porque eso no te va a ayudar. Y si sufres, si te afliges, no tomes tu aflicción por tu ser. Desidentifícate de ese sufrimiento. 
El yo, ¿quién es? ¿Soy un cuerpo? No, porque las células de mi cuerpo son renovadas continuamente y, en siete años, no queda ni una de las anteriores y, sin embargo, sigo siendo el mismo. 
Yo no soy mi cuerpo, pero tampoco soy mis pensamientos, pues ellos cambian continuamente y yo no. Ni tampoco soy mis actitudes, ni mi forma de expresarme, ni de andar. 
Yo no puedo identificarme con lo cambiable, que abarca las formas de mi yo, pero no es mi yo. 

Tú eres el ser, lo que es. El cielo es, no cambia; las nubes sí. Lo único que puedes buscar es lo que no eres, pues en cuanto puedes objetivarlo ya no lo eres, sino que es una forma, una expresión de lo que realmente eres. Puedes buscar lo que no eres, y al ir apartando tus formas y añadiduras, te irás liberando de ideas equivocadas sobre ti y, detrás de todo esto, irá surgiendo tu ser. 

Así es que el tercer paso es no identificarte con las formas que cambian, ni apegarte a ellas, ni rechazarlas, ni ponerles etiquetas, ni valorarlas dándoles una importancia que no tienen
Llamarlas por su nombre: son formas nada más, y si les das batalla, toman una importancia que, en sí, no tienen. Cuando las mires tal como son, perderán importancia y se replegarán a su lugar. Hay que comprenderlas, entender por que están ahí, para que no te estorben ni molesten. Entonces la importancia que les hayas dado hasta ahora se va, porque no es real, no existe, y descubres que no eran más que alucinaciones del sueño de un ser dormido. 
No hay que violentarse con nada ni para mejorarlo ni para cambiarlo. Lo que es, es, y sólo lo es por su propia causa, nada lo puede dañar si está despierto. 
Estar despierto es no dejarse afectar por nada, ni por nadie. Y eso es ser libre.

A. de Mello


martes, 20 de junio de 2023

Las Ocho Realizaciones de los grandes seres.

 

“Un día, estando el Buda en compañía de los monjes en el Parque de Bhesakala, en Sumsumaragiri, dijo: «Monjes, hoy deseo hablaros de las Ocho Realizaciones de los grandes seres. El venerable Anuruddha ya habló de ellas en su momento. Son las realizaciones que enseñan los grandes seres para ayudar a los demás a superar la distracción y alcanzar la Iluminación.

La primera realización es el conocimiento de que todos los dharmas son impermanentes y carecen de un yo independiente. 

A través de la meditación en la naturaleza transitoria y sin un yo de todos los dharmas, podéis evitar el sufrimiento y alcanzar la Iluminación, la paz y la alegría.


La segunda realización es el conocimiento de que, a mayor deseo, mayor sufrimiento. Todas las dificultades en la vida surgen de la codicia y el deseo.


La tercera realización es el conocimiento de que una vida simple, con pocos deseos, proporciona paz, alegría y serenidad
Cuando se vive con simplicidad, se dispone de más tiempo y concentración para practicar el Camino y ayudar a los demás.


La cuarta realización es el conocimiento de que sólo el esfuerzo diligente conduce a la Iluminación. La pereza y la satisfacción de los deseos sensuales son obstáculos para la práctica.


La quinta realización es el conocimiento de que la ignorancia es la causa del círculo interminable de nacimiento y muerte
Debéis siempre escuchar y aprender para desarrollar comprensión y elocuencia.


La sexta realización es el conocimiento de que la pobreza genera enfado y odio que crean, a su vez, un círculo vicioso de pensamientos y acciones negativas. 

Los seguidores del Camino, cuando practican la generosidad, deben contemplar con ecuanimidad a todos los seres, amigos y enemigos, sin condenar los errores que otros cometieron en el pasado ni odiar a quienes les dañan en el presente.


La séptima realización es el conocimiento de que, aunque vivamos en este mundo para enseñar y ayudar a los demás, no debemos dejarnos atrapar por los asuntos mundanos.

El que abandona su hogar para seguir el Camino posee tres hábitos y un cuenco de mendicante. Vive con sencillez y mira a todos los seres con los ojos de la compasión.


La octava realización es el conocimiento de que no se debe practicar únicamente para alcanzar la Iluminación individual, sino para guiar a los demás hasta las puertas de la Iluminación.


Monjes, éstas son las Ocho Realizaciones de los grandes seres, gracias a las cuales han alcanzado la Iluminación. Allí donde van, las emplean para abrir las mentes y educar a otros para que puedan descubrir el camino que conduce a la Iluminación y a la Liberación”.

Camino viejo, nubes blancas (Thich Nhat Hạnh)


jueves, 27 de abril de 2023

Sammasati - Descubriendo al Buda


Guarda silencio. Cierra tus ojos. Mira hacia adentro lo más profundamente posible.

Esta es la forma.
Al final del camino, tú eres el buda.

Y el viaje es muy corto: un solo paso.
Solo se necesita total urgencia y absoluta honestidad
para mirar directamente a tu propio ser.
Ahí está el espejo; el espejo es el buda.
Es tu naturaleza eterna.

Más y más profundo, tienes que adentrarte
hasta encontrarte a ti mismo.
No lo dudes. No hay miedo.
Por supuesto que estás solo,
pero esta soledad es una gran y hermosa experiencia.
Y en este camino no encontrarás a nadie excepto a ti mismo.

Relájate y sé un espejo vigilante que refleja todo.
Ni esas cosas tienen ninguna intención de ser reflejadas, ni tú tienes ninguna intención de atrapar sus reflejos.
Solo sé un lago silencioso, reflexionando, y toda la dicha será tuya. Este momento presente se convierte en no-mente, no-tiempo, sólo una pureza, un espacio ilimitado.
Esta es tu libertad.

Y a menos que seas un buda, no eres libre.
No sabes nada de la libertad.
Deja que esta experiencia penetre profundamente
en cada fibra de tu ser.
Empaparse, empaparse.
Cuando regreses, regresa empapado
con la niebla de tu naturaleza de buda.
Y recuerda este espacio, así,
porque tienes que cumplirlo las veinticuatro horas
en todas tus acciones.
Sentado, de pie, caminando, durmiendo,
tienes que seguir siendo un buda.
Entonces toda la existencia se convierte en un éxtasis.

Gautama el Buda no es el único Buda en la historia del mundo; ha habido miles de budas alrededor del mundo, en diferentes partes del mundo. Puede que no se los conozca como budas, pero buda simplemente significa ″el despierto″.
La palabra buda simplemente significa el despierto. No era el nombre de Gautama Buda; su nombre era Gautam Siddharth. 
Cuando despertó, aquellos que entendieron su iluminación comenzaron a llamarlo Gautama Buda. Pero la palabra buda, también según Gautama Buda, es simplemente inherente a todo ser humano, y no sólo a todo ser humano, sino a todo ser vivo. Es la cualidad intrínseca de todos. Todo el mundo tiene el derecho de nacimiento de convertirse en un buda.

Cualquier persona despierta, en cualquier parte del mundo, tiene derecho a ser llamada buda. Gautama Buda es solo uno de los millones de budas que han sucedido y que sucederán.
La única cualidad que tiene el buda en el centro del ser es la vigilancia, el atestiguar. Testimoniar es toda la espiritualidad comprimida en una sola palabra. Sé testigo de que no eres el cuerpo, sé testigo de que no eres la mente y sé testigo de que eres sólo un testigo. Sólo un espejo que refleja -sin ningún juicio, sin ninguna apreciación, sin ninguna condenación- un espejo puro. Eso es lo que es el buda.

Ser un buda no es ser budista. Un budista es un seguidor, un buda lo sabe.
En el momento en que conoces tu propia budeidad, has llegado a conocer a todos los budas; la experiencia es la misma.

Osho


viernes, 21 de abril de 2023

La Rendición


 La rendición es la capacidad de hacer conjuntamente con la vida desde un estado de unidad y no de separación, de hacer desde un sí y no desde una negación; es un hacer estando totalmente presente.

Un hacer al servicio del despertar solo puede manifestarse cuando estamos alineados con el ser, es decir presentes y alineados con nosotros mismos y por eso con la vida, de otra manera no es posible.

Desde un estado de rendición, en el hacer fluye una cualidad muy diferente, estamos totalmente presentes, estamos identificados con quienes somos verdaderamente, esto nos ayuda a reconocer con claridad la acción que hay que emprender y que nos permite darle a ésta una atención total, ya que nuestra atención estará enfocada en una sola cosa cada vez, notaremos que esta forma de hacer no genera ningún estrés.

El estrés es una consecuencia del rechazo a lo que ya es, o se origina cuando proyectamos las cosas hacia el futuro.

Gracias a la rendición, sabremos cuando realizar un cambio porque sabremos reconocer el momento justo y adecuado para realizarlo, la acción ya no vendrá de una reacción compulsiva debido al hecho de no poder decirle si a la situación que estamos viviendo.

Después de rendirnos, podremos ponernos cualquier objetivo, ya que estaremos actuando desde un estado de armonía con la vida y eso implica estar en armonía con nosotros mismos. A partir de aquí el objetivo que emprendamos está en armonía con nuestro propósito de vida.

La rendición es el único estado del cual puede nacer un hacer consciente, un hacer en el que fluye tu estado de presencia, un hacer que no está al servicio del ego, desde este estado, la conciencia fluye en tus pensamientos, fluye en tu hacer y te otorga poder. Es suficiente practicar la rendición para notar que poco a poco la calidad de tu forma de hacer cambia. Reconoces que lo que estás haciendo es lo que corresponde hacer, hay una aceptación activa y la podemos utilizar para nutrir nuestro objetivo primario que es el despertar.

Este reconocimiento y aceptación cambian completamente la manera en la cual nos movemos por la vida, notaras también que tus elecciones se vuelven más acertadas, claras y fáciles, desarrollar el hábito de aceptar lo que es, producirá unos objetivos más prácticos, esenciales y en armonía con la realidad; un buen día descubrirás que el pasado ya no está en tu vida, los viejos comportamientos reactivos han dejado lugar a un proceder inteligente y creativo y la vida se ha vuelto más fácil, y todo este cambio ha ocurrido sin el menor esfuerzo, notaras que ya no te enredas con las pequeñas cosas, ni con las situaciones cotidianas sin importancia. Tu andadura se ha vuelto más firme y segura.

Cuando vivas una situación de impotencia, cuando no haya ninguna posibilidad de actuar, observa, detrás de eso que te está ocurriendo esta la vida intentando enseñarte alguna cosa, entonces, usa esa situación para rendirte más profundamente y al mismo tiempo para estar presente en ti mismo de manera más intensa. Rendirte te lleva a ser quien eres verdaderamente, el ser donde reside la fuerza, el poder y la verdad.

Permitirte vivir lo que es tal como es, cambia la calidad del tiempo y este se transforma en el eterno presente.

E. Tolle




martes, 7 de marzo de 2023

Meditación no es pensamiento positivo

 

La conciencia y el pensamiento no son lo mismo. La conciencia trasciende el pensamiento, aunque utiliza el pensamiento y reconoce su valor y su poder.

La conciencia es más similar a un recipiente que puede abarcar y contener nuestro pensamiento. Nos ayuda a ver nuestros pensamientos y a reconocerlos como tales para que no nos quedemos atrapados en ellos creyendo que son la realidad.

En ocasiones, la mente pensante puede estar gravemente fragmentada. De hecho casi siempre lo esta.

Esta es la naturaleza del pensamiento. Pero la conciencia, extraída de cada momento con una intención consciente, puede ayudarnos a percibir que, incluso en medio de tal fragmentación, nuestra naturaleza básica está integrada y es completa.

No solo se ve limitada por el popurrí de nuestra mente pensante, sino que la conciencia es el recipiente que contiene todos los fragmentos, del mismo modo que cuando hacemos una sopa, la olla contiene las zanahorias cortadas, los guisantes, las cebollas y demás ingredientes y permite que se cocinen para transformarse en un todo: la sopa.

Pero la conciencia es un olla mágica muy similar al caldero del hechicero, porque en ella las cosas se cocinan sin que tengamos que hacer nada, ni siquiera encender un fuego debajo.

La propia conciencia se encarga de cocinar, siempre y cuando sea continua.

Nosotros simplemente tenemos que dejar que los fragmentos se vayan moviendo mientras los sostenemos en la conciencia. Cualquier cosa que surja en la mente o en el cuerpo, va a la olla, pasa a formar parte de la sopa.

La meditación no implica intentar cambiar nuestros pensamientos pensando un poco más. Implica observar los pensamientos en sí. El hecho de observar equivale a sostener, a contener.

Al observar nuestros pensamientos sin involucrarnos en ellos,podemos aprender algo profundamente liberador acerca de ellos, lo cual puede ayudarnos a ser menos esclavos de esos patrones de pensamiento (con frecuencia muy intensos en nosotros), que son limitadores, inexactos, egocéntricos y habituales hasta el punto de resultar ser una cárcel y claramente erróneos.

Otra forma de ver la meditación es considerar el proceso de pensar en sí como una cascada, como una corriente de pensamiento que cae continuamente. Al cultivar la atención plena, nos situamos más allá o detrás de nuestros pensamientos, de forma muy similar a cuando encontramos una cueva o un entrante en la roca detrás de una cascada desde donde podemos mirar. Seguimos viendo y escuchando el agua, pero podemos estar fuera del torrente.

Al practicar de este modo, nuestros patrones de pensamiento cambian por sí mismos de un modo que favorece la integración, la comprensión y la compasión en nuestra vida, pero no porque estemos intentando cambiarlos sustituyendo un pensamiento por otro que creemos que es más puro. El cambio se debe, más bien, a la comprensión de la naturaleza de nuestros pensamientos en cuanto que pensamientos y de nuestra forma de relacionarnos con ellos, con lo cual pueden estar más a nuestro servicio y no a la inversa.

Tomar la decisión de pensar en forma positiva puede ser útil. Pero no es meditación. Solo son más pensamientos. Con mucha facilidad podemos acabar convirtiéndonos en prisioneros del denominado pensamiento positivo tanto como del pensamiento negativo. El pensamiento negativo también puede estar fragmentado y ser limitador, inexacto, ilusorio, egocéntrico y erróneo. Hace falta algo más para suscitar la transformación en nuestra vida y llevarnos más allá de los límites del pensamiento.

J. K. Zinn

miércoles, 1 de febrero de 2023

¿Qué soy en Realidad?


 Todas las enseñanzas religiosas y espirituales apuntan al hecho de que hay algo —llámalo como quieras (pues no siendo una cosa, es en verdad innombrable)— aquí, justo en las profundidades de la experiencia presente, que no viene y va, que no puede romperse, pudrirse ni desintegrarse, ni siquiera en medio de la más extrema tristeza, dolor o miedo.

Es un lugar que siempre está profundamente bien, incluso cuando todo en la superficie parece no estarlo. Y, dado que se encuentra más allá de los opuestos, más allá del mundo dualista del pensamiento, está asimismo más allá del ciclo de nacimiento y muerte.

Nunca nació, y no puede morir. Es la completitud que la ola del océano desesperada busca pero nunca encontrará. Es el hogar.

Estamos tan ocupados intentando escapar del malestar y el dolor, y alcanzar la completitud en el futuro, que acabamos pasando por alto la incompletud presente.

Estamos tan ocupados intentando volver a casa que pasamos por alto el hecho ineludible de que ya estamos en casa.

Estamos tan ocupados intentando mantener una imagen de nosotros, intentando demostrarnos y demostrarle al mundo quiénes somos, que pasamos por alto que lo que somos es sencillamente el inconmensurable espacio abierto en el que todas las imágenes vienen y van.

Estamos tan ocupados buscando que acabamos pasando por alto este espacio abierto que lo contiene todo, un espacio abierto que es en sí mismo el final de la búsqueda.

Eres eso que buscas, como los grandes maestros espirituales nos han dicho siempre. Y no lo encontrarás en el futuro. Solo se puede encontrar en el ahora.



Decididos a gestionar las olas

Desde la perspectiva del océano (ese espacio, lo que somos….), nada es un problema, en el más profundo sentido. El dolor, la ira, la frustración... vienen y van en el océano, y no son, en sentido real, un problema.

Pero como los seres humanos no nos damos cuenta de quiénes somos realmente, hacemos un problema de ellos. Decimos: «¡Esta ola no debería estar en el océano! Pone al océano en peligro..., pone en peligro lo que soy. Impide, en cierto modo, la completitud del océano, y, si pudiera librarme de ella, volvería a haber completitud».

Lo que hacemos, en esencia, es no permitir que una ola esté en el océano. ¡No permitimos que una ola, que ya es expresión perfecta de la vida, esté en la vida!

Estamos tan profundamente condicionados a juzgar las olas, a dividirlas en buenas, malas, feas, hermosas, seguras, peligrosas, positivas o negativas que acabamos pasando por alto la completitud inherente a cada ola de experiencia: a cada pensamiento, sentimiento y sensación.

Nos erigimos en jueces de las olas y, básicamente, juzgamos que unas están bien y otras no están bien, así que permitimos que algunas existan en lo que somos y otras no. Y aquí es donde empieza eso a lo que llamamos resistencia.

Muchos maestros espirituales hablan de la resistencia que oponemos al momento presente y de cómo esa resistencia se halla en la raíz de todo nuestro sufrimiento psicológico.

Ahora podemos entender por qué nos resistimos a un pensamiento o sentimiento: le oponemos resistencia porque no vemos la completitud en él, porque, a cierto nivel, lo percibimos como una amenaza a lo que somos.

Nos resistimos por miedo, porque no vemos la inseparabilidad e intimidad que hay entre lo que somos y lo que aparece en la experiencia presente. Así que, a cierto nivel, sentimos que lo que está ocurriendo no está bien, y nos retiramos para evitarlo.

Ingeniamos maneras de hacerlo muy complicadas, pero, en esencia, lo que intentamos hacer es muy simple: libramos de las olas que no nos gustan. Deseamos tener el océano bajo control gestionando las olas, de modo que solo aparezcan aquellas que queremos que aparezcan.

Todo el sufrimiento humano es una variación de este tema: intentar controlar las olas, intentar controlar la experiencia del momento presente para que se amolde a nuestras ideas y conceptos de cómo debería ser.

Si quieres sufrir, ¡compara este momento con tu imagen de cómo debería ser!

Acabo escapando de cualquier aspecto de mi experiencia presente que considero que pone en peligro la completitud. Literalmente, entro en guerra conmigo mismo. Me divido en dos: yo, contra las «olas malas», las «olas peligrosas», las «olas oscuras» o las «olas diabólicas» que hay en mí. Ciertas olas que hay en mí se convierten en una amenaza, así que echo mano del mundo —del siguiente cigarrillo, la siguiente relación sexual, la siguiente jarra de cerveza, el siguiente subidón espiritual— para dejar de sentir lo que siento, para eludir ciertas olas y, en definitiva, para librarme de esta incompletitud, este vacío, este sentimiento de carencia que palpita en el centro de mi ser.

Me hago adicto (a amantes, a gurús, a sustancias diversas), me apego a rígidos sistemas de creencias o me mato a trabajar..., todo para no tener que experimentar lo que experimento, para no tener que sentir lo que realmente siento en este momento, para poder anestesiarme y no sufrir el dolor de ser humano. Como seres humanos, hacemos cosas muy complicadas, peligrosas e incluso violentas para escapar del malestar que nos provoca la experiencia presente. Pero lo que ocurre por debajo de esto es siempre muy simple: nos resistimos a lo que es.

Durante un rato, el dinero, el cigarrillo, el encuentro sexual, la experiencia espiritual parecen proporcionarnos alivio de este aprieto; el objeto externo o la persona parecen hacer que desaparezca la tristeza, la soledad, el miedo, y parecen darnos la completud que anhelamos. Me aferro a cualquier cosa que crea que me proporciona integridad.

Muchas enseñanzas espirituales hablan del apego, y ahora podemos entender por qué nos apegamos: cuando pensamos que esos objetos externos y esas personas nos están dando integridad, no podemos soltarnos de ellos, porque hacerlo significaría perder la integridad. Continuar enganchados a ellas puede llegar a ser una cuestión de vida o muerte.

Inconscientemente les otorgamos poder a esas personas y objetos de nuestro mundo que creemos que nos dan integridad, y, al hacerlo, perdemos nuestro poder y dejamos de confiar en nuestra experiencia.

Por eso, el buscador siempre busca un gurú —algo o alguien que tiene poder sobre él—.

El gurú adopta muchas formas distintas: puede ser un gurú espiritual (que parece tener el poder de la iluminación), un amante (que parece tener el poder del amor) o una botella de cerveza (que parece tener un misterioso poder de hacerte sentir mejor).

El objeto o la persona teóricamente te quitan el malestar, durante un tiempo. Durante un tiempo muy breve, el peso del yo, el peso de la búsqueda, desaparece, y sientes un alivio temporal del malestar, del dolor, del sufrimiento.

Cuando estás cerca de tu amante o de tu maestro espiritual, cuando estás viendo jugar a tu equipo favorito, cuando estás inmerso en la intimidad del encuentro sexual, en la emoción de los deportes extremos o en las profundidades de la meditación, todo parece volver a estar bien. La búsqueda se relaja y, durante un rato, dejas de sentir el peso de ser una ola separada.

Pero he aquí el problema: cuando retiras el alcohol, el maestro espiritual, el amante o la actividad, el malestar reaparece, a veces multiplicado.

Cuando te separas del objeto buscado —el objeto de la adicción, aquello que imaginabas que te estaba completando—, la búsqueda empieza de nuevo.

Muchas veces, solo cuando pierdes lo que pensabas que te completaba te das cuenta de la búsqueda que borboteaba por debajo de ello; simplemente, no eras consciente de que estuvieras usando a tu «gurú» para que te completara. La búsqueda era inconsciente.

Sí, es fácil creer que no buscas nada cuando todo te va bien, cuando tienes lo que quieres y la vida se porta bien contigo. Dices: «¡No necesito nada para completarme! ¡Estoy completo!». Pero entonces pierdes tu dinero, tus posesiones, la salud, a tu pareja, a tu gurú espiritual, la fama, el éxito, tu aspecto, los recuerdos de tu experiencia de iluminación; pierdes el objeto, la persona o la experiencia que pensabas que te completaba..., y la consiguiente completitud, la consiguiente soledad, la profunda insatisfacción con la vida —todo lo que se suponía que tus «poderosos» objetos o personas habían hecho desaparecer— vuelve a aflorar.

Ni el objeto, ni la persona, ni la experiencia pasajera tenían en realidad ningún poder..., al menos no el poder que tú realmente anhelabas: el poder de poner fin a la búsqueda, de una vez por todas. Así es, normalmente no nos damos cuenta de que estamos buscando hasta que experimentamos la pérdida; y la pérdida puede ser algo terrible..., o una auténtica oportunidad de comprender que, para estar completos, nunca hemos necesitado lo que creíamos necesitar.

¿Qué crees que necesitas para estar completo?

¿Qué tienes miedo de perder?

¿Qué, en caso de que lo perdieras, te haría estar incompleto?

La verdadera libertad no depende de ninguna fuente exterior. La verdadera libertad es ser libre de toda dependencia, es dejar de depender de las fuentes externas para que te completen.

El cigarrillo, los encuentros sexuales, la afectuosa mirada de un gurú no pueden darte una libertad permanente.

Solo cuando tu atención gire ciento ochenta grados para contemplar las olas no deseadas de las que huyes, existe la posibilidad de que descubras la libertad total y la paz en tu propia experiencia.

Jeff Foster


viernes, 27 de enero de 2023

El Amor

                                      

En la medida en que amamos nos convertimos en aquello que amamos. El amor tiende a unificar a amalgamar, a hacer una unidad de lo que aparecía como diverso, porque nos conduce al fondo y el fondo es realmente común. Por eso el amor, no se debe confundir con la intensidad de un sentimiento, pues es mas bien la profundidad del sentir.

Es la profundidad la que nos transforma, y no la intensidad por sí sola.

La intensidad viene determinada por un canal muy energético, y entonces puede darse un amor muy intenso aunque poco profundo. Se vivirán grandes cosas, pero del mismo modo que se viven, desaparecen. Lo que da estabilidad al amor no es la intensidad, sino la profundidad.

El acto de amor auténtico consiste en aprender a vivir, a amar, cada vez mas profundamente, mas genuinamente, mas desde el fondo, y esto es lo que nos va conduciendo hacia el centro.

La intensidad y la profundidad pueden ir unidas, pero también pueden no ir unidas. En la profundidad siempre hay intensidad, pero en la intensidad no siempre hay profundidad.

- En eso que estás diciendo ¿resultará que hemos de amar también a las personas que nos son hostiles, aunque en ellas no veamos amor?


- Es que el amor depende de ti, no del otro. Si el amor depende del otro, entonces ¿qué amas?, no amas al otro, amas lo que él hace, lo que te da.

El amor eres tú. Sé tú mismo amando, y cuanto mas profundamente ames, más tú mismo serás. Pero ahora el amor es una transacción mental: me conviene, no me conviene, me cae bien, etc., y eso no es amor.


- He entendido que hemos de amar a todas las personas de la misma forma, y a mí me parece que no es posible.

- He dicho que el amor es uno, y en la medida en que ese amor está actualizado en nosotros, está ahí siempre, indistintamente. El problema es que como yo no estoy viviendo allí donde el amor es, sino que estoy metido en la mente por mi funcionamiento defectuoso, entonces confundo el amor con mis ideas de valor de las personas. Y a unos les digo que sí, y a otros que no, en función de cómo concuerdan con mi escala de valores, con mi comparación, con mis exigencias, con mis modelos. Pero si yo viviera el amor en su sitio, me daría cuenta de que hay un amor total, indistinto, indiscriminado, para todo el mundo y para todas las cosas.


- ¿Entonces deberíamos amar a todos los seres de la misma manera?

- En efecto. No podemos amar a dos seres de una manera distinta puesto que el amor es Uno, y eso es lo que somos. Si yo soy auténticamente yo, amaré indistintamente, con un amor total, aunque luego exprese ese amor de un modo diferente de acuerdo a mi inteligencia y mi visión de cada una de las situaciones. Pero una cosa es la expresión, como yo expreso el amor, y otra cosa es el amor que yo vivo.

El amor es uno, no es múltiple. El amor no es que sea grande para algunas personas y pequeño para otras. El amor es una realidad, es una luz encendida, es un sol, es un volcán que está dentro, y el volcán sigue siendo el mismo en todo momento. El problema es que no vivimos el amor donde está, sino a través de la mente, y es la mente la que está diciendo a este sí y a este no, este es bueno y este es malo, este me ayuda y el otro es enemigo.

De este modo se da la paradoja de que viviendo el amor con unos seres, se vive odio o indiferencia respecto a otros.


- Yo siento el amor por unas determinadas formas, esto no encaja…..

- El amor en sí no tiene forma. El Amor en sí es Plenitud, la forma se la da la mente. El amor es un sentir, no es un pensar. Vive el amor en el sentir, mantente atento a ese sentir y descubrirás que ese amor es una totalidad en sí que no tiene formas.


- Entiendo que el amor es darse, pero nosotros sólo amamos en la medida en que somos correspondidos.

- El amor para nosotros, es como si fuera algo que damos al otro, se vive así, en un sentido siempre transitivo, relacional. La visión debiera ser otra. Cuando uno trabaja interiormente, descubre que es de otro modo.

El amor no es que yo lo tenga, que sea una cosa que pueda dar o no dar.

El amor soy yo mismo. El amor es mi fondo. Y amar a una persona significa que sea yo mismo desde el fondo en relación con la otra persona.

El amor no es una sustancia que yo de, que a uno doy y a otro no doy, a uno doy mas y a otro menos.

El amor es mi naturaleza profunda, y amar a una persona es ser uno mismo profundamente abierto en relación con ella.

Si intuyes esa visión, verás como cambia tu sentido del amor. Por eso digo que cuanto más amas, más tú mismo eres. Y que al amar, nunca le estás haciendo un favor al otro, es el otro el que te está haciendo un favor a ti, por permitirte ser mas tu mismo. Pero como esto se vive a través del yo-idea que está juzgando, valorando, calculando lo que puede conseguir, dice: “yo te amo si….” Y entonces es cuando viene el drama, porque el otro dice que sí… y luego pasa a decir que no.

Antonio Blay

Despertar y sendero de realización

sábado, 21 de enero de 2023

“El silencio da entrada a una visión directa de la Realidad”


Lo malo del pensamiento es cuando te identificas con él. Es necesario hacer silencios en la mente y en las emociones para contemplar y experimentar directamente la vida. Entender es intelectualizar, teorizar; comprender es experimentar la Unidad.

Has de distinguir muy bien lo que significa comprender para no confundirte creyendo que estás comprendiendo cuando solamente entiendes cosas. Entender cosas es descifrar símbolos: descifras símbolos del lenguaje o descifras símbolos matemáticos, símbolos técnicos u otros. Entonces entiendes. También hay a quien le interesa descifrar símbolos religiosos. Entonces entiende de eso, de descifrar símbolos. Pero eso no es comprensión; comprender es integrar cada una y todas las cosas en una totalidad.

El pensamiento no es malo ni bueno, simplemente es un instrumento psicofísico mecánico, no creativo, que, habitual e inconscientemente, se identifica con la propia identidad. En esa identificación está el problema.

La visión de la Verdad es lo único que ofrece soluciones en los conflictos, tranquilidad, felicidad incluso.

Por no haber observado el funcionamiento de la mente se puede confundir una intuición o visión verdadera con el pensamiento que la formula.

Es necesario hacer silencio en los pensamientos y en las emociones que ocasionan para poder observar el funcionamiento de la mente. Al hacerlo, y no antes, se descubre que la realidad no es lo que parecía mientras estábamos identificados con los pensamientos, es decir, con las sensaciones interpretadas, con teorías o doctrinas acumuladas en la memoria y luego repetidas de mente en mente.

El silencio da entrada a una visión directa de la Realidad. Desde él se percibe ya la brisa de algo verdadero; y se descubre allí también algo de la plenitud del Ser a distintos niveles de percepción.

La paz y felicidad que anhelamos están en lo profundo de nosotros mismos y únicamente desde allí la recibe la persona. Creemos que la persona la obtiene desde fuera y la buscamos inútilmente en experiencias exteriores. Ese es un error de graves consecuencias. Nos falta lucidez.

Atravesadas las zonas condicionadas por creencias y emociones de todas clases, la Luz de la conciencia que eres se manifiesta en un vivir sereno, armonioso y creativo. La claridad de la conciencia ilumina nuestra vida. Esto quiere decir que lo que vivimos es siempre expresión del lugar interno de la conciencia en que nos encontramos.

Contemplar es profundizar más y más en la conciencia. Al hacerlo, veo todo más claro y, por consiguiente, me muevo de manera más inteligente y armoniosa. Al hacerlo, lo descubriré. Pensar sobre ello, mantenerlo en la memoria como una teoría más, no servirá de nada.

Cuando hablamos de contemplación, nos estamos refiriendo aquí a una nueva manera de colocar la mente mirando hacia el origen de la Luz. Esto no es un ejercicio que se aprende por repetición y se hace para conseguir algo ajeno al meditar mismo, pues el mismo deseo de conseguir algo obstaculiza esa colocación mental. La contemplación se realiza por amor a la Verdad, a la Libertad, a la Belleza o al Amor mismo.

No puede tratarse de forzar nada en la contemplación. Sin la verdadera vocación por contemplar no tiene sentido intentarlo pues la intención sería falsa y los resultados engañosos. Antes de contemplar, o meditar, ha de darse en la persona un “des-engaño” por buscar la felicidad y realización en lo externo, en las apariencias. Y aquí, volvemos a la necesidad de la reflexión e investigación filosófica vivencial.

No se medita para conseguir mejores cosas o situaciones en la vida. Se hace, en realidad, cuando hay un anhelo intenso por descubrir la vida verdadera. Si ese anhelo está tapado con evasiones, no se emprenderá un camino contemplativo hasta haberlo puesto al descubierto. Intentarlo por mera curiosidad no llevará a ninguna parte. Las vicisitudes de la vida pueden parecer que van abriendo paso a esa sincera necesidad, pero no sucede así necesariamente.

Si lo que anhelamos es la Belleza verdadera hemos de ir a buscarla donde se encuentra, en el origen de nuestro anhelo. Eso requiere silencio de emociones y deseos. Contemplar la Belleza traerá belleza a nuestra vida.

El silencio está siempre detrás del ruido de los pensamientos y emociones, detrás de la distracción con las sensaciones y actividades. El silencio está siempre ahí. Habría que hacer una parada del aturdimiento y volvernos a nuestro interior.

¿Cómo conseguir el silencio?

Mejor tendríamos que preguntarnos como conseguimos ahogar con nuestras distracciones la bella melodía del silencio. En contacto con la naturaleza es más fácil percibir esa bella melodía.


Consuelo Martín