Realidad Esencial




REALIDAD ESENCIAL




Bienvenidos al blog donde investigaremos sobre la Realidad, sobre lo que realmente somos más allá de las apariencias e ilusiones, sobre la no-dualidad.

Lee las entradas con una mente abierta dejando que los contenidos te "resuenen", lo que no puedas aceptar, déjalo para más adelante. No se trata de creer nada, más bien, se trata de investigar por si mismo lo que nos apuntan los grandes maestros. La experiencia nos confirma que somos un potencial inmenso, infinito de amor, inteligencia y energía (en palabras del maestro Antonio Blay) a actualizar, a llevar a la acción…



Espero te sientas a gusto en este espacio creado con amor.

Juani


domingo, 24 de mayo de 2020

Meditación- familiarizarse con el pensamiento

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La capacidad de pensar es una de las cualidades más asombrosas de la humanidad, 

Basta simplemente con recordar las obras maestras de la ciencia, las matemáticas y la filosofía. Las grandes obras de la cultura, como la poesía, la literatura y la música, ilustran perfectamente el florecimiento del pensamiento. 

Todo ello proviene de la mente y es fruto, en gran medida, del pensamiento. Pero cuando el pensamiento no se contiene y examina dentro del contexto mayor de la conciencia, puede acabar desbocándose. Es entonces cuando puede asociarse a estados emocionales aflictivos inconscientes y acabar generando mucho sufrimiento… a nosotros mismos, a los demás y, en ocasiones, al mundo. 

Es muy importante que, comprendas que la meditación consiste en familiarizarte con el pensamiento, es decir, con sostenerlo amablemente en tu conciencia, independientemente de lo que, en un determinado momento, ocupe tu mente. No tiene que ver con desconectarte de los pensamientos o intentar cambiarlos. 

Meditar no implica que no debamos pensar o que apenas afloren los pensamientos debamos reprimirlos, a veces serán desbordantes, perturbadores, inquietantes, y en otras ocasiones, serán más elevados y creativos. Sin tratar de reprimirlos. Si tratas de reprimir los pensamientos, acabarás provocándote un gran dolor de cabeza. Esta pretensión es un tanto absurda, es como pretender acabar con las olas del océano. La naturaleza misma del océano es la de cambiar su superficie en función del cambio de las condiciones climáticas. 

Hay veces cuando no hay viento en las que la superficie del océano se asemeja a un espejo. Pero lo más habitual sin embargo, es que en una medida u otra, las olas pueblen su superficie. En mitad de una tormenta, un tifón o un huracán, su superficie puede ser tan feroz y turbulenta que ni siquiera se parezca a una superficie, pero, aun en tal caso, una decena de metros por debajo de la superficie, la turbulencia desaparece…y solo queda una amable ondulación. 

Algo semejante ocurre con nuestra mente. Su superficie es extraordinariamente tornadiza, cambiando de continuo en función de las “condiciones climatológicas” de nuestra vida: nuestras emociones, estados de ánimo, pensamientos y experiencias, a menudo con poca o ninguna conciencia, en general, de nuestra parte. 

Podemos sentirnos victimas de nuestros pensamientos o cegados por ellos. Podemos tomarlos erróneamente como si se tratara de la verdad o realidad, cuando de hecho solo son olas en su superficie, por mas tempestuosas que en ocasiones nos puedan resultar. 

La totalidad de nuestra mente, por otra parte es de naturaleza insondable, inmensa, esencialmente tan tranquila y silenciosa como las profundidades del océano. 

Los pensamientos, por ejemplo, pueden asimilarse a burbujas que salen de un recipiente de agua hirviente: se originan en el fondo, ascienden a la superficie y, una vez ahí, se disipan en el aire. 

También es posible, por ejemplo, asimilar la energía de la mente pensante a la corriente del agua de un arroyo o de un gran río. Podemos quedarnos atrapados en la corriente y vernos arrasados por ella o sentarnos en la orilla a contemplar y escuchar las diferentes pautas que afloran (las turbulencias, remolinos y formas, los borboteos y sonidos cambiantes y pasajeros que emergen de continuo). 

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Hay veces en que los pensamientos atraviesan la mente como si de una cascada se tratara y podemos deleitarnos con esa imagen e imaginarnos sentados en una pequeña caverna o depresión ubicada en la roca detrás de la catarata, asombrados por los sonidos siempre cambiantes, pasmados por el rugido interminable y descansando en la atemporalidad de la mente que se despliega en ese momento extendido. 

A veces, los tibetanos, describen los pensamientos como “escribir en el agua”, algo esencialmente vacío, insustancial y transitorio. 

Otras imágenes también muy adecuadas son asimilar los pensamientos a escribir en el cielo o tocar una pompa de jabón. 

Todas estas metáforas consideran que los pensamientos se “auto liberan” o “estallan”, como las burbujas de jabón al ser tocadas con el dedo, o al ser “tocadas” por la conciencia; o dicho de otra manera, cuando son reconocidas como pensamientos, meros eventos pasajeros que aparecen, perduran un tiempo y acaban desapareciendo en un ilimitado e interminable campo de conciencia. 

Cuando los pensamientos se sostienen de este modo en la conciencia, pierden rápidamente, sea cual sea su contenido y carga emocional, su poder para subyugar y dictar nuestra respuesta a la vida. 

Entonces, dejan de ser prisiones y podemos trabajar con ellos. Y el conocimiento y reconocimiento de que son meros eventos que aparecen en el campo de la conciencia, resulta liberador. 

Entonces es cuando, sin tener que hacer absolutamente nada, podemos trabajar con ellos; es la conciencia misma la que lleva a cabo todo el trabajo de liberación. 
No tomarnos los pensamientos como algo personal. Cuando entendamos que, independientemente que su contenido sea “bueno”, “malo” o feo, no debemos tomarnos nuestros pensamientos como algo personal, habremos dado un gran paso hacia adelante. 

No tenemos que creernos completamente las cosas que pensamos, ni siquiera tenemos que pensar en los pensamientos como si fueran “nuestros”. Podemos reconocerlos como meros pensamientos, eventos que tienen lugar en el campo de la conciencia, eventos que aparecen y desaparecen muy rápidamente, que a veces van acompañados de comprensiones, a veces de una extraordinaria carga emocional y, dependiendo del modo en que nos relacionamos con ellos, pueden tener un extraordinario efecto positivo o negativo en nuestra vida. 

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Cuando dejamos de tomarnos automáticamente nuestros pensamientos como algo personal, cuando dejamos de creernos la historia sobre la “realidad” que, en la base de ellos, erigimos, cuando simplemente dejamos que los pensamientos discurran por la conciencia con una sensación de curiosidad y sorpresa ante el hecho de que algo tan insustancial, limitado e inexacto tenga tanto poder, se abre ante nosotros, en ese momento, la oportunidad de sustraernos de su influjo habitual y verlos como son, meros acontecimientos impersonales, y darnos entonces cuanta que la conciencia ya es. 

En ese momento, somos libres y estamos en condiciones de actuar con una mayor claridad y amabilidad dentro del campo de eventos continuamente cambiante que no es otra cosa sino el despliegue de la vida, que, por más que no sea como pensamos que debería ser, siempre es tal cual es. 

Sean cuales sean las metáforas o imágenes que más útiles nos parezcan para describir la naturaleza de la mente y la relación que, tanto durante la meditación, como en la vida cotidiana, mantengamos con nuestros pensamientos y emociones, es importante reconocerlos como meros pensamientos. 

Si caemos en la corriente de los pensamientos o, más especialmente, si nos identificamos con alguno de ellos (diciéndonos: “esto soy yo” o “esto no soy yo”), acabamos realmente atrapados. 

Esa es la identificación última, la identificación de circunstancias, condiciones o cosas con los pronombres “yo”, “mi” o “mío”, un hábito al que a veces denominamos selfing: la tendencia a colocarnos en el centro absoluto del universo. 

Puede ser muy interesante prestar atención al modo en que nos pasamos la vida sumidos en el hábito mental de selfing (egotización) y, sin pretender corregirlo, ni cambiarlo, ser simplemente conscientes de él. 

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La conciencia es el gran contenedor. Estamos tan condicionados por nuestras pautas de pensamiento que ni siquiera reconocemos nuestros pensamientos como tales. 

¿No es cierto que tendemos a experimentar nuestros sentimientos y pensamientos como hechos, como la realidad absoluta de las cosas… aunque en el fondo sepamos que las cosas no son así? 

Por supuesto que sí, pero en tal caso no sabemos muy bien qué hacer con ese incomodo sentimiento que acecha en la sombra de nuestra conciencia. 
Esto nos asusta un poco y a veces, bastante más que un poco, pero tenemos muy poca guía o entrenamiento sistemático, si es que tenemos alguno, sobre la importancia de considerar la conciencia como algo diferente y mayor que el pensamiento y la emoción. 

La conciencia es un gran contenedor capaz de incluir todo pensamiento y toda emoción, sin la menor necesidad de quedarnos atrapados en ellos. 

Hemos nacido con las sorprendentes capacidades de pensar, de sentir y de ver y, del mismo modo, también hemos nacido con esa capacidad a la que llamamos conciencia, aunque, en este caso se halle lamentablemente poco desarrollada. 

Todos hemos asistido, en algún momento, a clases en que se nos enseñaba a pensar críticamente, pero ¿se nos ha enseñado acaso a cultivar nuestra conciencia?. Eso sería muy raro. 

Ese entrenamiento, por más sorprendente que resulte, no forma parte de ningún curriculum de ninguna escuela primaria, secundaria, ni, hasta hace muy poco, “superior”. Pero esta es una situación que está cambiando rápidamente, en la medida que el mindfulness va introduciéndose, de modos muy diferentes, en todo el espectro de niveles educativos y a personas de todas las edades. 

Los objetos a los que atendemos no son tan importantes como la atención misma. 

Como el Mindfulness tiene que ver con el cultivo de la conciencia instante tras instante a través de una atención cuidadosa, sistemática y disciplinada, puede parecer inicialmente como si lo mas importante fuese aquello a lo que le estamos prestando atención, es decir, los distintos objetos de atención. 

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Estos objetos de atención pueden centrarse en algo que tiene lugar dentro del reino de nuestra experiencia: lo que vemos, olemos, degustamos, tocamos, sentimos o conocemos en un determinado momento. Y ello es así porque, desde el comienzo de la práctica de la meditación, tenemos que concentrarnos en algo a lo que prestar atención, ya sea la sensación de la respiración entrando y saliendo de nuestro cuerpo, los sonidos que llegan a nuestros oídos o cualquier otra cosa que percibimos o aprehendemos en el momento presente, hasta aprender a posar la atención en la conciencia misma, sin necesidad de elegir objeto concreto en el cual concentrarnos. 

Hemos de comprender que lo más importante no son, cuando estamos prestándole atención, las sensaciones de la respiración, los sonidos ni los pensamientos. Lo más importante (aunque resulte ser lo que más fácilmente olvidamos y no experimentamos) es la conciencia que siente y conoce directamente, sin necesidad de pensar, que la respiración está ocurriendo en este instante, que la escucha está ocurriendo en este instante y que los pensamientos están desplazándose en este instante, a través de ese espacio semejante al cielo que es la mente. 

Independientemente de los objetos a los que les estas prestando atención, lo más importante es la conciencia. Y esa conciencia ya es nuestra. Ya disponemos de ella, ya es completa y ya es capaz de sostener y conocer (de un modo no conceptual) todas y cada una de las experiencias internas y externas, independientemente de lo grandes, triviales o maravillosas que sean. Esa es una propiedad de la conciencia. Y tú ya la posees, aunque quizá sea más exacto decir que tú ya eres eso.

adaptación de texto de  Thich Nhat Hanh




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