Lo primero para liberarnos de la identificación inconsciente, consiste en hacerla consciente, dar un paso atrás, que nos permita tomar distancia de la experiencia y así poder observar los pensamientos, creencias, formas de concebir la realidad. La solución para salirnos del sufrimiento y del dolor, está en el despertar del sueño, recuperar nuestra identidad esencial. La clave está en la atención sostenida.La atención, es la facultad de dirigir la mente a algo, de ser conscientes intencionalmente; así como la consciencia es el hecho de simplemente darse cuenta de algo, la atención es el hecho de percatarnos de ello de un modo intencional.
Esta dirección del foco de nuestra mente hacia algo, la atención, la venimos ejerciendo hace años, pero no la perfeccionamos, cambiamos constantemente el objeto de atención (necesidades, obligaciones diarias, etc.) y esto nos parece lo normal, a veces estamos atentos, y otras distraídos. La podemos dirigir hacia fuera, hacia adentro, hacia arriba, hacia la atención misma.
He de descubrir que, la atención, soy yo mismo y que si en lugar de estar atento sólo a las cosas, estuviera a la vez atento a la atención, me acercaría más a la consciencia de sujeto, a la lucidez que hay en nuestro ser profundo.
No se trata de introspección, ni tampoco de concentración, sino simplemente de tomar consciencia del gesto de estar atento, mirando hacia su raíz y no solamente hacia su proyección exterior.
Si queremos mirar la atención, hemos de mirar dentro de la mente, y desde ahí podemos ser conscientes de lo que vemos fuera y del sujeto que está mirando, ampliamos nuestra consciencia, nuestro campo mental, y así lo que percibimos y el sujeto que percibe, forman una unidad.
En la práctica de la atención, es importante no volverse de espaldas al exterior, el gesto es de apertura, para abarcar más, conviene llevar la práctica a cada momento de la vida, incluso si estamos aburridos, o descansando, porque yo como realidad estoy constantemente allí.
Esta técnica básica y simple, produce la conexión de nuestra mente consciente con el centro, y una integración con toda la personalidad.
Si sólo trabajo una disciplina aislada, ejemplo sólo la meditación, o sólo el estudio filosófico, etc., ahondo sólo en un nivel de la mente; en cambio, la atención constante, integra paulatinamente todos los contenidos y esto, es muy importante para la salud mental y la realización espiritual.
Es importante el equilibrio de la personalidad, porque de lo contrario, cuando venga un nuevo torrente de energía, una nueva expansión de consciencia profunda o superior, puede producirse un trastorno en algún sector de la personalidad que esté menos sólido y menos equilibrado.
El desidentificarse de una situación, supone despegarse, desprenderse de ella, porque nos impide vivir en equilibrio y no supone actuar hacia fuera, modificando el exterior, sino un trabajar hacia dentro, desviando la atención del objeto que nos altera y dejando pasar tiempo para enfriar las emociones y, al recuperar el silencio interno, la calma, poder actuar correctamente, es aflojar la relación interna de dependencia con lo que sucede.
El desapego con mayúsculas se da cuando reconocemos nuestra identidad esencial, al ser que está más allá del tiempo, trascendiendo al ego. Para descubrir mediante la atención, esta realidad que somos, nos hemos de valer de la mente. La mente por un lado es un obstáculo, y por el otro, es ayuda, instrumento primordial. Es un obstáculo, por la manera rígida, tensa, acelerada y superficial a que está acostumbrada a funcionar, porque necesita constantemente atender necesidades y exigencias del exterior, que son de gran valor para la persona, que no sólo pone interés e inteligencia en solucionar sus problemas, sino que también pone miedo, ansia y hasta desesperación, quedando envuelta en mecanismos afectivos que son una traba. Al estar acostumbrada a pasar de un objeto a otro con rapidez, sin ahondar, sin ver con profundidad, con serenidad, cuando queremos comenzar a silenciarla, cuesta mucho trabajo. Otra causa que la convierte en un obstáculo, es que buscamos solucionar todos los problemas a través del pensamiento y el lenguaje, como lo hacemos con los problemas del mundo exterior; pero nuestra realidad interior, no podemos descubrirla mediante el pensamiento, sino por medio de otra de las muchas capacidades que tiene la mente que es la lucidez de nuestro intelecto, la atención sostenida, que nos permite ahondar, descubrir cosas nuevas y es la que se necesita para un trabajo interior.
Diferencia entre mirar y pensar.
Hay una gran diferencia entre estar atentos y razonar sobre algo. Al razonar, estamos juzgando, valorando, seleccionando; pero cuando simplemente miro algo, cuando aprendo a dirigir mi atención de una manera sostenida sobre algo, manteniendo esta actitud, es cuando puedo llegar a ver.
Hay que educar la mente para que aprenda a mirar sin razonar, a fijar nuestra atención muy clara, muy despierta, muy lúcida, en un acto simple de mirar, porque ahí está la clave más importante para entrar en el mundo interior, en este mundo oculto, de posibilidades inmensas que hay en nuestra mente y en nuestro corazón.
Luego, si conviene, podremos razonar, ya que no se trata de renunciar a nuestro juicio crítico, sino simplemente que cuando se trate de mirar, miremos. Manteniendo esa actitud de atención sostenida, se produce un fenómeno extraordinario: la mente adquiere la capacidad de entrar dentro de la cosa que mira, la capacidad de penetrar, esta es una de las principales diferencias entre el mirar y el pensar.
Con el pensar, sólo representamos las cosas por medio de ideas, interrelacionamos información, llegamos a ciertas conclusiones, imaginamos, formulamos hipótesis, fantaseamos, etc.
El pensamiento se alimenta de la experiencia de vida acumulada en la mente a través de los sentidos y parte de la idea errónea de la identificación con la mente y el cuerpo. El pensamiento es útil utilizado para cosas puntuales, y es negativo cuando se hace dueño de nuestras vidas…
Hay pensamientos negativos, impregnados de culpabilidad, crítica, miedos, moralidad, de estrategias del ego para imponerse a otros, cargados de conceptos religiosos que no se han visto a fondo, aparenciendo la idea del bien y del mal, etc.
También hay pensamientos nobles de amistad, amor, plenitud, justicia social, esperanza, ayuda desinteresada, de belleza, de perdón, etc., que no nos alejan de la realidad, de la esencia, sino que nos acercan.
Se trata de utilizar el pensamiento en su medida apropiada, trascender los pensamientos negativos, que vienen del ego y la idea que hay alguien que piensa; porque lo que soy, no es pensamiento, ni memoria, ni nada de lo que vivo con la mente.
Soy el testigo inalterable, la presencia constante, más allá de lo que pienso.
El mirar es un acto simple, directo, eficaz, porque lo que veo, es lo que hay; puede que vea poco, porque la mente esté muy llena de cosas o porque no tiene la costumbre de mirar directamente, pero lo que veo, es lo auténtico, lo que tiene valor para mi.
Es fácil confundir el mirar y el ver lo que hay, con el juicio de valor y la conclusión que hacemos de lo visto. En el mirar, nos reconocemos como fondo aparte y anterior de las cosas. Generalmente, en la vida diaria, miramos y simultáneamente interpretamos lo que vemos, le ponemos etiquetas, sin diferenciar la parte intelectiva de lo que son las interpretaciones, conclusiones, hipótesis, etc. que formula la mente.
El mirar, tiene la capacidad de ver la verdad de las cosas directamente, porque ese mirar surge desde el fondo de vida que somos.
Mediante el mirar, podemos investigar y distinguir entre lo real y lo ilusorio, lo que vivo y lo que siento, cómo es mi personalidad, cómo se ha formado mi estructura psicológica, qué miedos, deseos, culpas, rencores, envidias, celos, agresividad, etc., hay acumulados en mi mente personal.
Hay que mirar sin engaños y sin juicios, y luego de descongestionar esto, viene otra fase del mirar y es el qué soy como existencia, y en esta fase, también es indispensable que el mirar sea transparente, porque allí dentro, no hay posibilidad de interpretación, de lo contrario ya no es verdad, y por último, llega el descubrimiento de quién soy yo, y en esta fase, hasta el ver se reabsorbe en sí mismo, en su fuente; pero antes se descubre que ver, mirar y ser, es lo mismo, que no hay separación, ni diferencia.
Ese ver es pura luz de inteligencia o consciencia cubierta por muchos errores de identificación con el cuerpo, mente y las consecuentes interpretaciones.
El mirar con perspectiva ayuda a la desidentificación como objeto y a reconocerse como sujeto observador de todo acontecimiento. El mirar sin interpretaciones mentales, va disolviendo los errores causantes del sufrimiento, porque uno se da cuenta que no es lo que ve, sino el ver mismo.
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