La conciencia y el pensamiento no son lo mismo. La conciencia trasciende el pensamiento, aunque utiliza el pensamiento y reconoce su valor y su poder.
La conciencia es más similar a un recipiente que puede abarcar y contener nuestro pensamiento. Nos ayuda a ver nuestros pensamientos y a reconocerlos como tales para que no nos quedemos atrapados en ellos creyendo que son la realidad.
En ocasiones, la mente pensante puede estar gravemente fragmentada. De hecho casi siempre lo esta.
Esta es la naturaleza del pensamiento. Pero la conciencia, extraída de cada momento con una intención consciente, puede ayudarnos a percibir que, incluso en medio de tal fragmentación, nuestra naturaleza básica está integrada y es completa.
No solo se ve limitada por el popurrí de nuestra mente pensante, sino que la conciencia es el recipiente que contiene todos los fragmentos, del mismo modo que cuando hacemos una sopa, la olla contiene las zanahorias cortadas, los guisantes, las cebollas y demás ingredientes y permite que se cocinen para transformarse en un todo: la sopa.
Pero la conciencia es un olla mágica muy similar al caldero del hechicero, porque en ella las cosas se cocinan sin que tengamos que hacer nada, ni siquiera encender un fuego debajo.
La propia conciencia se encarga de cocinar, siempre y cuando sea continua.
Nosotros simplemente tenemos que dejar que los fragmentos se vayan moviendo mientras los sostenemos en la conciencia. Cualquier cosa que surja en la mente o en el cuerpo, va a la olla, pasa a formar parte de la sopa.
La meditación no implica intentar cambiar nuestros pensamientos pensando un poco más. Implica observar los pensamientos en sí. El hecho de observar equivale a sostener, a contener.
Al observar nuestros pensamientos sin involucrarnos en ellos,podemos aprender algo profundamente liberador acerca de ellos, lo cual puede ayudarnos a ser menos esclavos de esos patrones de pensamiento (con frecuencia muy intensos en nosotros), que son limitadores, inexactos, egocéntricos y habituales hasta el punto de resultar ser una cárcel y claramente erróneos.
Otra forma de ver la meditación es considerar el proceso de pensar en sí como una cascada, como una corriente de pensamiento que cae continuamente. Al cultivar la atención plena, nos situamos más allá o detrás de nuestros pensamientos, de forma muy similar a cuando encontramos una cueva o un entrante en la roca detrás de una cascada desde donde podemos mirar. Seguimos viendo y escuchando el agua, pero podemos estar fuera del torrente.
Al practicar de este modo, nuestros patrones de pensamiento cambian por sí mismos de un modo que favorece la integración, la comprensión y la compasión en nuestra vida, pero no porque estemos intentando cambiarlos sustituyendo un pensamiento por otro que creemos que es más puro. El cambio se debe, más bien, a la comprensión de la naturaleza de nuestros pensamientos en cuanto que pensamientos y de nuestra forma de relacionarnos con ellos, con lo cual pueden estar más a nuestro servicio y no a la inversa.
Tomar la decisión de pensar en forma positiva puede ser útil. Pero no es meditación. Solo son más pensamientos. Con mucha facilidad podemos acabar convirtiéndonos en prisioneros del denominado pensamiento positivo tanto como del pensamiento negativo. El pensamiento negativo también puede estar fragmentado y ser limitador, inexacto, ilusorio, egocéntrico y erróneo. Hace falta algo más para suscitar la transformación en nuestra vida y llevarnos más allá de los límites del pensamiento.
J. K. Zinn