Muchas veces durante nuestra andadura hacia la realización espiritual, se nos plantea el problema del trabajo exterior, que nos quita tiempo, que nos roba atención y energías para lo que llamamos trabajo interior. Y en esos momentos vivimos un regateo entre lo que tal vez nos gustaría hacer (estar solos, meditar, leer o estar en silencio) y las obligaciones de la vida diaria, los compromisos sociales, la familia, etc.
Tenemos una idea bastante parcial de la vida interior. Si vida interior ha de consistir en descubrir unas zonas de experiencia internas, unos estados vivenciales interiores, afectivos, mentales o energéticos, entonces, si es necesario el trabajo hecho aisladamente.
Pero si de lo que se trata es de llegar a vivir una real autenticidad, entonces esa división entre prácticas interiores y prácticas exteriores tendría que ser superada.
La autenticidad se descubre cuando la persona deja de vivir artificialmente, cuando deja de estar movida por meros condicionamientos, por simples costumbres, hábitos y rutinas, y éstos solo pueden ser descubiertos cuando están en acción. Si la persona trata de vivir su circunstancia, sea de actividad exterior o de silencio, si trata de estar atento y presente a lo que está viviendo, descubrirá como en todo momento están actuando unos deseos, unos temores, unas ideas, un sentido de obligación, unos objetivos que se buscan, o un recuerdo de vivencias o resonancias tenidos en otras ocasiones. Podrá observar como en cada momento está intentando conseguir un bienestar, una seguridad, una afirmación, una ventaja, con el mínimo esfuerzo, con el mínimo riesgo. Es al descubrir como funcionan estas cosas, cuando uno deja de confundirse con ellas, cuando uno se descubre a si mismo aparte de ellas.
Mientras yo este queriendo hacer prácticas, mientras me dedique a hacer unas cosas en vez de otras, estoy cambiando de condicionamiento, pero no llegando a ninguna autenticidad.
Lo auténtico, lo genuino, lo que es propio de mi mismo, es aquello que hay aparte, detrás de las formas condicionadas de actuar, de sentir, de pensar. Y solo puedo descubrir estas formas mirándolas cuando funcionan.
Si las dejo a un lado para cultivar mientras tanto otra zona, lo que hago es crear un nuevo sistema de condicionamiento, que quizá sea muy útil, muy interesante para comprenderme, para sentirme mas fuerte, tal vez para explorar otras zonas de conciencia, pero que en sí no tiene nada que ver con la genuina autenticidad.
La autenticidad es despojarse de todo lo extraño, es dejar de ser otra cosa, es simplemente SER. La autenticidad es ese nivel de conciencia donde se es. Y esa conciencia directa de ser es la que entonces se expresa creativamente a través de las formas, de las circunstancias, de los datos, de las exigencias.
Solo cuando mi acción surge como expresión de esta conciencia directa de ser, es cuando mi acción es auténtica. Por lo tanto para llegar a la autenticidad, no solo no es un inconveniente la vida diaria, la vida activa sino que es necesario que nosotros vivamos en ella. Es preciso que nos veamos funcionando tal como somos, tal como solemos ser, porque solo así hay descubrimiento, y sólo a través de ese descubrimiento, del reconocimiento de lo que funciona, hay una liberación de los automatismos.
Antonio Blay
Simplemente SER
ResponderEliminarun abrazo Juani
si Arianna, la autenticidad, Ser..
ResponderEliminarUn fuerte abrazo!