Equivocadamente se asume que la práctica meditativa excluye al ser humano de la cotidianidad de la experiencia, impidiendo una vida "común y corriente" a causa de la "leve vaguedad" en que la mente supuestamente se encuentra. Nada más erróneo. La meditación correctamente practicada se asocia a una corriente de atención continua, en la que únicamente se experimenta la intensidad del "aquí y el ahora".
No existe otra forma de vida más viva y con mayor sentido de realidad respecto al mundo y la acción. Ha de entenderse que, mientras cualquier individuo se encuentre absorto en la atención plena a un objeto cualquiera del Presente, jamás podrá reconocerse como diferenciado de lo conocido; al contrario, el sentido de diferenciación que el individuo vislumbra se asocia a una actividad que implica un proceso discursivo racional respecto a lo que conoce. De tal manera, la dualidad emerge a la conciencia humana tan sólo a causa de que el perceptor introduce su propia historia en la cognición. El vislumbre de memoria, asociado y sobreimpuesto al Presente, provoca sentido de diferenciación entre observador y observado.
La práctica de la meditación ofrece una forma de vida más atenta y más plena, y sin la inoficiosa actividad histórica que siempre distrae al individuo posándolo constantemente en los mundos de la fantasía y la imaginación. La práctica de estar atento constantemente al Presente permite al experimentador estar mucho "más aterrizado" en el mundo, pues no existe nada diferente en su cognición a aquello que "está aconteciendo".
Modalidades de practicas meditativas No-duales
Existen dos mundos de los que es posible ser consciente: Interno y Externo. El mundo Interno incluye toda aquella información que es interpretada por la mente sin la intervención de los cinco órganos de los sentidos; esencialmente nos referimos a los pensamientos, sentimientos, emociones y pasiones.
El mundo Externo incluye toda información que la mente es capaz de interpretar mediante la intervención de los cinco órganos de los sentidos, es decir, todo el universo material: estrellas, sonidos, viento, etcétera.
La práctica meditativa interna es la más conocida en Occidente. Requiere inicialmente de la desconexión sensorial y, por lo tanto, de una postura quieta y relajada. Se busca situar la atención en el observador mismo y no en lo observado (pensamientos).
La práctica interna se sostiene en el hecho de que ser consciente de estar pensando corta el pensamiento, introduciendo un estado de atención expectante. Dicha actividad consciente expectante interior permite estar atento al mundo interior que acontece entre "pensamiento y pensamiento", es decir, el observador interno atiende la "muerte" del pensamiento y permanece expectante antes del "nacimiento" del siguiente pensamiento.
El espacio entre pensamientos se convierte en el trampolín que permitirá, más adelante, tener una experiencia no-dual gracias a que el observador se atestigua a sí mismo y, simultáneamente, es consciente de atestiguar lo observado, es decir, el observador es simultáneamente observador-observado .
A su vez, la práctica meditativa externa tiene como sustento el hecho de que, al observar el mundo con atención, el perceptor desaparece como agente independiente de la cognición. Para entender dicha afirmación, basta experimentar el mundo con "sorpresa", "novedad" o "asombro", tal como los niños continuamente lo experimentan.
La disolución del sujeto, en el universo externo, mientras se realiza la práctica externa, provoca una respuesta automática del sistema que actúa, sin que exista interferencia por parte del "yo". Ello implica una acción más eficiente y una capacidad de respuesta más "natural" e inteligente, siempre acompañada de un flujo ininterrumpido de atención.
Sesha
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