Toda nuestra vida, toda, es constantemente un proceso de actualización de un potencial. Toda nuestra vida, sea desde el punto de vista físico, afectivo, mental, desde el punto de vista que sea, es una constante respuesta a estímulos internos o externos; y es mediante estas respuestas -sean de tipo energético, de tipo mental o de tipo afectivo-, que se va estructurando nuestra personalidad.
Esa potencialidad, de donde surgen todas mis respuestas, no es algo alejado de la realidad. A esa potencialidad, la llamo precisamente potencialidad sólo porque lo miro desde mi percepción física, o mi experiencia sensorial, ya que esta potencialidad, en su propio nivel, es mi realidad; y es en este plano de la experiencia concreta que se va manifestando como mi realidad personal en el tiempo y en el espacio. Pero todo lo que yo voy siendo y lo que pueda llegar a ser en este proceso de devenir, todo eso es la actualización en el tiempo, en lo fenoménico, de algo que yo ya soy en un nivel o en un punto más central. Y ese nivel o punto central es lo que realmente soy. Y además, lo soy constantemente, es mi identidad, es lo que soy en mí mismo; y lo que yo voy actualizando son modos de ser de ese Ser total.
Querría que esto quedara claro. El hecho es que, lo mismo si lo miramos desde el punto de vista de una realidad suprema -que podemos llamar Dios o el nombre que queramos-, como del punto de vista de una simple experiencia de nuestra propia vida concreta, vamos a parar a lo mismo: yo, mi verdadera identidad no es eso que aparece en mi conciencia actual, sino que mi verdadera identidad es lo que hace que yo sea yo.
Ese nivel central es mi verdadera identidad, de él surge mi noción de yo. Como yo hasta ahora sólo he desarrollado una conciencia muy periférica, muy externa, y como además, toda la educación y la sociedad me están obligando a vivir en este nivel externo, yo he aprendido a aceptar que yo sólo soy ese modo de ser.
Lo que yo soy en esa realidad central, es algo que lo soy ahora, es algo que lo soy en todo momento y que lo soy del todo. Mi único problema es que yo vivo creyendo que soy otra cosa, porque durante toda mi vida he sido educado, mentalizado, he recibido una suma de sugestiones, constantemente, para que yo acepte mi realidad sólo como un modo particular de ser; porque los demás viven así, porque me enseñan a vivir así y porque se molestan conmigo y me rechazan si yo no vivo con esta misma escala de valores.
Si yo ya soy eso ¿por qué no lo vivo?
Esta plenitud y esta conciencia ya están dentro; ya la soy, no es que sea algo distinto a mí; es lo que siempre he sido.
El problema es: ¿en qué medida yo soy capaz de reconocer-me? ¿En qué medida vivo instalado en mi centro de ideas, de esquemas mentales, con sus separaciones, con sus dualidades, con sus contradicciones y sus tensiones? ¿En qué medida yo soy capaz de poder situarme en ese centro donde yo ya soy esa totalidad?
Lo que nosotros entendemos como conciencia, apenas es conciencia. Lo que nosotros llamamos conciencia es como una minúscula porción superficial y parcial de esta conciencia total que somos. Este fenómeno es muy curioso y lo podemos ver en nuestra vida diaria; nosotros somos siempre mucho más conscientes de lo que nos damos conscientemente cuenta.
Y entonces es como si mi mente se volviera a cerrar y volviera a vivir ausente de una cosa real (como el estar bien), para estar preocupada de las cositas que se van moviendo en la periferia.
Si se entiende bien este ejemplo que todos conocemos por experiencia, observaremos que es un verdadero misterio el hecho de que siendo conscientes, vivimos como si no lo fuéramos.
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