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domingo, 25 de julio de 2021

La verdadera Fuerza


Es esta fuerza profunda que hay, esta inteligencia y esta realidad, es eso lo que realmente me hace funcionar, es eso el verdadero sujeto mío, el que yo intrínsecamente soy; es eso la verdad, el poder, la inteligencia..., de mí. Así, pues, es necesario que yo me dé cuenta que lo real no es lo que yo «tengo», sino que es lo que se expresa en mí y como mí, en la medida en que yo me abro. Y descubrir de una vez por todas que el yo-idea es un engendro hecho por la propia mente y que no tiene ninguna identidad propia. Por lo tanto, que toda pretensión, de hacer, de conseguir, de tener, es eso, una pura pretensión, una fantasía. Nosotros no hemos de crear la realidad, ya está creada; no podemos ser autores de nada que tenga un valor auténtico, eterno; somos sólo la expresión de Eso.


Y eso que es eterno es nuestra base, nuestro fundamento, nuestra identidad. Le llamamos identidad cuando se vive como conciencia profunda individual. Y le llamamos «Dios» cuando eso lo vemos como una totalidad, como una cosa infinita más allá de la individualidad.

Así, la realización consiste en permitir que lo que es real funcione en mí, que lo que es inteligencia funcione en mí, que lo que es felicidad funcione en mí; (y no que lo que yo llegue a tener, a poseer o conseguir, realice aquello a lo que aspiro).

Más adelante descubriré que aquello es realmente el verdadero yo. Pero como estoy acostumbrado a llamar «yo» a este nombre y a esta forma de mi personalidad, entonces lo que en mí es auténtico, real, aparece como si no fuese yo.

Mas cuando vivimos la conciencia profunda vemos claramente que no tiene nada que ver con el yo de cada día; sin embargo, yo soy más yo que nunca.

Muchas veces cuando queremos trabajar (de un modo o de otro) y queremos conseguir algo determinado, la acción se produce desde nuestra parte frontal, limitada. Pero la realización consiste en descubrir que hay una inmensidad que ya existe, en la cual y de la cual nosotros existimos. Es permitir que este torrente de inteligencia, de poder y de amor, se exprese en nosotros y, por decirlo así, nos absorba; absorba la pretensión de ser «yo, fulanito de tal».

Es permitir que lo que es grande, que lo que es total, lo invada todo; que me absorba, que me funda, que me disuelva...; de hecho no me disuelve nada, es puramente la pretensión, la ilusión, la fantasía que tengo en mi mundo de ideas lo que se disuelve.

Es permitir que lo que es la verdadera identidad la sea del todo, y en todo. Eso es dejarse invadir; es dejar que el fondo se exprese en la superficie; que lo que es inmenso se exprese en lo que es pequeño. Y este es el juego.

Antonio Blay


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