Solemos confundir el amor con un sentimiento acompañado por celos, temor, competencia, exigencia, posesión, rencor, envidia, rutina, temor a perderlo…
Se trata de emociones pasajeras, que cambian provocando dolor, sentimentalismo y que buscan compensar necesidades físicas, mentales y afectivas (carencias, necesidad de proteger o de ser protegido, compañerismo, solidaridad, etc.) y que nos frustran cuando no se corresponden a nuestra idealización, fantasías de cómo debiera o quisiera que la otra persona sea o se comporte, toda una actitud infantil; y todo ello funciona así porque vivimos en la ilusión de la separación, nos creemos separados del otro y creemos que el amor viene de la otra persona, sea pareja, hijo, amigo, hermano, quien sea, con lo cual estamos buscando alguien que satisfaga esas necesidades, deseos, alguien que me quiera y a quien querer, alguien que me complete; y todas esas ideas ilusorias, erróneas de la mente, hacen que impida el surgimiento del Amor.
Entonces es necesario purificar la mente cual un alquimista, aprender a Amar, así con mayúsculas, y para ello hay que contemplar lo que somos, porque el Amor, ya lo somos, es nuestra esencia, naturaleza, lo real, lo que no cambia.
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