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lunes, 19 de noviembre de 2018

La Verdad


Era un joven que había decidido seguir la vía de la evolución interior. Acudió a un maestro y le preguntó:

--Guruji, ¿qué instrucción debo seguir para hallar la verdad, para alcanzar la más alta sabiduría?

El maestro le dijo:

--He aquí, jovencito, todo lo que yo puedo decirte: todo es el Ser, la Conciencia Pura. De la misma manera que el agua se convierte en hielo, el Ser adopta todas las formas del universo. No hay nada excepto el Ser. ú eres el Ser. Reconoce que eres el Ser y habrás alcanzado la verdad, la más alta sabiduría.

El aspirante no se sintió satisfecho. Dijo:

--¿Eso es todo? ¿No puedes decirme algo más?

--Tal es toda mi enseñanza -aseveró el maestro-. No puedo brindarte otra instrucción.

El joven se sentía muy decepcionado, pues esperaba que el maestro le hubiese facilitado una instrucción secreta y algunas técnicas muy especiales, incluso un misterioso mantra.

Pero como realmente era un buscador genuino, aunque todavía muy ignorante, se dirigió a otro maestro y le pidió instrucción mística. Este segundo maestro dijo:

--No dudaré en proporcionártela, pero antes debes servirme durante doce años. Tendrás que trabajar muy duramente en mi ashram (comunidad espiritual|. Por cierto, hay un trabajo ahora disponible. Se trata de recoger estiércol de búfalo.

Durante doce años, el joven trabajó en tan ingrata tarea. Por fin llegó el día en que se había cumplido el tiempo establecido por el maestro.

Habían pasado doce años; doce años recogiendo estiércol de búfalo. Se dirigió al maestro y le dijo:

--Maestro, ya no soy tan joven como era. El tiempo ha transcurrido. Han pasado una docena de años. Por favor, entrégame ahora la instrucción.

El maestro sonrió. Parsimoniosa y amorosamente, colocó una de sus manos sobre el hombro del paciente discípulo, que despedía un rancio olor a estiércol. Declaró:

--Toma buena nota. Mi enseñanza es que todo es el Ser. Es el Ser el que se manifiesta en todas las formas del universo. Tú eres el Ser.

Espiritualmente maduro, al punto el discípulo comprendió la enseñanza y obtuvo iluminación. Pero cuando pasaron unos momentos y reaccionó, dijo:

--Me desconcierta, maestro, que tú me hayas dado la misma enseñanza que otro maestro que conocí hace doce años. ¿Por qué habrá sido?

--Simplemente, porque la verdad no cambia en doce años, tu actitud ante ella, sí.


Cuando estás espiritualmente preparado, hasta contemplar una hoja que se desprende del árbol puede abrirte a la verdad.

                                                                                                                 Namasté


domingo, 18 de noviembre de 2018

La Realidad


Vivir la realidad es eminentemente vivir el presente; es descubrir que sólo existe el presente y que el presente es una totalidad, y que ahora yo no estoy viviendo esa totalidad porque hay una parte de mi que está pendiente del pasado que llevo dentro no liquidado, y esa parte del pasado no liquidado que llevo dentro es la que se proyecta mecánica e inevitablemente  en un deseo de futuro determinado, entonces, este juego de que mi pasado dentro se está proyectando hacia mi futuro, mi idea de futuro, está impidiendo que yo viva toda la realidad que soy, y que encuentre la plenitud en el presente.

Realizarse es eliminar toda esa carga, todo ese lastre que llevamos del pasado; y cuando eliminamos todo esto, la necesidad compulsiva de proyectar hacia el futuro desaparece, y entonces, la persona descubre la dimensión ilimitada del presente, del instante. Sólo existe el instante, pero estamos resbalando por encima de ese instante porque  no tenemos disponibilidad interior para vivir la situación hasta el fondo y desde el fondo, entonces, esta inercia mecánica que está funcionando en mí, constantemente me hace interpretar el presente en función del pasado y proyectarlo en función del futuro y eso es una distorsión que me está impidiendo vivir mi propia realidad a fondo, ahora, mucho más la realidad de los demás y de las cosas, porque siempre el cristal estará empañado por un pasado que me está echando sus motas negras.

Lo que afecta a la mente no es el que existan percepciones y fenómenos de conciencia, lo que afecta a la mente son todas las cosas vividas que yo no he liquidado, son todos los asuntos pendientes, deseos y temores que subsisten dentro, todo lo que son experiencias no finiquitadas, o sea no vividas del todo, no digeridas del todo.

Cuando era pequeño y luego de grande porque ya lo he aprendido, cuando tengo una experiencia desagradable, procuro olvidarme de ella, cuanto más pronto mejor, entonces, busco un estímulo que me sustituya esa cosa desagradable y esto impide que yo viva aquella experiencia desagradable del todo, que haga la digestión mental de ello, entonces esto yo lo corto, quiero que no exista porque es desagradable, lo estoy inhibiendo y así corto su digestión consciente; esto quedará allí, cortado, inhibido, no seré consciente de ello, pero estará empujando desde dentro constantemente y se traducirá en una tendencia a desear o  temer, según sea la experiencia.

Si es una experiencia de dolor proyectará en mí el miedo a todas las situaciones similares a esa, inevitablemente, sin saber por qué; si la experiencia es agradable proyectará mi deseo hacia esa experiencia agradable para que esta se repita una y otra vez. Como nuestra vida está llena de cosas agradables y desagradables que no hemos vivido a fondo, nuestra mente es un tejido, una red que está llena de cosas pendientes y es por eso que nuestra cabeza no para nunca, y esto viene de toda la agitación interior que hay constantemente y afecta hasta el dormir en profundidad, porque hay tal cantidad de material dentro que está tratando de liquidarse, incluso a nivel inconciente que no se puede llegar a descansar en profundidad.

Porque todo asunto interior que no se ha vivido totalmente, tiende a quererse vivir totalmente, entonces es esa dinámica interior que me está proyectando compulsivamente hacia algo, lo que interfiere; no es el recuerdo del pasado, es la agitación mental, emocional, vital que está implicando este pasado no completado, no vivido totalmente. Ej. Si yo he tenido problemas de sentirme disminuido, menospreciado, habrá en mí una absoluta necesidad de resolver esa situación, y resolverla definitivamente, porque sino, estaré repitiendo el mismo problema una y otra vez, y mientras yo no elimine la situación a fondo, eso actuará compulsivamente a pesar mío.   Antonio  Blay                                                                                                        
                                                      



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martes, 13 de noviembre de 2018

Conectada con la Vida



Que es estar conectada?

Para mí, estar Conectada, es un estado de paz y plenitud profunda con “lo que es”, aunque a mi mente/personalidad no le agrade la situación…, es estar en un espacio más profundo desde donde te das cuenta  que la vida es un escenario donde se suceden experiencias  y que como actores de una película, vamos desempeñando diferentes personajes/roles según la ocasión: el sensible, el humillado, el traicionado, el impotente, el feliz, el importante, el especial, el alegre, el complaciente, el servicial, el furioso, el justiciero, el emprendedor, el deprimido, el desesperado, el frustrado, el poderoso y tantas maneras de estar en la vida humana…; y el aprender a no identificarse con estos personajes es la clave para conectar con Eso profundo que somos, esa Realidad Esencial de donde todo está surgiendo, y poder expresar cada vez más esa grandeza Esencial a través  de las formas.

Eso es conexión…

En Realidad, somos seres espirituales en una experiencia humana.

Respira- suelta  lo que te diga la mente, no lo reprimas, no lo rechaces, no lo juzgues, ni analices, solo Observa, sin juicios ese diálogo interno, esos pensamientos que vienen y van, y al no engancharte con ellos, al no identificarte con ellos, accedes a ese nivel profundo que es la Realidad, así con mayúsculas.
Se el espacio inmenso que contiene los estados, los pensamientos, sensaciones, emociones, sentimientos, pero que se da cuenta que eres mucho más que todo ello, un potencial de vida…

Ser como niños pequeños, inocentes, amorosos, curiosos, observadores, creadores, pero con una conciencia adulta, es decir dándonos cuenta de que lo somos, un potencial enorme, capaz de plasmar grandezas en la vida humana. 

Namaste
Juani



jueves, 8 de noviembre de 2018

Despertar del sueño


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Mientras permanecemos encerrados dentro de la experiencia aparente de ser individuos separados viviendo una existencia con la que tenemos que negociar, vivimos en un estado de sueño.

En ese estado de sueño, todo lo que hacemos es gobernado por la ley de los opuestos, en la que cada acto supuestamente positivo es equilibrado exacta e igualmente por su opuesto.

Por consiguiente todos nuestros intentos individuales de hacer que nuestras vidas funcionen, de alcanzar la perfección o de obtener la liberación personal, son neutralizados.

A través de una profunda reflexión y comprensión, descubrimos que mientras continuemos en este sueño estamos, en realidad, viviendo en un círculo. Estamos en una rueda en la que todo se repite continuamente una y otra vez en diferentes imágenes.

Es la consciencia que se deleita en una creación que es a la vez constreñida y liberada. Y, a pesar de lo que creamos sobre nuestra individualidad y “libre albedrío”, llegamos a ver que nosotros somos sólo caracteres soñados que reaccionan y responden desde una disposición de sistemas de creencia históricos y condicionados.

Toda la religión, el arte y la ciencia clásicos en un mundo que nosotros vemos como progresivo, entran dentro de los parámetros de este estado perfectamente equilibrado y exactamente neutral, que sólo sirve para reflejar otra posibilidad.
En los términos de la liberación real, no está aconteciendo nada. Lo que nosotros hemos creado aparentemente es destruido aparentemente. Y lo que nosotros hemos destruido aparentemente es recreado aparentemente.

Al movernos desde nuestra naturaleza original y atemporal a la consciencia identificada, hemos creado está circunstancia para redescubrir que el sueño que estamos viviendo no tiene absolutamente ningún otro propósito que nuestro despertar de él. Ese despertar emerge fuera del sueño, fuera del tiempo, y ésta completamente más allá del alcance de todo esfuerzo individual, de toda vía, proceso o creencia…

Nadie puede conocer mis experiencias, todo es único para mi, en el mundo temporal mis experiencias conforman mis creencias, y estas me hacen experimentar lo que creo, ante esto, la tentación de querer cambiar la manera de vivir, es grande, pero es un error, lo que soy en realidad, está más allá de la limitación del tiempo, la experiencia y la creencia.

Hasta que no redescubro quien soy, ¿qué existencia estoy intentando crear? ¿qué es lo que necesito realmente?, no comprendo todavía que hay un principio de amor incondicional, que permanece oculto, inherente, pero no reconocido, invitando continuamente a recordar lo que somos realmente, a salir de la rueda de la vida, a comprender que hemos creado este sueño, y que su único propósito es despertar de él. Independientemente de lo insignificantes que parezcan nuestras actividades y expresiones, todo es un reflejo de este principio.

Tony Parsons


sábado, 3 de noviembre de 2018

Tarde te amé




Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé!
Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera,
Y por fuera te buscaba;

Y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas
que tú creaste.
Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo.
Me retenían lejos de ti aquellas cosas que,
si no estuviesen en ti, no serían.

Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera:
Brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera;
Exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti;
Gusté de ti, y siento hambre y sed;
Me tocaste y me abrasé en tu paz.

Nos hiciste, Señor, para ti,
y nuestro corazón estará inquieto
hasta que descanse en ti.

San Agustín



martes, 9 de octubre de 2018

Toda ciencia Trascendiendo- de San Juan de la Cruz


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·         Entréme donde no supe,
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
1.    Yo no supe dónde entraba,
pero cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
2.    De paz y de piedad
era la ciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida vía recta;
era cosa tan secreta,
que me quedé balbuciendo,
toda ciencia trascendiendo.
3.    Estaba tan embebido,
tan absorto y ajenado,
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado,
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.
4.    El que allí llega de vero,
de sí mismo desfallece;
cuanto sabía primero,
mucho bajo le parece;
y su ciencia tanto crece,
que se queda no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
5.    Cuanto más alto se sube,
tanto menos se entendía,
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía;
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
6.    Este saber no sabiendo
es de tan alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer;
que no llega su saber
a no entender entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.
7.    Y es de tan alta excelencia
aqueste sumo saber;
que no hay facultad ni ciencia
que le puedan emprender;
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
8.    Y si lo queréis oír,
consiste esta suma ciencia
en un subido sentir
de la divinal esencia;
es obra de su clemencia
hacer quedar no entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.


Fuente: Poemas de San Juan de la Cruz


sábado, 15 de septiembre de 2018

¿Qué soy en Realidad?




Todas las enseñanzas religiosas y espirituales apuntan al hecho de que hay algo —llámalo como quieras (pues no siendo una cosa, es en verdad innombrable)— aquí, justo en las profundidades de la experiencia presente, que no viene y va, que no puede romperse, pudrirse ni desintegrarse, ni siquiera en medio de la más extrema tristeza, dolor o miedo.

Es un lugar que siempre está profundamente bien, incluso cuando todo en la superficie parece no estarlo. Y, dado que se encuentra más allá de los opuestos, más allá del mundo dualista del pensamiento, está asimismo más allá del ciclo de nacimiento y muerte.
Nunca nació, y no puede morir. Es la completitud que la ola del océano desesperada busca pero nunca encontrará. Es el hogar.  

Estamos tan ocupados intentando escapar del malestar y el dolor, y alcanzar la completitud en el futuro, que acabamos pasando por alto la incompletud presente.
Estamos tan ocupados intentando volver a casa que pasamos por alto el hecho ineludible de que ya estamos en casa.

Estamos tan ocupados intentando mantener una imagen de nosotros, intentando demostrarnos y demostrarle al mundo quiénes somos, que pasamos por alto que lo que somos es sencillamente el inconmensurable espacio abierto en el que todas las imágenes vienen y van.

Estamos tan ocupados buscando que acabamos pasando por alto este espacio abierto que lo contiene todo, un espacio abierto que es en sí mismo el final de la búsqueda.
Eres eso que buscas, como los grandes maestros espirituales nos han dicho siempre. Y no lo encontrarás en el futuro. Solo se puede encontrar en el ahora.


    Decididos a gestionar las olas

Desde la perspectiva del océano (ese espacio, lo que somos….), nada es un problema, en el más profundo sentido. El dolor, la ira, la frustración... vienen y van en el océano, y no son, en sentido real, un problema.
Pero como los seres humanos no nos damos cuenta de quiénes somos realmente, hacemos un problema de ellos. Decimos: «¡Esta ola no debería estar en el océano! Pone al océano en peligro..., pone en peligro lo que soy. Impide, en cierto modo, la completitud del océano, y, si pudiera librarme de ella, volvería a haber completitud».   

Lo que hacemos, en esencia, es no permitir que una ola esté en el océano. ¡No permitimos que una ola, que ya es expresión perfecta de la vida, esté en la vida!
Estamos tan profundamente condicionados a juzgar las olas, a dividirlas en buenas, malas, feas, hermosas, seguras, peligrosas, positivas o negativas que acabamos pasando por alto la completitud inherente a cada ola de experiencia: a cada pensamiento, sentimiento y sensación.

Nos erigimos en jueces de las olas y, básicamente, juzgamos que unas están bien y otras no están bien, así que permitimos que algunas existan en lo que somos y otras no. Y aquí es donde empieza eso a lo que llamamos resistencia.
Muchos maestros espirituales hablan de la resistencia que oponemos al momento presente y de cómo esa resistencia se halla en la raíz de todo nuestro sufrimiento psicológico.

Ahora podemos entender por qué nos resistimos a un pensamiento o sentimiento: le oponemos resistencia porque no vemos la completitud en él, porque, a cierto nivel, lo percibimos como una amenaza a lo que somos.

Nos resistimos por miedo, porque no vemos la inseparabilidad e intimidad que hay entre lo que somos y lo que aparece en la experiencia presente. Así que, a cierto nivel, sentimos que lo que está ocurriendo no está bien, y nos retiramos para evitarlo.

Ingeniamos maneras de hacerlo muy complicadas, pero, en esencia, lo que intentamos hacer es muy simple: libramos de las olas que no nos gustan. Deseamos tener el océano bajo control gestionando las olas, de modo que solo aparezcan aquellas que queremos que aparezcan.

Todo el sufrimiento humano es una variación de este tema: intentar controlar las olas, intentar controlar la experiencia del momento presente para que se amolde a nuestras ideas y conceptos de cómo debería ser.
Si quieres sufrir, ¡compara este momento con tu imagen de cómo debería ser!

Acabo escapando de cualquier aspecto de mi experiencia presente que considero que pone en peligro la completitud. Literalmente, entro en guerra conmigo mismo. Me divido en dos: yo, contra las «olas malas», las «olas peligrosas», las «olas oscuras» o las «olas diabólicas» que hay en mí. 

Ciertas olas que hay en mí se convierten en una amenaza, así que echo mano del mundo —del siguiente cigarrillo, la siguiente relación sexual, la siguiente jarra de cerveza, el siguiente subidón espiritual— para dejar de sentir lo que siento, para eludir ciertas olas y, en definitiva, para librarme de esta incompletitud, este vacío, este sentimiento de carencia que palpita en el centro de mi ser.

Me hago adicto (a amantes, a gurús, a sustancias diversas), me apego a rígidos sistemas de creencias o me mato a trabajar..., todo para no tener que experimentar lo que experimento, para no tener que sentir lo que realmente siento en este momento, para poder anestesiarme y no sufrir el dolor de ser humano. Como seres humanos, hacemos cosas muy complicadas, peligrosas e incluso violentas para escapar del malestar que nos provoca la experiencia presente. Pero lo que ocurre por debajo de esto es siempre muy simple: nos resistimos a lo que es.

Durante un rato, el dinero, el cigarrillo, el encuentro sexual, la experiencia espiritual parecen proporcionarnos alivio de este aprieto; el objeto externo o la persona parecen hacer que desaparezca la tristeza, la soledad, el miedo, y parecen darnos la completud que anhelamos. Me aferro a cualquier cosa que crea que me proporciona integridad.

Muchas enseñanzas espirituales hablan del apego, y ahora podemos entender por qué nos apegamos: cuando pensamos que esos objetos externos y esas personas nos están dando integridad, no podemos soltarnos de ellos, porque hacerlo significaría perder la integridad. Continuar enganchados a ellas puede llegar a ser una cuestión de vida o muerte.

Inconscientemente les otorgamos poder a esas personas y objetos de nuestro mundo que creemos que nos dan integridad, y, al hacerlo, perdemos nuestro poder y dejamos de confiar en nuestra experiencia.

Por eso, el buscador siempre busca un gurú —algo o alguien que tiene poder sobre él—.
El gurú adopta muchas formas distintas: puede ser un gurú espiritual (que parece tener el poder de la iluminación), un amante (que parece tener el poder del amor) o una botella de cerveza (que parece tener un misterioso poder de hacerte sentir mejor).

El objeto o la persona teóricamente te quitan el malestar, durante un tiempo. Durante un tiempo muy breve, el peso del yo, el peso de la búsqueda, desaparece, y sientes un alivio temporal del malestar, del dolor, del sufrimiento.

Cuando estás cerca de tu amante o de tu maestro espiritual, cuando estás viendo jugar a tu equipo favorito, cuando estás inmerso en la intimidad del encuentro sexual, en la emoción de los deportes extremos o en las profundidades de la meditación, todo parece volver a estar bien. La búsqueda se relaja y, durante un rato, dejas de sentir el peso de ser una ola separada.

Pero he aquí el problema: cuando retiras el alcohol, el maestro espiritual, el amante o la actividad, el malestar reaparece, a veces multiplicado.
Cuando te separas del objeto buscado —el objeto de la adicción, aquello que imaginabas que te estaba completando—, la búsqueda empieza de nuevo.

Muchas veces, solo cuando pierdes lo que pensabas que te completaba te das cuenta de la búsqueda que borboteaba por debajo de ello; simplemente, no eras consciente de que estuvieras usando a tu «gurú» para que te completara. La búsqueda era inconsciente.
Sí, es fácil creer que no buscas nada cuando todo te va bien, cuando tienes lo que quieres y la vida se porta bien contigo. Dices: «¡No necesito nada para completarme! ¡Estoy completo!».

Pero entonces pierdes tu dinero, tus posesiones, la salud, a tu pareja, a tu gurú espiritual, la fama, el éxito, tu aspecto, los recuerdos de tu experiencia de iluminación; pierdes el objeto, la persona o la experiencia que pensabas que te completaba..., y la consiguiente completitud, la consiguiente soledad, la profunda insatisfacción con la vida —todo lo que se suponía que tus «poderosos» objetos o personas habían hecho desaparecer— vuelve a aflorar.

Ni el objeto, ni la persona, ni la experiencia pasajera tenían en realidad ningún poder..., al menos no el poder que tú realmente anhelabas: el poder de poner fin a la búsqueda, de una vez por todas. 
Así es, normalmente no nos damos cuenta de que estamos buscando hasta que experimentamos la pérdida; y la pérdida puede ser algo terrible..., o una auténtica oportunidad de comprender que, para estar completos, nunca hemos necesitado lo que creíamos necesitar.

¿Qué crees que necesitas para estar completo?

¿Qué tienes miedo de perder?

¿Qué, en caso de que lo perdieras, te haría estar incompleto?

La verdadera libertad no depende de ninguna fuente exterior. La verdadera libertad es ser libre de toda dependencia, es dejar de depender de las fuentes externas para que te completen.

El cigarrillo, los encuentros sexuales, la afectuosa mirada de un gurú no pueden darte una libertad permanente.

Solo cuando tu atención gire ciento ochenta grados para contemplar las olas no deseadas de las que huyes, existe la posibilidad de que descubras la libertad total y la paz en tu propia experiencia.

Jeff Foster






domingo, 9 de septiembre de 2018

El Amor (Jeff Foster)



El amor es mucho más grande que nosotros. No lo creamos con palabras ni obras, ni siquiera con intenciones, pero continuamente somos abrazados por él, somos acogidos en su inmensidad, sin importar lo que hagamos, o lo que dejemos de hacer.

Nos casamos, nos divorciamos; somos amigos, somos amantes; rompemos, nos venimos abajo juntos; nacemos, morimos; el campo perdura. 

Nadie nunca nos ha dado amor; esa es la gran ilusión. Simplemente hemos recordado el campo de la presencia del otro, a veces, hemos reconocido la eternidad en medio de lo cotidiano, después le dimos el crédito a alguien más.

El amor nunca viene de fuera; simplemente tocamos nuestra propia presencia, nos enamoramos del amor que somos, y no podemos no serlo. 

Y nadie nunca nos arrebató el amor; simplemente olvidamos el campo, y ‘culpamos’ al otro, y buscamos amor nuevamente, sintiendo su ausencia, perdidos en la narrativa del ‘amor perdido’. Sin embargo el amor estaba aquí, incluso en su aparente ausencia; estaba presente, incluso en la pérdida. El amor no puede ser dañado; una ola no puede dañar el Océano. 

No busques amor, no busques la luz, sé eso, ofrece eso, la alegría de amar es infinitamente más grande que la alegría de aferrarte con miedo al amor de alguien más, porque muy en el fondo sabes que se trata de una ilusión cuando crees que eso que has anhelado pudiera venir desde fuera de ti.
 Tú eres el Único; siempre has sido el Uno. 

La búsqueda termina exactamente donde comenzó – en la Presencia. 

- Jeff Foster


domingo, 29 de julio de 2018

¿Podrías aceptar profundamente lo que hay aquí, justo en este momento?


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¿Quieres una pareja perfecta? ¿Una madre o padre perfecto? ¿Un jefe perfecto? ¿Un cuerpo perfecto? ¿Sentimientos perfectos? ¿Una perfecta iluminación? ¿Una vida perfecta?
¿Qué te parece la idea de aceptar profundamente lo que hay aquí, justo en este momento? ¿Qué tal aceptar profundamente a los demás, tal y como son en este momento?
Cierto, parece un poco extraño. Suena un poco… contradictorio. Como darse por vencido. Como conformarse con menos de lo que uno se merece. Como… debilidad espiritual. Va en contra de toda esa mentalidad de “¡Ve y logra todo aquello que deseas!”.
Sí, estas enseñanzas acerca de la Presencia y del Estar Aquí y Ahora y de la Consciencia del Momento Presente podrían sonar un tanto simplistas, incluso ingenuas para la mente. Es muy fácil que se malinterpreten y que sean rechazadas. Después de todo, ¿quién querría renunciar a sus sueños del pasado y del futuro y enfrentarse a un momento misterioso? ¿Quién querría admitir la fragilidad y lo valioso de la vida, su naturaleza transitoria, su regalo agridulce? ¿Quién querría admitir su propia impotencia y reconocer su profunda humildad cósmica? ¿Quién querría morir al tiempo? ¿Quién querría renunciar a su idea de control? ¿Qué corazón podría asumir esa gracia? 
La verdad más profunda de la existencia es simple, aunque nunca simplista.


¿Aceptar “lo que es” es renunciar a la posibilidad de un cambio? No. Nunca.
¿Aceptar significa tolerar o “soportar”? ¿Significa obedecer ciegamente tus impulsos violentos? No, para nada.
¿Aceptar significa asumir un rol de vida diferente, el rol de una persona “sumamente espiritual”, “aceptando profundamente”, “una persona totalmente pacífica”? No. La aceptación no es un rol y no se trata de nada personal.
La profunda aceptación significa mirar a la vida de frente, en este momento.
¿Aceptar significa hacerse a un lado, volverse pasivo, hacerse de la vista gorda ante la violencia y permitir que pasen por encima de nosotros o de nuestros seres queridos? De ninguna manera.
Significa poner atención a lo que hay aquí, en lugar de lo que no está presente.
Significa dejar de lado las esperanzas y los sueños y despertar a lo que realmente es verdadero.
Significa terminar la guerra, dejar de ver a través de la ilusión de un “yo” separado de este misterioso movimiento de vida.
Significa alinearse completamente con las Cosas Tal y Como Son.
Finalmente, significa estar en Casa, independientemente de lo que esté pasando. 
Esta es la gran paradoja, que en la aceptación profunda y sin concesiones del momento “imperfecto” viene el cambio, un cambio creativo e inteligente, sorprendentemente natural. ¡Qué perfección!
La mente nunca ha estado a cargo del cambio.
 - Jeff Foster (La Danza de la Nada)


martes, 24 de julio de 2018

Vivir Centrado (Antonio Blay)

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Podemos estar en la vida con una actitud muy exteriorizada, periférica, o, una centrada, profunda.
A nivel físico, cuando voy por un lugar peligroso, pongo la atención en mis movimientos, el máximo control de mi actividad física, estoy buscando el centro. En determinadas situaciones afectivas, trato de estar todo yo presente, no permito que salga algo inapropiado, sino que intento estar en el centro de lo que siento profundamente. Cuando se trata de hablar, o tomar una decisión muy importante, ocurre lo mismo, me sitúo en una zona central, donde pueda decir lo que me parece más adecuado.

Esta actitud de vivir desde ese punto donde yo soy más yo mismo y que me hace manejar mejor las cosas, las reservamos para momentos muy importantes o de urgencia.

Toda la vida está fluyendo desde ese centro, desde ese eje central (centro mental, centro afectivo y centro de energía) de donde surge toda capacidad de comprensión, de sentimiento y de acción; todo lo demás es manifestación periférica de ese centro.
Desde el centro, la identidad, se funciona con soltura, se actúa con rapidez y eficacia, y no hay identificación; hay plena disponibilidad de ver, sentir y actuar.

Todo trabajo  interior, cualquiera sea el enfoque, es para alcanzar ese fondo; algunos buscan el fondo energético (físico, mental), como las artes marciales; otros, como la meditación religiosa, tratan de llegar a vivir el fondo del sentir y amar desde ahí; en meditaciones de tipo  metafísico es llegar al fondo de la mente y desde allí conectar otros niveles de consciencia.

 Es aconsejable para un equilibrio personal,  trabajar los tres niveles, de lo contrario, el nivel que esté menos desarrollado, nos traerá dificultades.

Centrarse, es aprender a vivirse como sujeto que ve, que siente, que conoce, que actúa; es tratar de estar más allí donde uno es uno mismo.
Es una luz central que ilumina todo lo que  se mueve alrededor, entonces se puede ser consciente de una cosa o de otra, sin perder la consciencia del que ve, sin pensar
En el pensar, la mente hace un gesto automático y se cierra sobre algo en particular, excluyendo el resto.

La atención central, es una atención como sujeto, no hacia el objeto y está implicada en el centramiento en su fase mental.   Estar centrado es una actitud interior profunda, significa vivir cada momento con toda mi lucidez, con toda mi capacidad de sentir, con toda la capacidad de movilizar la energía que pueda.

CUANDO VIVAS CENTRADO, 
EL EXTERIOR NO TE PODRÁ AÑADIR
 NI QUITAR NADA DE LO QUE ERES."    
                                                                                           
                                                                            Antonio Blay


sábado, 30 de junio de 2018

¿En qué consiste nuestra Libertad?



La libertad no consiste, en que podemos hacer lo que queremos. Esto resulta muy halagador, pero no es cierto; podemos, es verdad, hacer algo por nosotros mismos, más no del modo que solemos pensar...

Inicialmente, en el aspecto material, no somos más que una célula. Todo lo que llegamos a ser después nos lo incorporamos del exterior. Y esto ocurre no sólo en el plano fisiológico, sino también en todos los niveles personales. De modo que toda la efectividad, todas las ideas son de algún modo producto de los materiales que nos vienen de fuera.

En realidad existen en nuestro interior unas fuerzas virtuales, que marcan ciertas preferencias, unas direcciones a nuestra estructura individual. Pero todos los elementos concretos, absolutamente todos, los extraemos del exterior.
De ahí podemos deducir la enorme influencia que tiene el ambiente en la formación, desarrollo y expresión de la personalidad.

Si bien nosotros contamos con estas fuerzas virtuales y las hemos actualizado incorporándonos tales elementos del ambiente, queda todavía por dilucidar otro factor: ante estas fuerzas y estos elementos, ¿dónde estoy yo?, ¿qué papel desempeña mi foco de referencia, mi eje personal?

Todos vivimos la experiencia de que en un momento dado, por ejemplo, nos situamos en un plano puramente instintivo, biológico, y en este preciso momento, cuando yo estoy situado en el plano biológico, las leyes que rigen para mí son únicamente las biológicas.
Cuando estoy en un nivel afectivo, para mí no existe más que amor-odio.
Y cuando me vivo sólo en un nivel mental, impera para mí el principio verdad-error.

En cada uno de estos niveles yo estoy determinado, en cada uno de ellos no puedo actuar de modo diferente de lo que es mi naturaleza en este nivel; por lo tanto, en cada uno de mis niveles no tengo libertad.
Lo que ocurre es que quizás yo sí pueda pasar de un nivel a otro, o vivir ciertos niveles desde otros más elevados. Y esta posibilidad de desplazamiento voluntario de mi foco de conciencia es lo que no me viene dado ni por la herencia ni por el ambiente.

Por la herencia se me entrega una fuerza direccional interior, por el ambiente unos materiales, y con ambos elementos cada uno edificamos nuestros niveles físico-psíquicos, pero, ¿dónde queda el yo?, ¿en qué punto de mi estructura psíquica me encuentro libre?
Cuando me sitúo en un nivel, quedo determinado por las leyes de este nivel. Por lo tanto no tengo libertad de acción en ninguno de los niveles mientras me estaciono en uno de ellos; lo que sí tengo, es libertad potencial para desplazarme de un nivel a otro, para seleccionar en qué nivel he de situarme, y, desde él, determinar mi conducta y mis estados. Pero aún esto, no siempre. Pues sólo puedo hacerlo mientras estoy despierto, atento, lúcido; cuanto más lúcido esté, mayor capacidad tendré para seleccionar el nivel en que quiero situarme.
Por el contrario, si no permanezco del todo lúcido, quedaré más o menos identificado por inercia en uno u otro de mis niveles de modo automático, y entonces tampoco tendré completa libertad.

La tercera dimensión es, pues, esta capacidad de desplazarme de un nivel a otro, que depende de la amplitud de conciencia, de la madurez interior.

Según me sitúe se seguirá una resultante y esta resultante será inevitable. En definitiva, lo que varía, dependiendo en cierto grado de mí, es el punto en que me coloco, que obedece a mi capacidad de situarme voluntariamente más arriba o más abajo.

En este sentido la libertad no consiste en hacer lo que uno quiere, sino, en el hecho de seleccionar qué escala de valores utilizaré en un momento dado. Mi libertad, reside en la capacidad que tengo para no depender de unos niveles, para sustraerme a su influencia.

La libertad es, pues, la capacidad de disminuir el número de los condicionamientos que me determinan.

Cuando la persona deja de quedar automáticamente identificada con un nivel, está suficientemente despierta, lúcida, para poder desplazar su mente a otro nivel, a voluntad, y vivir desde allí; en este caso se libera de los niveles de los pisos inferiores. Y según va ascendiendo en esta capacidad de liberarse de niveles, adquiere gradualmente conciencia de mayor libertad, libertad de no hacer, libertad de emanciparse: libertad igual a liberación.


                                         Extracto  de “La Personalidad Creadora”           
                                                                                        Antonio Blay