Somos conscientes de algo gracias a que
somos también conscientes de otra cosa detrás. Soy consciente
de una idea porque hay una no-idea alrededor; sino no sería consciente de la
idea. Soy consciente de una verdad como verdad, porque hay una noción de
inteligencia detrás; y la verdad es la forma particular de esta inteligencia.
Hay un sentimiento (o estado) particular porque hay un fondo universal o total
en ti que es un «sentir» siempre presente. Si no hubiera este fondo no podrías
percibir el estado o sentimiento particular. Es por esta facultad maravillosa
que al focalizar nuestra atención en algo particular dejamos de ser actualmente
conscientes del fondo, a pesar de que lo seguimos siendo (de un modo u otro),
sino no podríamos percibir lo particular.
Es parecido a una visión. En la visión
-esto se ve muy claro en el cine-, ocurre cuando se quiere enfocar claramente
un primer plano (o una figura en primer término); entonces lo que está detrás
se obscurece, quedando borroso. Si se quiere centrar lo que está en el fondo se
diluye lo que está en primer plano ¿no es cierto? Así, podríamos decir: detrás
de esta conciencia lúcida, actual,
que tenemos de nosotros
en primer plano, está esa presencia difusa de la realidad total que somos.
Es necesario descubrir que esa cosa que
parece no-cosa es nuestra conciencia completa, amplia, profunda, pero ahora
estamos adiestrados a mirar sólo lo particular; y de lo particular, a otro
particular y a otro particular. Y así, estamos constantemente resbalando por lo
que son figuras o estados particulares, fenómenos particulares de la conciencia,
sin descubrir que esto implica ser toda la conciencia que hay en el fondo. Debemos aprender a aceptar
esa no cosa presente, eso que parece que no es nada, eso que parece que es
silencio, eso que parece que no tiene sentido (al principio), porque es la base,
es el sustrato del cual está hecha mi conciencia particular.
Estamos mentalizados a creer que es más
real la forma que el fondo y no es cierto; porque una forma es sólo forma del
fondo. Estamos
acostumbrados a creer que una ola es más real que el mar; nuestra mente lo
percibe así porque el mar es amorfo y la ola es la forma que percibe
distintamente nuestra mente. Pero la ola no le da mayor realidad al mar, la ola
está hecha (toda ella) del mar, y percibimos la ola gracias al mar, o sea, lo
que es no-ola.
Así, todos los actos particulares, de
pensar, de sentir, de querer, son como olas de una océano básico. Nosotros
atendemos a las olas de cada momento sin tomar conciencia del océano base que
somos. Se trata, pues, de educar la mente a prestar atención a lo que es el
fondo, y entonces, desde el fondo vivir las formas, desde la totalidad vivir lo
parcial, desde la plenitud vivir cada acto particular.
La Realidad- Antonio Blay
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