Páginas

lunes, 29 de enero de 2024

Atención Plena

 

La atención a la que aquí nos referimos no es la que consiste en fijar la mente en algún objeto o idea de un modo exclusivo, sino más bien la que resulta del especial estado de la mente que significamos con los términos «estar muy despierto», «ser plenamente consciente» y «tener la mente vigilante, alerta y despejada».

Es el estado mental que se produce al adoptar la actitud compuesta simultáneamente de interés, deseo de comprender, expectación y amplitud mental. Es el estado de atención general pero apoyándose muy especialmente en la intención de estar más despierto, más consciente, más atento. Es la conjunción de la mente, como principio de intelección y de la voluntad, como principio de acción.

La mayor parte de las personas viven habitualmente y sin darse cuenta de ello con un nivel de atención extraordinariamente bajo. Sólo esporádicamente, y como consecuencia del interés que provocan determinados estímulos internos o externos, se despierta un poco de atención.

Así, por ejemplo, el dolor, el hambre o el amor son estímulos internos que avivan la mente, y un hecho que se sale de lo corriente o un acertijo que hay que resolver, son estímulos externos que despiertan igualmente la atención. Pero una vez desaparecidos los estímulos que tenían un definido interés para la persona, parece como si la mente se apagara de nuevo parcialmente, disminuyendo por igual su agudeza de percepción y la amplitud de su capacidad de reacción.

La mente sigue funcionando, pero de un modo restringido, sujeta a un ciclo de automatismos de amplitud muy limitada. En esta disposición, la conducta de las personas está prácticamente determinada por completo por la resultante de la inercia de los condicionamientos interiores más habituales, sean del signo que sean, y por la reacción más fácil ante los limitados estímulos externos que son así capaces de registrar.

Esta tendencia a la pasividad mental es tan fuerte que incluso la vida en una populosa ciudad moderna, cuyo ritmo y complejidad obligan a «ir con los ojos muy abiertos», no basta para que la gente se despierte por completo y viva de un modo más consciente.

El cultivo de esta clase de atención es la mejor «gimnasia» que puede hacer la mente para alcanzar su pleno desarrollo y madurez.


Sus principales efectos, cuando está ya bien consolidada, pueden resumirse como sigue:

- Aumenta la capacidad receptiva, permitiendo registrar mayor número de estímulos procedentes tanto del exterior como del interior del propio sujeto.

- Mejora la capacidad de fijación de las percepciones, aumentando por lo tanto, la memoria en general.

- Facilita la comprensión inmediata de las ideas, personas y situaciones.

- La mente dispone con mayor facilidad de todos los datos que tiene a su disposición, por lo que sus razonamientos y conclusiones serán más lúcidos y acertados.

- Favorece la constante visión de conjunto, impidiendo caer en exclusivismos o parcialidades.

- Aumenta la potencia de la mente y, por consiguiente, su poder de irradiación.

- Da mayor facilidad para concentrarse a voluntad sobre cualquier tema y, en general, aumenta el dominio de todas las facultades mentales.

- Estimula la percepción intuitiva procedente del nivel superior de la mente, gracias a la cual verá nuevas posibilidades y soluciones en cada situación.

- Facilita la visión inmediata de la esencia de los problemas, por dirigir automáticamente su mirada al núcleo de los mismos.

- Produce una permanente actitud positiva frente a las situaciones, erigiendo una poderosa barrera ante los estados negativos que pudieran intentar emerger del interior.

Antonio Blay



viernes, 5 de enero de 2024

Relaciones y conflicto (Antonio Blay)


Cada vez que eres capaz de aceptar profundamente, de amar, de comprender, de entrar en sintonía con el otro, estás poniéndote en unidad contigo mismo, con una porción de ti mismo, de tu consciencia, además de ponerte en armonía con la otra persona. Tus enemigos exteriores son tus enemigos interiores.

Cuando aprendes a distinguir a la persona, de lo que es su acción (su modo de funcionar), uno puede aceptar profundamente a la persona, porque en el fondo está hecha de lo mismo que estoy hecho yo: de una capacidad de comprender, de una capacidad de ser feliz, de una capacidad de actuar, y además, está tratando de buscar su propia plenitud, su propia realidad, tal y como la estoy buscando yo. 
Entonces siento que hay una vinculación profunda de persona a persona, siento que podemos estar viviendo el mismo argumento, que estamos juntos en la misma aventura, aunque su modo de hacer sea muy distinto (y a veces, contrapuesto) a mi propio modo de hacer, y aunque estos modos de hacer, a veces, impliquen una oposición, una lucha.

Cuando hay un enfrentamiento, es totalmente constructivo, totalmente creador. Pero cuando yo confundo el modo de hacer con el ser, entonces la lucha, es totalmente destructiva.

Es evidente que puede haber dificultades. Lo importante es ver en qué medida yo, como persona, soy capaz de comprender al otro como persona, a parte de lo que nos diferencia.

En la medida en que yo me viva a mi mismo profundamente, entonces soy capaz de comprender a la otra persona, y, al ver que hay algo profundo esencial que nos une, podré tratar las diferencias, y puede haber polémica y salir todo lo necesario, pero tendrá un carácter muy distinto a lo que se suele vivir habitualmente, en forma de oposición de persona a persona.

Las dificultades surgen siempre que hay una no comprensión y una no aceptación; ahora bien, comprendiendo y aceptando la dificultad fundamental desaparece, lo cual no significa que no desaparezca la confrontación, la interacción; puede haber lucha, y hasta intensa, pero será dentro de una base de armonía.

Esto parece algo inconcebible, porque estamos acostumbrados a que para luchar por algo, tengamos que ir en contra de, y no es así. Yo puedo estar totalmente de acuerdo con la otra persona, como persona, pero a la vez defender, lo que considero mi verdad, o bien frente a lo que el otro defiende, y a la vez, estar profundamente vinculados.

No hay motivos para rechazar a la otra persona, esto lo hacemos, porque estamos viviendo en la idea que nos formamos, que tiende a rechazar todo aquello que se vive como peligro hacia su propio valor, hacia su propio desarrollo.

Todo esto se vive, luego de un trabajo de maduración, sin ese trabajo, se ve como muy difícil; pero visto en un marco de desarrollo, de una maduración de la consciencia profunda, entonces esto no presenta mayor dificultad, aunque no sea fácil.