La atención a la que aquí nos referimos no es la que consiste en fijar la mente en algún objeto o idea de un modo exclusivo, sino más bien la que resulta del especial estado de la mente que significamos con los términos «estar muy despierto», «ser plenamente consciente» y «tener la mente vigilante, alerta y despejada».
Es el estado mental que se produce al adoptar la actitud compuesta simultáneamente de interés, deseo de comprender, expectación y amplitud mental. Es el estado de atención general pero apoyándose muy especialmente en la intención de estar más despierto, más consciente, más atento. Es la conjunción de la mente, como principio de intelección y de la voluntad, como principio de acción.
La mayor parte de las personas viven habitualmente y sin darse cuenta de ello con un nivel de atención extraordinariamente bajo. Sólo esporádicamente, y como consecuencia del interés que provocan determinados estímulos internos o externos, se despierta un poco de atención.
Así, por ejemplo, el dolor, el hambre o el amor son estímulos internos que avivan la mente, y un hecho que se sale de lo corriente o un acertijo que hay que resolver, son estímulos externos que despiertan igualmente la atención. Pero una vez desaparecidos los estímulos que tenían un definido interés para la persona, parece como si la mente se apagara de nuevo parcialmente, disminuyendo por igual su agudeza de percepción y la amplitud de su capacidad de reacción.
La mente sigue funcionando, pero de un modo restringido, sujeta a un ciclo de automatismos de amplitud muy limitada. En esta disposición, la conducta de las personas está prácticamente determinada por completo por la resultante de la inercia de los condicionamientos interiores más habituales, sean del signo que sean, y por la reacción más fácil ante los limitados estímulos externos que son así capaces de registrar.
Esta tendencia a la pasividad mental es tan fuerte que incluso la vida en una populosa ciudad moderna, cuyo ritmo y complejidad obligan a «ir con los ojos muy abiertos», no basta para que la gente se despierte por completo y viva de un modo más consciente.
El cultivo de esta clase de atención es la mejor «gimnasia» que puede hacer la mente para alcanzar su pleno desarrollo y madurez.
Sus principales efectos, cuando está ya bien consolidada, pueden resumirse como sigue:
- Aumenta la capacidad receptiva, permitiendo registrar mayor número de estímulos procedentes tanto del exterior como del interior del propio sujeto.
- Mejora la capacidad de fijación de las percepciones, aumentando por lo tanto, la memoria en general.
- Facilita la comprensión inmediata de las ideas, personas y situaciones.
- La mente dispone con mayor facilidad de todos los datos que tiene a su disposición, por lo que sus razonamientos y conclusiones serán más lúcidos y acertados.
- Favorece la constante visión de conjunto, impidiendo caer en exclusivismos o parcialidades.
- Aumenta la potencia de la mente y, por consiguiente, su poder de irradiación.
- Da mayor facilidad para concentrarse a voluntad sobre cualquier tema y, en general, aumenta el dominio de todas las facultades mentales.
- Estimula la percepción intuitiva procedente del nivel superior de la mente, gracias a la cual verá nuevas posibilidades y soluciones en cada situación.
- Facilita la visión inmediata de la esencia de los problemas, por dirigir automáticamente su mirada al núcleo de los mismos.
- Produce una permanente actitud positiva frente a las situaciones, erigiendo una poderosa barrera ante los estados negativos que pudieran intentar emerger del interior.
Antonio Blay