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viernes, 13 de diciembre de 2013

La Conciencia revela la Realidad


Se dice de Chuang Tzu que:
  Una mañana comenzó a llorar. Sus discípulos se reunieron y le preguntaron: «Maestro, ¿qué haces? ¿Qué te ha pasado?». Chuang Tzu dijo: «Tengo un problema. Esta noche he soñado que me convertía en una mariposa».
  Los discípulos dijeron: «¿Pero que hay de malo en ello para que llores y te pongas tan triste? ¡Todo el mundo sueña muchas cosas! No hay nada de malo en que en un sueño te conviertas en una mariposa».
  Chuang Tzu dijo: «Ese no es el problema. El problema es que ahora estoy preocupado porque me ha surgido una duda y no sé como llegar a una conclusión. Por la noche Chuang Tzu soñó que se había convertido en una mariposa. Y ahora me ha surgido la duda: puede que la mariposa esté soñando que se ha convertido en Chuang Tzu».
  Y quién va a decidirlo? Y ¿cómo? Si un Chuang Tzu puede convertirse en una mariposa en su sueño, entonces ¿por qué no puede estar sucediendo lo contrario: que una mariposa posada sobre una flor pueda estar soñando que se ha convertido en un buda?
Puede que todo sea un sueño, no hay forma de refutarlo. Coloquialmente, como mucho, podemos decir que son apariencias. Pero en el fondo no hay forma de saberlo.

  Hay sólo una realidad de la cual puedes estar absolutamente seguro, y esta es la realidad interior. Puedes ir hacia tu interior. Sólo puedes estar seguro de ti mismo, de nada más. Pero una vez que penetras en la certeza de que tú eres...
  Recuerda, hasta en sueños tú eres. Puede que te hayas convertido en una mariposa, pero tú eres. Hasta para que pueda existir un sueño por lo menos tú eres necesario. Todo lo demás puede ser un sueño pero tú no, porque sin ti ni siquiera el sueño puede existir. Hasta para soñar se necesita la consciencia.
  Puedes demostrar que todo es un sueño, pero no puedes demostrar que el que sueña es un sueño, porque el que sueña tiene que ser real, de otra forma los sueños no pueden existir.
  Sólo una cosa es absolutamente cierta y esa es tu realidad interior. Conversión quiere decir ir de un mundo incierto, el mundo de las apariencias, al mundo de la realidad.
Y una vez que tienes esta certeza interior y se solidifica, una vez que sabes que eres, entonces desde esta certeza la visión cambia, y la cualidad cambia. Entonces miras el mundo exterior y se abre ante ti un mundo diferente; este mundo es Dios.

  Cuando estás enraizado en una realidad auténtica, absolutamente cierta, entonces tu mirada tiene una cualidad diferente: entonces hay confianza. Ahora puedes mirar..., y el mundo entero cambia. Entonces ya no son apariencias, sino la realidad, lo auténticamente real.
  Y ¿qué es eso auténticamente real? No son las formas externas. Las formas cambian, pero lo que se mueve a través de las formas es inmutable.
  Primero fuiste niño, luego joven, y ahora te has hecho viejo; la forma ha estado cambiando constantemente. Tu cuerpo cambia a cada momento, la forma cambia; pero si te fijas, en tu interior siempre has sido el mismo.
  Al principio eras una pequeña célula, un átomo en el vientre de tu madre, ni siquiera eras visible a simple vista; después fuiste un niño pequeño; luego un joven lleno de sueños y deseos; y después, frustrado y abatido, un fracaso; un viejo. Pero si miras en tu interior, todo ha seguido igual. La consciencia nunca cambia. Si miras adentro te sorprenderás: no puedes sentir qué edad tienes, porque la consciencia no tiene edad. Si cierras los ojos no puedes decir si tienes veinte, cuarenta o sesenta años, porque la edad es algo que pertenece al cuerpo, a la corteza. Tu realidad no tiene edad; nunca ha nacido y nunca morirá.
  Una vez que te centras en esta eternidad, inmutable, absolutamente inmóvil, entonces tu cualidad cambia. Entonces puedes ver, entonces te conviertes en un espejo. En ese espejo se refleja la realidad. Pero antes tienes que convertirte en un espejo. De momento estás tan agitado, tan inquieto, que no puedes reflejar nada; sólo distorsionas. La mente distorsiona la realidad, y la consciencia la revela.   
                                                                                                                                                  Osho

miércoles, 11 de diciembre de 2013

¿Porqué aprender a liquidar las situaciones pendientes?


 La mente debiera funcionar como un registro y un transformador de entradas y salidas: percibo una situación que llega hasta el fondo; la mente entiende el significado de la situación y provoca una respuesta del fondo total a la situación.

  En el niño pequeño  ocurre a cada momento hay una entrada hasta el fondo y una salida de éste totalmente completa, adecuada a la situación, es decir que la situación no deja residuos porque la respuesta es completa. Pero precisamente el proceso en la infancia por el cual yo me adhiero a un modelo que trato de cumplir y luego me identifico con la idea que me hago de mí, hace que haya un montón de cosas que yo no puedo expresar o que trato de no admitir. Es decir, interviene una censura constante, lo mismo de lo que me viene del exterior y de lo que tiende a salirme del interior.

  Todo esto hace que este funcionamiento libre y completo, total, deje de funcionar, así entonces vayan quedando dentro de nuestra mente profunda (inconciente) una cantidad, sea de ideas, sea de emociones, sea de energía vital, en forma de protestas, en forma de resentimiento, en forma de deseos, en forma a veces de ideas muy buenas, de aspiraciones muy buenas. De manera que lo mismo hay cosas en el lenguaje corriente podemos llamar buenas, como malas, que han quedado dentro porque la censura no ha permitido que salgan, y eso hace que haya unas situaciones que han quedado interrumpidas, que han quedado a medio vivir, y esas situaciones a medio vivir, están empujando desde dentro para acabarse de vivir, porque lo natural es la vida total. Cuanto más cosas hay, mayor es el esfuerzo que he de hacer para evitar que salgan, lo cual equivale a decir: ”cuanto mayores presiones tengo, con mayor tensión vivo”, porque ese esfuerzo para que no salgan es el que crea la tensión: tensión mental, tensión emocional y tensión física.

   Yo no tengo libre acceso al fondo central que soy si no limpio, si no vacío, si no liquido todas esas cuentas pendientes que hay en mi interior, y esto es una necesidad natural. Yo puedo vivir con todo eso a cuestas, pero un día u otro, aunque sea al dejar el cuerpo físico, todo eso tendré que revivirlo en un intento de liquidarlo, y esto es lo que constituyen los estados post-mortem, que se llaman a veces de cielos o infiernos intermedios o el purgatorio.

   Es revivir todas las cosas que están pendientes porque entonces desaparece la censura, la capacidad de censurar, o por lo menos disminuye mucho y todo lo que está dentro empujando tiende a salir.
  Las cosas que no he vivido, que no he acabado de vivir ¿porqué no las he acabado de vivir?. Porque mi mente consciente ha dicho no, ha censurado, ha dicho: “prohibido”, sea porque no está de acuerdo con la moral aceptada, sea porque yo tengo miedo de sentirme mal o porque se opone al modelo ideal que yo me he hecho de mi mismo. Por una u otra razón la cosa ha quedado interrumpida por un gesto de contracción mental que quiere decir “no”. El “sí” quiere decir apertura, el “no” quiere decir contracción.

  Se trata de que viendo la necesidad de vivir toda mi verdad, en lugar de decir “no” a la situación yo le diga “si”. Se trata del gesto interior por el cual yo acepto vivir todo aquello que está pendiente, sea agradable o desagradable, por una exigencia de vivir toda mi verdad, de ser sincero, de ser yo de una pieza.

    El modo concreto de proceder es: en una situación de tranquilidad, de relajación, evocar la situación, una situación que uno recuerde, que sea la más dura, aquella situación que ha dejado en mí como una carga, un peso, y que de algún modo está lastrando toda mi vida. Tal vez el caso de resentimiento hacia la madre porque uno no ha recibido el afecto y comprensión que esperaba sino quizá lo contrario, y entonces, eso es un peso que está dentro o puede ser cualquier otra situación.

 Entonces se trata de revivir la situación. Y revivir la primera, la más antigua, la inicial, la más profunda si uno se acuerda. Si no, partir de lo que uno recuerda, y permitir, manteniéndose  muy conciente, que esa situación adquiera en mi mente toda la fuerza que tenía en su momento. Se trata, pues, no solamente de recordar, sino también sentir lo que va junto con el recuerdo. Esta fase del sentir es fundamental. Veréis que cuando uno empieza a evocar la situación y a permitirse sentir viene inmediatamente una tendencia a cerrar o a reaccionar en contra,  que es lo que hemos estado aprendiendo a hacer toda la vida, desde pequeños, y ahí es cuando, estando alerta, debemos decir “no”.

 Ante esa situación no debo quejarme, no debo agredir, no debo cerrarme y huir, debo vivir la situación del todo y aceptar el malestar que produzca. Es aceptar aquella realidad tal como está grabada dentro. Esto, a veces, puede ser muy difícil porque dentro puede estar registrado como algo muy penoso, muy desagradable, y se trata de que, en la medida que yo pueda, acepte vivirlo. Aceptar simplemente, que no es interpretar, no es justificar; simplemente aceptar vivir, que es lo que yo no acepté en su momento.

   Cuando yo voy permitiéndome sentir todo, sin reaccionar agresivamente, sin huir, entonces llega un momento en que, después de pasarlo mal y permitir que este pasarlo mal lo viva abierto, con sinceridad, a fondo, curiosamente desaparecerá el malestar. No porque yo lo elimine, lo borre, lo inhiba, sino porque desaparece.

  Cuando yo permito que una experiencia se viva desde el fondo, el fondo la absorbe y la liquida completamente, tanto la idea como la carga emocional y el dolor. El fondo tiene el poder de absorber y diluir definitivamente toda experiencia. 

 Es porque no hemos permitido que la experiencia penetrara hasta el fondo por lo que ha permanecido en nosotros. Se trata de abrir la mente, lo cual quiere decir aceptar vivir la cosa como idea, como imagen, como sentimiento, como dolor, como placer, lo que sea; libremente. Y cuando yo lo admito y me mantengo así, aquello que estaba detenido dentro fluye hasta el fondo y se diluye definitivamente.

                                                    Material de Antonio Blay Fontcuberta 

domingo, 17 de noviembre de 2013

Evolución-Crecimiento


Diferentes unidades de conciencia

  Nuestra evolución se produce como si ésta consistiera en ir creciendo, adquiriendo conciencia y dominio de una unidad pequeña para pasar a otra unidad mayor y luego a otra mayor y así progresivamente. Esto ya lo vemos en lo que es el desarrollo psicológico habitual, conocido por todos nosotros, en el que van apareciendo horizontes cada vez más amplios y más ricos a medida que la persona va creciendo.
  Pero desde el punto de vista de la realización, el crecimiento no sólo estriba en este horizonte mayor que se va asumiendo -con una mayor riqueza de experiencias y de visión- sino que consiste concretamente en pasar a través de una jerarquía de unidades.
  Primero, la persona va adquiriendo conciencia de su personalidad, de su cuerpo, de su afectividad, de su mente, y gran parte de la vida consiste en un aprendizaje para poder ir manejando todo esto. Pero luego, la persona ha de llegar a descubrir, en un momento u otro de su evolución, que eso que está viviendo como su unidad realmente sólo es parte de otra nueva unidad, la cual es también él mismo. Esa nueva unidad es lo que he descrito otras veces con el nombre de nuestro universo individual.
   Toda nuestra vida, desde el punto de vista subjetivo, es nuestra conciencia; y esta conciencia es una constante actualización de un potencial interior. Esto quiere decir que todo aquello de lo que yo soy o he sido o puedo llegar a ser consciente, es una actualización de esa identidad básica que yo soy, y que ese potencial es el que luego se va manifestando en mi campo de conciencia.


Los tres sectores de mi realidad

  En ese campo de conciencia, por un lado está mi personalidad, está mi cuerpo, están mis ideas, mis hábitos, mi conducta, mis recuerdos, está todo lo que yo vivo en primera persona. Pero también en este mismo campo de conciencia está lo que yo vivo como lo otro: mi imagen del mundo, mi conocimiento de las personas, mi valoración de las personas, todo lo que yo siento en relación con personas, seres y circunstancias; y todo esto es también un aspecto de mi propia conciencia. Y aunque esto se corresponde que está realidad más allá de mí, yo solamente vivo ese mundo según está registrado en mi propia conciencia.

  Además, esta conciencia tiene otro sector superior que es donde yo voy registrando todo lo que, a mi entender, está por encima de mí y por encima del mundo. Y ahí es donde nosotros vamos registrando todo lo que son aspectos de una belleza ideal, de una bondad, de una felicidad, de un poder, de un Ser, de una eternidad; en definitiva, todo lo que llamamos valores trascendentes. También todo esto es parte integrante de nuestro mundo o universo individual.

  Éstos son los tres grandes sectores de nuestra conciencia. Lo que yo vivo en primera persona: yo. Lo que vivo como perteneciente a lo que está fuera de mí: el mundo, la existencia. Y luego lo que son los valores o realidades superiores: lo trascendente, lo espiritual, lo divino.

  Durante la primera etapa de evolución, la cual puede durar muchos siglos, el hombre va tomando conciencia de su propia personalidad como su única unidad; el hombre vive su personalidad, su cuerpo, su mente, su afectividad, a la vez que está constantemente enfrentado y en relación con el mundo y también con unas realidades superiores. O sea, que el se vive como una unidad enteramente distinta del mundo, del resto del mundo y de lo superior. Pero llega el momento en que va descubriendo -o ha de llegar a descubrir- que de algún modo eso que conoce del mundo es él mismo; no que el mundo en sí sea él mismo, sino que su conocimiento, su conciencia del mundo, es su conciencia, es una parte de sí mismo. Y que lo que uno intuye, conoce o formula respecto a lo superior es otra parte de esta conciencia total de sí mismo; es un aspecto de sí mismo.

  Fijémonos bien, porque esto no quiere decir que yo no me relacione con los demás; simplemente quiere decir que yo solamente me relaciono con los demás a través de mi noción, de mi imagen -de la conciencia en mí- de los demás. Y que yo me relaciono con lo trascendente sólo a través de mi conciencia de lotrascendente. Por esto os decía que no hay auténtica comunicación superior si no hay esa presencia, esa realidad superior actualizada en mi conciencia.

  Así, todo lo que yo conozco, valoro, en todos los aspectos, en todas las áreas de la existencia, visibles o invisibles, presentes, pasadas o futuras, son aspectos de mi propia conciencia total. Y todos esos aspectos, todos esos contenidos de mi conciencia total, son expresión de lo que esta misma conciencia es en su centro, de lo que yo soy en mi identidad central, en mi ser, en mi autenticidad.



Yo como creador

  La persona ha de ir aprendiendo a reconocerse a sí misma en esa unidad total; en lugar de vivirse sólo como una parte -a la que pone su nombre personal- ha de llegar a reconocerse en lo que no es él. Los demás son otros aspectos de sí mismo, son otro modo de vivirse a sí mismo en tanto que otro. Y mi relación con Dios es otro modo de vivirme a mí mismo en tanto que lo Superior. Pero eso se suele hacer sin reconocerse, y por lo tanto sin asumir esa identidad total que somos. La evolución, en este aspecto, consiste en que yo vaya tomando conciencia, que vaya reconociéndome en todas estas áreas de conciencia.

  Como puede verse, esto presenta un horizonte fabuloso. Porque yo he de darme cuenta de que todo lo que conozco, todo lo que siento, todo lo que existe para mí, es mi propia existencia; la cual a la vez es reflejo de la existencia en sí. Que todo cuanto conozco, que todo cuanto deseo, que todo cuanto percibo, que todo cuanto hay en mi interior, desde mi noción del firmamento, del universo, hasta las cualidades más íntimas de alguna persona a quien yo conozco y admiro, todo son aspectos de mi propia realidad total. Yo he de hacer un cambio; es necesario que traslade mi centro de identidad desde mi explosiva personalidad al centro de todo ese campo de conciencia. Esto se parece mucho a descubrir que en esta escala concreta, en esta etapa particular de mi evolución, yo soy como un dios.

  Y soy como un dios en el sentido de que:
a) yo mantengo mi identidad aparte de todo el campo de conciencia;
b) este campo de conciencia y todas las cosas que existen en él, todas las formas y contenidos, salen de mi propia naturaleza, de mi propia creación;
c) yo puedo mantener una dirección activa respecto a todo lo que es esta expresión de mi propio potencial en mi universo.

  Pero yo no soy como un dios en el sentido de que:
a) yo me encuentro que toda esa actualización de conciencia ya tiene lugar dentro de una realidad manifestada, que ya existe, que ya me pre-existe;
b) que yo, aunque tengo realmente un dominio sobre todo lo que es mi respuesta, en cambio no tengo dominio sobre los estímulos que yo estoy recibiendo.

  O sea, que hay un background, hay una base que está más allá de mi propia creación y luego hay una naturaleza de estímulos, de circunstancias particulares, que también van más allá de mi capacidad de creación. Es necesario que por un lado yo llegue a descubrir esa naturaleza diríamos, de dios, en pequeño, y por otro lado que yo aprenda a vivir conectado con esa otra parte en que yo no soy dios. Gracias a eso se produce una articulación mía con la existencia en sí.

  Lo que yo digo de ser dios dentro de nuestro universo es una noción más rica de lo que parece, porque yo no puedo pasar a una unidad superior hasta que yo no haya asumido la unidad actual. Si yo realmente soy dios en mi universo -en ese sentido que he explicado-, hasta que yo no haya asumido realmente esta función, yo no podré pasar a una mayor expansión de conciencia, a un mayor crecimiento. Ciertamente, yo soy el creador de mi universo, pero yo me vivo como esclavo, como sirviente, como un producto dentro de este mismo universo. De hecho, yo estoy creando mi universo pero luego yo me vivo como víctima de él; y éste es el contrasentido.
  Yo he de descubrir que ser dios -aunque esta palabra suene muy presuntuosa- es una realidad; pero yo soy un dios imperfecto, incompleto, soy un dios en proceso de crecimiento, ya que desde el punto de vista de la totalidad de la existencia sólo soy una célula viviente del Dios absoluto. Y yo debo poder vivir estos dos aspectos: en función clara, asumida, de dios en relación con mi universo, y en una actitud de receptividad, de armonía total respecto a la unidad que me trasciende. Y sólo manteniendo el equilibrio entre estas dos direcciones, yo entonces estoy en el lugar y en la actitud justa.

                                        del libro "La Realidad", Antonio Blay

domingo, 3 de noviembre de 2013

El origen del miedo (E. Tolle)


   El estado de miedo psicológico está divorciado de cualquier peligro real e inmediato. Puede adoptar diversas formas: desazón, preocupación, ansiedad, nervios, tensión, temor, fobia, etc.   El miedo psicológico del que hablamos siempre se refiere a algo que podría ocurrir, no a algo que ya está ocurriendo. Tú estás en el aquí y ahora, mientras que tu mente está en el futuro.    Esto crea una brecha de ansiedad. Y si te has identificado con tu mente y has perdido el poder y la simplicidad del ahora, esa brecha de ansiedad será tu constante compañera. 

   Siempre puedes afrontar el momento presente, pero no puedes afrontar algo que sólo es una proyección mental; no puedes afrontar el futuro.
   Además, mientras sigas identificándote con tu mente, el ego dirigirá tu vida. Debido a su naturaleza fantasmal, y a pesar de sus elaborados mecanismos de defensa, el ego es muy vulnerable e inseguro, y se siente amenazado constantemente. Por cierto, esto sigue siendo verdadero aunque externamente esté muy seguro. Ahora bien, recuerda que una emoción es la reacción del cuerpo a la mente. ¿Qué mensaje recibe continuamente el cuerpo desde el ego, desde ese falso yo fabricado por la mente?: peligro, estoy amenazado. ¿Y qué emoción genera este mensaje continuo?: miedo, por supuesto.

   El miedo parece tener muchas causas: miedo a la pérdida, miedo al fracaso, miedo a que nos hieran, y así sucesivamente; pero, en definitiva, todos los miedos pueden resumirse en el miedo del ego a la muerte, a la aniquilación. Para el ego, la muerte siempre está a la vuelta de la esquina. En este estado de identificación con la mente, el miedo a la muerte afecta a todos los aspectos de tu vida.
   Por ejemplo, algo tan aparentemente trivial y «normal» como la necesidad compulsiva de tener razón en una discusión y demostrar que el otro está equivocado —defender la posición mental con la que te has identificado— se debe al miedo a la muerte. Si te identificas con una posición mental y resulta que estás equivocado, tu sentido de identidad, basado en la mente, se sentirá bajo una seria amenaza de aniquilación. Por tanto, tú, como ego, no puedes permitirte estar equivocado. Equivocarse es morir. Esto ha motivado muchas guerras y ha causado la ruptura de innumerables relaciones.

   Cuando dejas de identificarte con la mente, el hecho de tener razón o estar equivocado es indiferente para tu sentido de identidad; de modo que esa necesidad compulsiva, apremiante y profundamente inconsciente de tener razón, que es una forma de violencia, deja de estar presente. Puedes expresar cómo te sientes y lo que piensas con claridad y firmeza, pero tal expresión no estará teñida de agresividad ni actitud defensiva. Tu sentido de identidad deriva entonces de un lugar más profundo y verdadero dentro de ti, no de la mente.

   OBSERVA CUALQUIER ACTITUD DEFENSIVA que surja en ti. ¿Qué estás defendiendo?: una identidad ilusoria, una imagen mental, una entidad ficticia. Haciendo consciente este patrón y observándolo, puedes romper la identificación con él. El patrón inconsciente comenzará a disolverse rápidamente a la luz de tu conciencia.
   Este es el final de todas las discusiones y juegos de poder, que son tan corrosivos para las relaciones. El poder sobre los demás es debilidad disfrazada de fuerza. El verdadero poder está dentro, y está a tu disposición ahora.
   La mente siempre trata de negar el ahora y de escapar de él. En otras palabras: cuanto más te identificas con tu mente, más sufres. O puedes decirlo de este otro modo: cuanto más capaz seas de valorar y aceptar el ahora, más libre estarás del dolor y del sufrimiento, más libre de la mente egotista.
   Si no deseas crear más dolor para ti mismo ni para los demás, si no quieres añadir más dolor al residuo del pasado que aún vive en ti, no crees más tiempo, o crea el imprescindible para gestionar los aspectos prácticos de la vida.

 ¿Cómo dejar de crear tiempo?

   DATE CUENTA INEQUÍVOCAMENTE DE QUE EL MOMENTO PRESENTE es lo único que tienes. Haz del ahora el  centro fundamental de tu vida. Si antes vivías en el tiempo y hacías breves visitas al ahora, establece tu residencia habitual en el ahora y haz breves visitas al pasado y al futuro cuando tengas que resolver los asuntos prácticos de tu vida.
Di siempre «sí» al momento presente.

ACABA CON LA ILUSIÓN DEL TIEMPO

    La clave es ésta: acaba con la ilusión del tiempo. Tiempo y mente son inseparables. Retira el tiempo de la mente y ésta se para, a menos que elijas usarla.
   Estar identificado con la mente es estar atrapado en el tiempo: vives de forma compulsiva y, casi exclusivamente, mediante el recuerdo y la anticipación. Esto produce una preocupación interminable por el pasado y el futuro, y una falta de disposición a honrar y reconocer el momento presente y permitir que sea. La compulsión surge porque el pasado te da una identidad y el futuro contiene una promesa de salvación, de una realización de algún tipo. Ambas son ilusiones.
   Cuanto más te enfocas en el tiempo —pasado y futuro— más pierdes el ahora, lo más precioso que hay.

¿Por qué es lo más precioso? En primer lugar, porque es lo único que hay. Es todo lo que hay. El eterno presente es el espacio dentro del que se despliega tu vida, el único factor que permanece constante.
   La vida es ahora. No ha habido nunca un momento en que tu vida no fuera ahora, ni lo habrá jamás. En segundo lugar, el ahora es el único punto que puede llevarte más allá de los limitados confines de la mente. Es tu único punto de acceso al reino informe e intemporal del Ser.
¿Has experimentado, hecho, pensado o sentido algo fuera del momento presente? ¿Piensas que lo harás alguna vez? ¿Es posible que algo ocurra o sea fuera del ahora? La respuesta es evidente, ¿no es cierto?
  Nada ocurrió nunca en el pasado; ocurrió en el ahora. Nada ocurrirá nunca en el futuro; ocurrirá en el ahora.
   La esencia de lo que estoy diciendo aquí no puede entenderse mentalmente. En el momento que lo entiendes, se produce un cambio de conciencia de la mente al Ser, del tiempo a la presencia. De  repente, todo se vivifica, irradia energía, emana Ser.


                                                                                       E. Tolle

jueves, 31 de octubre de 2013

Despierta!


No busques mas afuera lo que ya tienes dentro
Hay el universo dentro de ti
Sólo falta que te des cuenta…
Que retires el velo ilusorio
que hace que te sientas separado….

Plenitud interior,
De donde todo está surgiendo…
Nada que hacer…
Todo sucede por sí mismo….
Se expresa…
Allí no hay separación…
Vacío lleno…
Espaciosidad…
Amor…

Deja de buscar…
Sólo aquiétate en silencio interno
Deja pasar toda esa maraña de pensamientos
que te dicen quién eres, qué eres, como debes ser….
Suelta esa programación…
Despierta!....date cuenta de quien eres….más allá del cuerpo físico…
más allá de la mente pensante….más allá….espacio infinito vivo, vibrante… pura energía, potencialidad……

Despierta hermano!...ahora…no postergues para el “mañana”…
Si te animas, puedes despertar ahora….
Respira…y deja pasar todas las historias de tu mente, observa que queda…….Despierta….
Y aunque el velo te vuelva a nublar, regresa a donde ya eres….
Sólo hace falta un momento, un instante y estás ahí, en tu Centro…
                                                                                  Juani

                                                      

viernes, 25 de octubre de 2013

Tómate un respiro

  

  Amigo, cuando te sientas destrozado, perdido, lejos de casa, cuando estar alineado parezca algo completamente lejano y las palabras de los sabios se asemejen más bien un cuento de hadas, cuando sientas que las respuestas no llegan y que las dudas te consumen como el fuego... 

  Detente. Respira. Recuerda, nada está saliendo 'mal'. Un sueño está muriendo, eso es todo, un sueño de segunda mano acerca de cómo 'debería' ser este momento... 
  Cuando todo ese desorden llame tu atención, cuando las dudas entonen su loca melodía, cuando las historias se dejen venir como cascadas, recuerda que esa misma nostalgia que tratas de eliminar te está realmente invitando hacia tu verdadero Hogar, al Aquí y al Ahora, lejos de todos los 'hogares' terrenales. 

  Un problema es algo que anhela tu dulce atención. Una crisis es un momento decisivo. La enfermedad es una invitación a un profundo descanso y a la liberación. Un trauma es la invitación a ese tipo de aceptación que nunca antes imaginaste. Esas dudas que te carcomen son explosiones de la suprema inteligencia, haciéndote un llamado para que confíes profundamente en tu propia experiencia de primera mano, es un llamado para que te dejes caer en el constante abrazo de lo Desconocido.

  Aún cuando todo parezca ir mal, detente, toma un respiro y recuerda que nada puede salir 'mal' en el inmenso campo de tu presencia eterna. 

                                                                                                    Jeff Foster
                                                                            (Traducido por Tarsila Murguía)


lunes, 7 de octubre de 2013

Simplifica tu vida


Atención Plena

“Si estás bien contigo mismo todo está bien”

  Te invito a simplificar tu vida:
  Contempla cada momento como un nuevo comienzo, como una nueva oportunidad para volver a empezar, para sintonizar, para volver a conectarte con la vida. Date el permiso de vivir cada momento de manera plena y total.

  Existe una manera de vivir la “adversidad” que hace la vida mas rica, mas agradable y tu puedes tomar las riendas de tu vida y esa manera es el camino de  la Atención Plena.
La práctica del “no hacer”, sintonizar con la intensidad de cada instante es intentar estar despierto y darse cuenta del momento y luego del siguiente: practicar el “Ser”.

  Relájate en el presente sin intentar llenarlo de algo, permite a tu mente  y a tu cuerpo descansar en este momento, en este instante, sin apegarte a los contenidos  que hay en tu mente o a como se siente tu cuerpo, sólo observando, permitiendo, respirando y soltando.
Sintonizar con las experiencias básicas del vivir, aceptando as cosas, las situaciones tal y como están, ya que desde esa aceptación, podrás luego hacer los cambios oportunos, si procede.

  Adquiere un compromiso contigo mismo para “solo ser”, permitir que todo “el hacer” automático y compulsivo de la mente  se detenga.
Conecta con ese espacio profundo de tu realidad esencial, “detrás” de los pensamientos, detrás del ruido mental, con ese estado de puro gozo, inafectado, con ese potencial que eres, desde donde todo está surgiendo…

  Aprender a pasar del “modo hacer” del ego/personalidad, al modo “ser”, es aprender a buscar tiempo para uno mismo y a ralentizar, a alimentar la calma y la aceptación de uno mismo, observar a qué está dispuesta la mente  en cada momento, aprender a observar nuestras ideas, y a darle rienda suelta sin que nos capturen, o arrastren, la observación es sin juicio, sin razonamiento, sin intentar aferrarse a los pensamientos que te resulten agradables, ni enfadarte con aquellos pensamientos que no te agraden, es decir sin rechazar, soltando, dejando pasar como “sin interés”,  aprender a hacer sitio a nuevas formas de contemplar mejor los problemas y percibir la vinculación de unas cosas con otras, esta clase de aprendizaje hace  que nos asentemos en el ser.

  Cuando se amplia la consciencia, y aprendes a observar la mente concreta y a darte cuenta que eres más que todos esos mecanismos, condicionamientos que te hacen funcionar, que eres mas que esos programas mentales, entonces puedes aprender a responder de nuevas maneras mas acordes a los valores esenciales, del ser, y   todas tus decisiones se ven afectadas por ello.

  No es que la Atención Plena sea la “respuesta”, la solución a todos nuestros problemas de la vida, sino mas bien que, todos los problemas de la vida, pueden verse con mas nitidez a través de una mente clara y serena.

                                                                                 Juani          www.centroelim.org


viernes, 4 de octubre de 2013

Trabajo interior: atención y apertura (A. Blay)




No funcionamos mal, sino poco.
Si todo el mal reside en el empequeñecimiento, en la rigidez mental, en el alejamiento del centro y en la superficialidad en que nos hemos encerrado, es evidente que lo único que nos puede redimir, el único medio para redescubrirnos, para volver a ser nosotros mismos, es una doble actitud: de apertura y de atención, porque esto sigue la dirección inversa de lo que nos está ocurriendo. 
Si estamos cerrados y oscuros, para corregirnos tendremos que abrirnos y estar más despiertos. Esta es la clave de la combinación de la puerta de nuestra mente. Si aprendiéramos a estar más abiertos ensancharíamos nuestro horizonte y si aprendiéramos a estar más despiertos descubriríamos mejor la naturaleza de todo cuanto existe dentro y alrededor nuestro. Pues no se trata de adquirir nada más, sino simplemente de descubrir lo que existe.
 Para eso se requieren sólo dos cosas: abrir y mirar. Y para poder mirar claro hay que estar mentalmente despiertos. O sea, que realmente lo que nos falta es cultivar más y mejor lo que ya tenemos: saber mirar y saber abrir. Puntualicemos estas dos cosas por partes.

A) Atención
En primer lugar hablemos sobre el mirar. Todo cuanto nosotros conocemos es en virtud de nuestra capacidad de toma de conciencia. Nuestro foco mental se dirige hacia fuera, hacia dentro, hacia arriba o hacia abajo y toma conciencia de algo que vive como realidad, sea una idea, una percepción exterior, un sentimiento muy elevado, lo que sea. He dicho que nuestra mente normalmente está adormilada, funcionando a media luz. Lo primero que hemos de aprender a hacer es que nuestro foco de atención, que es el instrumento que nos sirve para tomar conciencia de todo, para darnos cuenta de todas las cosas, luzca más, pues ahora está funcionando a un potencial bajísimo. En otras palabras, tenemos que despertarnos más, hemos de estar más lúcidos.
Observemos los hechos. Todos podemos constatar que ahora mismo, si queremos podemos estar un poco más abiertos, más despiertos, más lúcidos, más atentos, sólo un poco más. Este poco podemos vivenciarlo cada uno de nosotros. Mas, ¿por qué estoy unos ratos más lúcido, más despierto, y otros más dormido, más distraído y oscuro?
 Sencillamente porque estoy dejándome llevar de la inercia, de los hábitos que he adquirido, porque en la vida corriente he comprobado que viviendo así voy tirando y saliendo de apuros y que, además los demás viven también así. Si los demás fueran más rápidos que yo, me acostumbraría a estar atento y procuraría ser tan rápido como los otros. Si los demás fueran más listos que yo, me esforzaría en ponerme a su altura. Habría un estímulo externo que me obligaría a dar de mí mismo el máximo rendimiento en este sentido de estar más despierto. Pero como he encontrado ya mi «modus vivendi» mi fórmula de equilibrio social aunque no me guste, aunque me queje de ella, voy tirando, y me quedo amodorrado, adormilado en mi postura cómoda pero incompleta. Claro, la gran ventaja nuestra es que hemos adquirido hábitos y cuantos más hábitos y mejor adquiridos están, más tranquilos vivimos y menos hemos de pensar, porque todo se hace automáticamente.
Pero es que los hábitos aunque son necesarios para que podamos hacer una cosa y atender a otra, no han de servir para ponernos a dormir encima de ellos. Hemos conseguido la gran ventaja de adquirir unos hábitos para tratar a la gente, para contestar al teléfono, para ir por la calle, para conducir, y gracias a ellos, en lugar de despertarnos más o atender a otras cosas, lo aprovechamos para vivir dormidos.
El que tenga sincero anhelo de encontrar algo más real, más sustantivo en sí mismo y en la vida, ha de saber bien que lo primero que ha de hacer es despertarse, aprender a vivir al máximo su potencial de atención consciente. Y esto no en un momento de peligro o en una situación apurada, sino en cada instante de su vida. No hay absolutamente ningún motivo para que la conciencia en unos momentos esté muy clara y en otros muy oscuros. Si tengo interiormente el mismo potencial, éste lo he de actualizar y ha de ser para mí una constante. He de aprender a estar todo yo presente a mí mismo, todo yo despierto y lúcido en cada instante, aunque lo que esté haciendo sea liar un cigarrillo o tumbarme para descansar.
 ¿Por qué cuando estoy tumbado he de dejar de ser plenamente consciente?, ¿por qué he de estar interiormente durmiendo?, ¿por qué no puedo estar todo yo plenamente consciente y presente al hecho de que me estoy durmiendo? Esto se puede hacer; ¿por qué no he de aprender a tomar conciencia clara, lúcida, todo yo, de cualquier cosa que esté haciendo, sea soñar, reír, gozar, llorar, tener miedo o lo que sea?
Si nos miramos un poco, veremos que nuestra mente sufre un apagón casi constante. Por eso, repito, la primera providencia de quien quiera trabajar es despertarse y aprender a hacer que su mente esté funcionando con la máxima amplitud que sea capaz de dar de sí, con el máximo potencial. Que no parezca una bombilla de diez o quince bujías si tiene un potencial de doscientos.
Esto no quiere decir que uno esté siempre con los ojos muy abiertos para que no se le escape nada. La atención es un estado interior, no es en absoluto un gesto exterior. La atención es el resultado de actualizar todo yo mi capacidad de conciencia interna, no de poner toda mi capacidad hacia fuera. Es tenerla actualizada, vivirla, ser consciente de ella. En un momento dado necesitaré proyectarla hacia fuera y en otro momento tendré que dirigirla hacia adentro. Esto es secundario. Lo importante es que en todo momento la luz esté funcionando con los doscientos watios, no que lo haga unos ratos a doscientos, otros a quince y otros a veinticinco.
Ahora bien, esto sólo se puede conseguir mediante una práctica sistemática, y una repetición incesante del gesto de despertarse, de estar más presente a sí mismo en todo momento.

B) Apertura
El segundo remedio básico contra nuestra identificación y nuestro egocentrismo es aprender a estar más abiertos. ¿Qué quiere decir esto? Justamente lo contrario de estar crispado, cerrado. Estar abierto es vivir en una actitud suelta, con un gesto interior de máxima apertura mental y afectiva. Es un estado de relajación psíquica, aunque la palabra relajación tiene sus connotaciones a veces negativas de pasividad o inercia, que se oponen a la verdadera apertura.
Nos crispamos siempre que tenemos miedo. Y lo malo es que después nos crispamos ya sencillamente porque estamos acostumbrados a hacerlo y aunque haya desaparecido el miedo nos mantenemos en la actitud interior de quien ve constantemente peligro en algún sitio. La crispación no lleva nunca consigo una mayor capacidad defensiva ante el peligro. Al contrario, en los momentos de peligro la crispación produce un estado de ceguera mental. Sólo una mente abierta permite ver e intuir soluciones, recoge más datos y por lo tanto puede extraer del interior mayor número de posibles soluciones. Así que, incluso ante situaciones de peligro, en lugar de querer huir -reflejo que todavía nos queda de nuestra infancia y que nos empuja a huir de las situaciones y a replegarnos y cerrarnos- hemos de aprender a tomar conciencia clara de las cosas, pues ésta es la única forma de poder manejarlas bien.
Evitemos este gesto automático de regresión a nuestros mecanismos infantiles, no nos cerremos ni nos crispemos. Abrámonos y mantengámonos abiertos. Tenemos miedo de hacerlo porque confundimos el abrirnos con el estar pasivos frente al ambiente, el ser generosos con el no controlar nuestras reacciones sentimentales. Aquí se trata de estar abierto al mismo tiempo que estar perfectamente lúcido. Y si estamos plenamente lúcidos nunca saldrá ni la más pequeña reacción que no sea conveniente o que no esté adecuada a la situación.
Es preciso reeducarnos en abrir la mente y el corazón a la vez que mantenemos la atención más despierta, siempre actualizada, renovando una y otra vez esta actitud de estar despierto. Entonces, cuando se aprende a vivir manteniendo esta apertura y este estar continuamente despierto, se produce un fenómeno extraordinario: el de la penetración interior. No hay que hacer nada más que estar despierto, muy despierto y abrir y aprender a mantenerse abierto. Y entonces empiezan a aparecer de un modo directo, constante, sin necesidad de ideas ni de opiniones, de un modo evidente, transparente, todos los contenidos que hay en nuestro interior; y detrás de estos contenidos -muchos de los cuales son resultado de embrollos anteriores, de cosas a medio liquidar- viene la luz, la fuerza, la fuente misma de nuestra realidad.
Así que la única forma de penetrar es aprendiendo a mantener este sencillo gesto de abrirnos y de permanecer con la máxima lucidez de nuestra mente, que no piensa sino que mira, que está consciente, que observa.


El camino libre

Sólo la conjunción de estos dos elementos, la apertura interior progresiva y el estar cada vez más despiertos, más conscientes, nos libera de nuestra pequeñez y nos hará ver el sentido de la vida. Si aprendiéramos a ir así, aunque de momento no realizáramos ninguna otra cosa útil,
cómo cambiaría nuestra vida! Todas las trampas que nos estamos haciendo, todas esas limitaciones que ahora tenemos, desaparecerían. Aumentarían nuestros recursos mentales, nuestra capacidad de hablar, de expresar las cosas, de recordar; entonces se produciría un desbloqueo automático de nuestra memoria, de nuestra inteligencia e incluso de nuestra capacidad motriz. La persona funcionaría de un modo libre y total, en lugar de estar como ahora bloqueada en varios niveles.
 Es un milagro cómo ahora, todavía, podemos seguir marchando, algo así como si en una maquinaria hubiéramos puesto trapos, papeles, y que a pesar de todo la máquina siguiese funcionando. Interiormente estamos llenos de trapos, de impulsos, de sentimientos, de emociones y temores antiguos que están metidos entre los engranajes. ¿Cómo no hemos de tener limitaciones y angustias, cómo no hemos de encontrar obstruido el camino que conduce a vivenciar nuestra realidad central?
Por eso hemos de aprender a limpiar todo esto. Mas para limpiarlo es preciso verlo. No se puede limpiar una casa sin que entre la luz, sin ver qué es lo que hay que quitar. Del mismo modo, para limpiarnos interiormente, la mente debe abrirse y así entrará la luz y se iluminará ese trasfondo que ahora no vemos ni nos damos cuenta siquiera de que esté sucio. De este modo es como se va despejando el camino que conduce a la percepción directa e inmediata de sí mismo.
Este es el camino de la realización interior, que puede tener muchas formas y muchos nombres pero cuyo eje central consiste siempre en que la mente aprenda a estar más despierta y más abierta. Y al decir que la mente debe abrirse nos referimos a que desde la mente se abran también todos los resortes fundamentales de la personalidad, especialmente la afectividad.
Como esto de despertar y abrirse parece tan sencillo, no lo hacemos. Encontramos más a nuestro gusto una cosa que sea complicada. Por eso necesitamos que nos den unas técnicas muy elaboradas, que consistan en hacer tal cosa o tal otra, un programa muy definido, muy concreto. Lo que hemos dicho parece que no puede ser tan fácil, tan sencillo, y creemos que debe haber un truco encerrado en algún sitio. Pero no; todo está encerrado dentro de nosotros y la forma de liberarlo es únicamente ésta. Nos cuesta ver toda la fuerza que tiene ese despertar, ese abrirnos, y aún nos cuesta más aprender a ponerlo en práctica de un modo constante en cada momento. Por ello nos valemos de técnicas.
                                                                                                          Plenitud en la vida cotidiana

                                                                                                                    Antonio Blay